La
violencia social, un problema de todos
Por Héctor Basile
Nuestras escuelas siguen siendo uno de los lugares más seguros
de convivencia social, pero estamos lejos de que sea un fenómeno
aislado, un accidente imprevisible. Al contrario, los fenómenos
ligados a la violencia en las escuelas están adquiriendo cada vez
mas importancia. Sucesos trágicos como el de ayer constituyen sólo
una de las formas más extremas de una violencia cada vez más
frecuente.
Pero
la violencia escolar es sólo la "punta de un témpano
de hielo" de un problema mayor que padece toda la sociedad. Se trata
de un problema de todos, en el que la familia, la Justicia y el sistema
educativo deben implicarse.
Globalización
El clima social anómico e inseguro, las relaciones familiares con
carencia de afecto y estabilidad y el ambiente agresivo que caracterizan
a nuestro mundo globalizado son difícilmente soportados en la adolescencia,
el punto más vulnerable de nuestro desarrollo humano.
La
crisis puede expresarse con inusitada violencia, como ayer.
El
ámbito educativo no genera un tipo de violencia específico.
Por el contrario, en muchos casos lo amortigua, ayudando a elaborar la
violencia externa (familiar, vecinal, social). La violencia escolar no
se genera en la escuela, sino que ésta la recibe del ambiente social
y familiar y degenera en vandalismo y agresiones hacia los docentes y
los alumnos.
La
causa de la violencia está vinculada con las familias alteradas,
los barrios carecientes y desorganizados, con adolescentes involucrados
con las drogas y el alcohol, entre otros motivos.
Pero
no sólo se presenta en esta forma: hay actos que atentan contra
la integridad psíquica, moral y/o física de las personas
(alumnos, educadores, terceras personas, bienes e instituciones).
Son
las violencias verbales y físicas, las amenazas e intimidaciones
a alumnos o educadores, la indisciplina, las degradaciones de bienes escolares,
etcétera, las que confieren un clima de inseguridad a la vida escolar.
Se deben diagnosticar las situaciones socioeconómicas, familiares
y personales "generadoras de previolencia".
Cuando
un niño es rechazado por sus compañeros, se siente intimidado,
maltratado, violentado. Su autoestima se resiente, tiene dificultades
de concentración, se torna inseguro y tiene temor de ir a la escuela.
O bien cuando por su vulnerabilidad psicológica llega al extremo
reacciona con un impulso violento incontenible.
Los
efectos psicológicos de ser víctima o agresor pueden ser
muy negativos, tanto para el desarrollo psicosocial de los protagonistas
como para los que son involuntarios testigos de esas circunstancias, quienes
se acostumbran a vivir en situaciones interpersonales que están
signadas por el abuso y la intimidación y que estimulan el desarrollo
de una doble moral que les permite justificar la violencia.
Hay
que prestar atención a los espectadores pasivos de la violencia
escolar, que pueden sentir inseguridad e identificarse o bien culpabilizar
a la víctima.
El
maltrato entre iguales se oculta ante los adultos porque produce vergüenza
en la víctima. Hay muchos casos de intimidaciones que no se denuncian
por temor a las represalias.
Algunos
niños que no se integran bien a la vida social escolar (no necesariamente
por dificultades personales) pueden ser objeto de burlas, insultos, actitudes
peyorativas, agresiones físicas y/o psicológicas por parte
de otros niños o jóvenes que abusan de su fuerza o de su
popularidad. Estos tampoco son individuos bien integrados; en general
son inseguros que buscan por medio del abuso de la fuerza ser respetados.
Si
la situación no se controla a tiempo, pueden transferir ese modelo
de comportamiento a otros ámbitos y a otras relaciones sociales.
La
seguridad en las escuelas es un tema que debe interesar, y responsabilizar
a todos los que están relacionados con la educación, los
actores políticos, maestros, alumnos, padres, consejeros escolares,
pedagogos, psicólogos, psiquiatras infanto-juveniles, las colectividades
locales y otras organizaciones públicas o privadas de la sociedad.
El
autor es médico psiquiatra, ex presidente de la Asociación
Argentina de Psiquiatría Infanto Juvenil y del Capítulo
de Psiquiatría Infanto Juvenil de la Asociación de Psiquiatras
Argentinos (APSA). Su último libro es "Historia de la psiquiatría
infanto juvenil"
La Nacion, 29 de septiembre de 2004 |