Héroe
de la resistencia celta a la Invasión anglosajona, el rey Arturo es el
personaje que inspira los más bellos relatos de los poetas medievales. Decenas
de autores participan en la elaboración del ciclo arturiano. Sin embargo, el
gran Arturo ¿es sólo un personaje de leyenda o realmente cortó algunas cabezas
sajonas con su famosa espada Excalibur? Poco
después de que los romanos dejaron
Gran
Bretaña, los celtas, abandonados a su destino, se organizaron en una
multiplicidad de reinos que pronto se querellan entre sí. Según las crónicas,
uno de esos reinos es gobernado por el rey Uther Pendragon. Gracias a la astucia
de su druida Merlín, Uther
logra
abusar de la mujer de uno de sus enemigos, la bellísima Igraine. Nueve meses más
tarde nace Arturo, quien es educado por Merlín. Ya adolescente, Arturo revela
su sangre real logrando zafar sin dificultad de la roca la maravillosa espada
Excalibur. Une los reinos de Inglaterra y hace retroceder al invasor sajón,
persiguiéndolo hasta el continente. junto a su mujer Gueniévre, ejerce su
reinado en la magnífica ciudad de Camelot, donde reúne alrededor de una
inmensa mesa redonda a formidables caballeros: Gawain, Kay, Perceval, Lancelot,
Tristán... Sin embargo, sin saberlo, tuvo un hijo de su media hermana, el hada
Morgana. Este hijo, Mordred, vuelve un día a la corte del rey y reivindica la
corona. Ambos hombres se matan entre sí y Arturo agonizante, ordena arrojar su
espada a un lago: la espada mágica es entregada al hada Viviana, la «Dama del
lago», que crió a Lancelot y embrujó a Merlín... Los autores medievales se
esfuerzan, a veces torpemente, por dar al relato un toque moralista, propio del
mundo cristiano. A fines de la Edad Media, los héroes sensuales y violentos de
la tradición celta se vuelven piadosos y virtuosos, casi insulsos. Sin embargo,
a pesar de estos esfuerzos de adaptación, se mantiene el carácter maravilloso
del mito celta: el druida Merlín cabalgando sobre el soplo del Dragón, fuente
del mundo; los juramentos hechos en Stonehenge, las intervenciones de los espíritus
del bosque y de las aguas conservan toda su fuerza poética aún en plena época
cristiana.
De jefe guerrero a rey
El primer autor en evocar a Arturo es el historiador Nennius, en su Historia de
los bretones, redactada en el año 826, pero inspirada por un relato que se
remonta a una época muy anterior. Nennius habla de Arturo como de un «dux
bellorum», es decir, un jefe guerrero independiente designado por reyes que
deben unirse, pero no aceptan que uno de ellos tome el mando. La necesidad de
tal unión se explica por la imprudencia del rey Guthrigen, quien pide en el año
449 a los sajones que combatan junto a él contra otros invasores bárbaros: los
sajones aceptan y luego se vuelven contra Guthrigen. Entonces, para evitar ser
aniquilados, los celtas se unen a Arturo. A partir del año 456 se libran
numerosas batallas, hasta la gran victoria de Badon Hill situada en el año 518
por un texto de fines del siglo X, los
Anales galeses (995). Estos mismos anales ubican la muerte de Arturo en
Cainlann en el año 529: para ese entonces, habría tenido más de noventa años.
Geoffroy de Monmouth, autor de una Historia de
los reyes de Gran Bretaña, escrita en el año 1136, desarrolla realmente
las hazañas de Arturo. Hace de él un rey, introduce en su relato al fabuloso
personaje Merlín y ubica todos los elementos que inspirarán a los poetas.
Durante mucho tiempo, los autores ingleses consideraron su Historia
una obra de referencia: aún en el siglo XV, Ranuph Higden no comprende cómo
los historiadores continentales pueden ignorar todo acerca de la incursión de
Arturo hasta Roma.
El Arturo Histórico
En la actualidad existen numerosos autores que creen haber identificado el origen del mítico rey Arturo en la historia de un general britanorromano llamado Lucio Artorio Casto, nacido en Cornualles en el siglo V. Este general provenía de una estirpe de militares romanos afincados en Britania desde al menos el año 180 después de Cristo.
Los Castos no dejaron Britania cuando las últimas legiones romanas abandonaron Britania a su suerte, sino que trataron de crear un último bastión latino en torno a la ciudad de Camulodunum. En 475 ya era oficial de caballería, al mando de un cuerpo de jinetes de origen germano y sármata en su mayor parte. Los nombres de algunos de sus soldados recuerdan fuertemente a los de los caballeros de la leyenda, como Cayo (Kair), Betavir (Bedwyr) o Valvanio (Gawain). El único que no encaja con ninguno es Lancelot, seguramente un añadido puramente medieval como representante del ideal caballeresco, que tomaría su nombre del arma favorita de la caballería, la pica o lanza. La reina Ginebra habría nacido de la fusión entre el recuerdo de las dos mujeres de Artorio, las britanorromanas Leonor de Gwent, de la que se divorció tras abandonarlo por otro hombre, y Ginebra, antigua criada suya con la que se desposó en 506.
Los logros militares de Artorio son indiscutibles en el marco de invasiones constantes en que se desarollaron. En la década de 480 repelió una gran invasión celta procedente de Irlanda y en 493 derrotó estrepitosamente a un gran ejército anglo en la Batalla de Badon, tras la cual obligó a firmar una paz perpetua a este pueblo germánico. Extendió su influencia hasta el antiguo Muro de Adriano, aunque cedió el gobierno de la parte norte a su sobrino adoptivo Merdrautus (evidente molde del futuro Mordred), y se proclamó sucesivamente Magister Militum, Regissimus Britanniarum y Emperador. Murió en 514 en el fuerte norteño de Aballava, junto al Muro de Adriano, adonde fue trasladado después de ser herido en una batalla contra Merdrautus, que se había rebelado contra él. A su muerte se recrudecieron las guerras en Britania y su proyecto de reino latino en la isla se convirtió sólo en un recuerdo.