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La
insaciable voracidad fiscal
Toda persona que en su momento haya decidido invertir sus ahorros en inmuebles
en la provincia de Buenos Aires, sea como forma de asegurar el valor de
su dinero, como negocio, o con el propósito de construir para vivienda
o para renta, experimentó seguramente, durante el pasado mes de enero,
una honda decepción y una mortificante contrariedad.
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Es que la Dirección de Rentas de la provincia, sin duda con el loable
propósito de mejorar sus finanzas, decidió revaluar gran parte
del padrón inmobiliario del Gran Buenos Aires, especialmente los
loteos, los fraccionamientos y los barrios cerrados. Hasta aquí nada
habría que reprochar. Sólo cabría observar que los
procedimientos de revalúo deberían haber sido más difundidos
y los contribuyentes deberían haber contado con mejor información.
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Pero ocurre que el aumento en las valuaciones, sobre todo de los terrenos,
ha superado toda posible previsión del contribuyente. Y eso entraña,
desde ya, una mala política fiscal, pues viola una de las primeras
reglas del gobernante, que es la de observar prudencia en sus actos de gobierno.
Cuando se dispone un aumento fiscal exorbitante, fuera de toda racionalidad,
cuando se contradicen en grado extremo las valuaciones de los años
anteriores, es evidente que se ha ido más allá de lo que indican
un mínimo sentido del equilibrio y la razonabilidad.
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Tomemos como muestra un ejemplo. Veamos el caso de una propiedad situada
en la zona norte del conurbano, en un sector claramente residencial. Corresponde
a un lote de 1300 metros, que en 2003 tenía una valuación
fiscal -como terreno- de 95.400 pesos. La construcción tenía
un valor de 57.012 pesos. La base imponible era, pues, de 137.170 pesos.
Se abonaba por ella, en diciembre de 2003, un impuesto inmobiliario de 101
pesos por cuota.
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En enero de 2004, el valor del terreno trepó a 494.319 pesos y el
de la vivienda disminuyó -levemente- a 56.214, seguramente como resultado
de un cálculo de amortización. La base imponible es ahora
de 495.479 y cada cuota asciende a 1236,80. La valuación del terreno
aumentó más de un 500% y la cuota aumentó un 1236%,
lo cual resulta inaudito.
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Supongamos que el propietario tenía esa finca para renta. Es obvio
que la propiedad ha dejado de ser rentable de un mes a otro. Si había
tomado la precaución de poner los impuestos a cargo del inquilino,
es probable que la reacción del locatario lleve a la rescisión
del contrato por aplicación de la teoría de la imprevisión.
En efecto, nadie puede prever un aumento del 1236% en el monto de la cuota
del impuesto, de un mes a otro.
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Si el propietario tenía el bien como inversión para protegerse
en un futuro, está claro que deberá venderlo, pues le será
muy costoso mantener un terreno "en expectativa" pagando semejantes
gabelas. Creer que el mercado es infinito, que siempre habrá alguien
para comprar un inmueble y continuar pagándole al fisco, es alentar
una irrealidad. Es evidente que el Estado provincial actuó, en este
caso, sabiendo que terminará cobrándose el valor del terreno
invendible, pues será prácticamente imposible evitar que el
bien salga a la venta en remate público como consecuencia de los
impuestos impagos. Estamos, en suma, ante una política absolutamente
contraria a lo que se considera una sana administración fiscal.
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No se trata de cercenar el derecho del Estado nacional o provincial de revaluar
inmuebles cuya valuación pueda estar desactualizada. Pero es indudable
que esa desactualización, si existe, es atribuible a fallas del propio
Estado, que no puede salvar sus propios errores mediante el recurso de reajustar
la cuota fiscal en más de un mil por ciento de un mes a otro. Esa
violación de la conducta esperada, que el contribuyente no puede
eludir, pues se expone a ser ejecutado por vía sumaria, con intereses
confiscatorios del 3% mensual, sin contar los punitorios, es un auténtico
abuso de derecho.
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La facultad recaudatoria del Estado, fundada en el bien común general,
no lo autoriza a ir contra sus propios actos ni a sorprender la buena fe
y la conducta esperada por el contribuyente con un aumento abrupto y desmesurado,
que viola toda previsibilidad. Decisiones de esta clase son inconciliables
con la elemental obligación de lealtad que todo gobernante debe observar
respecto de sus gobernados y contribuyentes.
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Es de esperar que las cámaras inmobiliarias hagan oír su voz
y que el Estado provincial recapacite. De lo contrario, se provocará
una crisis en el mercado de propiedades y se desatará, además,
ante estos casos de ilimitada voracidad fiscal, una avalancha de juicios
de amparo.
La Nacion, 20 de febrero de 2004
Cuentas
públicas y actividad económica
Un estudio privado revela en la Argentina el mapa de la voracidad fiscal
La carga tributaria provincial y municipal varía mucho; en una misma
actividad puede llegar a pagarse el doble, según la ubicación,
y también hay fuertes diferencias entre rubros
El mismo comercio o la misma empresa pueden llegar a pagar el doble de impuestos
provinciales y municipales, según en qué lugar de la Argentina
se instalen.
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Así lo revela un informe del Instituto de Estudios sobre la Realidad
Argentina y Latinoamericana (Ieral), de la Fundación Mediterránea,
y Deloitte & Touche, que midió la presión fiscal provincial
y municipal sobre la base del impuesto a los ingresos brutos y la tasa de
seguridad e higiene.
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El trabajo descubrió que Santiago del Estero es la provincia con
mayor presión fiscal provincial y municipal del país, ya que
alcanza al equivalente al 4,3% de las ventas, netas de IVA.
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En cambio, Chubut es la que menos carga aplica, con una presión equivalente
al 1,3 por ciento.
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Las diferencias no son sólo geográficas, sino también
por actividades, dentro del mismo distrito. Los rubros bancario y asegurador
son los gravados con mayor fuerza a nivel provincial y municipal.
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La medición no considera otros tributos y tasas que aplican provincias
y municipios, como pagos por habilitaciones o cargos por iniciar trámites.
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De acuerdo con el estudio, que relevó 98 municipios con datos de
2002, Santiago del Estero es la provincia más cara a nivel general
(provincial y municipal) y las cinco que le siguen en la lista son Tucumán
(3,5%), Entre Ríos (3,1%), Misiones (3%), Neuquén (2,6%) y
Capital Federal (2,52%).
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Las cinco provincias con menor presión fiscal global, además
de Chubut, son La Rioja (1,5%), Mendoza (1,53%), Tierra del Fuego (1,6%),
Catamarca (1,8%) y San Juan (1,9%). El promedio asciende al 2,3 por ciento.
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Esta comparación también puede ser realizada desde la perspectiva
municipal. En tal sentido, la presión fiscal se torna muy alta en
municipios como Santiago del Estero (4,8%), La Banda (3,6%), San Miguelde
Tucumán (3,46%) y Concordia (3,28%). En contraposición, lugares
como Trelew (Chubut), Maipú y San Martín (ambos en Mendoza)
dejan respirar a los contribuyentes con alícuotas menores al 1,3
por ciento.
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Según Nadín Argañaraz, director del Ieral, una de las
conclusiones del trabajo es la siguiente: "Tanto las provincias como
los municipios tienden a gravar poco o mucho a los mismos grupos de actividades,
lo cual no da lugar a las compensaciones. Y siempre gravan a los que más
ganan".
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En tal sentido, la voraz presión fiscal provincial promedio por actividades
se divide de esta forma: bancos, compañías de seguros y AFJP
(3,9%); comercios, hoteles y restaurantes (2,9%); servicios públicos
(2,8%); actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler (2,7%); enseñanza,
salud y servicios sociales (2,2%); industria manufacturera y construcción
(0,9%) y actividades primarias (0,6%).
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Desde el plano municipal, los bancos siguen siendo los que soportan la mayor
presión (1,3%), mientras que las actividades primarias lidian con
tasas del 0,2 por ciento. Para el economista, "es lógico que
las actividades primarias tengan gravámenes más bajos, pero
es meritorio preguntarse si la distancia que las separa -por ejemplo, de
los bancos-, es lógica". "Si a los porcentajes -agrega-
se les suman los otros impuestos provinciales, la carga se multiplica."
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Un dato particular es que las provincias que más exigen en materia
tributaria no son necesariamente las que mayor gasto por habitante tienen.
Por ejemplo, en 2002, Santiago del Estero gastó 1000 pesos por habitante.
Pero de ese total, sólo el 20% correspondió a ingresos propios.
Santa Cruz, en cambio, destinó más de 4000 pesos, que financió
en un 50% con ingresos propios.
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"Hay que analizar las cifras más allá de los porcentajes.
Si una provincia tiene alícuotas elevadas, no sería grave
si su sistema de salud fuera excepcional, por ejemplo", afirma el economista.
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Competencia tributaria
Según el estudio, entre las provincias que más exigen a los
contribuyentes con el impuesto a los ingresos brutos medido por el Indice
de Presión Fiscal Provincial, figuran Santiago del Estero (3%), Capital
Federal (2,5%), Misiones (2,4%) y Tucumán (2,3%). En contraposición,
las menos exigentes son Chubut (1,12%), La Rioja (1,15%), Mendoza (1,3%),
Córdoba (1,4%) y Tierra del Fuego (1,5%).
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Los municipios con mayor índice de presión fiscal propia son
Concordia (1,7%), Santiago del Estero (1,7%), Gualeguaychú (1,6%),
Concepción del Uruguay (1,5%), Paraná (1,4%), San Miguel de
Tucumán (1,23%), Almirante Brown (1,005%), Avellaneda (1%), Rosario
(1%) y Berazategui (0,9%). Los que menor carga aplican según el índice
elaborado en base a la tasa de seguridad e higiene son Río Gallegos
(0,034%), San Salvador de Jujuy (0,04%) y Río Grande (0,04%).
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Argañaraz afirma: "Existen indicios de que la competencia fiscal
está presente, ya que se evidencia una suerte de convergencia de
los niveles de presión entre los municipios de una misma provincia".
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Según el economista, los impuestos provinciales y municipales no
eran vistos como primordiales durante los noventa, pero luego de la crisis
adquirieron mayor importancia. Leonel Masad, tributarista y profesor titular
de la UBA, agrega que se registraron casos en que las empresas mudaron sus
operaciones por las tasas municipales, lo que podría funcionar como
incentivo para la competencia tributaria.
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Por ejemplo, en Chubut, de los cuatro municipios relevados, tres mostraron
tasas del 0,4 por ciento. En Santa Fe, Rafaela y Reconquista tienen la misma
carga (0,5%), y lo mismo sucede con los porcentajes de Salta y San Ramón
de la Nueva Orán, en Salta.
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Pero también hay zonas lejanas que comparten porcentajes: la presión
fiscal en Goya (Corrientes) y Azul (Buenos Aires) asciende al 0,2%, y en
Villa Mercedes (San Luis) y Ushuaia (Tierra del Fuego), al 0,1 por ciento.
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El Noroeste y el Nordeste argentinos son las zonas con mayor presión
fiscal global: las alícuotas ascienden al 2,8% y 2,5% en cada caso.
Se trata de las regiones con mayor índice de hogares bajo la línea
de pobreza (59,7% y 56,2%, respectivamente, según cifras del Indec).
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"Las regiones más pobres aplican tasas mayores, quizá
para compensar la mayor informalidad y evasión", fundamenta
el Ieral. Con el informe, en el instituto llegaron a la conclusión
de que la tasa de seguridad e higiene no es más que un impuesto disfrazado.
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Al respecto, Masad destaca: "En algunas jurisdicciones, las alícuotas
superan ampliamente el costo del servicio que prestan los municipios. Evidentemente,
los municipios a veces carecen de recursos, pero creo que poner tasas altas
no es la forma más adecuada para lidiar con eso. Las alícuotas
elevadas no son inconstitucionales, pero es algo que de todos modos queda
feo".
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Por otro lado, lo s técnicos del Ieral observaron que la base imponible
que utilizan las provincias son heterogéneas y que ello termina afectando
los gastos de las empresas que tienen sucursales en todo el país.
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"Debería haber -dice Argañaraz- un código uniforme
para facilitar la administración tributaria. Esto no afectaría
la independencia de las provincias, que igualmente podrían fijar
los porcentajes que deseen."
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Aunque los resultados son más que interesantes para las empresas,
también lo son para los consumidores. De acuerdo con Argañaraz,
las compañías terminan trasladando el costo impositivo a los
bienes y servicios que comercializan, y lo lógico sería que
en las provincias con mayor carga fiscal los productos fueran más
costosos.
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"Las alícuotas -señala- tendrían que figurar en
los artículos para que el consumidor sepa qué porcentaje de
lo que paga se lo queda la provincia."
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Una constante con la que se encontró el equipo del Ieral al momento
de elaborar los índices fue la falta de información en los
municipios. Sobre este tema, Masad opinó:
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"Yo creo que ha habido una despreocupación general al respecto.
Cuesta conseguir la información, y creo que las propias provincias
no saben muy bien cuánto cobran los propios municipios".
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Para Argañaraz, los datos obtenidos, que se encuentran en el sitio
www.cargafiscal.com.ar , permitirán echar un poco de luz sobre la
desinformación y contribuirán a la competencia tributaria.
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"Lo óptimo -concluye- sería que se analizaran estos porcentajes
al momento de realizar una reforma de la ley de coparticipación federal."
Por Mercedes García Bartelt. Con la colaboración
de las corresponsalías de La Plata, Mendoza y T. del Fuego
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El reparto tributario bonaerense
El mapa fiscal municipal de la provincia de Buenos Aires, elaborado por
el Iera, revela que los municipios exigen a los contribuyentes, en todos
los casos, menos dos, cobran menos del equivalente al uno por ciento sobre
las ventas netas de IVA en concepto de tasa de seguridad e higiene.
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De acuerdo con el informe del Ieral, Avellaneda y Almirante Brown manejan
alícuotas de 1 y 1,005%, en cada caso. Al sumarse la carga provincial
(impuesto a los ingresos brutos) a las tasas de los 42 municipios relevados,
la carga de alícuotas supera en todos los casos el 2%, pero son menores
al 3 por ciento.
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La lista de los municipios más exigentes vuelve a encabezarla Avellaneda,
donde el índice de presión global (municipal y provincial)
asciende al 2,835%. Luego figuran Quilmes, Hurlingham y Berazatagui, que
comparten una tasa del 2,735 por ciento.
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San Isidro, en tanto, tiene una de las tasas de seguridad e higiene más
elevadas (0,8%) y la presión global la mantiene en 2,635 por ciento.
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En Morón, La Matanza, Ensenada, Zárate, Tres de Febrero y
Tigre el índice de presión fiscal global se mantiene por encima
del 2,4 por ciento.
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En tanto, municipios como Azul, Chivilcoy, Junín, Luján, Pergamino
y San Nicolás de los Arroyos se sitúan entre los menos exigentes,
ya que ejercen una presión fiscal municipal que no supera el 0,3
por ciento.
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Al sumarse el impuesto a los ingresos brutos, se observa que estos seis
municipios demandan a los contribuyentes una alícuota inferior al
2,235 por ciento de ventas netas.
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En nivel de exigencia medio se ubican Berisso, General San Martín,
Ituzaingó, José C. Paz, Lanús, Merlo, Tigre, San Miguel,
Tres de Febrero, Zárate, Ensenada, La Matanza, Morón, Bahía
Blanca, Malvinas Argentinas y Escobar, entre otros.
La Nacion, 21 de diciembre de 2003 |