Soja: después del "boom", ¿qué? Es la principal protagonista de la bonanza agropecuaria y la máxima recaudadora de dólares frescos al servicio del Estado. ¿Qué se lleva y qué deja el éxito de la soja en el campo argentino? El campo argentino dejó de ser trigo y vacas. Hoy, es soja. Soja RR. Protagonista casi exclusivo del debate "transgénicos sí, transgénicos no", esta variedad genéticamente modificada se adueñó por completo de la escena rural. Desplazó a los cultivos tradicionales y, en un acto de insolencia, relegó a la ganadería. Avanzó sobre zonas consideradas no aptas para la agricultura y, de la mano de sus excelentes cosechas, sacó al campo de la recesión. Ahora, que la demanda de China, principal comprador de la soja argentina, ya no es la misma y que Estados Unidos, principal productor de soja en el mundo, vuelve a producir a todo vapor, parece que el paisaje volverá a cambiar, no sin consecuencias. ¿Por qué se impuso la soja? Todo comenzó con la soja RR, una variedad cuyo nombre responde al agregado de un gen que la vuelve tolerante a un poderoso herbicida, el glifosato, que la multinacional Monsanto, líder en biotecnología, comercializa con la marca Roundup Ready (de ahí RR). Aprobada para su siembra en la Argentina en 1996, el agricultor planta la variedad, aplica el glifosato y elimina las malezas. Sólo sobrevive la soja RR. Dicha "facilidad" se complementó con la veloz difusión del modelo conocido como siembra directa, que elude la necesidad de preparar el suelo y permite sembrar directamente sobre los rastrojos del cultivo anterior. Soja RR, claro. Finalmente, la economía argentina dio el golpe de timón. "Con la devaluación, los productores -ya sin crédito- empezaron a financiarse con recursos propios y buscaron el cultivo más confiable: la soja", explica Ernesto Ambrosetti, economista de la Sociedad Rural. Así, durante la campaña 2003/2004, la Argentina contabilizó 14.235.000 hectáreas de soja, extensión equivalente a la superficie de Grecia y a más del doble del área sembrada en 1994. La soja no sólo salvó al campo. También ayudó al Gobierno, que encontró en las retenciones a las exportaciones al más rendidor de sus soldados impositivos y al campo, en su rol de principal exportador, como sector "víctima". ¿Qué pasa en el campo? "El campo argentino no es sólo soja; es mucho más. El campo argentino es la búsqueda continua del crecimiento a través de la producción", dice Miguel Campos, Secretario de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos de la Nación (SAGPyA), "¿Si somos 'soja dependientes'? A través de su aporte a las arcas de gobierno, el sector agropecuario colaboró fuerte con la sustentabilidad de la sociedad. La cadena de la soja es la que más aportó en materia de exportaciones agropecuarias. Pero de ahí a ser 'soja dependientes'... No. Vamos a balancear, en todo caso, vamos a ser 'exportadores dependientes', pero no exclusivamente de soja". Para Campos, el "boom" de la soja fue coyuntural. El funcionario asegura que, ahora, por la caída de precios en el mercado internacional, "perderá peso". El problema es que, como orientador de la producción, el mercado dejó afuera a otras actividades menos rentables. "Nada se ha hecho, por ejemplo, para hacer sostenible la actividad tambera, la porcina", opina Eduardo Buzzi, presidente de la Federación Agraria Argentina. Respecto al predominio de la soja, hay muchas disidencias y una coincidencia: no es recomendable. El camino debe ser la diversificación de la actividad productiva, que evita que el campo y la recaudación queden atados a las alzas y bajas de unas pocas materias primas y productos semi-elaborados. Pero, claro, no todos coinciden en cómo diversificar los cultivos. Mientras los voceros de los productores proponen bajar las retenciones y/o aplicar retenciones diferenciales a determinadas actividades, Campos sostiene que, "sin dudas, la herramienta sustentable es difundir otros cultivos de la misma característica que la soja RR y el maíz RR: algodones transgénicos, trigos transgénicos y trigos de mejor calidad...". Es decir, facilitarle a los productores otro instrumento tecnológico que les resulte por lo menos tan rentable como la indiscutida monarca de la pampa: la soja RR. ¿Qué pasa con el medio ambiente? Con la "sojización" del campo argentino, muchos alertaron que la pampa estaba perdiendo la riqueza de su suelo. En diciembre de 2003 el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) se sumó a las denuncias: "la combinación siembra directa más monocultivo de soja tolerante a glifosato no constituye una alternativa sustentable a los proyectos que incluyen rotaciones". A ocho meses de la publicación del documento "La sustentabilidad de la producción agropecuaria argentina", Carlos Cheppi, presidente del INTA, asegura que "no quisimos demonizar a la soja... Hace 20 o 30 años hablábamos del monocultivo de maíz". Es que los monocultivos derrumban los niveles de materia orgánica, componente fundamental de los suelos y principal fuente de nutrientes de las plantas. La rotación de cultivos, en cambio, eleva los índices de materia orgánica. Sin embargo, Cheppi aclara que, "desde el punto del vista del suelo y de la calidad del recurso, la rotación más adecuada es la que intercala la agricultura con la ganadería. Claro que, en términos económicos, ese esquema no suele ser el más rentable". Pero la soja no solo puso en jaque a la región pampeana. En Salta y Santiago del Estero, hubo denuncias que hablaban de talas de montes y bosques nativos para "hacer" soja. "Desmontar a tabla rasa para encarar 4 o 5 años de monocultivo, es en sí mismo un desastre ecológico y, en muchos casos, una pérdida con muy pocos visos de recuperación", dice Cheppi. ¿Qué pasa con los productores? Todo sumó para que muchos eligieran a la soja: la semilla genéticamente modificada, la siembra directa, el glifosato a bajo costo, los altísimos precios del grano y de sus derivados en el mercado internacional. Fue entonces que grandes, medianos y pequeños productores se subieron al tren sojero. Los que no tienen margen para producir, optan por alquilar sus tierras a los inversores que llegaron atraídos por las ganancias. A la Federación Agraria le preocupa el arribo de estos inversores que alquilan miles de hectáreas. "Debería haber una nueva ley de arrendamientos y aparcerías rurales que defina la existencia de productores familiares y los proteja de la llegada de las reglas salvajes del mercado", dice Buzzi. Marcela Cristini, economista especializada en análisis agropecuario de FIEL (Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas) no coincide: "La idea de regular el uso del campo está mal encarada. Se pretende regular sobre las consecuencias y no sobre las causas," dice. En ese sentido, la experta sugiere, primero, determinar quiénes no pueden producir, ver por qué ("falta de crédito, capital humano, capacitación ...") y armar programas para ellos. Con la bandera "Agricultura con agricultores", la Federación Agraria, acusa a la soja de extender "desiertos verdes": "El productor siembra soja y no va más al campo," dice Buzzi. Según Jorge Rulli, del Grupo de Reflexión Rural, "los chacareros eligieron los transgénicos para irse del campo". Para el ingeniero agrónomo Walter Pengue, responsable del área de economía ecológica y agricultura sustentable del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente (GEPAMA) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), hay que definir una política: "Si queremos apuntar a la producción de pocas materias primas, como la soja, sufriremos consecuencias sociales. Porque se necesita cada vez más superficie que se obtiene de dos maneras: se compra o se alquila. Y eso implica que muchos productores tendrán que seguir saliendo del sistema". No
solo son buenas las noticias que llegan del campo argentino; sin embargo,
es indiscutible el liderazgo de este sector dentro y fuera del país,
como ocurrió a comienzos del siglo pasado. Cien años más
tarde y en otras condiciones, con la pobreza arreciando "el mitológico
granero del mundo", el debate vuelve a ser el mismo: ¿qué
país debería proponerse ser la Argentina del siglo XXI?
¿Quién
necesita tanta soja? La
controvertida soja RR A la soja transgénica se le incorporó un gen EPSPS de la cepa CP4 extraída de la bacteria Agrobacterium tumefaciens, la misma enzima modificada durante su evolución. La característica particular de la enzima producida en esta cepa es que es inmune al glifosato. Las plantas no tienen esa cepa. La verdadera creadora de la soja RR es la multinacional de origen estadounidense Monsanto. Cuando, en 1996, la Argentina aprobó la siembra de soja RR, los productores argentinos la adoptaron tan rápidamente y con tanto entusiasmo que, incluso, superaron los índices mundiales de uso de glifosato. La filial local de Monsanto así lo confirma: "La Argentina es uno de los países con mayor índice de uso de glifosato por hectárea cultivada". Esa diferencia se explica porque en Argentina no se respeta la relación maíz-soja recomendada en todo el mundo: 1 hectárea de maíz cada 3 de soja. "Mientras que, en los otros dos grandes productores agrícolas mundiales, la proporción de hectáreas dedicadas a maíz y soja son balanceadas (Brasil) o prácticamente iguales (Estados Unidos), en nuestro país, el desbalance entre la superficie de soja (14 millones de hectáreas) y de maíz (2,5 millones) requiere un uso más intensivo del glifosato", amplían desde Monsanto. "El abuso de un herbicida está asociado a la aparición de tolerancia en malezas" dice Walter Pengue, del GEPAMA. "Desde la agricultura intensiva, la respuesta será usar 'otro químico'. El problema es cuántas sustancias le vamos a meter al ambiente", dice Pengue. "La información del INTA sobre posibles contaminaciones de napas y suelos con glifosato no es alarmante", señala Carlos Cheppi, presidente del organismo, aunque aclara que "los datos son preliminares" y que "las mediciones están en curso". Sobre la oposición a los organismos genéticamente modificados, el secretario de Estado Miguel Campos sostiene que "la realidad marca que la aceptación de productos transgénicos está avanzando y la prueba es que la Comisión científica de la Unión Europea aprobó el maíz RR y otros organismos similares". El INTA apoya los dichos de Campos: "Ningún país ha dejado de invertir en biotecnología y nosotros no nos podemos quedar atrás porque lo vamos a lamentar", afirma Cheppi, "Hoy, el debate científico está muy por encima de la posibilidad de si los transgénicos son o no perjudiciales para la salud o el medio ambiente".
La
siembra directa Aunque es una herramienta muy útil para preservar el suelo, la siembra directa no logra compensar los perjuicios del monocultivo. No remueve el suelo como la labranza tradicional, evitando la oxidación de la materia orgánica y la consiguiente erosión del suelo. Quedan los rastrojos (residuos) de la cosecha anterior que cubren el suelo y lo protegen. Por lo tanto, la siembra directa incrementa los niveles de materia orgánica en el suelo. Sin embargo, en el caso de la soja, no es suficiente porque se trata de un cultivo que no deja mucho residuo. "Una de las principales funciones de la siembra directa es disminuir el impacto de la gota de lluvia para evitar la erosión, y con la soja no se puede hacer porque no ofrece suficiente cobertura", dice Walter Pengue (GEPAMA). Y agrega: "la siembra directa es mejor que nada, pero el maíz da mejor cobertura..."
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