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LA FOSCA, Las oscuras ruinas de un brillante castillo.

Por Mónica Fernández. Publicado en La Vanguardia del 13.3.0

sa gran roca oscura que llama la atención tanto desde el mar como desde tierra, situada en la costa de Sant Joan de Palamós, da nombre a la playa que se encuentra a sus pies, la  roca de la fosca, llamada así por razones obvias.

Pero nos cuenta la leyenda que esa roca oscura fue en otro tiempo un bello palacio que no  tenía nada de tenebroso, el palacio que se hizo construir Pirene, hija de los pirineos, cuando huyó de la montaña tras el gran incendio provocado por Alcides, buscando conocer la mar.

Pirene   recorría la que hoy llamamos costa brava buscando un lugar donde establecerse, pero no encontraba ninguno que fuera de su agrado. Después de pasar por las isla Formigues, su nave sufrió una avería, y tuvo que atracar en la playa en la primera cala que encontró a mano, que no resultó ser otra que la ahora llamada playa de la Fosca.

Al plantar sus hermosos pies en la fina arena de la Fosca, Pirene supo que había encontrado su lugar. A sus sirvientes les ordenó construir un bellísimo palacio, medio asentado en la tierra y medio flotando en el mar, para poder sentir las dos caricias más agradables que se pueden sentir en la costa, la de la fina arena y la de la tersa espuma de la olas.

Y así se hizo. La solitaria playa pronto se convirtió en un vergel lleno de vida y de color, donde se erigió un maravilloso castillo rodeado de jardines, coronado de flores. Pronto los pescadores cogieron cariño a la bella princesa, que les entretenía mientras pescaban cantando hermosas melodías desde las ventanas de sus estancias. 

 

Nadie quedaba indiferente ante los encantos de la divina princesa y pronto cayeron enamorados a sus pies muchos de los muchachos que corrían por los alrededores. Pero el que fue tocado más fuertemente por la flecha de Cupido fue el señor que habitaba en el castillo situado en la peña que lleva ahora precisamente el nombre de Castell, denominación que también se aplica ala playa situada a los pies de mencionado promontorio.

El señor de Castell tenía una fortaleza impresionante, tanto que hasta nuestros días esa fortaleza ha dado nombre a todo el paraje. Este señor decidió que Pirene tenía que ser suya, que no podría resistir a sus encantos, y empezó asediarla con todo tipo de piropos, muchos regalos y proposiciones.

Pirene sin embargo, tenía ya ocupado el corazón, e hizo caso omiso de las atenciones que le dispensaba el señor de Castell. Éste no aceptaba un no por repuesta, acostumbrado como estaba a hacer lo que le placía con los que estaban bajo sus dominios, y, a la vista de la negativa de Pirene, decidió pasar del halago a la amenaza, advirtió a la princesa de que grandes males asolarían su corte si no aceptaba sus proposiciones.

Pirene se negó, obviamente. Una noche, el señor de Castell, herido en su orgullo, decidió cumplir sus amenazas y atacó el bello castillo de la princesa reduciéndolo a ruinas e incendiándolo.

De aquel maravilloso castillo sólo quedaron un montón de cascotes, que con el paso del tiempo fueron arrastrados por la mar. La morada de la princesa y su triste historia fueron desapareciendo de la memoria de todos. El único vestigio de esa historia y de ese lugar es la roca de La Fosca, ennegrecida por el paso del tiempo.