La masacre en la escuela: una ciudad que no encuentra
explicaciones Junior no sabía que había matado a tres compañeros
Declaró ayer y se sorprendió cuando la jueza de menores
se lo comunicó
BAHIA BLANCA.– Junior supo sólo
ayer que había matado a tres de sus compañeros de curso
y herido a otros cinco. Se lo dijo la jueza de menores Alicia Georgina
Ramallo, y quienes presenciaron la escena dijeron que el adolescente quedó
mudo por la sorpresa.
El chico tenía puesta todavía la
ropa con la que había ido al colegio anteayer, cuando entró
en el aula y abrió fuego contra sus amigos: un pantalón
negro, zapatillas y remera del mismo color, esta última con la
figura de Marilyn Manson estampada en el pecho, según relataron
fuentes de la investigación a LA NACION.
De la declaración, actualmente bajo secreto
de sumario, se desprendería que el adolescente tenía una
mala relación con su padre y que sería un menor golpeado.
Ayer por la tarde Junior fue trasladado a una celda de la delegación
de Prefectura en la vecina ciudad de Ingeniero White.
El joven, tras prestar declaración, recibió
la visita de su madre y de su abuela, no así la de su padre. Fuentes
policiales dijeron que el menor no había pedido ver a ninguno de
sus familiares.
Las fuentes, que describieron al autor de los
disparos como "un adolescentes sumamente inteligente", también
dijeron que éste estaba sorprendido por lo que había hecho:
creía que sólo había herido a sus compañeros.
Otros informantes indicaron que la inexperiencia
del menor en el manejo de armas de fuego explicaría la cantidad
de tiros disparados durante la trágica mañana del martes.
Es que esa pistola tiene un sistema a repetición que le permite
vaciar el cargador mientras se mantenga el gatillo apretado.
Discriminado
en todos lados
Cuatro fuentes consultadas por LA NACION, entre los que se encuentran
médicos y abogados, dijeron que el adolescente hacía tiempo
que quería consultar un psicólogo.
Se sentía discriminado en su casa y en
la escuela, y no habría alcanzado a comprender la criminalidad
del hecho por el estado de shock en el que se encontraba, aunque posteriormente
tenía plena conciencia de espacio y de tiempo.
Estos conceptos se desprenden de los análisis
e interrogatorios de la jueza Ramallo y de los peritos psiquiatras y psicólogos
del Tribunal de Menores de esta ciudad.
Junior o Pantriste no tenía idea de cómo
se manejaba un arma de fuego. Lo que hizo, lo había visto en las
películas, en los videojuegos y en la computadora personal, pero
nunca habría tenido un arma verdadera en sus manos.
El material que remitió al juzgado la policía
de Patagones, después de revisar las pertenencias del menor en
su casa de San Juan 614, se vincula con ese tipo de entretenimientos y
música del rockero Marilyn Manson.
Los padres del adolescente, que junto al otro
hijo del matrimonio y a la abuela de Junior están en Bahía
Blanca desde el martes por la tarde, también fueron interrogados
por los psiquiatras Daniel Harrington y la licenciada María Pintos,
de los gabinetes de psiquiatría y psicología del tribunal
de menores, cuyo contenido no se supo.
Tal como se informó ayer, el padre del
detenido es suboficial de la Prefectura -cuya arma empleó para
la masacre- y la madre es cocinera en el restaurante La Cantina de Viedma.
También, ayer, declaró el amigo íntimo del adolescente,
Dante, quien le sacó el arma luego de la masacre.
El imputado estuvo tranquilo durante los interrogatorios
y veloz en las respuestas y habría sugerido que desde los ocho
años pedía asistencia psicológica, según fuentes
judiciales.
Peritos vinculados con la investigación
dijeron a LA NACION que el chico pudo haber tenido la intención
de demostrarles a sus compañeros que si se lo proponía podía
ser superior a ellos. Para eso llevó el arma, los tres cargadores
y el cuchillo.
La ignorancia sobre el manejo del arma, sumado
a la fuerza de retroceso que tiene luego de cada disparo, habrían
sido los factores que terminaron en la masacre.
Durmió
tranquilo
"Pasó la noche tranquilo, durmió normalmente, estaba
en un calabozo aislado, tuvo una custodia personal, fue monitoreado por
el subcomisario y por mí", dijo a LA NACION el comisario Adrián
Otero, titular de la seccional 1a. de la policía, que lo supervisó.
En cuanto al comportamiento del adolescente, la fuente dijo que se mostró
"tranquilo, callado, taciturno, respondía a todas las preguntas
que se le hicieron, pero no generaba diálogo".
Las
fuentes dijeron que semana próxima, Junior sería derivado
a la Dirección de Menores situada en la ciudad de La Plata.
Por Oscar Rubén Baltián, La Nacion, 30 de septiembre de
2004
|
Los
vecinos de Carmen de Patagones salieron a las calles para despedir
a los chicos muertos en la escuela Islas Malvinas. Foto: Mariano
Izquierdo/Enviado especial |
“No
entro en el aula”
“Yo no vuelvo a entrar en el aula”, dijo Alejandro, uno de
los alumnos de 1° B de la escuela donde Junior la emprendió
a tiros contra sus compañeros. Como él, muchos de los chicos
que atravesaron la experiencia de anteayer no quieren volver a ese lugar.
Alejandro contó que cuando empezaron los tiros no pudo ayudar a
nadie “porque estaba shockeado”. “Era una cosa de ver
cómo hacíamos para salvarnos –relató–.
Algunos pensábamos que era un arma de juguete y decíamos:
«Está jodiendo». Cuando Junior terminó de disparar,
bajó el arma, agachó la cabeza, se arrodilló y nada
más.”
Aumentó el temor
entre los padres de estudiantes
Según un estudio de Graciela Römer
Para los argentinos, la violencia en las escuelas
aumentó en los últimos cuatro años. Y uno de cada
cuatro padres que perciben este aumento está dispuesto a tener
un arma en su casa. Así lo revela una medición realizada
por Graciela Römer y Asociados entre el 4 y el 7 de este mes.
Según esa investigación, 8 de cada
10 entrevistados en el área metropolitana manifestaron que se sienten
con mucha o con bastante probabilidad de ser víctimas potenciales
de un delito, al tiempo que un 76% de los consultados afirmó que
la violencia y la agresividad en la vía pública habían
aumentado en el último año.
Aunque se señala que los índices
de percepción de violencia en la vía pública no variaron
en los últimos años, se registró un aumento sustantivo
de esa percepción en ámbitos que, hasta no hace mucho parecían
funcionar como espacios de contención, como son la escuela y la
familia.
Hoy, cerca de la mitad de los padres con hijos
en edad escolar, el 46%, percibe un aumento de la violencia en la escuela
a la que asisten sus chicos. Ello representaba el 34% dos años
atrás.
Mientras que en 2002 el 14% de la población
reconocía un aumento de la violencia en el seno de su propia familia,
hoy lo percibe el 25 por ciento.
Esta última sensación está
más presente entre las mujeres, un 79%, que entre los hombres,
un 72%. Y entre los habitantes del conurbano (77%), más que entre
los porteños (73%).
El estudio -que se hizo con el método de
entrevista domiciliaria a 613 personas en el área metropolitana
entre 18 y 70 años- analiza que el aumento en la sensación
de violencia se explica, en parte, "si se tiene en cuenta que la
inseguridad y el delito -además de la desocupación- son
percibidos por la población como los dos problemas centrales de
la Argentina".
Tenencia
de armas
Según el sondeo, un 18% de los habitantes del área metropolitana
dijo no tener armas, pero reconoció que compraría una para
defenderse.
Cuando el estudio analiza a quienes se sienten
potenciales víctimas de un delito, la tendencia a la compra de
armas es del 20%. Sin embargo, entre los padres de hijos en edad escolar
que se sienten víctimas potenciales, ese porcentaje sube al 26
por ciento.
"La gravedad de este dato pone en evidencia
que si el deseo se concretara, implicaría aproximadamente 1.500.000
armas nuevas circulando entre los habitantes del ámbito metropolitano",
arroja el estudio.
Según
el relevamiento, la intención de armarse está más
presente entre los habitantes del conurbano que entre los porteños.
Mientras que el 19% de los primeros respondió afirmativamente,
entre los segundos dijo que sí el 13%. El sondeo también
indica que un 20% de las respuestas positivas correspondió a los
jóvenes menores de 30 años; en tanto, los consultados de
edades medias y mayores, marcaron un 17 por ciento.
La Nacion, 30 de septiembre de 2004
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Consternados,
los familiares de las víctimas marcharon ayer con velas para
reclamar justicia. Alfredo Sánchez/Enviado especial |
Marcharon con velas para
pedir justicia, sin saber a quién culpar
Se movilizaron cinco mil vecinos de Patagones y de Viedma
CARMEN DE PATAGONES (De una enviada especial).-
Marcharon todos juntos y con la bronca contenida. Bronca por no saber
quiénes son las víctimas y quiénes los culpables
de una masacre que nadie puede explicar.
Unos cinco mil vecinos marcharon ayer sobre las
calles de Carmen de Patagones para pedir justicia, tanto para los chicos
asesinados como para Junior, el adolescente del que nadie sabe qué
le pasó.
No fue una movilización de denuncias. No
se apuntó contra el menor que asesinó a sus compañeros,
ni contra sus padres. Nadie se atrevió siquiera a culpar a Marilyn
Manson, como ocurrió en la masacre de Columbine.
Las madres de Evangelina, Sandra y Federico -los
chicos muertos- encabezaron la movilización. "Jóvenes
por la vida, la paz, la justicia y la comprensión", decía
la pancarta que llevaron en el más absoluto silencio. La marcha
arrancó en la ciudad de Viedma. Desde allí, centenares de
personas de la ciudad vecina cruzaron el río Negro para caminar
junto a la gente de Patagones.
Vigilia
popular
En la vera de la calle, los vecinos esperaban con velas en las manos para
sumarse al clamor que nadie sabía cómo formular. Cuando
llegaron al puente que une ambas ciudades, unas de las compañeras
de los chicos asesinados leyó unas palabras.
"Permítannos que se nos incluya. Queremos
ser parte activa de la sociedad", dijo desde el megáfono.
La marcha siguió en silencio.
Entre murmullos se escuchaban comentarios tales
como "pero yo no me explico cómo pasó" o "dicen
que la culpa es de la música que escucha".
Una vez en la orilla del río sobre Carmen
de Patagones, los murmullos cesaron, porque un grupo empezó a cantar
suavemente canciones de misa. "Tú has venido a la orilla,
no has buscado ni a sabios ni a ricos, tan sólo quieres que yo
te siga".
La
multitud desembocó frente a la Iglesia del Carmen. El obispo de
Viedma, Esteban Echagüe, tomó el micrófono: "Esta
es la marcha de la vida. Un bien que se tiene que cuidar todos los días.
Y entre todos". No hubo más alusiones al episodio de la escuela.
Entre lágrimas, uno de los familiares propuso que dejaran sus flores
en las aguas del río. Después, enterraron las velas en la
orilla y rezaron un padrenuestro. Las compañeras de los chicos
asesinados hicieron una ronda, abrazadas, junto a las velas. Las oraciones
se interrumpían por el llanto. "Fuerza, entre todas tenemos
que superar esto. Por Eva, por Sandra y por Federico", gritó
una de ellas.
La Nacion, 30 de septiembre de 2004
Un plan que ya se aplica
en San Pablo
Pese a que el Ministerio de Educación admitió que no tiene
una base de datos propia con el seguimiento de los distintos casos de
violencia escolar en el país, la cartera educativa maneja una batería
de programas escolares que pretenden reducir la violencia escolar.
Centro de Actividades Juveniles es un plan que
persigue una mayor vinculación entre la cultura escolar y los cambios
en las identidades juveniles. El plan ya ha tenido un singular éxito
en el estado de San Pablo, en Brasil, donde a partir de la aplicación
de este programa los índices de violencia bajaron considerablemente,
al igual que las cifras de deserción escolar.
"Es un programa que trata de que las familias
se acerquen los fines de semana a las escuelas y desarrollen distintas
actividades. De esta manera, se integran la comunidad y el colegio",
indicó Daniel Filmus, ministro de Educación.
El plan más conocido, sin embargo, es el
Programa de Mediadores Escolares, donde docentes y alumnos se entrenan
para resolver, mediante el diálogo, conflictos en el aula. "Muchos
de los problemas que se tratan ayudan a evitar choques violentos entre
los alumnos y ayudan a generar un espacio de comprensión",
concluyó Filmus.
La Nacion, 30 de septiembre de 2004
Jornada
de duelo y reflexión
En los colegios de todo el país se realizó ayer una jornada
de reflexión sobre lo sucedido en Carmen de Patagones.
Los adolescentes tuvieron el espacio y el tiempo para, dentro de las aulas,
hablar y analizar con profesores y psicólogos sobre lo que ocurrió.
Además, los jóvenes expresaron sus reflexiones en distintas
actividades organizadas en las escuelas.
Toda la ciudad despidió
a las víctimas
No hubo actividad en los comercios
CARMEN DE PATAGONES.- Si hay un lugar en el mundo
donde ayer habitó la tristeza, ése es Carmen de Patagones.
Aquí, a 1000 kilómetros al sur de la Capital, todo un pueblo
arrastró su pena y su desconsuelo a lo largo de las 15 cuadras
que separan el Club Atenas -lugar del velatorio de los tres chicos asesinados
anteayer por un compañero dentro del aula en la que cursaban el
primer año del ciclo polimodal- del cementerio municipal.
Unas 1500 personas acompañaron a pie el
traslado de los restos de Sandra Núñez, Federico Ponce y
Evangelina Miranda, cuyos féretros fueron llevados -en ese orden-
en brazos por los familiares y compañeros de las víctimas
de Junior, el chico de 15 años que efectuó los disparos
contra sus pares en la Escuela Media N° 2 Islas Malvinas.
En el cementerio esperaban otras 1000 personas.
El silencio, en esta ciudad de duelo, sin actividad administrativa ni
comercial, sólo se rompió, en ocasiones, con los suspiros
de los deudos que se abrazaban entre sí, sumidos en un llanto inconsolable.
Antes de que partiera el cortejo, hubo varios
desmayos de chicos que rodeaban los ataúdes.
Con sus rostros enrojecidos -mitad, por bronca;
mitad, por desolación-, amigos y parientes emprendieron la caminata
hacia la necrópolis.
Parados en la vereda o asomados en los umbrales
de sus casas, sobre la avenida Juan D. Perón, muchos vecinos también
lloraban. A esa altura, el cortejo cubría cuatro cuadras.
Tras la última despedida, en la capilla
del cementerio comunal, Miranda y Ponce fueron enterrados en ese predio.
En tanto, el cuerpo de Sandra Núñez fue llevado a un cementerio
privado.
Ausencias
y presencias
Además del intendente local, Ricardo Curetti, y de otros funcionarios
municipales, participó en el entierro el subsecretario de Educación,
Alberto Scileoni. En cambio, no hubo funcionarios de la gobernación
de la provincia de Buenos Aires.
El director general de Cultura y Educación
bonaerense, Mario Oporto, que anteayer pasó casi todo el día
en esta ciudad, regresará hoy para continuar una serie de reuniones
que ya comenzaron entre los docentes y los grupos de especialistas que
trabajaran en la contención de alumnos, profesores y padres.
En diálogo con LA NACION, Scileoni señaló
que "es necesaria una tarea de restauración en esta comunidad
educativa" y consideró el trágico hecho como "un
episodio individual que requiere una intervención integral".
Curetti, que en varios momentos no pudo contener
el llanto, dijo a LA NACION que había hablado con el padre de Junior,
el chico que disparó sobre sus compañeros y desencadenó
una masacre.
"Está
destrozado, me pidió que expresara a la comunidad su pesar y su
pedido de perdón por lo que hizo su hijo."
|
Una
estudiante escribe lo que siente
Foto: Santiago Hafford |
Mejoran
los heridos
En tanto, los cinco adolescentes heridos, algunos en situación
de extrema gravedad, evolucionaban favorablemente, según los partes
médicos.
Incluso, uno de ellos, Nicolás Leonardi,
fue dado de alta. Presentaba un balazo en el hombro izquierdo y otro en
la axila izquierda, con orificio de entrada y salida.
En el hospital Pedro Ecay, de Patagones, continuaba
internada al cierre de esta edición Cintia Casasola. "Pasó
bien la noche y pudo descansar. Se encuentra con un drenaje torácico,
pues el proyectil ingresó por el brazo derecho y salió por
el bajo seno. También pasó por el quirófano y, en
este momento, evoluciona favorablemente", precisó Gerardo
Bari, director del nosocomio local.
Por otra parte, dos de los tres chicos internados
en el hospital Artémides Zatti de Viedma, Natalia Salomón
y Rodrigo Torres, ambos de 15 años, permanecen fuera de peligro,
según informó anoche el intendente Curetti.
Sin
embargo, Pablo Saldías continuaba grave y en estado reservado,
conectado a un respirador artificial. Saldías tiene una herida
hepática y tiene triple perforación del intestino, más
una herida en el colon. "Anoche había hecho un pequeño
pinchazo en el pulmón, producto de las fracturas del tórax;
se le hizo un neumotórax y pudimos hablar con él, está
bien", explicó Bari.
Por Pablo Morosi, La Nacion, 30 de septiembre de 2004
La masacre en la escuela:
una ciudad que no encuentra explicaciones Junior no sabía que había
matado a tres compañeros
Declaró ayer y se sorprendió cuando la jueza de menores
se lo comunicó
BAHIA BLANCA.– Junior supo sólo
ayer que había matado a tres de sus compañeros de curso
y herido a otros cinco. Se lo dijo la jueza de menores Alicia Georgina
Ramallo, y quienes presenciaron la escena dijeron que el adolescente quedó
mudo por la sorpresa.
El chico tenía puesta todavía la
ropa con la que había ido al colegio anteayer, cuando entró
en el aula y abrió fuego contra sus amigos: un pantalón
negro, zapatillas y remera del mismo color, esta última con la
figura de Marilyn Manson estampada en el pecho, según relataron
fuentes de la investigación a LA NACION.
De la declaración, actualmente bajo secreto
de sumario, se desprendería que el adolescente tenía una
mala relación con su padre y que sería un menor golpeado.
Ayer por la tarde Junior fue trasladado a una celda de la delegación
de Prefectura en la vecina ciudad de Ingeniero White.
El joven, tras prestar declaración, recibió
la visita de su madre y de su abuela, no así la de su padre. Fuentes
policiales dijeron que el menor no había pedido ver a ninguno de
sus familiares.
Las fuentes, que describieron al autor de los
disparos como "un adolescentes sumamente inteligente", también
dijeron que éste estaba sorprendido por lo que había hecho:
creía que sólo había herido a sus compañeros.
Otros informantes indicaron que la inexperiencia
del menor en el manejo de armas de fuego explicaría la cantidad
de tiros disparados durante la trágica mañana del martes.
Es que esa pistola tiene un sistema a repetición que le permite
vaciar el cargador mientras se mantenga el gatillo apretado.
Discriminado
en todos lados
Cuatro fuentes consultadas por LA NACION, entre los que se encuentran
médicos y abogados, dijeron que el adolescente hacía tiempo
que quería consultar un psicólogo.
Se sentía discriminado en su casa y en
la escuela, y no habría alcanzado a comprender la criminalidad
del hecho por el estado de shock en el que se encontraba, aunque posteriormente
tenía plena conciencia de espacio y de tiempo.
Estos conceptos se desprenden de los análisis
e interrogatorios de la jueza Ramallo y de los peritos psiquiatras y psicólogos
del Tribunal de Menores de esta ciudad.
Junior o Pantriste no tenía idea de cómo
se manejaba un arma de fuego. Lo que hizo, lo había visto en las
películas, en los videojuegos y en la computadora personal, pero
nunca habría tenido un arma verdadera en sus manos.
El material que remitió al juzgado la policía
de Patagones, después de revisar las pertenencias del menor en
su casa de San Juan 614, se vincula con ese tipo de entretenimientos y
música del rockero Marilyn Manson.
Los padres del adolescente, que junto al otro
hijo del matrimonio y a la abuela de Junior están en Bahía
Blanca desde el martes por la tarde, también fueron interrogados
por los psiquiatras Daniel Harrington y la licenciada María Pintos,
de los gabinetes de psiquiatría y psicología del tribunal
de menores, cuyo contenido no se supo.
Tal como se informó ayer, el padre del
detenido es suboficial de la Prefectura -cuya arma empleó para
la masacre- y la madre es cocinera en el restaurante La Cantina de Viedma.
También, ayer, declaró el amigo íntimo del adolescente,
Dante, quien le sacó el arma luego de la masacre.
El imputado estuvo tranquilo durante los interrogatorios
y veloz en las respuestas y habría sugerido que desde los ocho
años pedía asistencia psicológica, según fuentes
judiciales.
Peritos vinculados con la investigación
dijeron a LA NACION que el chico pudo haber tenido la intención
de demostrarles a sus compañeros que si se lo proponía podía
ser superior a ellos. Para eso llevó el arma, los tres cargadores
y el cuchillo.
La ignorancia sobre el manejo del arma, sumado
a la fuerza de retroceso que tiene luego de cada disparo, habrían
sido los factores que terminaron en la masacre.
Durmió
tranquilo
"Pasó la noche tranquilo, durmió normalmente, estaba
en un calabozo aislado, tuvo una custodia personal, fue monitoreado por
el subcomisario y por mí", dijo a LA NACION el comisario Adrián
Otero, titular de la seccional 1a. de la policía, que lo supervisó.
En cuanto al comportamiento del adolescente, la
fuente dijo que se mostró "tranquilo, callado, taciturno,
respondía a todas las preguntas que se le hicieron, pero no generaba
diálogo".
Las fuentes dijeron que semana próxima,
Junior sería derivado a la Dirección de Menores situada
en la ciudad de La Plata.
Por Oscar Rubén Baltián, La Nacion, 30 de septiembre de
2004
“No
entro en el aula”
“Yo no vuelvo a entrar en el aula”, dijo Alejandro, uno de
los alumnos de 1° B de la escuela donde Junior la emprendió
a tiros contra sus compañeros. Como él, muchos de los chicos
que atravesaron la experiencia de anteayer no quieren volver a ese lugar.
Alejandro contó que cuando empezaron los tiros no pudo ayudar a
nadie “porque estaba shockeado”. “Era una cosa de ver
cómo hacíamos para salvarnos –relató–.
Algunos pensábamos que era un arma de juguete y decíamos:
«Está jodiendo». Cuando Junior terminó de disparar,
bajó el arma, agachó la cabeza, se arrodilló y nada
más.”
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La
marcha terminó frente a la Iglesia del Carmen de Carmen de
Patagones
Foto: Enviado especial / Alfredo Sánchez |
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