Las guerras son desagradables y destruyen todo aquello que un día tuvo valor, por eso es difícil pensar que son humanas, ya que su definición está más cercana a lo inhumano.
En este número 13, nos hemos visto obligados a dar más importancia a lo que hace pocos meses hemos vivido y visto, porque se ha podido ver, en la zona de Irak. Como nuestra revista está fundada desde la perspectiva histórica, nuestra disciplina, tenemos el deber de hacer hincapié en lo que la actualidad nos ofrece. Todas las causas y consecuencias que se desarrollan y dan lugar a posteriori al conflicto deben servirnos para hacer Historia. Desgraciadamente, somos testigos de muchos desagradables acontecimientos que van sucediendo con el día a día. Pero tenemos que aprovechar la posibilidad que nos brinda el presente, para poder hacer un trabajo crítico de todo lo que pueden ver nuestros ojos. Recibimos constantemente una elevada cantidad de información a través de los mass medias; imágenes y palabras tendrán que pasar por un filtro imaginario para poder llegar a una conclusión en el contexto histórico en el que vivimos.
Son innumerables las consecuencias que se han producido tras el conflicto y que, por arte de magia, han quedado desvanecidas bajo un tupido velo, simplemente se ha pasado de capítulo. Ahora hay otros conflictos, otras desgracias y otros sufrimientos... ¿será cierto aquello de que el tiempo lo cura todo?. Pero aquí estamos unos pocos para poder hacer una labor crítica de lo que ha dejado tras su paso la guerra de Irak. Sinceramente, sería imposible poder plasmar todo lo ocurrido en un sólo número de Ubi Sunt? y, no por falta de ganas ni mucho menos. Por eso, nos hemos centrado en el desagradable expolio que sufrió el Museo de Bagdad, una de las joyas más importantes para el saber histórico, en cuyo seno se encerraban las primeras huellas de nuestra civilización. Este desastre tuvo lugar ante la despreocupación de los poderes, los cuales como su nombre indica, valga la redundancia, tenían el poder del país en sus manos. Esta pasividad se fundamenta en los intereses económicos que pueden mover los más bellos e importantes objetos históricos y arqueológicos que poseía el museo.
Por desgracia, estamos acostumbrados a esa pasividad incansable que tienen los poderes políticos para con las huellas históricas y arqueológicas que han llegado hasta nuestros días. Creo que esta situación está ligada a la educación que pasa por alto la importancia que tiene el poseer y conservar el patrimonio, el conocimiento es el arma más poderosa para poder solucionar estas "pasividades".
No nos tenemos que ir tan lejos para ver como en el día a día se producen "crímenes" contra nuestro patrimonio cultural. La provincia de Cádiz, en la que tenemos el privilegio de vivir, posee un patrimonio arqueológico y cultural incalculable, del cual sólo se conservan correctamente una pequeñísima parte. En la zona de la Sierra existen numerosas cuevas antiquísimas y con una gran riqueza que las hacen ser de las más importantes de Andalucía y de España. Pero la ignorancia hace que estos núcleos históricos no posean ninguna ayuda para su conservación ni para su estudio (en algunas cuevas se pueden ver representaciones pictóricas más antiguas que la mítica cueva de Altamira), desprovistas de cualquier protección. Además de caer en el más ínfimo escalón del desconocimiento. Es inaceptable que el patrimonio histórico y arqueológico quede en la despreocupación y en la mala regulación de los poderes políticos. Hay lugares que sí han sido favorecidos por subvenciones para su conservación, pero son duramente castigados por una pésima restauración a manos de personas no cualificadas o están mal señalizados provocando una irregular puesta en valor ante sus visitantes. En cuanto al tema de la complejidad para obtener permisos de excavación y la dura labor de mantener las excavaciones con mínimas ayudas, deberían dedicárseles un capítulo a parte.
Con esto sólo queremos poner el grito en el cielo ante tan precaria situación en la que se encuentra nuestro patrimonio, el más cercano a nosotros y sin sufrir un desagradable conflicto como el sufrido en Irak. Aunque, la guerra es la que se libra día a día en los restos históricos y arqueológicos de la provincia de Cádiz para mantenerse en pie.