HUMBERTO GARZA

¿Y tu región? ¿y tu región de lunas empolvadas
en pueblos sin auxilio?
¿descansará en la hondura
de Un Tiempo Escondido?

¿Y tu estrella? ¡tu estrella de olvidos y desdenes!
tu estrella barbada por hielo de abandonos,
llena de emblemas y de ensueños largos,
¿mascullará lo amargo de un pasado glorioso? 

Con tu exiguo tesoro de madrugadas frías
buscando eternamente lo esperado, 
soñando que vas montaña arriba,
¡Y cayendo en la ruina del barranco!

Irás cansada de mirar letreros 
que viajan por el aire,
cansada de bailar al ritmo 
de tus propios delirios
débiles y flexibles como los viejos naipes.

Estarás recostada en las auroras,
con la esterilidad orgánica que entiende
sólo un mar desarticulado 
de poleas sin oficio,
de poleas que giran suspirantes
en un clamor de entrañas... fugitivo.

Mi corazón de cascabel 
vibrando secamente en el desierto,
(antes retumbante
como lejanas aguas)
¡Oirás, y oirás en tus recuerdos!
Y vendrá a tu garganta
un absurdo sollozo prolongado
como el que oye la tarde en cementerios.

Sonreirás en la amargura de los ecos
al recordar columnas primigenias
convertidas en tenues espirales.
Recordarás haberlas visto
de pie, por un largísimo momento
en tu bahía de barcos y almirantes.

Y sentirás deseos nebulosos
de cubrir el pasado con tu pelo,
como cubrías un día los unicornios
qué neuróticos saltaban de tu espejo.

Tanto llorar a mares en la sombra
del reseco pellejo de placentas,
gritando entre mórbidos gemidos:
“¿Por qué Píndaro y Homero no regresan?”

¡Cae en la noche de impiedad, vacía!
¡Cae en la noche, para estar conmigo!
derruida silueta 
con introitos de luz
y con aves volando en el camino.

Ven a mi región de sombras y de nieblas
a temblar desesperadamente 
con la testarudez que tiemblan las estrellas.

¡No me abandones hoy, estoy llorando!
evocando la piel nevada y fría
de tu semblante blanco. 
No me dejes en sótanos pestíferos
masticando la piel de los proverbios
y gimoteando estérilmente como un niño. 

No dejes caer 
mi ulterior prestancia entre las rosas,
no la dejes caer
sobre el enrojecido pecho 
de lunas fratricidas,
no la dejes caer
en esta noche llena de rompeolas.

¡Apiádate de esta sangre,
por ti, excesivamente; un día llorada!
y del líquido abismo
que corre por los ríos de mi garganta
por no tener tu sombra ni tu abrigo.

Tanto tiempo mordiendo 
el seco maderamen de bajeles,
después del naufragio
que tú misma provocaste 
con la Generación del Veintisiete.

Tanto escuchar tu voz de antaño
en jardines y patios que se aburren,
y caen de sueño y de cansancio.

Tanto mirar los besos que sin rumbo
una tarde salieron de tu boca
siguiendo a los astrólogos del mundo.

Hemos perdido todo en estos mares
donde el aire desteje rizos de oro
y escribe usando nuestra sangre.

Hemos perdido todo 
en la fiabilidad de los resultados
y en la emigración de cangrejos que no acaba.
¡Hemos perdido todo! 
¡ya no nos queda nada!

Estrella de madrugadas... 
tal vez tu gallo ha muerto,
intoxicado en surrealismo,
sólo he quedado yo...
vibrando dentro de tus llagas
vibrando dentro
de Un Tiempo Escondido.