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El
mapa de la pobreza infantil
Un
total de 674 millones de niños viven en el mundo en condiciones
de absoluta pobreza. Ello significa que sufren una severa privación
de necesidades humanas básicas, especialmente en materia de alimentación,
agua potable, medios de higiene, vivienda, educación e información.
Así
surge de un minucioso estudio sobre "Pobreza infantil en los países
en desarrollo" (Child Poverty in the Developing World), realizado
por la London School of Economics para la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
El
trabajo se basó sobre una muestra de casi 1200 millones de niños
de 46 países en desarrollo, lo que supone -según los autores-
la investigación más exhaustiva realizada hasta la fecha
sobre este tema. El informe consigna que 600 millones de chicos viven
en casas en las que habitan más de cinco personas por ambiente.
Consigna también que 500 millones no tienen instalaciones para
el aseo personal. Asimismo, unos 376 millones carecen de agua potable
o tienen que desplazarse durante más de 15 minutos para conseguirla,
mientras que 134 millones nunca han ido a la escuela y 265 millones jamás
han sido vacunados o sufren diarreas crónicas.
En
la Argentina, recientes estudios sobre la pobreza infantil muestran una
realidad preocupante y dolorosa. Según los datos del segundo semestre
de 2003 difundidos por el Indec, el 63,4 por ciento de los menores de
14 años viven en hogares pobres. Sus familias no tienen ingresos
suficientes para comprar los bienes y servicios básicos. La pobreza
es elevada entre los jóvenes y adolescentes de entre 14 y 22 años,
con índices que llegan el 57,8 por ciento. Del informe oficial,
que comprende 28 regiones de todo el país, sin incluir las zonas
rurales, se desprende que habría 3,7 millones de niños pobres.
Si esos datos se proyectasen a todo el país, los menores pobres
llegarían a 6 millones.
La
mayor indigencia infantil se registra en Corrientes, donde se encuentran
en esa situación más de la mitad de los niños: el
56,6 por ciento. En la región metropolitana, la pobreza infantil
asciende al 63 por ciento, cifra casi similar a la del promedio nacional.
En efecto, sobre 3.036.000 menores que viven en la Capital y en el Gran
Buenos Aires, habría un poco más de 1,9 millones de niños
pobres.
El
mapa de la pobreza señala que en nueve provincias más del
70 por ciento de los niños menores de 14 años viven en hogares
que están en esa condición. En el conurbano bonaerense,
la región más poblada del país, el 68,3 por ciento
de los menores están en esa crítica situación. En
la Capital Federal, la pobreza infantil afecta al 37,4 por ciento de los
menores, en tanto que la región patagónica, con el 44 por
ciento, es una de las zonas de menor pobreza infantil.
El
hecho de que se consideren los índices de pobreza infantil como
datos separados de los que marcan la pobreza de los padres obedece a que
en los hogares pobres las familias -y en especial los niños- son
más numerosos y, por lo tanto, el escaso ingreso debe alimentar
más bocas.
Muchas
son las propuestas políticas, económicas y sociales que
aspiran a resolver el acuciante tema de la pobreza. La mayoría
de ellas concuerda en la necesidad de adoptar medidas específicas
en áreas que se consideran prioritarias. Se proponen, así,
la creación de oportunidades económicas, la promoción
del desarrollo humano, el mejoramiento de la calidad de vida, la creación
de sociedades que procuren incluir y no excluir a sus miembros y, por
supuesto, un mejoramiento de la responsabilidad y la rendición
de cuentas de las instituciones del Estado.
Si
bien el crecimiento económico es esencial para reducir la pobreza,
ello no es suficiente por sí solo. Esas iniciativas deben estar
acompañadas de medidas que aseguren que los beneficios lleguen
a todos los segmentos de la población.
Las
razones por las que tantas personas no pueden satisfacer sus necesidades
fundamentales son varias y complejas. A las numerosas causales de naturaleza
política, económica, estructural y social, se suman -en
muchos casos- la ausencia notoria de una voluntad política tendiente
a eliminar de raíz la marginalidad y la visible inadecuación
de las medidas que adoptan los poderes públicos.
Más
pobres y más indigentes equivale, básicamente, a un mayor
número de desocupados, desempleados y marginados; es decir, a más
personas excluidas del mundo del empleo, de la educación y de la
salud. En consecuencia, es necesario aunar esfuerzos y coordinar con eficiencia
programas que tiendan a generar empleo, educación, capacitación
laboral y una atención sanitaria adecuada. La pobreza es, en definitiva,
un agravio a la condición humana y sólo combatiéndola
con planes integrales y de largo alcance se logrará que las sociedades
sean más equitativas.
La Nacion, 16 de septiembre de 2004 |