La
masacre en Carmen de Patagones: el reencuentro de los compañeros
de Junior La vuelta al aula después de la tragedia
Los chicos tuvieron ayuda psicológica
CARMEN
DE PATAGONES.– Volvieron a verse las caras en una situación
que podía ser similar, pero que no se parecía en nada, a
la del martes último antes de que se desatara la masacre. Sólo
se repitió el mismo cielo despejado y el encuentro en la puerta
antes de entrar. Los compañeros de Junior, el chico que mató
a tres estudiantes en la escuela Islas Malvinas de esta ciudad, volvieron
a encontrarse ayer frente a frente dentro de un aula, pero no era lo mismo.
No
era su aula, que hoy, según contaron, es el escenario donde trascurren
sus pesadillas. La cita fue en un salón de un centro de jubilados.
Con la ayuda de tres psicólogas, algunos que casi no habían
podido hablar con los padres de lo que les había pasado, lo hicieron
frente a sus amigos. Repasaron juntos esa secuencia que por la mente de
cada uno pasa una y otra vez. Lloraron. Se abrazaron. Descargaron la bronca,
la impotencia y la culpa por no haber podido salvar a sus compañeros.
Hubo
chicos que confesaron que de noche no pueden dormir. "Yo no me puedo
sacar de la cabeza esas imágenes. Me vuelven y me vuelven, todo
el tiempo. Y hasta ahora no había podido hablar con nadie de todo
lo que vi", dijo a LA NACION Talia Jaime, la chica que estaba sentaba
atrás de Junior, hablando con Dante, cuando el adolescente de 15
años comenzó a disparar.
A
la reunión asistieron 20 de los estudiantes del curso. "Solo
faltaron dos chicos", aseguró Stefanía.
Dante
también estuvo
Dante, el incondicional amigo de Junior que hasta ayer se había
mantenido recluido en su casa, también asistió. Y Nicolás,
el chico herido al que le dieron de alta anteayer.
Según
contaron a LA NACIÓN algunas de las compañeras, durante
la reunión Nicolás se mostró muy enojado con Junior.
"Lo quiere matar", dijeron.
La
reunión duró unas dos horas y fue a puertas cerradas. Se
vallaron los accesos en las esquinas para que no accedieran los periodistas.
Los
chicos llegaron casi todos acompañados por sus padres y se juntaron
en la puerta. Un grupo se sentó en el cordón. Hubo caras
largas, cigarrillos, cabezas bajas y miradas que se nublaban. Fueron entrando
en grupos y no había empezado el encuentro, cuando Natalia, una
de las compañeras, tuvo una crisis de llanto y tuvieron que llevársela
en un camión de bomberos.
Cuando
estaban todos sentados, las psicólogas hicieron una corta introducción:
les hablaron de enfrentar los miedos y les preguntaron si habían
tenido pesadillas. Luego los dejaron hablar.
Los
chicos estaban nerviosos y ansiosos. Se sorprendieron cuando vieron llegar
a Dante. Algunos lo miraron con desconfianza.
Dante,
entonces, habló. "Repetía que él no sabía
nada. Que le creyéramos. Y contó todo lo que sabía.
Dijo que estaba hablando conmigo cuando vio que Junior sacó un
arma y empezó a disparar", aseguró Talia.
La
chica cuenta que el martes, apenas entró en el aula, le preguntó
a Junior cuál era la tarea del día. "Me contestó:
«Son todos unos idiotas». Y se dio vuelta. Entonces le hice
la misma pregunta a Dante y en eso vi que Junior sacó la pistola.
Pensé que era de juguete, porque él y Dante, cuando los
cargábamos, hacían como que nos disparaban, pero con los
dedos", narró la adolescente, con sudor frío sobre
el rostro.
La
madre la miraba atónita. Nunca le había contado eso. "Yo
estaba justo detrás. Hizo tres disparos sin pegarle a nadie, tenía
la cara como de loco, con los ojos perdidos. Recién ahí
vi fuego en el arma. Entonces reaccionó. Tenía odio. Empezó
a tirarles a los chicos. Dante y yo nos tiramos abajo del banco. Y después
salimos."
En
la reunión de ayer, según relataron las compañeras,
Dante contó que cuando Junior salió del aula, él
lo siguió y le pateó la mano para sacarle el arma. Y que
la pistola cayó y otro chico la levantó y se la llevó
al profesor. "Fue muy difícil enfrentarnos a todo lo que vivimos,
pero fue bueno. Yo me siento mejor. Las psicólogas nos preguntaron
cómo reaccionamos en ese momento. Si nos ayudamos, o no",
cuenta Stefanía.
Durante
el encuentro, uno de los chicos recordó que a Junior todos lo cargaban.
Y que uno de los últimos días, cuando llegó con un
camperón verde, los chicos le dijeron: "¿Qué
sos ahora? ¿Brad Pitt?".
Lo
que más les dolió a todos fue entender que sus compañeros
Sandra, Evangelina y Federico ya no van a estar. "Me dolió
mucho verla a Sandra toda llena de sangre. Traté de sacarla, era
mi mejor amiga, pero no pude, porque Junior nos seguía tirando.
Y tuvimos que salir", dice Jaime.
Abrió
los ojos
La mejor noticia de ayer fue que Pablo Saldías, que había
recibido dos balas en los pulmones y que respiraba con ayuda mecánica,
despertó del coma, abrió los ojos, habló y ya respira
por sus propios medios. Pablo admitió que no recuerda qué
le pasó.
En
tanto, unos 750 alumnos de distintos colegios de Viedma y de Carmen de
Patagones marcharon hasta el hospital Artémides Zatti, para pedir
justicia y participaron de un abrazo simbólico.
Por Evangelina Himitian, La Nacion, 2 de octubre de 2004
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Ayer
fue el día del reencuentro; a la cita con el equipo de
psicólogos asistieron casi todos los alumnos del curso
en el que se produjo la tragedia
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El
amigo de Junior está angustiado
Dante fue a ver a los chicos heridos
CARMEN
DE PATAGONES (De una enviada especial).- Dante mide un metro sesenta.
Baja la cabeza y levanta los ojos para mirar, en un gesto que mezcla timidez
y desconfianza. Al menos así es ahora, después de lo que
pasó. Así se lo vio ayer luego del encuentro con sus compañeros,
y en el hospital de Viedma, cuando fue a visitar a sus compañeros
heridos. Ya no viste todo de negro. Ayer usó un pantalón
verde y una campera de corderoy marrón. Un look lejano al del fan
de Marilyn Manson.
Luego
de declarar ante la jueza de Bahía Blanca, Alicia Ramallo, el mejor
amigo de Junior volvió a su ciudad. Hace un enorme esfuerzo por
ser uno más, por que no lo señalen.
Estuvo
todo el día pegado a la madre y bibliotecaria de la escuela, Silvia
Romero, y a Aldo, la pareja, que le despejaba el camino cada vez que un
desconocido quería hablarle. "Dante está bien y tiene
asistencia psicológica, pero no va a hablar con los periodistas",
dijo el hombre a LA NACION.
El
chico usa el pelo apenas largo, peinado raya al medio atrás de
las orejas. Cerca del mediodía, llegó al hospital y estuvo
15 minutos sin hablar con nadie, junto a la mamá, al final de una
desordenada fila que hacían los compañeros para entrar en
las salas de internación.
Después,
llegó un chico de rulitos que le palmeó el hombro y se esforzó
por integrarlo al grupo. Pero Dante estuvo como ausente, con la mirada
ajena a las conversaciones, mirando hacia la salida, como en estado de
alerta. Después se recostó contra una columna y dejó
pasar a todos, antes de animarse a entrar en la sala.
La
madre se quedó sentada en la entrada. Las otras fueron a saludarla.
Ella dice que no quiere que Dante tenga que cambiar de colegio, ni de
curso.
Por
eso, le pidió al director general de Escuelas de la provincia de
Buenos Aires, Mario Oporto, que garantizara su seguridad en el aula.
La Nacion, 2 de octubre de 2004
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Dante,
con su madre y su padrastro
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Menos de la mitad de los chicos de la ciudad volvió
a clase
Muchos reconocen temer que se repita el violento episodio
En
algunos colegios, los adolescentes reflexionaron sobre la tragedia
En otros realizaron talleres
Las aulas de la escuela Islas Malvinas, donde ocurrió todo, permanecieron
cerradas
CARMEN
DE PATAGONES.- Ayer, las aulas de las escuelas de esta ciudad, afectada
por la masacre en la que murieron tres adolescentes por las balas que
disparó uno de sus compañeros del primer año del
polimodal, volvieron a recibir alumnos después de dos días
de asueto y duelo.
No
hubo clases y las ausencias -que no se computaron- oscilaron entre un
40 y un 50 por ciento de la matrícula. Incluso algunos pocos docentes
prefirieron no regresar a sus cursos, por ahora.
El
dato, confirmado por las autoridades de la Dirección General de
Cultura y Educación bonaerense, ayuda a percibir la dimensión
del impacto que provocó el hecho en esta comunidad.
La
idea central era el encuentro, la reflexión y la posibilidad de
que los chicos y sus docentes expresaran sus sentimientos y comenzaran
a elaborar el duelo que debería conducirlos de nuevo a la vida
de todos los días tras el sacudón que produjo la tragedia.
En
la Escuela de Educación General Básica (EGB) N° 14 Mariano
Zamborini la bandera del patio interno seguía a media asta.
Los
alumnos y sus maestros, tomados de la mano formaron una ronda. Primero
se leyó un texto con reflexiones sobre el valor de la vida, el
respeto a los otros, la tolerancia y la paz. Después la directora,
Mónica Cavero, invitó a los chicos a hacer un torbellino
de ideas con las palabras que se les ocurrieran en ese momento.
"Surgieron
cosas esperanzadoras, se habló de la unión y la fe, pero
también se percibió la dimensión del dolor de los
chicos", dijo la directora, que la semana que viene sumará
a los padres en una tarea de recomposición que coordinará
una psicóloga. A esa escuela, ubicada en el barrio Bicentenario
iba "Junior" hasta hace un año.
Cavero
lo recordó como un chico "divino, calladito, prolijo y muy
aplicado" y, como todos aquí, dijo no entender lo que pasó.
A
media cuadra del municipio está el colegio María Auxiliadora,
que ayer abrió sus puertas como todos los días, a las 7.30.
Al ingresar los chicos fueron conducidos a la capilla, donde se ofició
una misa en memoria de los muertos y se oró para pedir por el restablecimiento
de los cuatro adolescentes heridos.
"Trabajamos
con la metodología de taller alrededor de lo ocurrido", explicó
Néstor Grizia, director del establecimiento de la orden de los
salesianos.
Según
el directivo la jornada fue una gran catarsis: "Los chicos expresaron
angustia y temor por la posibilidad de reiteración del hecho. También
hablaron desde la incomprensión y la impotencia".
En
la vereda del colegio, un grupo de chicas de primer año -que hasta
el año pasado habían sido compañeras de Pablo Saldías,
uno de los heridos- se aprestaban a ir al abrazo al hospital y dijeron
a LA NACION que lo más importante para ellas era "sentir la
seguridad de que no va a volver a ocurrir".
"No
lo podemos terminar de entender, pero muchas de nosotras creemos que esto
pudo pasar en cualquiera de las escuelas", dijo Ornella, una de las
chicas.
La
Escuela Media N° 2 Islas Malvinas, donde ocurrieron los hechos, no
recibió alumnos. Permaneció cerrada y sólo hubo allí
algunas reuniones entre docentes, psicólogos y autoridades. Lo
mismo pasó en la Escuela Agraria Spegazzini, donde continuaron
con la jornada de reflexión docente.
Hubo
experiencias distintas. En la Escuela Media N° 3, por ejemplo, los
chicos quisieron hacer afiches y cartas de aliento para enviarles a sus
coetáneos de la Media N° 2. "Fueron menos de la mitad
de los alumnos, en algunos establecimientos más, en otros, menos,
pero era lo esperable en este contexto de confusión y perturbación
colectiva", dijo a LA NACION Miriam Marioni, titular de la rama de
educación polimodal.
Explicó
que en cada escuela se aplicó una metodología distinta y
que el carácter de pequeña comunidad hizo que en los lugares
donde conocían más a los chicos, todo fuera diferente.
Por Pablo Morosi, La Nacion, 2 de octubre de 2004
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Los
estudiantes de Carmen de Patagones hicieron un abrazo simbólico
al hospital donde están los heridos
Foto: Alfredo Sánchez
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Una
sevillana
LA PLATA.- Un alumno del noveno año de un colegio de General San
Martín provocó heridas leves al atacar con una navaja a
un compañero, tras una discusión. Según el testimonio
aportado por gente del colegio, uno de los alumnos, de 14 años,
comenzó a discutir durante un recreo con un compañero, de
15. Uno de los menores extrajo de un bolsillo una navaja, con la que hirió
en la cabeza al otro alumno.
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