J.R.R.TOLKIEN

    Siguiente
    Volver




    LA CREACIÓN DE ARDA

    Según el "Ainulindalë", el primer libro de El Silmarillion, cuando no había más que oscuridad y un gran Vacío, existía un Ser omnisciente que vivía solo en la nada. Se llamaba Eru el Único o, como lo llamarían después los elfos, Ilúvatar.
    Éste era el Ser que para Tolkien sería el origen de toda creación.
    A lo largo del "Ainulindalë" Tolkien nos cuenta cómo los pensamientos elementales de Ilúvatar se convirtieron en una raza de dioses, llamados los Ainur (los santos) y cómo mediante el poder de Su espíritu (la Llama Imperecedera) Ilúvatar otorgó a los Ainur la vida eterna.
    Para esta raza de dioses, Ilúvatar creó una morada en el Vacío, que recibió el nombre de Palacios Intemporales. Aquí, Ilúvatar enseñó a los Ainur a cantar y éstos se convirtieron en un enorme coro celestial. De la música de estos espíritus divinos surgió una sagrada Visión que era un mundo esférico que giraba en el Vacío: Era Arda, el mundo de Tolkien que surgió del canto. Cada miembro de la hueste celestial tuvo una parte en su concepción, incluso el poderoso espíritu satánico llamado Melkor, quien cantaba sobre la lucha y la discordia.
    La Música de los Ainur no había creado más que una Visión; hizo falta la palabra y la orden de Ilúvatar y el poder de la Llama Imperecedera para crear Eä, el Mundo que es. De esta forma se le dio a la Visión sustancia y realidad.
    Y a ese mundo descendieron aquellos de los Ainur que más habían tomado parte en su concepción y que deseaban participar aún más en su formación.
    Cuando los Ainur llegaron a Arda, encontraron que ellos tenían que darle forma. La Música y la Visión no eran más que grandes temas generales y profecías de lo que había de venir. Darle forma y crear su historia resultaron tareas mucho más difíciles.
    La mayoría de los Ainur permanecieron con Ilúvatar en los Palacios Intemporales y Tolkien no vuelve a referirse a ellos. Sus historias tratan solamente de aquellos que entraron en las Esferas del Mundo.
    Aquí, estos espíritus divinos y sin cuerpo adoptaron manifestaciones de índole más física. Se convirtieron en los elementos y poderes de la naturaleza, poseían una forma física, una personalidad, un género y estaban emparentados los unos con los otros.
    Los Ainur que entraron en Arda se dividen en dos órdenes: los Valar y los Maiar los dioses y semidioses.
    Después de la creación del mundo y de que los Ainur entraran en él comenzó la cuenta del tiempo en Arda. Dado que durante la mayor parte de la historia de Arda no hay sol ni luna para medir el paso del tiempo, Tolkien nos da la medida cronológica del año valariano y de las edades valarianas. Cada año valariano, nos cuenta Tolkien, equivale a diez años tal y como los conocemos nosotros. Y dado que cada edad valariana contiene cien años valarianos, equivale a mil años humanos.
    Los poderes recién llegados pasaron las primeras edades valarianas dando forma a Arda. Sin embargo, así como hubo discordia en la Música de los Ainur, también cuando comenzó la verdadera formación de Arda, una hueste de espíritus Maiar, guiados por el poderoso Vala satánico llamado Melkor, el Enemigo Oscuro, originaron un gran conflicto. Fue ésta la Primera Guerra que llevó a que la simetría natural y la armonía de Arda se trocaran en confusión. Aunque Melkor acabó siendo rechazado, las tierras y mares de Arda conservaron cicatrices y desgarros y la posibilidad de Arda como mundo ideal, tal y como la había mostrado la Visión, se perdió para siempre.




    Siguiente
    Volver