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EL MARCO TEÓRICO DE LA INVESTIGACIÓN DE LAS HABLAS EXTREMEÑAS

(Cartografía lingüística de Extremadura. Origen y distribución del léxico extremeño, vol. I, págs. 8-41)

[Si lo desea puede consultar los enlaces a distintos Atlas Lingüísticos del mundo]

El método utilizado en la elaboración de nuestro estudio es el de la geografía lingüística. Al trabajo de campo (encuesta sobre el terreno aplicando un cuestionario a un sujeto con unas determinadas características) le ha seguido la elaboración posterior de los materiales en mapas. Es decir, nuestro trabajo se puede definir como el estudio cartográfico de las hablas populares extremeñas (1).

Como método de investigación, la geografía lingüística tuvo su origen en los últimos años del siglo pasado, pero los frutos importantes comenzaron a aparecer a raíz de la publicación del Atlas Lingüístico de Francia (ALF).

Aunque desde principios del siglo XIX se conocen noticias sobre la posibilidad de cartografiar las hablas, o de plasmar en mapas las diferencias entre las distintas regiones dialectales de un territorio (2), no será hasta finales de siglo cuando se tenga noticia de algo parecido a un atlas lingüístico. Se trata de la obra de Gustav Wenker sobre los dialectos alemanes. Wenker pretendía demostrar la existencia de claros límites dialectales; para ello construyó un cuestionario de 40 frases, escritas en alemán literario, que mandó por correspondencia a 30.000 puntos centro-septentrionales de habla alemana en 1876, con la intención de que le fueran devueltas transcritas en el habla local.

Con los materiales recibidos, Wenker publica en 1881 el primer fascículo de su atlas (3), en el que aparecen seis mapas fonéticos. En ellos se demuestra precisamente lo contrario de lo que pretendía el autor: cada fenómeno tiene sus propios límites y el mismo fenómeno no se da de la misma forma en todas las palabras en las que es posible que esté presente. Comprobó, por tanto, que los límites dialectales son imprecisos y heterogéneos.

Evidentemente, el método utilizado por Wenker es muy criticable (encuesta por correspondencia, transcripción fonética poco fiable, lentitud en la publicación de los seis mapas, etc.), pero su mérito se encuentra en haber servido de precursor en los estudios de cartografía lingüística; como opina O. Bremer, el atlas de Wenker sólo puede ser considerado como un trabajo preparatorio, en el que los resultados no son definitivos (4).

En 1909, Gustave Weigand publica el Atlas Lingüístico Daco-Rumano (5). Para su confección, el autor utiliza ya el método de la encuesta sobre el terreno, preguntando directamente a sus informantes (6). El atlas contiene 67 mapas fonéticos (16 de ellos sintéticos) que se corresponden con las 130 palabras interrogadas. La investigación se llevó a cabo en 752 puntos de encuesta (47 de los cuales fueron abordados por tres colaboradores). Aunque el método todavía debía perfeccionarse (Weigand no discriminaba informantes por su edad (7), su sistema de transcripción fonética es incompleto y muy complicado, algunos puntos de encuesta no fueron visitados por el investigador, etc.), también sirvió para sentar las bases de trabajos posteriores.

El título de primer gran atlas le corresponde al Atlas Lingüístico de Francia (ALF), promovido por el lingüista suizo Jules Gilliéron (8), que ya en 1880 había publicado el estudio del dialecto de una pequeña región suiza (9).

Tres fueron las razones principales que decidieron a Gilliéron a emprender el ALF:

1. Necesidad de salvar para la posteridad la riqueza de las hablas populares, amenazadas por la extensión fulminante del francés estándar.

2. Necesidad de poseer una colección de material de todos los dialectos franceses para poder establecer estudios comparativos.

3. Necesidad de que esos materiales fueran homogéneos, cosa que no proporcionaban las monografías.

En comparación con sus predecesores, el ALF cuenta con un número de cuestiones enormemente superior: de las 1400 que componían el cuestionario utilizado en primera instancia, se pasó a 1920 al finalizar la investigación. Otra novedad importante hace referencia a la inclusión de palabras que proporcionan información morfológica, sintáctica y, sobre todo, léxica (10).

La investigación se realizó en 637 localidades de habla galorromance y 2 de habla italiana. Aunque la selección no estuvo basada en ningún plan preestablecido (únicamente imperaba el criterio geográfico), Gilliéron tenía muy claro que debían estar presentes todos los dialectos franceses, provenzales y francoprovenzales. Prescindió de las hablas de la región de Bretaña, las vascas del suroeste y las flamencas del noroeste, por no hablar galorromance, y encuestó la mitad sur de Bélgica (zona valona), el oeste de Suiza (Suiza romanda) y la frontera del Piamonte (Italia), por conservar dialectos galos. En ningún caso se estudió el habla de las ciudades.

De la realización de la encuesta se encargó un colaborador no profesional de la lingüística, llamado Edmond Edmont, que, durante cuatro años y medio, recogió más de un millón de respuestas en las localidades visitadas (11).

Los informantes seleccionados para recopilar los datos forman un grupo bastante heterogéneo: los hay de 15 y de 85 años, con instrucción secundaria o elemental, hombres y mujeres (aunque éstas en menor número), etc.

Los materiales se publicaron en 36 fascículos que contienen 1920 mapas, ordenados alfabéticamente en tres series: 'abeille-vrille', que abarca todo el territorio francés, 's´abriter-vous autres', en la zona meridional, y 'abricot-voler', en un territorio más reducido de esta última.

Con la publicación del ALF los estudios dialectológicos -carentes hasta ese momento de un método preciso que permitiera el estudio comparado de grandes áreas- tomaron un nuevo rumbo. La representación de los materiales en mapas hizo que se ganara en inmediatez y homogeneidad, pese a que todavía había muchos puntos que era necesario mejorar.

Entre los trabajos que continuaron el estilo iniciado por el ALF se encuentra el Atlas Lingüístico de Córcega, dirigido por el propio Guilliéron, que presenta la novedad de la recogida de al menos un texto dialectal de la persona que respondía a las preguntas (12).

El Atlas Lingüístico de Cataluña de Antoni Griera es deudor en muchos aspectos del ALF (13): la distribución del material se hace también alfabéticamente, el cuestionario está inspirado en el que utilizó Edmont en Córcega, con 2886 cuestiones; sin embargo, se distancia de aquél en no contar, excepto en una localidad, con la mujer como sujeto informante (14).

Con el Atlas Italo Suizo (AIS) de Karl Jaberg y Jacob Jud (15) se da inicio a lo que Manuel Alvar ha denominado la segunda etapa de la geografía lingüística (16). En él ya no sólo se recogen palabras, sino también los objetos a los que representan (método Wörter und Sachen). Los directores de la obra contaron con tres investigadores para recorrer el dominio: Paul Scheuermeier (Suiza e Italia centro-septentrional), Gerhard Rohlfs (Italia meridional y Sicilia) y Max Leopold Wagner (Cerdeña). Con la multiplicación de encuestadores se corría el riesgo de atentar contra la unidad de transcripción, pero se ganaba en rapidez y en profundidad de conocimiento de las zonas investigadas. Se recogió el habla de 407 localidades correspondientes a los dominios retorrománico, italiano y sardo.

Para el acopio de los datos se utilizaron tres cuestionarios en lugar de uno, lo que supuso una innovación respecto a sus predecesores: uno normal, de dos mil preguntas, aplicado en 354 localidades; otro reducido a ochocientas cuestiones para investigar el habla de las ciudades; y otro más extenso, de cuatro mil preguntas, empleado en uno de cada veinte puntos.

Otra novedad afecta a la presentación de los materiales. Los mapas del AIS siguen un orden nocional, agrupados por campos semánticos, en vez del orden alfabético que había imperado hasta ese momento (17).

Además del material cartografiado se ofrecen otras muchas informaciones adicionales en cada mapa, así como dibujos intercalados de ciertos objetos. También se publicó un volumen etnográfico, dirigido por Scheuermeier, que contiene gran cantidad de fotografías y dibujos. Todas estas innovaciones pasaron a formar parte, desde entonces, del contenido general de los atlas, por lo que el AIS puede ser considerado como el verdadero modelo de la geografía lingüística posterior (18).

En relativa competencia con el AIS -elaborado por extranjeros- se proyectó en Italia un nuevo atlas lingüístico bajo la supervisión de cuatro importantes filólogos nativos: M. Bertoli, G. Bertoni, U. Pellis y V. Bertoldi (19).

Con el paso del tiempo sólo permanecieron aferrados al proyecto Bartoli (en tareas de redacción) y Pellis (como explorador).

El atlas ha contado con innumerables problemas desde su comienzo: a la inevitable paralización de los trabajos a causa de las dos guerras mundiales hay que unir el fallecimiento de los miembros del comité directivo, lo que propició el paso por la empresa de distintos lingüistas italianos (Terracini, Vidossi, Grassi, Genre, Campagna, etc.). Aunque se creó un boletín donde aparecían noticias sobre la evolución de los trabajos (20), el atlas no ha llegado todavía a publicarse (21).

En el dominio lingüístico italiano hay que resaltar también el trabajo de Gino Bottiglioni, autor del Atlas Lingüístico y Etnográfico Italiano de Córcega (22), cuya principal intención es la de corregir la presentación inexacta e incompleta proporcionada por el atlas de Gilliéron y Edmont. Según el propio Bottiglioni, su decisión fue determinada por dos motivos:

1. Necesidad de completar la imagen lingüística de los dialectos italianos presentada en el Atlas de Jaberg y Jud, en el que no se atiende a las hablas de Córcega.

2. Deseo de mejorar la metodología de Gilliéron en la recogida de los materiales lingüísticos.

La obra de Bottiglioni es monumental. Él es el autor del proyecto, redactor del cuestionario, encuestador único y cartógrafo de los diez volúmenes. Su atlas nos presenta el habla de 55 localidades en las que se proyectó un cuestionario de 1950 frases. Los informantes vuelven a presentar, con todo, gran heterogeneidad, especialmente en lo que se refiere a la edad (23); la mujer tan sólo fue utilizada en seis localidades como sujeto de encuesta.

Otra contribución importante a los atlas nacionales es la del Atlas Lingüístico Rumano (24) ideado por S. Puscariu (25). Como trabajo previo, este lingüista realizó una interesante encuesta por correspondencia, que le sirvió no sólo para conocer los lugares que prestaban mayor interés, sino también para contactar con posibles informantes.

Para la recolección de los datos se elaboraron dos cuestionarios, lo que dio lugar, en realidad, a dos atlas lingüísticos, o a dos partes completamente diferentes del mismo atlas. Sever Pop empleó el primer cuestionario, de 2200 palabras referidas a nociones fundamentales y características (exclusivamente lingüístico), en la mayor parte de Rumanía; Emil Petrovici utilizó el segundo, de 4800 preguntas relativas a cuestiones de la vida agrícola, etnográfica y folklórica, en un número bastante más reducido de localidades. Respecto al contenido del cuestionario hay que señalar la novedad presentada al incluirse, en el primero, una parte introductoria sobre topónimos, antropónimos y apodos corrientes de las localidades (26).

Parece, a juzgar por las informaciones proporcionadas por Sever Pop, que los informantes constituyen un grupo bastante más compacto y homogéneo que en los anteriores trabajos de cartografía lingüística: «Il devait s´occuper lui-même d´agriculture et descendre d´une famille d´agriculteures»; «J´ai choisi des informateurs âgés de trente a soixante ans» (27).

El último atlas que vamos a estudiar en este apartado es el malogrado Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI), dirigido por Tomás Navarro Tomás (28). Si hay un atlas en el que las vicisitudes externas hayan influido determinantemente a la hora de su realización éste es el ALPI, excepción hecha del ALI, como ya dijimos.

Las encuestas se iniciaron en 1930 por medio de un grupo de siete exploradores: A. M. Espinosa (hijo), L. Rodríguez-Castellano, A. Otero, F. de B. Moll, M. Sanchís Guarner, A. N. de Gusmão y L. Cintra. Sin embargo, tuvieron que ser suspendidas en 1936 como consecuencia de la guerra civil, lo que motivó que la fase de trabajo de campo no pudiera completarse hasta un cuarto de siglo después de su inicio, en 1954.

El cuestionario del ALPI estaba integrado por tres cuadernos (I, IIG, IIE): uno fonético-alfabético (I), otro léxico-nocional (IIE), y otro finalmente desechado (IIG), que contaban con un número muy pobre de cuestiones -1320- en comparación con los atlas nacionales planeados con anterioridad (29).

El número final de localidades investigadas es de 528, lo que representa una densidad en la red muy baja (30).

A partir de 1939 la geografía lingüística cambió de orientación. Esa fecha corresponde al inicio del proyecto de A. Dauzat del Nuevo Atlas Lingüístico de Francia (NALF) (31). Su intención era la de aportar una visión global de las hablas francesas, cosa que no proporcionaban los desconexos atlas regionales que habían aparecido hasta ese momento. Dauzat pretendía hacer un atlas nacional parcelando los dominios lingüísticos. Para ello perfiló un cuestionario, con cerca de un millar de preguntas, que constaba de una parte general, común a toda Francia e inspirada en el cuestionario del ALF para facilitar las comparaciones, y una parte regional, que se aplicaba de forma distinta según el territorio del que se tratara, donde se prestaba especial atención a la cultura popular. Dauzat propone que el método de interrogación no sea el de la traducción -empleado por Edmont- sino el de provocar respuestas por medio de preguntas indirectas, sistema que tan buenos resultados había ofrecido en otros trabajos.

Los primeros atlas regionales que aparecieron fueron el del Lionesado, dirigido por P. Gardette; el del Macizo Central, de P. Nauton; y el de Gascuña, dirigido por J. Séguy (32). El principal inconveniente que se ha visto en ellos es la pluralidad de encuestadores, que a veces lleva a la atomización del trabajo (33).

Este mismo problema se presenta, incluso más intensificado, en el Atlas Lingüístico de los Pirineos Orientales (ALPO) (34), en el que llegaron a participar hasta 21 exploradores (35).

En España, Manuel Alvar se ha encargado de la dirección de siete atlas lingüísticos, cinco regionales y dos peninsulares: ALEA, ALEICan, ALEM, ALEANR, ALECant, ALMP y ALEP (36).

El Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía (ALEA) (37) se inició en 1952 partiendo del proyecto previo, finalmente abandonado -o, mejor, ampliado- del estudio geográffico-lingüístico de la provincia de Granada. Las encuestas fueron llevadas a cabo por un grupo de tres investigadores: Manuel Alvar (director de la obra), Gregorio Salvador y Antonio Llorente. Se encuestaron 230 localidades, lo que le convirtió en su momento en el atlas con la red más espesa de los conocidos, y los materiales se publicaron en seis volúmenes que contienen 1900 mapas.

En palabras de Francisco Gimeno, «cabe destacar sus principios metodológicos (por ej. el hecho de haber dado entrada por vez primera a la fonología dentro de la cartografía lingüística, mapas interpretados a partir de colores y símbolos, etc.), la gran densidad de puntos, el amplio cuestionario adaptado a la realidad cultural y el tiempo mínimo de elaboración y publicación (seis y doce años respectivamente)» (38).

El Atlas Lingüístico y Etnográfico de las Islas Canarias (ALEICan) (39) es de especial interés, ya que las islas quedaron fuera de la elaboración del ALPI y, además, contaban entonces con escasos trabajos de índole dialectal en comparación con otras zonas ibero-románicas. La red de puntos está integrada por 51 localidades, en las que la investigación permite descubrir «cuáles son las peculiaridades idiomáticas del español canario, qué campos merecen una mayor urgencia de investigación, cuál es el resultado de esa larga polémica sobre la raíz -andaluza o no- del español de América, qué puesto tiene Canarias en nuestra historia lingüística, cómo fue la historia insular en todo aquello que la historia silencia» (40).

El Atlas Lingüístico y Etnográfico de Aragón, Navarra y la Rioja (ALEANR) (41) surgió también de un proyecto previo que se circunscribía a la región de Aragón y que, posteriormente, se amplió a las comunidades navarra y riojana por motivos de vinculación geográfico-histórica y, por tanto, de su conexión lingüística. Además, también se han incluido -por primera vez en un atlas español- localidades externas al dominio administrativo de estas regiones (puntos de Burgos, Álava, Guadalajara, Cuenca, Valencia, Castellón y Soria). Se entrevistaron 125 localidades y el resultado ha sido la publicación de 12 volúmenes.

El Atlas Lingüístico de los Marineros Peninsulares (ALMP) (42) se aparta de los anteriores tanto en los aspectos metodológicos como en la organización final de los datos allegados. Las innovaciones realizadas tienen su origen en el propio carácter del atlas: el estudio de un campo tan amplio, similar y, a veces, contradictorio, como el mundo de la marinería (ictionimia, artes de pesca, etc.) ha obligado a perfilar un cuestionario basado exclusivamente en ilustraciones; el carácter periférico de los 117 puntos seleccionados (zona costera peninsular) ha impedido la cartografía de las respuestas, por lo que se ha tenido que recurrir a la presentación en forma de glosario de ordenación geográfica.

Por otra parte, exceptuando el inacabado ALPI, es el primer atlas lingüístico multilingüe publicado en España (43).

El Atlas Lingüístico y Etnográfico de Cantabria (ALECant) (44) es, cronológicamente, el último de los publicados por Manuel Alvar. Consta de 1260 mapas automatizados, en los que se analiza el habla de 55 localidades. La metodología no difiere de la puesta en práctica en los anteriores, lo que permite relacionar los resultados con los demás atlas.

El propio Manuel Alvar ha proyectado otros dos atlas en el ámbito peninsular: el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Murcia (ALEM) (45) y el Atlas Lingüístico de España y Portugal (ALEP) (46). El primero nació como continuación del ALEA, pero su finalización ya parece imposible; las encuestas, que comenzaron en 1964, están todavía sin terminar. El segundo está llamado a convertirse -tras el fracaso del ALPI- en el verdadero atlas nacional español. Se proyectó pensando subsanar las deficiencias metodológicas del ALPI y como contribución a la empresa del Atlas Linguarum Europae (ALE) (47). Las ventajas que ofrece este futuro atlas, respecto del dirigido por Navarro Tomás, son incuestionables: la red de puntos alcanza a mil localidades (casi el doble que la del ALPI) y el cuestionario está adaptado a todos los dominios peninsulares (48).

En la región leonesa del Bierzo se ha materializado una experiencia interesante, aunque con resultados -desde nuestro punto de vista- poco satisfactorios (49). El interés que presenta la zona bien merece la existencia del atlas, pero en áreas geográficamente tan poco extensas es difícil extraer conclusiones internas. En todo caso, el interés de la obra se puede concretizar en el estudio comparativo con el Atlas Lingüístico Gallego (ALG), rastreando las influencias gallegas en la zona y la creciente castellanización a medida que nos desplazamos al sur.

Pilar García Mouton y Francisco Moreno Fernández se han hecho cargo de la elaboración del Atlas Lingüístico y Etnográfico de Castilla la Mancha (ALECMan) (50), con el que pretenden enlazar los mapas del ALEA y los del ALEANR, y así permitir un estudio coherente desde los Pirineos hasta las costas andaluzas. Desde el punto de vista de la metodología, el atlas «es semejante a los regionales de M. Alvar, pero conviene señalar que utiliza sistemáticamente dos informantes (hombre y mujer) por punto, que se reparten el contenido de un cuestionario detallado y duplican algunos apartados. Por otra parte, la encuesta en las capitales de provincia se hace con métodos de investigación sociolingüística» (51).

En los dominios lingüísticos peninsulares no castellanos tampoco escasean los trabajos cartográficos: Galicia cuenta, por fin, con su propio atlas (52); en las comunidades de habla catalana se realiza, desde 1952, el Atlas Linguistic del Domini Català (ALDC) (53); en el País Vasco hay noticias de la ejecución de un atlas propio (54); y en Portugal, a la encuesta por correspondencia de Paiva Boleo, hay que unir la presentación del proyecto de un atlas lingüístico y etnográfico (55).

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NOTAS

1 Adaptación de la definición clásica de geografía lingüística propuesta, entre otros, por I. Iordan, Lingüística románica, Madrid, Alcalá, 1967, p. 251.

2 Claude François Étienne Dupin, en 1814, afirma que es posible seguir en un mapa «la dégration des teintes et de voir les patois se fondre avec les nuances des départements voisins». Para Sever Pop, es la primera vez en que se anuncia la posibilidad de realizar mapas lingüísticos coloreados. (Véase S. Pop, La Dialectologie. Aperçu historique et méthodes d´enquêtes linguistiques, Louvain, Université, I, XXXI). Otra tentativa posterior corresponde a Coquebert de Monbret, quien -en 1821- ofrece a la Société Royale des Antiquaires de France un mapa donde se delimitan los dialectos franceses (S. Pop, op. cit., I, p. 18).

3 G. Wenker, Sprachatlas von Nord-und Mitteldeutschland, Auf Grund von systematich mit Hülfe der Volksschullehrer gesammeltem Material aus circa 30.000 Orten, Strassburg, 1881.

4 O. Bremer, Beiträge zur Geographie der deutschen Mundarten in Form einer kritik von Wenkers Sprachatlas des Deutschen Reichs, Leipzig, 1895. El método de Wenker tuvo continuadores; véase H. Fischer, Geographie der schwäbischen Mundart, Mit einem Atlas von 28 karten, Tubingen, 1895.

5 G. Weigand, Linguistischer Atlas des daco-rumanischen Sprachgebietes, Leipzig, 1898-1909.

6 Ya habían realizado encuestas sobre el terreno -con anterioridad a Weigand- Gilliéron y Rousselot para sus respectivos trabajos sobre las hablas del Valais roman y la localidad de Cellefrouin.

7 El propio Weigand afirma que en el punto 573 de su atlas las respuestas fueron ofrecidas por un niño de 9 años. En un buen número de puntos el autor no indica la edad de sus sujetos y, otras veces, ofrece descripciones imprecisas: «algunos hijos de pastores» (punto 602), «unos hombres que se encontraban en la fuente del pueblo» (punto 569), etc. (Véase S. Pop, op. cit., I, 704-705).

8 J. Gilliéron, Atlas Linguistique de la France, Paris, 1902-1910.

9 J. Gilliéron, Petit Atlas phonetique du Valais roman (Sud du Rhône), Paris, 1881. El atlas contiene 30 mapas elaborados sobre la base de un cuestionario de 200 palabras, que se interrogaron sobre el terreno en 43 localidades.

10 Hasta entonces todos los estudios de cartografía lingüística se habían detenido únicamente en estudiar la fonética.

11 E. Edmont ya había publicado un estudio dialectal de la localidad de Saint-Polois entre 1887 y 1892.

12 J. Gilliéron et E. Edmont, L´Atlas Linguistique de la France: Corse, Paris, Champion, 1914-1915.

13 A. Griera, Atlas Linguistic de Catalunya, 5 vols., Barcelona, 1923-1939.

14 Véase A. Griera, «Exclusion des femmes parmi les sujets des enquêtes de l´Atlas Linguistique de la Catalogne», Orbis, I, 1952, pp. 25-26.

15 K. Jaberg y J. Jud, Sprach-und Sachatlas Italiens und der Südschweiz, 8 vols., Zofingen, Ringier et Cº, 1928-1940.

16 M. Alvar, «Los Atlas Lingüísticos de España», en PFLE, I, Madrid, 1963, pp. 417-426.

17 Véase S. Pop, op. cit., I, pp. 560-563.

18 Otras innovaciones, que posteriormente se han tenido en cuenta al realizar atlas lingüísticos, son: presencia de la misma palabra en dos momentos distintos del cuestionario, para fijar perfectamente la pronunciación y para estudiar los casos de polimorfismo; elección definitiva de algunos lugares realizada sobre el terreno; información adicional de cada localidad (provincia, diócesis, duración y fecha de la encuesta, cuestionario empleado, número de fotografías, consideraciones sobre aspectos geográficos, económicos y sociales, y publicaciones sobre el habla local). Sin embargo, todavía no estaban bien perfiladas las características sociológicas de los sujetos. En el AIS los hay analfabetos, con instrucción secundaria e incluso superior, con profesiones tan dispares como agricultor, jardinero, comerciante, funcionario de biblioteca, farmacéutico, periodista, etc. En la edad tampoco hay uniformidad: se encuestó a personas comprendidas entre los 15 y los 85 años, si bien es verdad que más de la mitad de ellos sobrepasan los 50. Lo que sí parece quedar claro -y todos los que hemos hecho encuestas lo hemos podido comprobar- es que los estudiosos locales del dialecto son malos informantes. (Sobre este último asunto véase P. Scheuermeier, «Observations et expériences personnelles faites au cours de mon enquête pour l´Atlas Linguistique et Etnographique de l´Italie et de la Suisse méridionale», Bull. de la Soc. de Ling. de Paris, XXXIII, 1, 1932, pp. 93-110).

19 En el proyecto inicial participaron los romanistas F. D´Ovidio, P. G. Goidanich, E. G. Parodi y C. Salvoni. Según S. Pop: «En 1921, à l´initiative de Parodi, tous les professeurs de linguistique (glottologia) des Universités italiennes se sont constitués en comité, reconnaissant l´urgente nécessité de réaliser l´Atlas linguistique italien» (S. Pop, op. cit., I, p. 598).

20 Bolletino dell´Atlante Linguistico Italiano promosso dalla Societá filologica friulana G. I. Ascoli, años 1933 y ss.

21 Véase L. Massobrio, «Lo stato attuale dei lavori e le prospettive future dell´Atlante Linguistico Italiano (ALI)», en G. Ruffino (ed.), Atlanti Linguistici Italiani e Romanzi. Esperienze a confronto, Palermo, Centro di Studi Filologici e Linguistici Siciliani, 1992, pp. 291-298.

22 G. Bottiglioni, Atlante linguistico-etnografico italiano della Corsica, 10 vols., Pisa, 'L´Italia dialettale', 1933-1942.

23 Los hay de edades comprendidas entre los 15 y los 90 años.

24 S. Puscariu, S. Pop, E. Petrovici, Atlasul Lingvistic român, Cluj-Sibiu, 1938-1942.

E. Petrovici, Micul Atlas lingvistic român. Serie noua, Sibiu-Leipzig, 1940-1942.

___ Atlasul lingvistic romîn. Serie noua, Bucaresti, 1956-1966, 5 vols.

___ Micul Atlas lingvistic romîn. Serie noua, Bucaresti, 1956-1967, 3 vols.

Para más información véase M. Alvar, «Metodología e historia lingüística. A propósito del Atlas de Rumanía», en Estudios de geografía lingüística, Madrid, Paraninfo, 1991, pp. 17-48.

25 Puscariu ya había participado en el Atlas de Weigand encuestando 18 localidades.

26 No tenemos noticia de que esto haya vuelto a hacerse en un atlas lingüístico, al menos de forma tan sistemática.

27 S. Pop, op. cit., I, pp. 723-725.

28 Atlas Lingüístico de la Península Ibérica. I. Fonética, 1, Madrid, CSIC, 1962.

29 Los aspectos metodológicos están expuestos en M. Sanchís Guarner, La cartografía lingüística en la actualidad y el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica, Madrid, CSIC, 1953, pp. 41-69 especialmente.

30 En Extremadura tan sólo se investigaron 18 localidades, 8 en la provincia de Cáceres y 10 en la de Badajoz.

31 El proyecto de Dauzat no surgía de la nada. Tras la aparición del ALF, muchos investigadores se habían lanzado al estudio de los dialectos aplicando el método de Gilliéron a regiones más reducidas. Así, surgieron los atlas de Normandía (Guerlin de Guer, 1903), las Landas (Millardet, 1910), las Árdenas (Brunot, 1913), el Noroeste del Angoumois (Terracher, 1914), los Vosgos Meridionales (Bloch, 1917), Bretaña (Le Roux, 1924), el Nivernais (Meunier, 1926), las Tierras Frías (Devaux, 1935) y la Baja Auvernia (Dauzat, 1906-1938), además del ya citado de Córcega (Gilliéron, 1914).

32 P. Gardette et al., Atlas linguistique et ethnographique du Lyonnais, 3 vols., Lyon, 1950-1956.

J. Séguy, Atlas linguistique et ethnographique de la Gascogne, 3 vols., Paris, 1954-1958.

P. Nauton, Atlas linguistique et ethnographique du Massif Central, Paris, 1957.

33 En el Atlas Lingüístico de Gascuña han participado 16 exploradores, algunos de ellos con contribuciones muy modestas (una o dos encuestas).

34 H. Guiter, Atlas linguistique des Pyrénées Orientales, Paris, CNRS, 1966.

35 Este atlas, dedicado al estudio del catalán rosellonés y de una extensa zona periférica, presenta características muy particulares: El cuestionario utilizado es breve (565 preguntas), pero se aplicó a todas las localidades del territorio (382 puntos); se utilizó el método directo de la traducción, y las preguntas tenían en el cuestionario, nuevamente, una disposición alfabética.

36 Además, fuera de nuestras fronteras, es el responsable de la ejecución del Atlas Lingüístico de Hispanoamérica.

37 M. Alvar, con la colaboración de G. Salvador y A. Llorente, Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía, 6 vols., Granada, Universidad, 1961-1973.

38 F. Gimeno, Dialectología y sociolingüística españolas, Alicante, Universidad, 1990, p. 90.

39 M. Alvar, Atlas Lingüístico y Etnográfico de las Islas Canarias, 3 vols., Madrid, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1975-1978.

40 M. Alvar, «Proyecto del Atlas Lingüístico y Etnográfico de las Islas Canarias», RFE, XLVI, 1963, p. 323.

41 M. Alvar, con la colaboración de A. LLorente, T. Buesa y E. Alvar, Atlas Lingüístico y Etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja, 12 vols., Madrid, Diputación Provincial de Zaragoza, 1979-1983.

42 M. Alvar, Léxico de los marineros peninsulares, 4 vols., Madrid, Arco-Libros, 1985-1988.

43 Los equipos de investigación, dirigidos por M. Alvar, estaban coordinados por A. M. Badia (dominio catalán), C. García (dominio gallego-portugués) y L. Michelena (dominio vasco).

44 M. Alvar, con la colaboración de C. Alvar y J. A. Mayoral, Atlas Lingüístico y Etnográfico de Cantabria, 2 vols., Madrid, Arco-Libros, 1995.

45 Véase M. Alvar, «Estado actual de los atlas lingüísticos españoles», en Actas del XI CILFR, I, Madrid, 1968, p. 164 y ss.

46 Cuestionario del ALEP, Madrid, CSIC, 1974.

47 Atlas Linguarum Europae. Cartes, vol. I, 3 fascs.; Commentaires, vol. I., 3 fascs., Assen, Van Gorcum, 1983-1988.

48 Hasta el momento el único fruto de este atlas ha sido la publicación de la parte correspondiente a Castilla y León. M. Alvar, Atlas lingüístico de Castilla y León, 3 vols., Salamanca, Junta de Castilla y León, 1999.

49 M. Gutiérrez Tuñón, Atlas Lingüístico de El Bierzo (ALBI), León, Instituto de Estudios Bercianos, 1996.

50 Véase P. García Moutón y F. Moreno Fernández, «Proyecto de un Atlas lingüístico y etnográfico de Castilla la Mancha (ALECMan)», en Actas del Primer Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, II, Madrid, Arco-Libros, 1988, pp. 1462-1480. Ídem, «El Atlas lingüístico y etnográfico de Castilla la Mancha. Materiales fonéticos de Ciudad Real y Toledo», en P. García Moutón (ed.), Geolingüística. Trabajos europeos, Madrid, CSIC, 1994, pp. 111-153.

51 P. García Moutón y F. Moreno Fernández, «El atlas lingüístico y etnográfico de Castilla la Mancha», op. cit., p. 112.

52 C. García y A. Santamarina, Atlas Lingüístico Galego. I. Morfología verbal, 2 vols., Santiago de Compostela, Universidad de Santiago e Instituto da Lingua Galega, 1990.

53 Para los aspectos metodológicos de este atlas véase J. Veny, Introducció a la dialectologia catalana, Barcelona, Enciclopedia Catalana, 1986.

54 G. Aurrekoetxea y X. Videgain, «Historia y futuro del atlas lingüístico vasco (EHHA)», en P. García Moutón (ed.), op. cit., pp. 79-96.

55 P. Boléo, H. de Carvalho y L. Cintra, «Projecto de um Atlas Linguístico-Etnográfico de Portugal e da Galiza», BFil, XVI, 1956-57, p. 41.

L. Cintra et al., «Trabalhos preparatórios para o ALEPG», Actas del V CIELM, Madrid, CSIC, 1977, pp. 573-578.

J. Saramago, «O Atlas Linguistico-Etnográfico de Portugal e da Galiza (ALEPG)», en P. García Moutón (ed.), op. cit., pp. 225-232.

 

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