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¿De que manera hablar acerca de la PNL después de más de diez años de practicarla?
¿Cómo hacerlo, habiendo transitado durante estos años, también por otros caminos que la han cuestionado y al mismo tiempo la han nutrido?
¿Qué decir ahora, cuando tan atrás va quedando el fanatismo idealista de los primeros tiempos, tan llenos de “furor curandis” y de juvenil omnipotencia?.

Cuando las dudas internas:
“¿se puede hacer con PNL una verdadera terapia profunda?”,
“¿qué sos, un programador o un terapeuta?”, también resuenan lejanas, como un eco del pasado, como aquellas cuestiones que en algún momento de la vida nos preocupan y quitan el sueño y un tiempo después descubrimos, con un dejo de asombro y ternura, que la misma vida se encargó de resolverlas, y nos enseñó que hay preguntas que no se responden con explicaciones, sino en la dimensión existencial de la experiencia.

Después de idas y venidas, después de miles de horas de sesiones de terapia, después de acompañar a muchas, muchas personas, de escucharlas, de reir con ellas, de verlas crecer y crecer con ellas, de ser testigo privilegiado de sus transformaciones, de haber estado ahí con sus dolores, compartiendo miradas y silencios, gritos de rabia y exclamaciones de júbilo, de haber nacido y renacido con algunos desde sus mismas cenizas.

¿Qué decir acerca de la PNL y que las palabras no queden chicas?
¿Cómo expresar que entender “la comunicación como un acto de amor”- como no se cansaban de repetir las Lidias (1) en esos primeros cursos cuando introdujeron la PNL en Argentina– es una verdad profunda que tardé diez minutos en “entender” y diez años en encarnar?

¿Qué allí radica el Misterio profundo de la sanación?
¿Qué ejercer terapia como un “arte” lleva directo a ese Misterio?
¿Qué la práctica continua y conciente de las “técnicas que conforman la PNL” pueden destilar finalmente ese “arte”?

¿Cómo explicar que los postulados teóricos de la PNL se pueden expresar en unas pocas páginas, pero que esas pocas páginas pueden ser ahora escritas porque miles y miles fueron escritas antes, y son fruto de nuestro devenir como seres humanos a lo largo de la historia?
¿Qué podemos ver tan lejos porque aún siendo pequeños, estamos parados sobre los hombros de gigantes?
¿Qué muchos de esos postulados se parezcan tanto a las enseñanzas de antiguas tradiciones de sabiduría espiritual de distintos lugares y tiempos que algunos autores denominan “sabiduría perenne”? (2)
¿Qué decir de un enfoque que no me obliga a excluir a quienes no piensen como yo, que hace del respeto al mapa del otro su principal premisa, que me facilita convivir con las diferencias?

¿Cómo hablar del “corazón de la mente”, y de esa verdadera unidad que somos y que no puede ser expresada más que con palabras separadas: unidad de las dimensiones biológica, psicológica, social y espiritual?
¿Qué mejor ejemplo de que las palabras a veces no alcanzan y que – como decía Bateson, espíritu científico si los hubo- los lenguajes de la poesía, el arte o la religión son a veces más adecuados para describir ciertas verdades que el de la razón?

¿Qué los síntomas tienen un sentido y que por más “negativos” que aparezcan en su manifestación externa, cumplen una función que es ecológica a la totalidad del sistema?
¿Qué no podemos extirparlos sin más ni más, sin extirpar con ellos una parte vital de nosotros mismos?
¿Qué no siempre es necesario “entender y analizar” para cambiar?
¿Que aún en la noche más negra hay esperanzas y que cómo sabríamos que el día es día si no hubiera también una noche negra con que compararlo?
¿Qué el inconciente puede ser un maestro que nos guíe en nuestro proceso de sanación?
¿Qué todos tenemos potencialmente en nuestro interior los recursos que necesitamos para crecer y sanar?

¿Cómo expresar que la PNL es más que un conjunto de técnicas poderosas?

Quizás pueda compartir algo que descubrí sobre ésto y que me gusta llamar...

El misterio de “Las Técnicas”

Es parte de la historia conocida que el modelo y la tecnología psicológica de la PNL fueron desarrollados a partir del proceso de “modeling” (modelado) que, a principios de la década del 70, Richard Bandler y John Grinder, realizaron sobre el trabajo clínico de tres grandes terapeutas: Milton Erickson, Virginia Satir y Fritz Perls.

Bandler y Grinder sostenían que si queríamos ser tan buenos terapeutas como esos tres maestros, no era suficiente (de hecho hasta era innecesario) con leer sus libros ni atender sus explicaciones ni sus teorías acerca de lo que hacían. Puesto que gran parte del propio comportamiento es inconciente, esos terapeutas podían realizar grandes cosas con sus pacientes, y aún así no necesariamente estaban en condiciones de dar instrucciones lo suficientemente claras y precisas acerca de qué es lo que de hecho hacían, ni de cómo concretamente hacían lo que hacían de manera tal que otros puedan aprender y repetir dichas destrezas.

Ese fue entonces el comienzo de sus investigaciones : describir “cómo especificamente” esos grandes terapeutas hacían lo que hacían con el objetivo de transferir este aprendizaje posteriormente a otras personas.
En su libro “De sapos a príncipes”, los creadores de la PNL dicen : “Nosotros no sabemos realmente lo que Satir (o Perls, o Erickson) hace, sin embargo, podemos describir su conducta de tal modo que podemos ir dondequiera de ustedes y decirles: mira, toma ésto, haz esas cosas en esta secuencia, practícalo hasta que se convierta en una parte sistemática de tu conducta inconciente y podrás terminar siendo capaz de suscitar la mismas respuestas que suscita Satir (o Perls, o Erickson)”.

Esta “descripción” de esas conductas, es lo que surge al “modelar”, y el resultado de estos primeros modelados, es el conjunto de técnicas con que en principio se identificó a la PNL.

Sin embargo, quienes hoy vean en este sistema solo un conjunto de técnicas más o menos poderosas (así es como, en realidad, yo veía a la PNL hace diez años), quizás todavía no hayan reparado en que las técnicas tienen su misterio. Un gran misterio que los mismos Bandler y Grinder dejaron entrever cuando expresaron (3):
“Si quieren tener las mismas intuiciones que Erickson, Satir, o Perls, tendran que pasar por un período de entrenamiento para aprender a tener intuiciones semejantes.”

¡Intuiciones! - me repito atónito a mi mismo.
¿No estamos hablando acaso de técnicas?
¿Puede una técnica despertar en quien la practica, el tipo de intuiciones que tenía el terapeuta de quién esta técnica fue modelada?
¡Qué pregunta!.

Muchas veces me pasó que mientras hacía con un paciente algún ejercicio de PNL, de pronto comenzaba a sentir que estaba participando en alguna clase de rito : “cerrá los ojos e imaginá que... ponete en contacto con... ahora vas a poner esa imagen en... cuando llegues al final de la película vas a...” y así, paso tras paso, con el mismo cuidado, con la misma atención conciente, a veces con la misma reverencia, como si estuviera siguiendo con devoción los pasos de un ritual.

Recuerdo que una vez un paciente, luego de completar un trabajo me dijo muy conmovido : “ésto que hice recién con las manos fue una ceremonia de unión, un ritual de paz conmigo mismo”.

Las técnicas me hacen pensar en ritos. Definitivamente. Si observamos el proceso más que el contenido, podemos decir que los ritos son secuencias de pasos que deben realizarse siempre de una determinada manera con la finalidad de obtener un resultado.

Igual que las técnicas.

Me gusta esta metáfora. Así como un rito religioso puede convertirse en una experiencia de lo sagrado en tanto posibilita abrir un pasaje, esto es, crear un puente entre nuestra percepción ordinaria de la realidad y la dimensión de lo sagrado; la técnica, practicada con igual impecabilidad y apertura a la experiencia, también tiene la potencialidad de crear un puente ¡y conectarnos con el espíritu de los maestros terapeutas de quienes estas técnicas fueron modeladas!.

Este es el misterio de las técnicas. Las técnicas de la PNL no están vacías, no vienen del aire ni se engendran en la nada. Surgen del modelado de una experiencia terapéutica real encarnada en hombres y mujeres reales. De esta manera, una experiencia de allá y entonces, condensada en un modelo, se despliega finalmente en mi experiencia aquí y ahora.

Practicamos las técnicas, y algo sucede. Algo viene con ellas. Se va destilando cada vez que las utilizamos. Se va añejando con el tiempo. Toma cuerpo y cobra vida.

Hoy creo que al practicar en forma conciente las técnicas de PNL, los terapeutas podemos no solo obtener el tipo de resultados terapéuticos que obtenían los maestros modelados, sino también acercarnos a la fuente profunda de la que emanaban sus intuiciones.

De este misterio de las técnicas habló cierta vez Juan Sebastian Bach cuando le preguntaron cómo hacía para tocar una música tan maravillosa, y Bach respondió: “Yo solo toco las notas en orden, tal como están escritas, es Dios quien hace la música.”

Notas:
(1) Lidia Estrin y Lidia Muradep, fundadoras de la Escuela Argentina de PNL
(2) Algunos ejemplos: la dinámica de los opuestos involucrada en la técnica “integración de partes” me recuerda al yin-yang , los aspectos opuestos, complementarios e interdependientes de la antigua sabiduría china; en los procesos de cambio y transformación, la “Danza de Shiva”, del Shivaísmo, antigua corriente del hinduísmo, las pesonas atravesamos los tres momentos de esta danza: la creación, la conservación y la destrucción; los enfoques paradójicos del cambio, me llevan a los textos del Tao te King; y el pasmo que experimento cuando medito en las profundas implicancias de la idea: “el mapa no es el territorio”, al velo que Maya pone sobre nuestros ojos y las ilusiones que proyecta.
(3) “De sapos a príncipes” Bandler y Grinder. Ed.Cuatro Vientos.  

 

 

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