A continuación se presentan las
técnicas más conocidas de la PNL, las cuales servirán de base para el
trabajo que haremos posteriormente en sus aplicaciones a la dimensión
espiritual.
Posiciones
perceptuales
John Grinder y Judith DeLozier
propusieron una “triple descripción de la realidad” donde se encuentran
las tres posiciones de percepción. He añadido la cuarta posición porque
describe con claridad la meta de lograr el máximo de inteligencia
espiritual.
Primera
posición: Es la que se hace desde la propia perspectiva. Uno ve,
oye y siente por completo la experiencia dentro de la propia piel. Cuando
se trata de recuerdo se pueden “revivir” en detalle casi con las mismas
emociones, imágenes, sonidos y sensaciones. En otras palabras, uno se
encuentra asociado por completo a la experiencia.
Segunda
posición: Se trata de percibir desde la perspectiva del otro; se
ve, se oye y se siente como él. Dichos populares como “ponerse en el lugar
del otro”, “meterse en la piel del otro”, “ponerse en los zapatos del
otro”, describen muy bien esta posición. Es la posición de la empatía,
pues asimila por completo la experiencia ajena como si se la estuviera
viviendo en carne propia.
Tercera
posición: En esta posición la perspectiva es como la de un
“observador disociado” de la experiencia original. Se puede evocar o
construir la experiencia viendo y oyendo como si se viera una película con
uno mismo, participando de ella en el ambiente y con las personas que
estuvieron originalmente. Algunos dichos populares describen bien esta
posición: “ver los toros desde la barrera”, “observar lo sucedido como una
obra de teatro”. En la tercera posición no se suelen experimentar las
sensaciones ni emociones, como en las dos anteriores. Al disociarse la
persona se separa de la experiencia emocional y puede observar más
objetivamente.
Cuarta posición:
En esta posición el sujeto y el objeto tienden a la unidad; por ello la
denomino la posición de la unidad trascendente. No hay un testigo que
observe el paisaje: el paisaje y yo somos uno. Es la posición que, en
términos místicos, se alcanza cuando el alma ya no experimenta la
sensación de separación y ha accedido a la unidad con el todo. Podríamos
decir que llega a la plena realización espiritual o
transpersonal.