BARRIO

                                          (Para Sergio Tejón)

Barrio es un dios pagano de la naturaleza

que ante nuestra mirada surge sin previo aviso

y nos muestra, desnuda, la luz de su belleza,

que tanto se parece a la del Paraíso.

 

Es como si quisiera siempre tocar el cielo

o la huella imborrable de una antigua inocencia,

pájaro que está a punto de levantar el vuelo

hacia la libertad o hacia la transparencia.

 

Quieto en una ladera que hacia lo ignoto sube,

va contando los siglos el mudo caserío,

habla consigo mismo, dialoga con la nube

que pasa solitaria o mira al desventío.

 

Nadie ha entendido nunca ese místico idioma

que hablan las aldeas aunque siempre estén mudas.

No hacen falta palabras, nos basta con su aroma

y el fulgor inefable de las cosas desnudas:

 

las casas solitarias que miran a lo lejos

y se sienten felices lejos de las ciudades,

los cielos convertidos en silentes espejos

en los que se han ido mirando las edades,

 

los árboles que viven al amor de la aldea,

la belleza que llega desde todos los lados,

el humo que dibuja la vieja chimenea,

el perro en la calleja, las vacas en los prados,

 

la muda crestería de los Picos de Europa,

la imagen terrible, letal, de la guadaña,

el orujo que cae transparente en la copa,

la iglesia que nos muestra su mística espadaña,

 

el aire malherido por la lanza del carro,

la nieve que, en las cumbres, no puede ser más blanca,

las cuervas del abuelo fumándose un cigarro,

el perfil faraónico de la vaca tudanca,

 

el desván con melétanos, el hacha con la leña,

el carro en la solana, el portal con la azuela,

el musgo en el tejado de la casa que sueña,

el pan recién salido del horno de la abuela,

 

todo lo que es sencillo y, por sencillo, humilde,

la verdad sin tapujos, la vida sin secretos,

el mundo tal cual es, sin poner ni una tilde,

el alma ensimismada bajo los cielos quietos.

 

Barrio se sueña eterno en la infinita calma

que acaso nunca llegue a expresar ningún verso.

Todo aquel que lo ha visto lo llevará en su alma

como un espejo donde se mira el universo.

                                                                        (Santander, 6 de diciembre de 2005)