DISCURSO 
Gerencia de Comunicaciones y RR PP
Julio 3, 2002



Documento de la Presidencia de la ANDI
  

   
INTERVENCIÓN
 DEL DR. LUIS CARLOS VILLEGAS ECHEVERRI, 
PRESIDENTE
DE LA ASOCIACIÓN NACIONAL DE INDUSTRIALES - ANDI
EN EL FORO DE RESPONSABILIDAD SOCIAL 
DEL SECTOR PRIVADO EN TIEMPOS DE CRISIS
 
CARTAGENA, JUNIO
29, 2002
     

 

RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LOS EMPRESARIOS EN UN PAÍS EN CRISIS

 

El papel de los empresarios como agentes económicos es evidente. Su responsabilidad primaria es generar riqueza y empleo, mediante la adecuación continua de sus organizaciones para ser productivos y competitivos. En tiempos de crisis económica se pone a prueba su capacidad gerencial para lograr la supervivencia de sus empresas sin perder de vista que en una economía abierta, es fundamental conservar una visión de largo plazo. Esto significa que aún en tiempos de recesión y guardando los equilibrios necesarios, deben ser capaces de innovar, de continuar capacitando la mano de obra, de adoptar nuevas tecnologías y de buscar nuevos mercados. Esto, que parece sencillo, es particularmente importante en países como Colombia, en donde el esquema proteccionista contribuyó a formar empresarios con una alta aversión al riesgo y gran dificultad para actuar en medio de la incertidumbre.

Por otra parte, la globalización, la internacionalización y la tendencia mundial a formar bloques comerciales regionales obligan al sector privado a asumir responsabilidades, que hasta hace poco más de una década eran marginales.  En el plano puramente gerencial es fundamental contar con una visión de país, lo cual significa que se deben abandonar las actitudes individualistas y que es necesario participar activamente en las negociaciones, en el lobbying y en el diseño de estrategias conjuntas con el Gobierno para mejorar la competitividad del país.  Esto implica también que se debe actuar en el marco de las cadenas sectoriales con todos sus eslabonamientos, hacia adelante y hacia atrás, e identificar y establecer un orden de prioridades a las acciones requeridas, según el impacto que generen en la cadena.  Por ello, deben comprometerse con la construcción de proyectos colectivos, mediante la adopción de esquemas de gana-gana, aunque ello signifique hacer sacrificios en el corto plazo.

Mucho de esto ya se está haciendo.  Quizás habría que anotar que es necesario masificar el concepto de globalización en todo el aparato productivo, que en nuestro país es muy heterogéneo, con organizaciones empresariales muy modernas que conviven con otras caracterizadas por prácticas empresariales propias de otros tiempos. 

Sin embargo, parecería que debemos trabajar aún más, el sector privado y todo el país, en la importancia que concedemos a lo internacional.  Esta afirmación es válida no solamente en lo relativo a las relaciones económicas y comerciales sino en prácticamente todos los campos que tienen que ver con la vida nacional. 

La globalización y la internacionalización condicionan a los países e imponen límites a la gestión interna de los gobiernos y al desarrollo de las actividades productivas.  Aún restringiéndonos al área puramente económica, nuestro sector privado no parece concederle la suficiente importancia a los acontecimientos mundiales y, con honrosas excepciones, su conocimiento y sus relaciones con el exterior son bastante precarias.  Temas como el Buen Gobierno Corporativo, el Balance Social y los Códigos de Conducta, no solamente son fundamentales desde el punto de vista interno, sino que son exigencias y prácticas comunes en el mundo de hoy.

Si a esta consideración adicionamos, la percepción de la comunidad internacional frente a ciertos asuntos que, cada vez tienen una mayor incidencia en el intercambio comercial y en los flujos de capital, tales como la conservación del medio ambiente, la eliminación de la corrupción, la concertación con los trabajadores, el fortalecimiento de la democracia, la lucha contra el narcotráfico y la defensa de los derechos humanos, es evidente que como sociedad, como empresarios y como país no podemos ser ajenos a ellos.

La autonomía de los países en ciertas materias, se limitó ante la necesidad de adaptarse a parámetros aceptados internacionalmente, con el fin de no ser excluidos de la comunidad global.  Una nueva ética internacional tiene que ser aplicada nacionalmente.

A finales de los noventa comienza a operar un nuevo cambio en la concepción del desarrollo: las experiencias latinoamericana y africana de los últimos 15 años, muestran que el desarrollo basado en los mercados tiene ingredientes necesarios pero no suficientes.  Los otros elementos indispensables son las instituciones y los consensos.  Para que los mercados y las sociedades lleguen a funcionar bien es indispensable la existencia de instituciones efectivas, con un marco legal definido y estable, derechos de propiedad claros que legitimen la capacidad de decisión de los distintos agentes económicos, relaciones contractuales transparentes y una burocracia eficaz e incorrupta.

Para el desarrollo y el fortalecimiento de la sociedad es crucial también, impulsar consensos y pactos sociales, los cuales se obtienen mediante una ética generalizada de comportamiento ciudadano, estructurada en torno al respeto irrestricto a los derechos de los demás y a las diferencias de opinión, la participación activa de los actores y beneficiarios en las decisiones que les conciernen, la compensación a los perdedores y el acceso más universal a los frutos del crecimiento económico.

Estas reflexiones tiene que ver no solamente con los cambios ideológicos en el mundo, asunto nada despreciable, sino con consideraciones más pragmáticas.  En efecto, las condiciones sociales y políticas de una nación y la fortaleza de su tejido social tienen una incidencia directa en la actividad económica y en el desarrollo de los mercados.  Estos aspectos condicionan el crecimiento y la diversificación de las economías, el grado de certidumbre y el nivel de los costos de transacción.

La participación se convierte entonces, en una responsabilidad fundamental e ineludible.  El sector privado tiene que intervenir en lo público y en el fortalecimiento de la institucionalidad interactuando con los demás actores de la sociedad, tales como las organizaciones sindicales, los partidos políticos, el gobierno, las ONGs, las autoridades locales y el sector académico.

Aquella idea del ciudadano pasivo que se limita a pagar sus impuestos, desentendiéndose de los problemas ya no es posible.  Hoy se requieren empresarios ciudadanos, proactivos, que quieran influir y asumir responsabilidades sociales.

Las formas de participación son muy diversas.  En primer lugar, las empresas deben vincularse con su entorno.  Deben impulsar proyectos que beneficien a la comunidad que los rodea, apoyar iniciativas de desarrollo regional, interactuar con el sector educativo impulsando la investigación y trasmitiéndole sus conocimientos.  Es necesario integrar el crecimiento económico y la responsabilidad social.

En segundo lugar, si bien son importantes los esfuerzos empresariales en áreas del desarrollo social, de la conservación ambiental, del fortalecimiento de la democracia, los cuales ejecuta directamente o a través de fundaciones o entidades sin ánimo de lucro, es una obligación del sector privado convertirse en sujeto activo de control social.  La democracia no es sólo un acto mediante el cual elegimos a nuestros representantes.  La democracia es fundamentalmente participar, no desentenderse y apoyar la institucionalidad.

Quiero ilustrar este punto con un ejemplo.  El sector privado colombiano, al igual que la mayor parte de los ciudadanos, rechaza las prácticas nocivas de algunos de los que ejercen la política en nuestro país.  Los empresarios han condenado la politiquería, el clientelismo y la corrupción.  Sin embargo, el gran pecado ha sido hacerlo demasiado silenciosamente, para no atizar los conflictos internos y evitar el incremento de la falta de credibilidad en nuestras instituciones.

Con toda convicción, creo en la tolerancia, entendida como la necesidad de no descalificar a nadie por sus ideas y de aceptar que somos diferentes y pensamos distinto.  Pero considero que hemos sido demasiado tolerantes con la corrupción, con el desconocimiento de lo colectivo, con el abuso del poder y con las desigualdades sociales.  Es en este sentido, que considero que la intervención en los asuntos públicos es una responsabilidad empresarial.

No quiero dejar la impresión de que el sector privado no ha hecho nada en estas materias.  En primer lugar, sí ha hecho mucho aunque falte mucho por hacer.  En segundo lugar, para hacerlo necesita socios.  Requiere que los gobiernos, el nuestro y sus amigos internacionales, sean sus aliados y que la globalización no se convierta en un fenómeno que impone condiciones y da poco a cambio.

Pensemos en el fenómeno del narcotráfico.  Los contribuyentes colombianos, de los cuales gran parte son empresarios, en los dos últimos años han aportado cerca de US $7 mil millones para la defensa nacional.  Es muy probable que en los próximos dos años tengamos que contribuir con US $8 mil millones adicionales.  No existe duda alguna sobre nuestro compromiso con la defensa del país y de su democracia..  Es evidente que los costos que ha generado el narcotráfico ameritan todos los esfuerzos: ha generado corrupción, debilitamiento de la democracia, financiación a grupos armados ilegales, intensificación de la violencia y del secuestro y, más importante que todo, pérdida de vidas.

Sin embargo, parecería que la comunidad internacional cree que cuando Colombia solicita apoyo está pidiendo un regalo, un acto de solidaridad con el desvalido, caridad con el indigente.  No.  Colombia y su sector privado lo que están pidiendo al mundo es su participación como corresponsables del narcotráfico y sus secuelas, que para nosotros han sido, desde hace tiempo, problemas de seguridad nacional y no de salud pública, como en el norte desarrollado.

Estados Unidos en los dos últimos años aportó US $1 mil millones para la defensa nacional y aportará otro tanto en los 2 años que vienen.  Bienvenidos esos recursos.  Sin embargo, es difícil de entender que un tema que es prioritario para la seguridad colectiva reciba algo menos de US $2 mil millones en 4 años mientras que para nosotros significa US $15 mil millones en esfuerzo local.  Por su parte, los países europeos son muy solidarios, nos dan palmadas en el hombro, aunque pocos euros nos envían.  Muchas las ONG’s europeas preocupadas, pocos los proyectos concretos.  Muchos los anuncios y pocos los desembolsos.  El sector privado colombiano ha asumido su tarea pero necesita y quiere cooperación, no como un favor, sino como una manifestación de corresponsabilidad política, económica y social.

Una expresión importante de responsabilidad social es la decisión de asociarse y trabajar colectivamente, en las entidades que mejor representen los intereses de cada ciudadano o cada organización.  La unión es fundamental cuando se pretende ejercer influencia y generar cambios sociales, económicos, culturales o políticos, cambios fundamentales en tiempos de crisis.

El sector privado tiene el deber de cooperar en la resolución de los grandes problemas nacionales, los cuales son de tal magnitud que desbordan la capacidad de una sola empresa para que sus acciones tengan un impacto significativo en la sociedad.  Si bien la empresa privada, de manera individual, tiene responsabilidades que debe asumir sola, es claro que los gremios tienen la obligación y una mayor capacidad para concertar, contribuir a la construcción de pactos sociales y participar en procesos de diálogo social.

La realidad nacional conduce a que los gremios tengan que incrementar su papel como actor decisivo en la sociedad y asumir un rol político y social, a veces originado en la debilidad de otras organizaciones y de las instituciones.  Sin embargo, es importante tener presente que si bien el sector privado y sus organizaciones gremiales tienen una responsabilidad con la sociedad, los niveles de participación y de intervención en lo público no pueden ser tan amplios que terminen por sustituir los canales institucionales, por ejemplo, los partidos políticos, ni tan tímidos que no generen efecto alguno.

Ilustro mis reflexiones con otro ejemplo.  El caso de Venezuela pone de relieve la importancia que la propia sociedad está otorgando al sector privado, como un agente con responsabilidades mayores que las estrictamente económicas.  Pero también pone de presente el peligro que representa contar con expresiones políticas institucionales débiles.  Los acontecimientos sucedidos en Venezuela ponen de presente un asunto adicional: No se debe confundir la responsabilidad del sector privado con la ausencia o debilidad de otras instituciones.  Nunca las asociaciones de empresarios podremos ni deberemos suplantar la institucionalidad; por el contrario, debemos fortalecerla.

Los partidos políticos son no solo una necesidad nacional sino organizaciones que deben transformarse permanentemente porque las realidades y las ideologías cambian, tal como lo entienden el Presidente Clinton y Tony Blair, cuando busca nuevos rumbos a los partidos demócratas del mundo.

Por último, insisto en que en mayor o menor medida, con diferentes grados de intensidad, el sector privado siempre ha estado atento a la realidad nacional y ha manifestado sus acuerdos y sus objeciones frente a lo que debe reformarse en Colombia.  Hoy es claro que no queremos ni podemos volver al pasado.  No es conveniente para el país, ni la comunidad internacional lo permitiría.

Los cambios que requerimos son hacia futuro.  Por fortuna, ahora el país, al igual que hace cuatro años,  ha elegido un Presidente que le genera gran confianza al sector privado.  Esa confianza es un activo que permitirá transformar lo que se requiere.  Las transformaciones no revolucionarias solo se pueden hacer con liderazgos que generen confianza entre los afectados y algún grado de desconfianza entre los beneficiarios.  Sólo de esta manera se pueden lograr los consensos necesarios.


Señoras y señores:

El papel de los empresarios en los tiempos que corren puede resumirse así:

·        Más ciudadanía

·        Más solidaridad

·        Más visión global

·        Más participación democrática

 

Los empresarios somos actores muy importantes en el mundo global.  Pero nuestro reconocimiento público en la sociedad global dependerá en el futuro de esa capacidad empresarial para que nos sientan como un actor generoso y no como un protagonista ocupado solamente de sí mismo.

 

 

Gerencia de Comunicaciones y Relaciones Públicas de la ANDI
Comentarios: mguerrero@andi.com.co


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