La
fuente del desierto
|
Bien
desgraciada es tu suerte, |
fuentecilla que sin cauce |
viertes
tus límpidas aguas |
en los
yertos arenales. |
|
Por
más que en dulce murmullo |
tus penas
digas al aire, |
en el
espacio perdidos |
se
extinguirán tus cantares. |
|
Bien
desgraciada es tu suerte, |
que
apenas al mundo naces |
consume
la ardiente arena |
tus
cristalinos raudales. |
|
¡Pobre
fuente que, ignorada, |
de esas
yermas soledades |
por las
inmensas llanuras |
te
miras vagar errante! [26] |
|
|
|
¿De
qué te sirven, cuitada, |
esos
límpidos cristales |
que rizan
la blanca arena |
sobre que
emprendes tu viaje? |
|
|
|
¿De
qué te sirve que puras |
broten
tus aguas natales |
si no
llegará a beberías |
el
sediento caminante? |
|
|
|
¿Por
qué mientras tú, olvidada, |
tus puras
aguas esparces, |
hay otras
fuentes dichosas |
que ciñen
floridas márgenes; |
|
|
|
Que,
resbalando tranquilas |
por los
deliciosos valles, |
son
espejo de las flores |
y encanto
son de las aves? |
|
|
|
Pero
¡ay! tal vez más dichosa |
tu
aislada vida resbale |
en ese
vasto sepulcro |
en
que se ahogan tus ayes; [27] |
|
que,
ajena a falsos placeres |
en el
retiro en que yaces, |
tal vez
te agobian deseos, |
mas no te
matan pesares. |
|
Y no
hay una planta impura |
que con
sucia huella manche |
esa clara
transparencia |
de tus
aguas virginales. |
|
¡Dichosa tú que, ignorada |
en el
retiro en que yaces, |
no hay
por qué temas del mundo |
a los
furiosos embates; |
|
y, en
tu inocencia escudada, |
sin saber
de flores ni aves, |
tal vez
abrigas deseos, |
mas no te
matan pesares!... |