TRANSFIGURARTE PARA ARTESANARTE :

NOTAS SOBRE LAS CONDICIONES DE NUESTRA PRODUCCIÓN ARTÍSTICA

 MTRO. ALEJANDRO VERA RAMIREZ, 2006

 

 ¿En nuestra cultura “posmo-neo-liberal”, existen condiciones para el ejercicio del arte?

La pregunta aquí esbozada, remite al carácter paradójico del título de estas notas. Sin embargo y, a manera de señalamiento (el título por tanto, es una señal: una dirección posible): el sobre al que me refiero en --sobre las condiciones—pretende indicar la tentativa de pasar por alto tales condicionamientos o legislaciones reguladoras de lo que instancias secundarias a la producción artística, y sobre todo artesanadora, pretenderían imponernos.

También este sobre, remite a una carta abierta a quienes ejerciendo de arte-sanos, de artistas indígenas (todos somos in-dios) y artesanadores, actúan al poetizar la vida cotidiana al margen de la hegemonía del mercado moralista de la belleza.  Mercado que en el ámbito del capitalismo hegemónico mundial, sólo valora por decreto el que, donde, como y cuanto, algo es arte o artesanía. Función que en ocasiones asume la crítica de arte, la galería, las dependencias culturales del estado, la escuela y hasta los centros de especulación financiera. Algo similar respecto a sanarte, que pareciera una labor clínica propia de reparadores de candidatos a cadáveres que definen que es medicamento o medicina, que sirve para sanar y que no; labor estética que intensifica la plenitud co-creadora de la vida. Arte y ritual, belleza y vida, extraordinaria cotidianidad de quienes habitan mundos de respeto compartido con el kosmos viviente, en el que habitamos multidimensionalmente.

Pasar por alto, no es necesariamente una evitación, renegación u olvido, en tanto que implica  y parte de un “acercamiento a” y parte de un pensar “a propósito de” las condiciones que posibilitan o imposibilitan la producción y al estado o condición que guarda nuestra producción. Podemos afirmar que es a condición de ignorar los condicionamientos externos a la propia producción artística (reglas prefijadas, imposiciones autoritarias etc.) como esta actividad ha llegado a ser lo que esta siendo ahora y que nosotros pretendemos intensificar. Este ignorar los condicionamientos, lo entiendo no como un enconchamiento o coraza contra el mundo, sino como su apertura, su otredad activa y perseverante en el respeto y exploración de las diferencias. Esta apertura es ignorar un condicionamiento cerrado y como ignorancia  es una puesta en juego como líneas de resistencia-asistencia-persistencia de ser en el acto auténtico del llamado del ser.

Sobre la enseñanza o el (a)pesar de la escuela

Hay que estar por encima de la escuela, y para esto no hemos de olvidar el repetido anuncio que de la crisis educativa se ha realizado en diversos campos de las ciencias humanas, percatándonos además de la realidad contrastada al recorrer los espacios escolares  dedicados a la enseñanza de las competencias artísticas, para reconfirmar una patética escolarización que los mismos “artistas” han señalado reiteradamente, al grado de hacerlas casi indiferentes a cualquier espacio dedicado a la enseñanza del comercio o las ciencias. Incluso dudamos por pena ajena, que sea tan evidente la incapacidad institucional para la creación colectiva desde la capacidad sanadora de la experiencia lúdica y amorosa de la estética personal y colectiva.

Nuestra condición como artesanadores, ha sido estar afuera de la escuela y nos ha mostrado el poder de la institucionalización en tanto que institucionaliza, es decir, retarda, homologa, estereotipa y castra creativamente a muchos aspirantes a “profesionales” del arte.  Si el arte (novedad sin moda) es un ejercicio de turbación –de las imágenes, los sonidos, tacto, corporalidad: sentidos y pensamiento—es motivo suficiente para poner siempre a prueba a las instituciones, pues esta turbación de lo intersubjetivo, es de una dimensión complementaria al campo de la dimensión institucional (interobjetiva). Cuando la institución se concibe como suplantadora de lo intersubjetivo, pretender ordenar y limitar su presencia, para entonces devastarse en ese mismo acto, pues atenta contra su propio fondo humanizante.

Ya otros se han preguntado bastante por la comunicabilidad de la labor artística, de su experiencia y sus consecuencias, por su especificidad, es decir, preguntas respecto a la posibilidad de su pedagogía. Dejamos ese problema señalando tan sólo que nuestra elección se mueve hacia el campo de lo autodidáctico y el proceso de des-aprendizaje: mostración del potencial por el descondicionamiento. Esta elección por supuesto que no implica que aprendamos de los otros. Precisamente en el otro, lo otro,  los otros y (nos) otros es que se apertura el des-aprendizaje / re-aprendizaje. Siendo así aprendemos de los otros en tanto nos enseñan a desaprender y desprender lo propio de cada uno. Aquí se establece un compromiso colectivo desde el si mismo que se encuentra en proceso de sanar sanándose en su capacidad creativa.

 

Sobre los productores ¿El éxtasis o un nuevo dios pequeño?

Si se cuestiona el poder legitimador de la institución respecto a la producción artística, igualmente hay que despojarse de la mítica del productor. Hay un Supuesto Sujeto Creativo personal, que despojado de su historia colectiva y en movimiento, aparece como rememoración de un génesis antropocéntrico y autoritario. Este Productor, es identificado como la fundamentación de los orígenes de la obra de arte, al punto de que el peso de las metamorfosis energéticas son condicionadas por  una instancia subjetiva: el genio, la sensibilidad, la intuición, etc. Sujetos especiales que carecen de raíces en esta tierra y de pertenencia a una comunidad socializante, por ello también, escindidos de lo humano, hasta el punto de lo in-humano. Ya lo hemos expresado respecto a la pintura: “Se pinta la pintura en un espejo que no refleja ningún medio, ningún modelo. Sólo pintura. El pincel se carga de color, de materia que borra los fantasmas, algunos duros escondites de lo mismo”… creación es co-creación, inspiración es co-inspiración, coparticipamos en la obra en que hacemos y nos hacemos mutuamente. Metamorfosis multidimensional en que, ni más ni menos, la humildad se expresa en la colaboración y el respeto mutuo. Una relación sanadora implica a todos los participantes, nadie  sana a nadie, nadie se sana sólo, nos sanamos en comunión, en coparticipación consciente de reactivar nuestra naturaleza  humana amorosa.

¿Quién hace sanarte?

¿Acaso no es el artista, el artesano, una corporalidad existencial atravesada por la fuerza de la vida? ¿Acaso no es durante la inscripción pictórica, escultórica, dancística, sonora, ritual, corporal; que el sujeto que somos o pretendemos ser, desaparece? ¿Qué hay un fuera-de-sí, un puro flujo energético, una conexión, un puente de circulaciones organísmicas, un encuentro otro con lo otro, los otros y nos-otros?

Es a condición de abandonarnos a nosotros mismos en nuestras identificaciones institucionalizadas, como surge el artesanarte que nos recrea. Requerimos en estos tiempos de narcicismos intensivos en el juego del mercado mundial, ya no sólo como Escher nos propusiera, una mano dibujándose a sí misma, sino también una mano que se desdibuje a sí misma. Para manos que se postulan pequeños dioses privilegiados que des-humanizan la tarea colectiva de la estética de la vida. Habrá que mantener la pregunta --somos en nuestra ignorancia, y por ello en nuestra inocencia, portadores de esta letal posición para la egolatría que abunda en los pasillos donde transita ahora nuestra “supuesta cultura artística”--.  Artesanadores somos en la co-inspiración de mostrar la dimensión estética integral de la vida, respetuosos del encuentro co-existencial con los multiversos que habitamos y nos habitan.

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