EPISTOLA A LOS TRANSEUNTESEPISTOLA A LOS TRANSEUNTES
      REANUDO mi día de conejo mi noche de elefante en descanso. 
      Y, entre mí, digo: 
      ésta es mi inmensidad en bruto, a cántaros éste es mi grato peso, que me 
      buscará abajo para pájaro éste es mi brazo que por su cuenta rehusó ser 
      ala, éstas son mis sagradas escrituras, éstos mis alarmados campeñones. 
      Lúgubre isla me alumbrará continental, mientras el capitolio se apoye en 
      mi íntimo derrumbe y la asamblea en lanzas clausure mi desfile. 
      Pero cuando yo muera de vida y no de tiempo, cuando lleguen a dos mis dos 
      maletas, éste ha de ser mi estómago en que cupo mi lámpara en pedazos, 
      ésta aquella cabeza que expió los tormentos del círculo en mis pasos, 
      éstos esos gusanos que el corazón contó por unidades, éste ha de ser mi 
      cuerpo solidario por el que vela el alma individual; éste ha de ser mi 
      hombligo en que maté mis piojos natos, ésta mi cosa cosa, mi cosa 
      tremebunda. 
      En tanto, convulsiva, ásperamente convalece mi freno, sufriendo como sufro 
      del lenguaje directo del león; y, puesto que he existido entre dos 
      potestades de ladrillo, convalesco yo mismo, sonriendo de mis labios. 

 

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