PLANETA RODRIGUEZ (Historias no Oficiales) |
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Dicen
por ahí que el camino del infierno está sembrado de buenas intenciones. Él, Darío, porque ese es su nombre para todos aquellos que lo vieron pasar y para los que no lo vieron, revolvía esa mañana tachos y bolsas de basura apenas vestido con short y remera, seguramente tendría frío, Darío, y hambre, mucha hambre, casi casi las únicas cosas que ha tenido en sus catorce años, ¿qué otra cosa, sino comida, estaría buscando Darío en una bolsa de residuos a las 6 de la mañana y desnudo de esa manera a la intemperie? Porque Darío tiene nombre, y frío y hambre, y costillas que se pueden contar sin dificultad; si hasta parece que no tuviera los trece o catorce años que tiene y sí mucho menos, por esas cosas de la nutrición y las enfermedades y la crianza y... ¿y los padres? ¿y los padres? ¿dónde están? ¿dónde están? Mamá de cuarenta está en su casa, con su novio de veinte, y los dos hermanitos que tuvo con este nuevo y joven papá, y los tres de 10, 13 y 15 que ya estaban antes que el nuevo novio llegara, y que además no los quiere, porque no son hijos suyos, son de otros padres que sólo la madre conoce, como debió haber conocido algún rato a los padres de los otros 10. Porque sí, mamá tiene en total 15 hijos y ningún padre para ellos, salvo los dos del novio nuevo. ¿Y Darío? Darío, como la mayoría de los otros diez hijos fue entregado a parientes lejanos o familias, vaya uno a saber y recordar donde y a quienes. En el caso de Darío fue entregado a una familia que vive cerca del cementerio, algunos de sus hermanos mayores ya tienen hijos. De todos modos, su suerte pudiera ser más aliviada que los que permanecn en casa de mamá, acostumbrados a estar solos a su suerte durante una semana, dos, tres... hasta tres meses; cuando mamá desaparece y se va hasta alguna localidad vecina, sabe Dios (¡y tenga compasión de ella!) a qué, porque como en la viña del Señor, nada les es extraño, y sabe Dios y los vecinos cuándo mamá no está, porque los chicos (esos de 10, 15 años) empiezan a vivir a partir de las 2 de la madrugada y se olvidan de su mundo de violencia, abandono y rechazo consolándose con música hasta las cinco de la mañana, girtando y jugando a la pelota; o vienen o van, hasta las cinco, cuando las primeras luces que asustan tanto a los fantasmas de nuestra contratapa, asustan también a estos seres pequeñitos; fantasmas también en un mundo de adultos desinteresados. Con
la llegada de mamá las cosas no mejoran mucho, aunque sí se
tranquilizan las cosas... pero sólo es porque se actúa -apenas-
más discretamente, con tanta gente que viene y va luego de efectuar
algunas "visitas" en la zona o más allá que
dejan en el desconsuelo a sus involuntarios anfitriones. Sería caer en un lugar común decir que Darío no necesita de palabras ni de promesas, no necesita de pasacalles ni sonrisas en papel, no necesita saber si fulano se peleó con mengano, no necesita de análisis, porcentajes, estadísticas ni encuestas o que le regalen zapatillas ni choripanes, Darío necesita comer, porque ese día, a las seis de la madrugada ese chico, para todos aquellos que lo vieron pasar y para los que no lo vieron, tenía un nombre, y también tenía en sus manos, restos de comida. Acción, 21 de Mayo de 1999 |
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