Es un elemento a medio camino entre lo profano y lo religioso.
Es una de las muestras más singulares del arte popular, por
cuanto se trata de una manifestación no institucionalizada,
pero no por ello de menor valor.
Ya los utilizaron los romanos para amojonar y dar protección
a sus campos.
Fue convirtiendose en un voto de tipo personal a fin de agradecer
dones o mostrar la religiosidad del donante. Pero a esta significación
se le agregó una función práctica, pues su
arquitectura posibilitaba el refugio a caminantes, peregrinos o
jornaleros; de ahí su ubicación en las encrucijadas,
como ocurre entre Riaño y Quintanaentello, o los de Hoz de
Arreba y Munilla
Lamentablemente en los últimos tiempos este elemento tan
singular de la arquitectura y el arte ha visto como el abandono,
cuando no la rapiña, han supuesto la ruina de algunos de
ellos, como es evidente en Hoz de Arreba y Munilla.
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