Uno de los impedimentos más
comunes para arribar al perdón es la
venganza. Soñamos y vivimos en pos de dar lecciones o enseñar a
otros que estuvieron equivocados y que la razón era sólo mía.
Idealizamos situaciones en las cuales quien nos hizo daño llegue a
nuestra puerta de rodillas, a pedir perdón y a reconocer que se
equivocó. Son más las veces que sin querer nos destruimos para
recordarle a alguien el daño terrible e irreparable que nos causó.
La venganza es un deseo muy
fuerte por querer tener la razón. La paz comienza cuando dejamos de
querer tener la razón. La razón es otro de los bastiones poderosos
del miedo. Esto nos lleva a un verbo clave en la liberación, que es
el soltar. Esta es la acción clave de saber con certeza que al mundo
no lo mueve la razón, lo mueve el amor, y éste no necesita razones.
¡Basta! es hora de entrar al perdón, liberarnos y sentirnos en paz.
El perdón es un juego
divino. Hay múltiples formas de abordar el perdón, aunque cabe
repetir que es un verbo y necesita acción. A veces una reconciliación
hecha con juegos amorosos funciona para perdonar sucesos que no nos
hayan permitido fluir en nuestro pasado.
Cabe un ejemplo maravilloso
de una amiga, quien en su cumpleaños número cuarenta decidió sanar,
de una vez por todas, sus quince años. Esta amiga tenía quince años,
se le preparaba una fiesta maravillosa, con cuadrilla, agencia de
festejos, trajes largos, etc. A lo que veinte días antes de su
anhelada celebración le llegaron las notas del colegio al padre,
cuando se dio cuenta de que traía tres materias aplazadas, en un
ataque de furia, la llamó y le dijo que delante de él ella iba a
llamar a todos los invitados, agencia de festejos, orquesta y les diría:
«Se acaba de suspender la fiesta porque soy
floja y mala estudiante».
Y así sucedió,
entre lágrimas cumplió con la tarea impuesta por el papá. Ahora a
los cuarenta, revisó minuciosamente su escaparate de rencores y
encontró el suceso, a lo que no se quedó con eso, habló con sus
padres, pidió ayuda a amigos, alquiló la sala, la agencia de
festejos, la orquesta, desempolvó la lista, armó la cuadrilla, y con
la ayuda de sus padres, revivió, en su cumpleaños número cuarenta,
sus quince primaveras y con ellas el perdón a ella misma, a papá y a
todos los involucrados.
Como verán
son múltiples los caminos hacia el perdón, lo que no es productivo
es que te quedes con una venganza o en la común mentira de que no
tienes a nadie a quien perdonar y cuando lo ves u oyes de él te
erizas.
El perdón es fuente
inagotable para una mayor y mejor calidad de vida. Solo la paz es la
cantera de la creatividad, del amor; y de allí todo sale. Recuerda
que el perdón es el máximo regalo. ¡Úsalo!. El perdón libera, el
perdón construye, te devuelve a tu ser y te conecta directamente con
tu poder ilimitado.
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