Déjame ahora
que, igual que tú con la palabra tú
que así prolongas
para que sea el nombre que has querido darme,
acaricie tu largo cuerpo duro,
el brillo de tu piel que un vaho
mortal humedecía.

Y déjame aún beber
la sed inagotable de la noche.

Cuánta sed engendramos
para que nunca nadie de aquella sed dijera:

Y ahora te digo déjame aún beber
en la manida misma de tu sed
tu sed.

Reténme, cierva,
poder lunar,
en la raíz del agua.

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