Los grandes medios nacionales suelen otorgar generosos espacios a las peregrinaciones a Luján; así, vemos en pantalla multitudes de jóvenes entusiastas que, unidos y en concordia, marchan alborozadamente al encuentro de la Santísima Virgen y a su par, padres, ancianos y hasta niños en cochecitos de bebé. También suelen entrevistar a grupos de jovencitos pertenecientes a distintas parroquias y colegios y peregrinantes solitarios "vengo con fe, todo sea porque salga algún trabajo. Aunque vengo solo, pido por mi familia y por los vecinos...". "Estamos preparando esta salida desde marzo, cuando concebimos el bajo el lema "María, regálanos tu mirada". "Creemos que Dios mira al pueblo a través de la Virgen, y al mirar sus ojos nosotros nos reencontramos con Dios" afirmaba en 1999 el padre Jorge Torres Carbonell, uno de los artífices de la peregrinación de ese año. Al fin se muestran las multitudes reunidas frente a la imponente Basílica y los rostros cansados pero satisfechos de los peregrinos.

Todas las imágenes entusiasman y parecen invitar a los televidentes a sumarse para la próxima; todo se desarrolla en paz y serenidad de espíritu, en alegría, solidaridad y ánimo recíprocos unidos por una fe y destino común. Lo que jamás hemos visto reproducidas, por razones que ignoramos, pero podemos especular; son las noticias de asesinatos, accidentes mortales, grescas, violaciones, robos y bandidaje, falta de asistencia y penurias que lógicamente se padecen en un recorrido de 60 kilómetros junto a centenares de miles de personas más; el caos ocasionado en las ciudades por el paso de estas misericordiosas peregrinaciones, la suciedad y los destrozos, las toneladas de inmundicias y basura arrojada por un millón de personas movilizadas al unísono. Si place a Dios, la Virgen y todos los Santos el sufrimiento; la peregrinación es la ocasión ideal: hasta corremos el albur de convertirnos -literalmente- en mártires, aunque el santoral no denomine con los nombres de nuestra voluntaria inmolación los días de los periodistas que cubren la noticia.

No. El camino al Cielo puede ser un verdadero infierno. Durante el camino no se ven a las "6.000" almas que prometen asistirnos, ni los puestos sanitarios ni los baños públicos. Ante hechos fortuitos deberemos acudir a hospitales zonales y ante necesidades mas urgentes de la naturaleza, simplemente emular a nuestros ancestros del Neolítico, que ocho cuartos, ellos sobrevivieron sin baños químicos y aquí estamos. Sin hablar de los estragos y riesgos físicos que el frío o el asfixiante calor provocan en nuestros endebles humanidades, sin poder acudir a nada ni a nadie, al estar los caminos cortados y congestionados, ¿qué vehículo podrá socorrernos en rápido auxilio? La excursión pronto deja de ser una profunda e íntima introspección, los viajeros pronto se convierten en autómatas, en zombis que caminan sin -lógicamente- pensar en algo más que el cansancio y el agotamiento, mientras repiquetean en sus tímpanos no las diáfanas melodías surgidas de la inspiración divina de Cecilia Metella, sino los bailantescos y ensordecedores acordes de "Vení Raquel, vení con los muchachos!" entre otras entretenidas y casi casi ruborizantes letras; el caminante con la mente en blanco, en silencio y con paso mecánico no hallar si mira al piso piadosos rosarios caídos de trémulas manos, sino un mar de multicolores cajitas de tetrabrik. Tampoco se habla de la pasmosa evaporación de solidaridad mutua y recíproca al fin de la jornada, cuando centenares de sudorosas personas se vuelcan a los medios de transporte, mordiéndose y peleando ferozmente por ascender a ellos.

El camino al Cielo está sembrado de algo más que buenas intenciones: el amanecer del día siguiente nos descubre caminos bordeados de montañas de basura, despercidios, precarios baños de paredes de plástico como centinelas en las rutas con sus pozos rebosantes de materia fecal (el excedente ha sido arrojado a las cunetas o zanjas laterales); bulevares destrozados, paredes pintarrejeadas y enchastradas con el barro de los calzados y vecinos aturdidos por semejante marejada y rogando que no llueva, porque la basura tapa los desagues. (pensemos en el enorme costo económico que implica restaurar todo, del que se hacen cargo solamente los municipios afectados...) No. Los medios nacionales ignoran estas pequeñas pero deliciosas peripecias y son sólo los medios regionales, los que reflejan el sufrimiento real de la gente que peregrina y la que reside en el lugar de influencia, los que transmiten la naturaleza real de estas 'peregrinaciones de fe' de la que participa con ésta precisamente muy poca gente. El camino al Cielo no sólo debe estar sembrado de buenas intenciones, y nos parece que las peregrinaciones no son el más indicado para llegar a Él.

Acción, año 2000

El último fin de semana se llevó a cabo una nueva peregrinación de a pie hacia el santuario de Nuestra Señora de Luján. Y nuevamente estas manifestaciones de fe -en esta ocasión la que convocaba a los jóvenes- continúan conmoviendo nuestros espíritus al ver desplegada por kilómetros y kilómetros una poderosa demostración de devoción y sacrificio en los fieles. La misma constituye una verdadera fiesta para ellos a la vez que un vigoroso respaldo a la Iglesia y, no esta de más señalarlo, un fugaz y necesario alivio (aunque lógicamente cada vez menos) a muchas alicaídas economías tanto hogareñas como comerciales de las zonas por las que atraviesa la peregrinación. Empero, también cabría señalar algunas reflexiones. La publicidad por los canales de televisión abrían con imágenes de niños humildes tras alambrados, saludaba a sus participantes destacando en su término la muestra de solidaridad que se llevaba a cabo (¿cuál?)

Mucho se ha escrito y hablado sobre ellas, mucho se las ha alabado y mucho también, criticado: Regiones enteras trastornadas por su paso, falta de higiene, peligrosidad, descontrol, devastaciones, etc. No dudamos -y es lo que nos conmueve- de la necesidad de muchos de efectuarla sinceramente, en un acto de contrición y reflexión auténticamente religiosa, "Pero... es necesario recorrer 70 kilómetros para esto? inflijiéndose sufrimientos físicos, autoinmolándose bajo la lluvia y el frío, exponiendo nuestra vida, bien tan preciado que generosamente se nos ha brindado y hasta las de nuestros hijos pasando una noche a la intemperie y volviendo exhaustos, agotados y consumidos?, ¿Es necesario esto para demostrarle a Dios cuánto lo amamos? en fin, ¿Tiene sentido caminar como autómatas 70 kilómetros?. Creemos que hay mejores formas de expresar nuestra fe, no se trata de utilizar criterios pragmáticos, es decir, si revisten alguna utilidad o no, de hecho, la oración, tan reconfortadora y consoladoramente 'útil' no la tiene.

Imaginamos, tan solo imaginamos, si es que en nuestra arrogancia de simples mortales podemos hacerlo, que placeríamos aún más a la Divinidad canalizando y plasmando esta inmensa manifestación de fe a través de obras destinadas a nuestros hermanos, aquellos que sufren, aquellos que necesitan de nuestra fe, aquellos que necesitan creer que además de alguien allá arriba hay alguien a su lado; aquellos que nos necesitan como seres humanos. Es la misma publicidad que invita y saluda a los peregrinantes, la que muestra las caritas tímidas y dóciles de niños, la que la presenta como una manifestación solidaria; seamos pues, solidarios: recibámoslos en nuestras casas, démosles cariño y abrigo, enseñémosles que un futuro es posible; encalemos paredes, juntemos basura; recorramos hospitales distribuyendo juguetes, dando cariño, consuelo, aliento y afecto a quienes no lo tienen, juguemos con los niños, tengamos tiempo para entenderlos; recorramos geriátricos, escuchemos a nuestros abandonados mayores, mucho tendremos que aprender y muy felices los haremos; cavemos, sembremos y hagamos huertas, visitemos institutos con semejantes de capacidades diferentes, abracemoslos y compartamos un día con ellos, transmutemos, en fin, toda esta potente energía que derrochamos casi sin sentido en obras de bien; de esta manera no solo aprenderemos a querer un poco más al prójimo, sino también a nosotros mismos, a descubrir a los demás y a descubrirnos a nosotros, a aprender a ser realmente solidarios. Estamos convencidos -en nuestra mortal arrogancia e ignorancia- que la Santísima Virgen, sonreirá satisfecha, no ya en un altar, sino en lo íntimo de nuestros corazones.

Acción, 8 de octubre de 1999