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Ni siquiera Kink. Andrea murió para él en el momento en que salió de aquel hospital, un dos de Junio.
La muerte gana la partida y el mundo sigue girando. ¿Quién puede decir que la vida es justa? No hay nada que nosotros podamos hacer ya. Cuando tienes la oportunidad, la aprovechas y si la pifias… allá tú con las consecuencias.
Se te llora un tiempo, se piensa en ti y se habla a las posteriores generaciones de lo que fuiste un día. Pero, ¿Y si no fuera así? ¿Y si nadie se tomase la molestia de recordarte? ¿Y si no existieras, siquiera, en el recuerdo de los que te odian?
¿Qué pasaría entonces?
Entonces llegaría la muerte definitiva. La que todos tememos. Ese pensamiento que te hace temblar y preguntarte: "¿Qué pasará cuando yo muera? ¿Me recordaran por lo que hice? ¿Me recordarán por lo que fui? …… ¿Me recordará alguien?"
Andrea murió definitivamente, y para todo el mundo, al morir sus padres. Tras ellos, nadie supo nunca quién fue Andrea Dieltoski; aquel chico que tenía la estúpida manía de no retratarse nunca y del que no existe ya, una sola prueba de su vida en este planeta. Tal vez nadie se molestó nunca en buscarla… hasta hoy.
Pero lo que yo cuento no tiene la menor consistencia y puede
que carezca de interés para la mayoría. Yo sólo necesitaba una buena historia y alguien necesitaba que yo la contara. Alguien que lleva intentando salvar su alma muchos años, desde una mañana de Agosto.
Ahora ese alguien me observa aliviado mientras yo tecleo las últimas palabras y sonríe, diciéndome adiós con la mirada húmeda, mientras se disuelve en la nada, seguro de que su descanso acaba de comenzar.
La muerte se revuelve en algún rincón incandescente y grita enfurecida al observar la escena. Su triunfo de antaño no le sabe tan bien ahora y sus ojos vacíos lanzan una queja.
Aún a riesgo de contrariar a tan poderosa dama y ganarme un primer puesto en su lista negra…
A ti te dedico este relato de salvación: Andrea Dieltoski, un chico que no nació para suicidarse a los veinte.
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