Fundamentación y contexto

      La Química del siglo XX       

      Rolando Delgado Castillo 


En la actualidad, un gran interés despierta el conocimiento y la comprensión del proceso sociohistórico que acompaña al desarrollo de la Ciencia. Las relaciones entre la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad se han convertido en un amplio campo de estudio [1].

 

Paradójicamente, en medio de los avances que supone vivir los tiempos de “la sociedad de la información”, una gran confusión se advierte cuando se pretende juzgar la responsabilidad de la Ciencia en los peligros y desafíos que caracterizan nuestra época histórica y se vinculan los grandes descubrimientos científicos casi exclusivamente con el genio de determinadas personalidades.

 

En esta presentación pretendemos aproximarnos, desde la triple perspectiva sicológica, sociológica y pedagógica del enfoque histórico - cultural, al complejo panorama del desarrollo de una ciencia que ha tenido un notable impacto en los progresos que en la esfera material ha conocido el hombre de este siglo así como en  los riesgos y desafíos que se derivan de un irracional manejo de estos “progresos”.

 

A la luz de este enfoque, las fuerzas motrices de las ciencias no pueden encontrarse fuera de las necesidades y contradicciones de la sociedad en cuyo seno transcurre su construcción. Al mismo tiempo reconocemos que si bien el desarrollo de la Química ha sido empujado por la matriz del tiempo, su construcción teórico – práctica  tiene su  autodeterminación relativa, según las regularidades y complejidad del objeto que ha venido reflejando.

 

La especie humana al apostar por el desarrollo científico no lo ha hecho exclusivamente para satisfacer una curiosidad epistémica, para explicar o interpretar este u otro fenómeno de la naturaleza o la sociedad, lo ha hecho ante todo para transformar el mundo en función de las necesidades que un contexto sociocultural genera en un escenario históricamente condicionado.


© The Nobel Foundation

Marie Sklodowska - Curie (1867 – 1934) recibió dos Premios Nóbel. En 1903 recibió el Premio Nobel de Física, compartido con su esposo Pierre (trágicamente desaparecido tres años después), y el segundo, en el ámbito de la Química por sus investigaciones con el radio y sus compuestos. 

El Laboratorio Curie, fundado en 1914 se convirtió bajo su dirección en un modelo  de institución científica moderna que actuaba como centro de una red estrechamente vinculada con la industria  y la medicina. 
Quien dio inició a la radioterapia, murió víctima de una anemia perniciosa causada por las largas exposiciones a las radiaciones.
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Siguiendo los principios esbozados arriba, deseamos subrayar que el credo que orienta este trabajo se sintetiza en:

 

·        El rechazo a la retrógrada intención, recordada tristemente por la Historia, de satanizar los resultados de las ciencias, y a cualquier retoque académico que pretenda desplazar hacia el progreso científico la responsabilidad de los enajenantes problemas de la sociedad contemporánea.

·        El reconocimiento al importante papel desempeñado por las personalidades científicas que, con el talento propio de los genios y una perseverancia a toda prueba, son protagonistas de la expansión del universo de lo conocido tanto en la esfera material como espiritual de la sociedad.

·        La admisión de la notable influencia que ha de ejercer la dotación genética en el complejo proceso de formación de un genio, pero el desconocimiento a cualquier intento de atribuir a sexo, raza o región geográfica, el monopolio del talento.

·        La confianza en la utilidad enaltecedora de la virtud solidaria frente a la egoísta y decadente moral del éxito.

·        La creencia firme de que una sociedad mejor es posible, y que su construcción dependerá en buena medida de las conciencias que se abonen a través de una universal batalla de ideas, en la que jugará un importante lugar el discurso que se haga de la Historia.

 

Por consiguiente, nos interesa especialmente contribuir a:

 

·        Entender la Ciencia no sólo como un resultado sino también como un proceso que se renueva y amplia por la actividad de individuos que se organizan en comunidades científicas, en interacción permanente con las coordenadas económicas, políticas y éticas de su propio escenario socio histórico.

·        Humanizar la imagen de los genios que escriben la Historia de las ciencias.

·        Comprender los momentos más trascendentes de expansión del universo de los conocimientos químicos.

·        Revelar las resonancias que el progreso científico ha producido en la esfera material y social de la sociedad.

·        Forjar una cultura política que permita una adecuada orientación de las nuevas generaciones ante la real disyuntiva de emplear el progreso científico – técnico para el bien o para el mal.


© The Nobel Foundation

El químico estadounidense Linus Pauling (1901 –1994), mereció el Premio Nobel en dos oportunidades, el primero en 1954 por sus aportaciones en el campo de la Química y en 1962 por su relevante labor a favor de la paz.

Sus investigaciones sobre la naturaleza del enlace químico y sus predicciones sobre la compleja estructura molecular de las proteínas ejercieron una profunda huella en el desarrollo  de los conocimientos sobre los procesos de la vida.

Fue un ejemplo de intelectual comprometido con las causas nobles de su época advirtiendo tempranamente a la opinión pública sobre las peligros que entrañaban las precipitaciones radioactivas ocasionadas por las  pruebas nucleares. [3]


Algunas tendencias en el contexto

 

El siglo XX  traería al escenario mundial dos grandes guerras que paradójicamente darían un impulso al desarrollo del conocimiento científico en aquellas áreas en que se advertían necesidades internas y principalmente con fines relacionados con la tecnología militar. Este desarrollo dio lugar, incluso, al holocausto nuclear de la década de los años cuarenta.

 

El progreso de las ciencias debió navegar en medio de tales circunstancias sociohistóricas. Desde inicios de la centuria comenzó a manifestarse la principal característica de su desarrollo consistente en la transformación, de producto social, elemento de la superestructura de la sociedad humana, en una fuerza productiva con rasgos muy especiales. Esta característica estuvo precedida por una explosión en el ritmo de la producción de los conocimientos científicos que alcanzó un crecimiento exponencial. Las relaciones Ciencia – Sociedad se hicieron más complicadas.

 

Un proceso de fortalecimiento de los nexos en la comunidad científica, que se habían iniciado con las Sociedades  fundadas en el siglo XVIII, se advierte desde los comienzos del siglo, sufriendo en los períodos de duración de ambas guerras un inevitable debilitamiento. En este contexto se destacan los Congresos realizados en Bruselas, con el apoyo financiero del químico industrial belga Ernest Solvay (1838-1922), que congregaron a los más brillantes físicos de la época.

 

El Congreso  Solvay de 1911 inaugura el reconocimiento de la comunidad científica a las ideas de la Teoría Cuántica, verdadera revolución en el campo de las Ciencias Físicas. En el transcurso del evento se arribó a un consenso de que la Física de Newton y Maxwell si bien explicaba satisfactoriamente los fenómenos macroscópicos era incapaz de interpretar los fenómenos de la interacción de la radiación con la sustancia, o las consecuencias de los movimientos microscópicos de los átomos en las propiedades macroscópicas. Para cumplir este último propósito era necesario recurrir a las ideas de la cuantificación. Ello demostraba la comprensión de la vanguardia de las Ciencias sobre el carácter temporal, histórico en la construcción del conocimiento científico. [4]


El físico neozelandés Ernest Rutherford (1872 – 1937) fue director del Laboratorio de Cavendish en Cambridge, desde dónde dirigió trascendentales estudios sobre la estructura atómica [5]. Entre sus predicciones, que experimentalmente comprobaría su discípulo James Chadwick (1891-1974) más de diez años después, se encuentra la existencia de las partículas nucleares llamadas neutrones [6]. En plena guerra fría de los años 60 los halcones ordenaron el desarrollo de la tristemente célebre bomba de neutrones. Ella exhibía la maquiavélica virtud de solo exterminar a los seres vivos en tanto dejaba intactas las edificaciones.  La espiral de la irracionalidad belicista se anotaba otro alarmante éxito.

Imagen: Centre for the History of Science, Technology and medicine.

http://www.chstm.man.ac.uk/people/hughes.htm


El siglo XX traería también una organización de la ciencia en Instituciones que debían concentrar sus esfuerzos bien en estudios fundamentales como en aquellos de orden práctico. Los políticos se darían cuenta, desde la Primera Guerra Mundial,  de la importancia de sufragar los gastos de aquellas investigaciones relacionadas con la tecnología militar.

 

El Laboratorio Cavendish en Cambridge, fundado en el siglo XIX, hizo época no sólo por la relevancia de sus investigaciones fundamentales para la determinación de la estructura atómica, sino por la excelencia mostrada por sus directores científicos, Joseph John Thomson (1856 – 1940) y Ernest Rutherford (1872 – 1937), que lograron con su liderazgo la reproducción de los valores de la producción científica (siete investigadores del Laboratorio alcanzaron el Premio Nóbel de Física).[7]

 

En las primeras décadas del siglo el  Laboratorio Kaiser Guillermo de Berlín se erigió en modelo de institución investigativa y en el período de la Primera Guerra Mundial contó con la asistencia de los más célebres científicos alemanes vinculados a proyectos de desarrollo de nuevas armas. Fritz Haber, notable químico alemán jugó el triste papel de introductor del arma química en los campos de batalla. Como se verá más adelante el destino del investigador alemán se cierra con el destierro, por su origen judío, de la Alemania fascista.[8]

 

En la década del 40, se crea en Nuevo México, el Laboratorio Nacional de los Álamos, verdadera empresa científica multinacional, con el objetivo de dar cumplimiento al llamado Proyecto Manhattan para la fabricación de la bomba atómica. La movilización de hombres de ciencias de todas las banderas tuvo el propósito de neutralizar cualquier tentativa de la Alemania hitleriana de emplear el chantaje nuclear [9]. El propio Einstein, con su enorme prestigio y autoridad moral, inicia el movimiento enviando una  misiva al presidente de los Estados Unidos. Cinco años después, enterado de los éxitos ya obtenidos en los ensayos de la bomba atómica, vuelve a usar la pluma está vez para reclamar prudencia en el empleo de este engendro de la Física Nuclear. El resto de la Historia es bien conocido.

 

El  9 de agosto de 1945 la humanidad se aterrorizaba con la hecatombe nuclear en Hiroshima,  días después se repetía la escena esta vez en Nagasaki. Se inauguraba la época del arma nuclear con un saldo inmediato en Hiroshima de unos 140 mil muertos de una población estimada en 350 mil habitantes, y una multiplicación a largo plazo de las víctimas como resultado de las manifestaciones cancerígenas y las mutaciones genéticas  inducidas por la radiación nuclear.[10]


En la década del 40, bajo el mayor secreto, se desarrolla el llamado Proyecto Manhattan, verdadera empresa científica multinacional, con el objetivo de fabricar la bomba atómica. Una red de laboratorios de instituciones estadounidenses se comparten los trabajos a los cuales concurren científicos de todas las banderas, alarmados con la posibilidad  de que la Alemania hitleriana pudiera acceder primero al  arma nuclear. 

Cuando el engendro destructivo estuvo listo pero aún no se había provocado el holocausto de Hiroshima, un equipo del Laboratorio de Metalurgia de la Universidad de Chicago proclamó su oposición al lanzamiento de la bomba. La mayoría de la comunidad científica abrazó la causa del uso pacífico de la energía atómica. [11] [12] 


Los más relevantes exponentes, y la mayoría de la comunidad científica reaccionaron vigorosamente contra el desarrollo del armamento nuclear y abrazó la causa del uso pacífico de la energía nuclear. Poco antes del lanzamiento de la bomba en Hiroshima, como expresión de las ideas de los científicos que trabajaban en el proyecto Manhattan, 68 participantes en las investigaciones desarrolladas en el Laboratorio de Metalurgia de la Universidad de Chicago firmaron una carta de petición al presidente de los E.U. para impedir el empleo del arma nuclear[12]. El propio Albert Einstein (1879 -1955) abogó por el desarme internacional y la creación de un gobierno mundial [13]. No faltaron, sin embargo aquellos que como el físico húngaro, nacionalizado estadounidense, Edward Teller (1908 – 2003), arquitecto principal de la bomba H, consideraron oportuno continuar la espiral armamentista, confiados en que el liderazgo de un país podía resultar ventajoso para todo el mundo.[14]

 

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se conformaron dos grandes bloques militares, económicos y políticos, que se enfrascaron en una guerra fría, desarrollaron una irracional carrera armamentista, y fomentaron la hipertrofia de un complejo militar industrial. 

 

Esta rivalidad se reflejó también entre las instituciones científicas del este y oeste hasta bien avanzado el siglo. A la competencia y el  intercambio que alentó, en lo fundamental, el desarrollo de las investigaciones en las primeras décadas entre las Escuelas de Copenhague, Berlín,  París, y Londres, le sustituyó un cerrado silencio. El intercambio fue tapiado y supuestas filtraciones al bando opuesto adquirieron  la dramática connotación de espionaje político. Los logros publicables que obtenían los laboratorios nucleares de Dubna, en la ex - Unión Soviética,  Darmstad en Alemania,  y Berkeley de los Estados Unidos eran sometidos a encendidas polémicas sobre prioridad, como es el caso del descubrimiento (acaso sería mejor decir “la fabricación” en los aceleradores lineales) de los elementos transférmicos que ocupan una posición  en la tabla periódica posterior al elemento número 100.       

 

El proceso de descolonización en África y Asia  experimentó una aceleración en el período de la postguerra. Pero el cuadro del desarrollo socioeconómico de los países a lo largo del siglo se mantuvo tan desigual y asimétrico como irracional resultaría la distribución de riquezas heredada del pasado colonial. La brecha entre ricos y pobres continuó ampliándose y se reflejó necesariamente en el estado de la ciencia y la técnica. Los países “en vías de desarrollo” debieron sufrir otro fenómeno: la fuga de cerebros [15].

 

En un ámbito como el de la Química, que tanta resonancia tiene en la producción de nuevos materiales para el desenvolvimiento de las tecnologías de “punta”, advertimos un liderazgo alemán hasta la segunda guerra mundial que  se ilustra  con precisión en la nacionalidad de los científicos laureados con el premio Nobel de la Academia Sueca de las Ciencias.


© The Nobel Foundation

El problema de la fuga de cerebros del sur hacia el norte (y de la periferia del norte hacia la Roma contemporánea) es otro reflejo de las desigualdades en las relaciones internacionales.

Luis F. Leloir (1906 – 1987),  químico argentino nacido en París, fue un ejemplo de científico  que con escasos recursos materiales pero con sobrado talento,  supo realizar estudios fundamentales. Por sus excepcionales aportaciones mereció el premio Nóbel de Química en 1970. El premio en metálico lo legó íntegramente para el desarrollo de la institución científica en que laboró durante gran parte de su vida en su Buenos Aires querido. [16]

 


De los 40 galardonados en Química por la Academia Nobel hasta 1939, un cuarenta por ciento son alemanes, lo cual supera en conjunto los lauros alcanzados por el Reino Unido, Francia y los Estados Unidos. Esta pirámide que descubre la concentración de los polos científicos en la Europa de la preguerra se invierte totalmente en el período posterior pasando el liderazgo absoluto a los Estados Unidos. De las 98 personalidades que reciben el Premio Nóbel en la postguerra, encabezando grupos o laboratorios élites en la investigación científica, 43 son estadounidenses, lo que supera la suma de los laureados del Reino Unido, Alemania, y Francia juntos.   

 

Un panorama similar se advierte si se recurre a cifras que ilustren el financiamiento por países en el área de investigación y desarrollo, así como si se analizan la producción de patentes de invención. En esta última esfera un nuevo problema viene a matizar el progreso científico.

 

La protección de la propiedad industrial en todo el siglo XIX operó como un elemento de financiamiento de nuevas investigaciones que alentaran y permitieran nuevos logros en la invención. Pero con el siglo XX se van haciendo borrosos los contornos de los descubrimientos y las invenciones para la pupila de las grandes transnacionales interesadas más que todo en competir con éxito en el templo del mercado. Una encendida polémica se viene gestando en la opinión pública que gana creciente conciencia de los peligros que entraña semejante política. Afortunadamente, entre los propios investigadores se desarrolla un movimiento tendiente a preservar como patrimonio de toda la humanidad  los descubrimientos científicos de mayor trascendencia [17].

 

Ya a finales de la década de los años ochenta, con el derrumbe del sistema socialista en el este europeo, se establecieron las bases de un mundo unipolar, caracterizado por un proceso de globalización, que si en principio pudiera considerarse en bien del intercambio científico, potencialmente representa un desafío para la supervivencia del mosaico de culturas de las naciones emergentes y de sus identidades nacionales.

 

Por otra parte, la desaparición de la guerra fría  y el clima de universal entendimiento que podría alcanzarse brindaba la posibilidad de congelar la irracional carrera de armamentos y desviar estos enormes recursos financieros hacia la esfera del desarrollo. Esto equivale a decir que podría al fin inaugurarse la era en que Ciencia y Tecnología alinearan sus fuerzas en bien de toda la humanidad. Pronto el optimismo inicial, derivado de semejante razonamiento se evaporó ante las nuevas realidades.


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La Oficina de Patentes y Marcas Registradas en los Estados Unidos tiene una larga tradición que viene del siglo XVIII (1790). Se afirma que la protección de la propiedad es fuente de estimulación para la invención y por tanto motor del progreso social.  Sin embargo, ahora los contornos entre descubrimiento e invención se han tornado borrosos, y las transnacionales que pretenden controlar el conocimiento científico como un nuevo producto del mercado, han promovido una peligrosa política de patentar el descubrimiento. 


 

Bibliografía:

 

[1] Núñez J (2000): La Ciencia y la Tecnología como procesos sociales. Sala Biblioteca Virtual CTS. Organización de Estados Iberoamericanos para la Ciencia y la Cultura.  http://www.campus-oei.org/salactsi/nunez00.htm#9

 

[2] Pasachoff Naomi (2000): Marie Curie- The Radium Institute (1919-1934). Center for History of Physics. American Institute of Physics. Basada en el libro de  Naomi Pasachoff, Marie Curie and the Science of Radioactivity. New York and Oxford: Oxford University Press, 1996.  http://www.aip.org/history/curie/radinst1_text.htm

 

[3] Marinacci Barbara (1994): Linus Pauling—Scientist for the Ages. The Linus Pauling Institue. Oregon State University. http://lpi.oregonstate.edu/lpbio/lpbio2.html

 

[4] Braun Eliezer (1997): Una faceta desconocida de Einstein. Capítulo IX. Repercusiones en el desarrollo conceptual de la Física Cuántica. Fondo de Cultura Económica de México.

http://omega.ilce.edu.mx:3000/sites/ciencia/volumen1/ciencia2/19/htm/sec_14.htm

 

[5] Campbell John (2001):  Rutherford - A Brief Biography. Material basado en el libro “Rutheford Scientist Supreme”. Rutherford.org.nz. http://www.rutherford.org.nz/biography.htm

 

[6] Chadwick James (1932): Possible Existence of a Neutron. Nature, p. 312 (Feb. 27, 1932). Referida en:  http://dbhs.wvusd.k12.ca.us/webdocs/Chem-History/Chadwick-neutron-letter.html

 

[7] Nobel e-Museum (2004): Joseph John Thomson. Nobel Prize 1906. From Nobel Lectures, Chemistry 1901-1921. Elsevier Publishing Company, Amsterdam, 1967.

http://nobelprize.org/physics/laureates/1906/thomson-bio.html  

 

[8] The Chemical Heritage Foundation(2000): Fritz Haber. Chemical Achievers.

http://www.chemheritage.org/EducationalServices/chemach/tpg/fh.html

 

[9] Atomic Archive.com (2003): The Oppenhaimer years 1943-45. Los Alamos Science. Winter/Spring.1983. The Manhattan Project. http://www.atomicarchive.com/Docs/pdfs/00285863.pdf  

 

[10] Hiroshima Pace Site (1998): The damage done. Stage 1. The realities of the A-bomb disasters. Hiroshima Peace Memorial Museum.

http://www.pcf.city.hiroshima.jp/peacesite/English/Stage1/S1-5E.html

 

[11] Franck James et al (1945): The Franck Report . Memorandum on Political and Social Problems of the Bomb by scientists at the Metallurgical Laboratory- Univ. of Chicago.

J. Franck (Chairman), D. J. Hughes, J. J. Nickson, E. Rabinowitch, G.T. Seaborg, J. C. Stearns, L. Szilard. www.nuclearfiles.org/redocuments/ 1945/450611-franck-report.html  

 

[12] Szilard Leo (1945): A petition to the President of The United States. July 17, 1945. (Drafted by Leo Szilard and signed by 68 members of the Metallurgical Laboratory in Chicago)

http://www.atomicarchive.com/Docs/ManhattanProject/Petition.shtml

 

[13] Einstein, Albert; Russell Bertrand (1955): The Russell-Einstein Manifesto. London

http://www.pugwash.org/about/manifesto.htm 

 

[14] Brandan Maria Esther(1996): II. Historia de la primera bomba. Armas y explosiones nucleares: la humanidad en peligro. Fondo de la Cultura Económica. México.

http://omega.ilce.edu.mx:3000/sites/ciencia/volumen2/ciencia3/061/htm/armas.htm

 

[15] Calvo Roy Antonio (2001): Salvador Moncada “Es necesario formar y retener a los investigadores”. El País. Madrid. (8/04/2001). Dossier de Prensa. Universidad de Alicante.  http://www.ua.es/dossierprensa/2001/04/08/21.html

 

[16] Nobel e- Museum: Luis Leloir – Biography.  From Les Prix Nobel en 1970, Editor Wilhelm Odelberg, [Nobel Foundation], Stockholm, 1971.

http://nobelprize.org/chemistry/laureates/1970/leloir-bio.html

 

[17] Urrutia Iñigo (2001): Manuel Patarroyo. “La creación de vacunas no puede estar sometida a las leyes del mercado”. http://www.diariovasco.com/ekoplaneta/datos/expertos/abril/patarroyo.htm#

 

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