Extraña
premonicion
Puede
uno figurarse al cordobes Edgardo Andrew, de apenas 17 años paseando
en esta cubierta junto a sus amigos Edwina Celia Troutt y Jacob Milling
a los que habia conocido en el barco.
Edgardo
habia pagado las 12 libras exigidas por su cucheta (ida sola, dicho esto
sin intención) en la segunda clase: para él un dineral.
Eran 60 dólares de entonces (hoy serían diez veces más),
en tiempos en que un camarero del Titanic ganaba 3 libras y 15 peniques
por mes y el capitán del barco, E. J. Smith, 105 libras mensuales
(unos 6.000 dólares de ahora), aunque en el caso de Smith abril
iba a ser el último mes; después vendría la jubilación.
La vida a
bordo era tranquila para Edgardo y una buena parte la consumían las
cuatro comidas diarias con sus sobremesas. El comedor de segunda tenía
mesas de ocho personas y a Edgardo le había tocado sentarse con Edwina
Celia Troutt, a quien todos llamaban Winnie, una jovial maestra británica
de 27 años, y con Jacob Milling, un empresario danés. Los diálogos
eran animados, aunque Edgardo no era el más conversador.
Cuenta Lynch
en su magnífico libro que Winnie Troutt vio a un tripulante gritando
que todos los pasajeros debían ponerse los salvavidas y subir a la
cubierta alta "por precaución" y que luego podrían
volver a los camarotes.
Algunos pasajeros
hacían bromas sobre las órdenes. Winnie se topó entonces
con Milling y con Edgardo. Sobre ese instante, Lynch reproduce un diálogo
elocuente: -¿Qué está pasando, señorita Troutt?
-preguntó Milling-. ¿Qué significa todo esto? -Una
despedida muy triste para todos -respondió la muchacha emocionada-.
El barco se hunde.
En la
hora siguiente, Edgardo cederia su salvavidas a la señorita Troutt
quien tras cuarenta años de hermetismo revelaria su gesto publicamente.
Cuatro dias
antes Edgardo habia escrito a su novia a su novia porteña, Josefina
Cowan (Josey): "Figúrese Josey que me embarco en el vapor más
grande del mundo, pero no me encuentro nada de orgulloso, pues en estos momentos
decearía (sic) que el Titanic estuviera sumergido en el fondo del océano".
Edgardo escribió esto en Bournemouth, sur de Inglaterra, el 8 de abril
de 1912. Cuatro días más tarde él iba a estar en el fondo
del océano junto con el Titanic.
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