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El
suicidio del niño Jokin saca a la luz la violencia oculta en las
aulas
Matones de patio de colegio
El
suicidio de un muchacho de 14 años por el acoso y vejaciones de
las que era objeto por parte de sus compañeros ha disparado la
alarma sobre la violencia entre iguales en las aulas.
Por
Merce Beltrán
La Vanguardia (03/10/04, 11.02 horas)
"El
adolescente requiere mucho tiempo y ahora es un bien escaso. Sobre todo
en la familia". Josep M. Torrescasana, pediatra especialista en adolescentes,
centra el debate en estos términos, que son compartidos por profesores,
directores, sociólogos, psicólogos, psiquiatras, quienes
coinciden también en señalar que la violencia entre iguales
se silencia, se oculta.
"El
grupo de iguales, para el adolescente, es muy importante. Está
en fase de separarse de sus padres, de crear su propio espacio y, entre
tanto, siente un vacío que lo suple con el grupo. Y en grupo, la
noción de lo que es o no violencia se puede perder", añade
Daniel Cruz, psicólogo clínico del hospital de Sant Joan
de Déu de Barcelona.
El
suicidio de Jokin, un chaval de 14 años que ya no pudo aguantar
más los malos tratos de sus compañeros del instituto de
Hondarribia, y la reciente publicación del estudio elaborado por
psicólogos de la Universidad Complutense sobre La prevención
de la violencia y lucha contra la exclusión desde la adolescencia,
evidencian que la violencia en las aulas, el bullying (que tiene su origen
en bully, matón en inglés), existe y puede alcanzar límites
estremecedores.
"En
grupo se encubre la cobardía. En cada grupo hay uno o dos líderes,
que son los más violentos. Ellos manejan al resto, y los unos se
tapan a los otros", afirma Torrescasana. "El grupo también
maltrata con el silencio, cuando deja hacer, cuando encubre", añade
Nora Rodríguez, pedagoga, investigadora de conflictos sociales
y autora del libro Guerra en las aulas. Cómo tratar a los chicos
violentos y a los que sufren sus abusos (Temas de Hoy).
La
crueldad de los niños es algo socialmente asumido, incluso forma
parte del imaginario colectivo con chistes incluidos. Las mofas y burlas
entre chavales siempre han existido. Averiguar el momento en que estas
conductas, tildadas de chiquilladas, pasan de castaño oscuro requiere
tiempo y atención para frenarlas a tiempo.
La
violencia entre adolescentes "es un fenómeno complejo",
explica Cruz. Tiene que ver con "un tipo de trastorno de personalidad
patológico" que se traduce en baja autoestima, conflictos
con la imagen, y existe el riesgo "de que esos sentimientos de inferioridad
los proyecten sobre otros, aquellos que consideran más débiles".
Una
característica esencial de ese trastorno de la conducta es "la
falta de consideración y sensibilidad hacia los sentimientos de
los demás. El niño y el adolescente no tienen en cuenta
los deseos, emociones y necesidades de los otros; por el contrario, se
muestran despreocupados y desaprensivos, sin sentimientos de culpa",
explica la doctora María Jesús Mardomingo, psiquiatra infantil-juvenil.
Cruz
va más allá, y vincula ese tipo de trastorno de conducta,
en algunos casos grave, a la existencia de vínculos afectivos frágiles.
Los
padres no transmiten valores, han perdido autoridad y no comparten tiempo
con sus hijos. Ricard Pol, director del colegio Betania Pathmos, observa
que "los adolescentes no están preparados para la frustración.
No está bien visto que el crecimiento personal requiera la superación
de dificultades, porque las dificultades provocan frustración y
la cultura que hoy impera es la de la no frustración", argumentación
a la que Josep M. Torrescasana agrega otro elemento que tener en cuenta:
"Los padres suplen la mala conciencia no poniendo límites.
Es una forma de evitar el conflicto con los hijos".
Nora
Rodríguez apunta que "los padres delegamos la responsabilidad
educativa en la escuela y, sin embargo, luego le quitamos autoridad a
los maestros". A su juicio, esta "generación de bullyign
está maltratada por el abandono. Los padres trabajamos muchas horas
y nuestros hijos no tienen apego, por eso el bully (agresor) entiende
la relación con el otro como superficial, por eso no le importa
hacer daño".
Si
la agresividad y la violencia está en todas partes, cómo
no va a formar parte del mundo de los adolescentes. Directores de centros,
pedagogos y psicólogos, aun considerando el problema "preocupante",
destacan que ahora hay más mecanismos para controlar la violencia.
Reconocen que hay que estar muy alerta para detectar cualquier inicio
de conflicto. "Un chaval acosado se ve, está más solo,
más triste. Se trata de estar atento, de prestar atención.
A veces te ocupas de los que hacen más ruido y pasas por alto las
patologías silenciosas, que son las más preocupantes",
explica Cruz, quien valora en positivo el programa Salut i escola que
pondrá en marcha el Govern a partir de enero.
Carles
Mata, director del IES Salvador Espriu, afirma que los jóvenes
tienen derecho a "acudir al centro tranquilos y a poder explicar
si algo se lo impide. La convivencia en los centros debe ser algo sagrado,
y los alumnos lo tienen que percibir". Apunta que es importante "enseñar
a los chavales a resolver conflictos. Hay quien ante un problema esconde
la cabeza y hay quien se crece. Los canales de diálogo deben ser
estables porque la buena comunicación es básica".
Hay
algo tan o más importante que el diálogo: "Padres y
centro deben ir juntos. Si los dos coeducan, si no hay fisuras, es más
fácil corregir conductas inadecuadas. Si se produce una fractura,
el adolescente ganará esa batalla, pero el problema seguirá
ahí", asevera Mata. Aunque cada centro puede decidir cómo
lo hace, desde hace cinco años funciona el programa Mediació
Escolar, que puso en marcha la Conselleria d´Educació. Pere
Led, su responsable, señala que "en la mayoría de centros
en los que se aplica -más de un centenar-, los conflictos han descendido".
Superar
el terror que el agredido tiene a explicar lo que le sucede es otro reto.
El chivato lo puede pasar muy mal, por ello es necesario darle armas para
que hable, para que pierda el miedo. "Hay que enseñar que
ayudar a una víctima no es sinónimo de maltrato. Hay que
transmitir que explicarlo es bueno. ¿Por qué los colegios
no montan una página web en la que los chavales, de forma anónima,
puedan explicar lo que les pasa?", pregunta Nora Rodríguez.
3 de octubre de 2004
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