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A
partir de diciembre del 2001, dos fenómenos proliferaron a la velocidad
de hongo-después-de-la-lluvia: cacerolazos y clubes de trueque. Era de
esperar, por lo tanto, que el caos de los primeros intentara encontrar
algún orden en el espacio de los segundos. Y la tentación sigue siendo
grande...
Como los clubes de trueque vienen siendo mostrados por los medios como
el "milagro argentino", o al menos como respuesta eficiente a la
doble crisis que estamos viviendo —de escasez de dinero y de escasez de
vínculos sociales afectivos— los que estamos adentro y creemos ver la
parte sumergida del "iceberg", tenemos la responsabilidad de transmitir
a los recién llegados nuestra visión de lo que está ocurriendo.
Aunque se habla mucho del fenómeno, se desconoce que esa experiencia —que
pronto cumplirá los siete años— ha producido diferentes tipos de clubes
(o Nodos). Estos pueden permanecer aislados en sus lugares de origen
o agruparse en distintas redes de trueque. En unos como en otras, se pueden
observar dos modelos, que se parecen a primera vista —porque hacen
ferias semanales, usan para el intercambio unos papelitos denominados
"créditos", incluyen productos y servicios variados en sus listados de
ofertas—, pero que se diferencian en algunos valores y en su forma de
gestión.
En unos el énfasis está puesto en favorecer el intercambio a través de
la generación de una abundante masa de circulante, lo que se produce
con la "venta" de créditos a los interesados, con independencia
de que hagan un aporte en trabajo o especie, que es la sustancia del intercambio.
Además, la organización es piramidal y hay apertura a empresas
(casi siempre quebradas, para "salvarlas"), la capacitación para abrir
un nuevo nodo o incorporarse a uno existente es ultrarrápida y la vocación
es la de utilizar un único crédito para todo el país y, si es posible,
al conjun to de países donde se pueda llegar, conformando una "moneda
privada" única, que podría ser utilizada "sin fronteras". Por ejemplo,
para vacacionar en Brasil.
Para ello, necesitan un Banco Central, que en el caso se sitúa
en Bernal, en la sede de uno de los clubes muy numerosos, liderado
por el grupo fundador, oriundo de esa localidad bonaerense. De allí salen,
según información que circula en las redes, unos 750.000 créditos por
día, que se venden a razón de $ 2, $ 3 o $ 4, según la distancia geográfica
o social del intermediario que los lleva a provincia.
A este tipo de crédito del grupo original se lo denomina "el del arbolito",
porque tiene un ombú impreso en una de las caras.
Es el más numeroso en circulación, superando las 50 millones de unidades,
no porque haya más personas adheridas al sistema, sino por su peculiar
sistema de distribución.
Los nodos y la población más nutrida en el conurbano son los de zona oeste,
cuyo crédito se conoce como el del "ojito", por una figura con
la que se diferencia la "marca de seguridad" con que cuentan ambas "cuasimonedas."
Como su nombre lo indica, ésta responde al nombre de red global de
trueque.
En otros, el énfasis está puesto en la construcción colectiva de un
modelo de inclusión social, donde se intentan generar las prácticas
democráticas de distribuir la riqueza producida a partir del trabajo propio,
por lo cual el crédito es un simple instrumento de intercambio de
los aportes que cada uno hace, sean cosas o servicios. Al crédito también
se accede gratuitamente, por "regalo" de la generación precedente o donación
anónima de los mismos socios, que entienden el riesgo de "vender" algo
que se parece tanto al dinero, principalmente cuando éste escasea.
Está organizada con asambleas de los nodos, éstos se agrupan en
regiones y éstas se articulan a nivel del país, todos los meses desde
1998. Este año alcanzó el crecimiento suficiente como para tener asambleas
regionales, que se harán el mismo día del año y luego intercambiarán sus
resultados. Esta responde al nombre de red de trueque solidario
y se diferencia de su hermana por rechazar las prácticas de venta de
créditos, tanto como el uso de dinero en los clubes.
La entrada se paga por todo concepto en moneda social, que es como se
llamar a ese instrumento que pretende corregir la escasez de dinero, a
favor de los que no lo tienen y se instruye a los nuevos adherentes en
los principios de la economía solidaria. Pese a la tentación de la crisis,
no le preocupan las cantidades sino la calidad de vida que se construye
en su interior. Se podría decir que corresponde a una iniciativa de
radicalización de la democracia, donde el poder se desplazó hacia
la producción de una moneda que es social y que corrige, desde los grupos
organizados, los vicios de la otra.
Como en los casos de corrupción, en las operaciones de venta de "créditos"
del trueque, que trastruecan su sentido original, hacen falta tres para
sostenerlas: el que vende, el que compra y el que, conociendo, no interviene.
Esperemos que ahora sean más los que sepan. Queremos hacer nuestro aporte
del lado de la esperanza, ya que es muy fácil saber qué elegir cuando
sabemos qué proyecto hay detrás de cada una.
Clarin,
Miércoles 24 de abril de 2002
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