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EL MARCO GEOGRÁFICO

(Cartografía lingüística de Extremadura. Origen y distribución del léxico extremeño, vol. I, págs. 42-60)

INTRODUCCIÓN:

La modalidad lingüística de un territorio y sus variedades internas se van forjando con el lento devenir de los tiempos. La interacción de factores históricos y factores geográficos determinan, a la postre, las características propias del habla. La geografía física de una región condiciona la distribución de las áreas lingüísticas y la aparición de islotes anquilosados; los ríos y las cadenas montañosas propician la formación de fronteras lingüísticas, mientras que los terrenos de penillanura o meseta ofrecen -en líneas generales- una estabilidad de las variedades presentes.

A la hora de estudiar el habla de una región, hay que tener muy en cuenta los rasgos geográficos que la definen, tanto en su aspecto puramente físico, como en los sociales y económicos. El habla de una zona de población envejecida, con una gran tasa de analfabetismo o con presencia masiva de emigración-inmigración, es radicalmente distinta de otra -por muy cercana que esté- en la que haya facilidad de acceso a la cultura, núcleos urbanos o población joven. Los tipos principales de ocupación de los habitantes de las localidades objeto de estudio también son determinantes lingüísticos de relevancia: no se expresa de la misma forma una sociedad ocupada en tareas agrícolas que otra que dependa exclusivamente de actividad industrial. El léxico -mucho más rico y preciso en la primera- es completamente distinto, como también lo es la propia concepción del mundo. Además, no hay que olvidar que los centros económicos de una región (capital, cabeza de partido judicial, cabecera de comarca, etc.) imponen en los núcleos rurales circundantes un modelo lingüístico a seguir, observado con respeto por los hablantes de los pueblos próximos.

Los avatares históricos que se suceden en un territorio conforman, junto con los geográficos, los elementos lingüísticos que se presentan en el habla. El origen de los primitivos pobladores (célticos, ibéricos, etc.) deja una huella imborrable en las fases sucesivas de evolución; las distintas civilizaciones dominadoras imponen sus modos de vida, sus creencias y su lenguaje, de suerte que, con el paso del tiempo, la historia lingüística de una región se vislumbra como una serie de capas superpuestas, que, vistas en conjunto desde la perspectiva actual, presentan aportaciones diversas de distinto origen. De los pueblos más antiguos la pervivencia lingüística se deja notar, sobre todo, en los nombres toponímicos o en vocablos relacionados con el mundo material más cercano a los primitivos pobladores; de las civilizaciones posteriores se han tomado los aspectos gramaticales (cuando los dominadores han ejercido el poder durante un gran período de tiempo), o aspectos léxicos que se han introducido adaptándose a reglas ya existentes.

En el caso concreto de Extremadura, los momentos históricos de mayor trascendencia para la formación de la variedad de habla son: la época de poblamiento primitivo, que constituye el sustrato repartido por toda la región; la época de Reconquista y Repoblación del territorio, verdadero momento de formación de lo que después denominaremos extremeño; y el largo período de tiempo en el que Extremadura ha permanecido en una situación de aislamiento respecto a la realidad nacional, con una precariedad extendida a todos los órdenes, que ha motivado la conservación de sus rasgos lingüísticos.

Pese a todo, desde la segunda mitad del siglo XX, se ha abierto en Extremadura, en lo que concierne a la cuestión del habla, una nueva época marcada por la creciente castellanización, favorecida por la ruptura con el pasado de atraso y depresión, ruptura en la que han intervenido múltiples factores (técnicos, culturales, económicos, científicos e incluso religiosos).

Como complemento de los marcos geográfico e histórico en los que se desarrolla una variedad de habla, es necesario tener presente también el conjunto de tradiciones populares que se conservan en la comunidad, objeto de especial importancia por sus relaciones con las características idiomáticas y etnográficas de un pueblo.

La pérdida de antiguas costumbres no sólo supone el olvido de una parte de la esencia popular, sino también la desaparición de un caudal importante de voces relacionadas con cada una de las manifestaciones folclóricas: expresiones, cánticos y poemas que acompañan a multitud de tradiciones, refranes y sentencias populares, o la rica transmisión oral que afecta a cuestiones como la medicina popular o las leyendas antiguas. Todo un mundo, en suma, que desaparece ante nuestros ojos y que es difícil -por no decir imposible- recuperar en la mayoría de los casos.

1. EL TERRITORIO:

a) Características básicas del relieve:

Aunque el paisaje de alta montaña no es el más significativo de Extremadura, en Cáceres, la sucesión de cadenas montañosas es constante, especialmente en la mitad septentrional de la provincia. La altitud máxima se alcanza en el pico Calvítero de la Sierra del Losar, con 2401 m. Dentro del mismo sector occidental de la Sierra de Gredos se elevan distintas cumbres de considerable altura: La Loma de las Batallas (2258 m.), en la Sierra de Madrigal; el Casquero de Peones (2271 m.) y el Peludillo (2254 m.), en la de Villanueva; los Regajos del Guarro (2270 m.) y el Cancho (2274 m.), en la de Marinejos; Covacha (2399 m.) y el citado Calvítero (2401 m.), en la del Losar.

Continuación de la Sierra de Gredos en el Macizo Central es la Sierra de Tormantos, que se eleva sobre el Valle del Jerte en su sector meridional. La altitud máxima alcanzada por dicha sierra se sitúa en La Cuerda de los Infiernillos con 2240 m.

La barrera de los 2000 m. de altura ya no se sobrepasará en ninguna cumbre extremeña, pero atendiendo a la importante extensión de las sierras, cabe destacar también las siguientes: Sierra de la Corredera (1238 m.), en el sector Sur de la Peña de Francia, dentro de la comarca de las Hurdes; el Cerro Jálama (1492 m.), en la Sierra de Gata; la Sierra de las Villuercas (1601 m.), ya en el cuadrante sur-oriental de la provincia; y las sierras de San Pedro, Montánchez y Guadalupe, cercanas a la provincia de Badajoz.

La altitud en la que se encuentran enclavados los pueblos cacereños se sitúa entre los 250 y los 600 m., sin presencia de pueblos de alta montaña, a excepción de Guijo de Santa Bárbara (876 m.), al Sur de la Sierra de Tormantos, y Cabañas del Castillo (786 m.), en la de las Villuercas. Otros municipios, aunque sin estar situados a una altura considerable, sí se elevan de manera notoria sobre los alrededores, como es el caso de Montánchez (707 m.), Segura de Toro (636 m.) o Eljas (591 m.), por citar algunos ejemplos de la red de puntos utilizada en nuestro trabajo.

En la provincia de Badajoz la orografía mantiene un nivel más regular que en la de Cáceres. El único pico que supera los 1000 m. de altura es el Tudia (1104 m.), en las estribaciones de Sierra Morena.

Según Gonzalo Barrientos Alfageme, de norte a sur, las unidades protagonistas del relieve son:

1. El Sistema Central.

2. El piedemonte con los valles del Arrago, Alagón y Tiétar.

3. Los riberos del Tajo.

4. La penillanura trujillano-cacereña.

5. El sector occidental de los Montes de Toledo.

6. Las vegas del Guadiana.

7. La penillanura de la Serena y Tierra de Barros.

8. Sierra Morena.

b). Red fluvial:

Los dos grandes ríos extremeños son el Tajo y el Guadiana. Además, todos los ríos que nacen en tierras de Extremadura vierten sus aguas en alguno de estos dos, excepto el Malena, afluente del Duero, y el Viar y Bembézar, que desembocan en el Guadalquivir.

El río Tajo recibe sus aguas en Extremadura del Tiétar, Jerte-Alagón y Arrago, por su vertiente septentrional, y de los poco caudalosos Tamuja y Almonte, por su vertiente meridional. La construcción de grandes embalses a lo largo de su red hidrológica ha permitido, además de mejorar la precaria situación de abastecimiento, la instalación de sistemas de regadío y la implantación de cultivos no autóctonos en la región. Entre estos embalses -grandes productores de energía eléctrica- destacan el de Valdecañas, entre la comarca del Campo Arañuelo y los Ibores; el de Torrejón-Tiétar, enclavado en el Parque Natural de Monfragüe; el embalse de Gabriel y Galán, que recoge las aguas del río Alagón y de los arroyos procedentes de las Hurdes; el embalse de Alcántara, el más elevado sobre el nivel del cauce y el de mayor capacidad; el de Borbollón, que abastece al sector noroccidental de la provincia; y la presa de Cedillo, en la misma frontera hispano-lusa.

El río Guadiana presenta una fisonomía radicalmente distinta a la del Tajo. Definido como río irregular, de llanura y con un caudal escaso, permite un aprovechamiento mayor de sus aguas para el regadío. Por el margen derecho recibe las aportaciones del Ruecas y Gévora; por el izquierdo, las del Zújar y Matachel, ríos todos ellos que en período estival secan casi por completo su cauce.

Los embalses del Guadiana se concentran principalmente en el primer tramo de recorrido por la provincia pacense (Cíjara, García Sola, Orellana y Zújar), con los que se abastece a las zonas regables de las Vegas Altas y Bajas.

La implantación de grandes zonas de regadío y la construcción de presas han motivado el nacimiento de núcleos rurales repartidos a lo largo del recorrido de los grandes ríos. En el cauce del Tajo y sus afluentes destacan las poblaciones de la Moheda, en el término de Gata, Alagón del Caudillo, en Galisteo, y el poblado Gabriel y Galán, en Guijo de Granadilla. En el cauce del Guadiana encontramos Zurbarán, Ruecas, Hernán Cortés y Pueblonuevo del Guadiana, entre otros.

c) Climatología:

En Extremadura, como en el resto del mundo mediterráneo, la climatología se caracteriza por el elevado valor de las temperaturas estivales y por la suavidad de los inviernos. No obstante, se aprecian distintas subzonas internas según los valores termométricos medios. Así, tenemos una primera área localizada en el extremo norte (Sierra de Gata, Hurdes, Tormantos-Gredos) en la que la temperatura media anual no supera los trece grados; el resto de la provincia de Cáceres, así como la de Badajoz hasta Tierra de Barros, se sitúa en una media de diecisiete grados; por último, en las estribaciones de Sierra Morena, la temperatura desciende hasta los quince.

La irregularidad es la característica que define las precipitaciones en Extremadura. Las desigualdades pluviométricas internas contribuyen a crear la variedad paisajística de la región. Mientras en las sierras del Sistema Central las precipitaciones medias anuales se calculan entre los mil quinientos y los dos mil milímetros, en zonas centrales de Badajoz se recogen escasamente cuatrocientos.

La irregularidad de las lluvias también se presenta en sentido temporal. En Cáceres, en el período comprendido entre 1930 y 1970, se recogieron como media 481 mm. anuales; en 1974 el volumen fue de 305 mm. y en 1977 de 681 mm. En Badajoz la situación es similar: de los 876 mm. medidos en 1963 se pasó a los 207 en 1974.

El clima de Extremadura se ha definido como mediterráneo con débiles matices atlántico-continentales, distinguiéndose cuatro subtipos climáticos repartidos por la región:

1. Tipo húmedo (Sistema Central), con precipitaciones abundantes y temperaturas suaves.

2. Tipo subhúmedo (Sierra Morena, Villuercas, Montánchez y piedemonte del Sistema Central), caracterizado por precipitaciones cercanas a los 1000 mm.

3. Tipo seco-subhúmedo (Jerez, Llerena, Azuaga, Serena, Montes, Alburquerque, Alcántara, Cáceres, Trujillo, Coria y Campo Arañuelo), representación climática general.

4. Tipo semiárido (Tierra de Barros, Vegas Bajas y Olivenza), con temperaturas por encima de la media y precipitaciones muy escasas.

 

2. LA POBLACIÓN:

Según el censo de 1991, Extremadura cuenta con 1.061.852 habitantes, lo que supone el 2,73% de la población española. Este bajo porcentaje, en una región tan extensa (41.602 km2), conlleva que la densidad sea, en la mayor parte del territorio, de menos de 25 h/km2.

Los núcleos urbanos de importancia se sitúan en el doble eje de comunicaciones norte-sur y este-oeste, como corresponde a un territorio de paso. En el primero -continuador de la Vía de la Plata- se suceden las localidades de Monesterio, Fuente de Cantos, Zafra, Almendralejo, Mérida, Cáceres, Coria y Plasencia. En el segundo se observan dos ramificaciones: la que sirve de unión entre Madrid y Lisboa (Navalmoral de la Mata, Trujillo, Cáceres, Alcántara) y, ya en Badajoz, el Valle del Guadiana, donde se concentra la tercera parte de la población de esta provincia (Villanueva de la Serena, Don Benito, Mérida, Montijo y Badajoz).

Como en otros muchos aspectos, en lo referente a las características de los municipios, Cáceres y Badajoz son dos provincias completamente distintas. De los 218 ayuntamientos cacereños, 131 tienen menos de 1000 habitantes, mientras que de los 162 pacenses, tan sólo 47 no alcanzan esa cifra. Estos datos ponen de manifiesto que en la Alta Extremadura tiene mayor peso la vida rural, mientras que en la Baja Extremadura las gentes se concentran en núcleos urbanos, lo cual también tiene consecuencias en las actividades económicas que se desarrollan en uno u otro lugar.

El aspecto más sobresaliente de la historia social extremeña es la emigración. Desde principios de siglo el balance es negativo, aunque en la primera mitad se mantiene en límites aceptables. Es a partir de 1950 cuando se dispara la salida masiva de extremeños: entre 1950 y 1980, más de 723.000 personas huyen de la precariedad, la explotación y el caciquismo en busca de nuevas oportunidades, bien en territorio nacional, bien en el extranjero. La mayor parte de ellos eligen como destino las regiones más industrializadas del país (Madrid, Cataluña, Vascongadas y Valencia), aunque también hay un buen número de nativos en Andalucía, Castilla-La Mancha, Castilla-León y Asturias.

Esta tónica negativa se ha visto truncada por primera vez en el presente siglo a lo largo del quinquenio 1981-1985, en el que el saldo ha sido positivo a favor de la inmigración con 14.572 casos. Los inmigrantes proceden fundamentalmente de las comunidades fronterizas: Andalucía, Castilla-León, Madrid y Castilla-La Mancha.

La pirámide de población extremeña nos muestra un estado de progresivo envejecimiento con escaso índice de natalidad. En el gráfico correspondiente a 1986 se observa cómo se produce un estrechamiento entre los 30 y los 50 años, lo que prueba los desastres de la emigración, fenómeno que también influye en la baja tasa de natalidad, ya que las generaciones más fecundas se encuentran fuera del territorio.

 

3. LAS ACTIVIDADES:

Extremadura es una región pobre. Entre los factores que se pueden aducir como responsables de esta situación cabe destacar los siguientes:

a) Situación de abandono en la que el Estado ha mantenido históricamente a Extremadura.

b) Falta de recursos propios para desarrollarse: minería casi inexistente e industria de carácter artesanal.

Tal situación ha dado como resultado la creación de una oligarquía terrateniente que explota a las masas campesinas. Es la oposición amo-criado en la que se basa el caciquismo y que, todavía hoy, se observa en algunos pueblos.

Pruebas de la depresión que sufre nuestra comunidad son: la escasa participación en el PIB nacional (1,84 % en 1988), la elevada tasa de paro (28,1 %), sólo aventajada por Andalucía, o el hecho de que el valor de la producción por km2 sea cuatro veces menor que la media nacional.

Como corresponde a una región depauperada, el sector primario cobra una especial importancia: la agricultura, la ganadería y la explotación forestal son los tres grandes bloques en los que se estructura el sector.

El cultivo que ocupa mayor superficie de explotación es la cebada, seguida del trigo, viñedo, girasol, maíz, avena y tabaco. Los mayores beneficios económicos se obtienen del maíz, con una gran diferencia respecto al viñedo, en segundo lugar, o al tabaco, la cebada y el trigo. Los cultivos arbóreos, como la cereza o la aceituna, también tienen su importancia.

La producción ganadera se sustenta en cuatro especies principales: ganado ovino, porcino, caprino y vacuno. Sin embargo, excepto en esta última, la reducción de cabezas ha sido considerable a partir de mediados de siglo. El porcino extremeño, por ejemplo, que en 1960 significaba el 14,3% del nacional, se ha visto reducido al 4,9% en 1986, con una pérdida de trescientas mil cabezas.

La tercera parte de la superficie regional está ocupada por el bosque. La producción forestal se organiza -como en el resto de España- en cuatro apartados: frutos (48,4%), corcho (28%), madera (14%) y leña (9,6%), pero los beneficios internos tan sólo ascienden al 4% del total regional.

Pese a los intentos por parte de la Administración de dotar a Extremadura de una red industrial sólida (Plan Badajoz, declaración de Gran Zona de Expansión Industrial, etc.), elaborados más como propaganda que como verdadera preocupación de desarrollo regional, la realidad industrial extremeña ofrece un panorama desalentador. Tan sólo la producción de energía eléctrica, basada en el aprovechamiento de los embalses del Tajo y de la Central Nuclear de Almaraz, ocupa un puesto predominante entre los sistemas de producción industrial. Un ejemplo claro de la situación actual se encuentra en la explotación tabaquera: Extremadura produce las 3/4 partes del tabaco nacional, pero su elaboración la realizan empresas ajenas a la región.

Más de la mitad de la población activa extremeña con ocupación trabaja en el sector servicios, lo que demuestra el gran auge que ha experimentado en los últimos tiempos. La actividad comercial -escasa si se compara con los índices nacionales-, los servicios de la Administración (sanidad, educación, justicia) y la rama de los transportes, tampoco ofrecen unos rendimientos que se puedan calificar de positivos. La red de carreteras extremeñas es todavía deficiente, aunque en los últimos años ha mejorado de forma considerable; la sanidad se articula en hospitales insuficientes, con escasez de medios técnicos y humanos, y el sistema educativo permite el mantenimiento de las desigualdades sociales, ya que los centros de estudio se encuentran en zonas alejadas de los núcleos rurales.

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