Los dos temas dominantes en la historia de Tolkien de la Tercera Edad del Sol son la supervivencia
de los reinos de Arnor y Gondor, y el destino del Anillo Único de Sauron. Ambos temas están relacionados.
Al terminar la Segunda Edad, cuando Sauron, el Señor de los Anillos, fue vencido, fue Isildur, que sería
Gran Rey del Reino Unificado de Gondor y Arnor, quien cortó el dedo que llevaba el Anillo Único.
En aquel momento, se creyó que aquél era un acto correcto y la única manera de acabar con el poder
del Señor Oscuro. Sin embargo, en el momento en que Isildur cogió el Anillo Único, una parte de él
se corrompió bajo los efectos de su maligno poder, pues, a pesar de ser fuerte y virtuoso, Isildur
no pudo resistir sus promesas de poder. Aunque llegó a las laderas volcánicas del mismísimo Monte
del Destino, en cuyos fuegos se había forjado el Anillo y el único lugar donde podría ser destruido,
no fue capaz de arrojar el Anillo. Isildur sucumbió a la tentación y tomó el Anillo Único para sí,
de manera que la maldición cayó sobre él.
En el segundo año de la Tercera Edad, Isildur y sus tres
hijos mayores viajaban hacia el norte por la cuenca del Anduin, cuando su séquito cayó en una
emboscada de los orcos. Ésta fue la Batalla de los Campos Gladios en la que perdieron la vida Isildur
y sus tres hijos y en la que el Anillo Único se perdió en las aguas del río Anduin. Hicieron falta
tres mil años para enderezar las desastrosas consecuencias de lo ocurrido en los Campos Gladios.
La pérdida del Anillo Único significaba que el espíritu maligno de Sauron no descansaría hasta
que el Anillo fuera encontrado y destruido, mientras que la muerte del Gran Rey del Reino Unificado
de los dúnedain significó la partición de éste en dos reinos separados: Arnor y Gondor.
Al sucumbir Isildur a la tentación del Anillo Único, la maldición de éste cayó sobre
todo el pueblo dúnadan. Esta maldición dominó toda la Tercera Edad, porque el Reino Unificado no
podía ser restaurado en tanto no se destruyera el Anillo Único y un único heredero legítimo
(que tuviera la capacidad de resistir a las tentaciones del Anillo) fuera reconocido por todos
los dúnedain. Sólo entonces volvería a gobernar un Gran Rey sobre el Reino Unificado.
Durante el primer milenio de la Tercera Edad, el poderío del reino meridional de Gondor creció a
pesar de los constantes conflictos en sus fronteras y de las invasiones de Orientales en los siglos
quinto y sexto. Al llegar el siglo noveno, Gondor había reunido una poderosa flota que podía sumar
al poderío militar de su ejército. En el siglo once, Gondor alcanzó su apogeo: rechazó a los
Orientales hasta el mar de Rhûn, convirtió Umbar en una fortaleza de Gondor y sojuzgó a las
gentes de Harad.
Aunque el reino septentrional de Arnor nunca llevó sus fronteras más allá de
Eriador, prosperó hasta el siglo noveno. Entonces las disputas internas llevaron a la división
del reino en tres estados independientes que acabaron peleándose entre sí.
Al llegar el siglo
doce, el espíritu de Sauron había regresado en secreto a la Tierra Media, con la forma de un ojo
maligno y único envuelto en llamas. Se refugió en el Bosque Negro meridional, en la fortaleza de
Dol Guldur. A partir de entonces, las fuerzas de la oscuridad fueron adquiriendo más y más poder
en toda la Tierra Media.
A partir del siglo trece, Arnor fue viéndose reducido por una combinación
de catástrofes naturales y luchas internas. Pero la mayor de sus maldiciones fue el principal
siervo de Sauron, el Señor de los Espectros del Anillo, quien se convirtió en rey brujo de Angmar
y mantuvo un estado de guerra durante más de cinco siglos contra los reyes de Arnor. Al fin,
en 1974, el rey brujo tomó el último reducto arnoriano, Fornost, y Arnor dejó de existir como reino.
Después de la muerte del vigésimo tercer rey de Arnor, el linaje real continuó a través de los
Capitanes tribales de los dúnedain.
La decadencia del reino meridional de Gondor durante el
segundo milenio de la Tercera Edad se debió a tres causas. La primera fue la Guerra entre Parientes
del siglo quince. Ésta fue una sangrienta guerra civil que ocasionó miles de muertos, la destrucción
de ciudades, la pérdida de gran parte de la flota de Gondor y el fin de su control sobre Umbar
y Harad. La segunda maldición fue la Gran Plaga de 1636 que Sauron lanzó sobre Gondor y Arnor.
Los dúnedain nunca se recobraron de esta calamidad, porque fueron tantos los muertos que zonas
enteras de su reino quedaron desiertas para siempre. La tercera maldición fueron las invasiones
de los Aurigas en los siglos diecinueve y veinte. Estas invasiones, llevadas a cabo por una
confederación bien armada de pueblos Orientales, duraron casi cien años. Aunque los Orientales
acabaron siendo derrotados y expulsados, debilitaron de manera decisiva el ya disminuido poder
de Gondor. En el año 2000, el mismo rey brujo que había destruido el reino septentrional de Arnor,
salió de Mordor. Con su terrible ejército atacó directamente a Gondor y tomó la torre de Minas
Ithil, que rebautizó como Minas Morgul. En el año 2050, el rey brujo mató al trigésimo primero y
último rey de Gondor. A partir de entonces, Gondor careció de heredero legítimo al trono y fue
gobernado por la dinastía de los Senescales gobernantes. En resumen, Arnor tenía un rey sin reino,
mientras que Gondor tenía un reino, pero no un rey. Lo que es más, inspirados por la maldad de
Sauron, se produjeron sucesivas invasiones y ataques por parte de los Orientales, balchoth,
Sureños, númenóreanos negros, Corsarios, dunlendinos y Montañeses, contra los dúnedain y sus
aliados. A esto hay que añadir el despertar del Balrog, el resurgir de los dragones, las invasiones
de manadas de lobos y huargos y la creación de las nuevas criaturas malignas, los uruk-hai,
los olog-hai y los Medio orcos. Todos ellos se sumaron a las legiones de orcos y trolls que
reconocían a Sauron como señor.
Durante otros mil años, el poder de Sauron no hizo más que
aumentar, mientras que el de los dúnedain disminuía. La culminación de todos los acontecimientos
de la Tercera Edad llegó en el año 3019, con el estallido de la Guerra del Anillo, cuando Sauron,
el Señor de los Anillos, se lo jugó todo apostando por su hechicería y su poderío militar en un
intento de destruir a los últimos dúnedain y de ocupar todas las regiones de la Tierra Media.
Es
en ese contexto en el que J. R. R. Tolkien ambientó su obra maestra, El Señor de los Anillos.
Resulta interesante observar cómo todo el peso de esos tres mil años de historia se proyecta en
Los dos años, 3018 y 3019, de los que trata la trilogía. Los acontecimientos de la Misión y de la
Guerra del Anillo están cargados de importancia histórica porque el lector se da cuenta del hecho
de que cada acción de los personajes principales es decisiva para el resultado y desenlace de toda
la edad.
La Tercera Edad termina cuando es destruido el Anillo Único; el imperio de maldad de Sauron
se derrumba, los otros Anillos de Poder se dejan inactivos y el último heredero legítimo al trono de
los dos reinos es coronado Gran Rey del Reino Unificado de los dúnedain.
Se trata de la resolución,
no sólo de la novela, sino de toda la Tercera Edad. De hecho se asiste al desenlace de los conflictos
habidos durante los 37.063 años de historia de Arda.