Quedamos a las 3 de la tarde en el aparcamiento de la cafetería de la URJC, Campus de Móstoles, Álvaro tuvo algún que otro susto porque no nos lograba localizar y no estaba seguro de si sabíamos el lugar donde salía el autobús (¡chaval, que todavía no estamos en la parra!). No hubo ningún problema de retrasos, es más, el último que llegó fue el conductor del autobús. Quiero decir que la gente de la URJC fuimos EXCLUSIVAMENTE gracias a Álvaro (nuestro Her Kommandant) que se peleó con todo el mundo para conseguir fondos para el viaje.
Después del pertinente recuento, ocupamos los puestos traseros del autocar (rememorando las excursiones del colegio) y nos pusimos rumbo a la Universidad Autónoma de Madrid a recoger al resto de la expedición. Allí ya estaba esperando la gente, nos sorprendimos por una pintada que decía “La droga mata” (en nuestro campus las pintadas brillan por su ausencia) y nos hicimos una foto con ella. Los coordinadores de la UAM entregaron SOLO a sus alumnos unas mascarillas que ya las quisieran nuestras fuerzas del estado, parecían agentes de la lucha bacteriológica, a nosotros, nuestra querida universidad no nos dio ni una palmadita en la espalda, pero bueno, ya estamos endurecidos…
Al finalfuimos 46 personas en total y las chicas nos doblaban en número, esto va por todos los buitres de informática que no quisisteis venir y os quejais de que en clase no hay chicas, no os imaginais que chicas más guapas y majas dejasteis de conocer.
El viaje empezó muy tímidamente, quiero decir, sin bulla, porros, bebida y esas cosas, más bien parecía un viaje del inserso pero el gran Álvaro rompió el hielo poniendo una cinta de Pearl Jam (lo mejor fue cuando la quitó, el menos eso opinó todo el autobús). Cuando se hizo de noche salió a relucir el kalimocho y la gente empezó ajugar a esos juegos típicos de campamentos de verano, acampadas o lugares donde ha fluido el alcohol. El conductor era bastante seco y le gustaba apretarle al pedal, sobre todo cuando nos metimos por las comarcales gallegas, sobre la 1:30 (cuando ya estabamos hartos) llegamos a Carnota, al polideportivo municipal donde nos íbamos a alojar, subieron los coordinadores,
nos soltaron la típica bronca represiva de lo que se podía y no se podía hacer en el pabellón y entramos a buscar cama. El pabellón era bastante grande, tenía literas, colchones y mantas. Había un grupo de Valencia durmiendo ya allí, así que con sigilo (al menos se intentó) nos acomodamos. Yo opté por la litera de arriba
(craso error, no veáis que frío al amanecer) y cada vez que me movía le caía polvo a Pepín, después de un rato de chachara nos dormimos.
El viernes por la mañana nos despertaron el frío y los focos sobre las 8:30 de la mañana, nos arreglamos y nos reunimos para recibir órdenes. Álvaro nos contó lo que íbamos a hacer y eligió a 10 personas para que se quedaran a limpiar botas (8 fueron voluntarios, los otros dos fueron Jorge y Fabi elegidos de una manera dictatorial por irse a tomar un café. Cogimos la vestimenta de chapapoteiros y nos la pusimos (gafas, mono blanco, chubasquero, guantes, botas y mascarilla, bueno mascarilla los de la URJC que somos pobres).
Bajamos a que nos dieran un kit de supervivencia (que constaba de dos bocatas, fruta, agua y un zumito) y nos fuimos a la playa a limpiar. Lo que más se tardaba era en prepararlo todo, sellarnos los trajes con celo, llegar a la playa (playa es por llamarlo algo porque era zona rocosa).
Las playas estaban limpias y las rocas de dentro del mar también, pero quedaban las piedras de la orilla y la vegetación dunar, ¡el trabajo sucio! Nuestro curro consistía en limpiar un poco los pegotes grandes de fuel y bajar las piedras hacia el mar para que este las limpiase (¡sí, a nosotros también nos parecía absurdo!), también recogíamos hierbas llenas de chapapote y guarrerías varias. Álvaro era el manos limpias (alias el que se tocaba los huevos) y se dedicaba a hacer coletas, quitar gafas y mascarillas y darnos de beber (también nos la tenía que sujetar si queríamos mear, pero no se dio el caso).
Después nos quitamos la ropa manchada, fuimos a buscar a los “limpiabotas” y nos fuimos a comer a un pueblo llamado Lira, nos prepararon una comida muy rica (pollo y arroz blanco), ¡graciñas a todas las maruxiñas por la pitanza! Después estuvimos por los rompeolas paseando y tomando el sol. Volvimos a Carnota, nos duchamos y fuimos a comprar bebida para confraternizar por la noche, se frustró un intento de botellón comunal, debido a grupos separatistas, en su mayoría de la URJC (¡no miro a nadie!).
A las 21:30 fuimos a cenar un poco, sí, nos pasabamos el día comiendo. Volvimos al polideportivo, cogimos la bebida y Álvaro nos llevó a la explanada más oscura y más en cuesta de todo Carnota (Gracias a la coordinadora que trajo el coche y nos dio un poco de luz). Lo que pasó allí, lo típico pero distinto, un botellón, con gente desconocida, cada uno contando sus historias, Fabi puso la hierba, Pepín revoloteaba de grupo en grupo, yo hacía lo que podía y Jorgito se animaba por momentos, con ayuda del alcohol indudablemente, cada uno rallandose con lo suyo pero con todos. Allí se habló de muchas cosas, se jugó a muchos juegos para borrachines, pero nos lo pasamos bien. Hacía un poco de rasquilla,
pero la Costa da Morte nos regaló una fabulosa noche estrellada. Después de rallarnos, jugar y hablar lo suyo, los más valientes (en este caso los más borrachines nos bajamos a ver los bares del pueblo, la verdad es que no eran gran cosa, pero eran baratos, 1,50 los tercios y 3 euros las copas (¡exijo esos precios en Madrid!). Como ya he estado en muchos garitos, decidí llevarme a Pepín a ver el mar, así que nos metimos por caminos de vaquiñas en su búsqueda, asombrados por la tranquilidad de la noche gallega fuimos paseando hasta que llegamos a donde empezaba la marisma, que era un sitio muy oscuro y decidimos volvernos a dormir.
A eso de las 6 de la mañana algo me despertó, era un borrachín armando escándalo, era Jorge, que dormía en la litera de al lado de la mía, intentaban subirle sus cuidadores para que se fuera a dormir pero se les escapó y salió corriendo por el pabellón, yo tenía mucho sueño, así que me volví a dormir.
Sobre las 8:30 de la mañana del sábado alguien se acercó sigilosamente hasta mi litera y empezó a dar voces y palmas (creo que todos la recordareis gritando para despertarnos), era Aurora, la coordinadora jefa (nunca la enfadeis, que a mí me dijo la tarde anterior que me tenía fichado y luego mirad lo que pasó…). Yo la miré con cara de “pero tronca, ¿qué coño estás haciendo?” Me mandó a duchar, os podeis imaginar el frío que hacía a esas horas, yo le dije que no había suficiente dinero en Carnota como para que me duchase a esas horas y me empezó a llamar guarro y a mandarme a la ducha. No paró hasta que le enseñé los calzoncillos (me dijo que eran muy feos, ¡pero que saben en Carnota de moda!) y
cogí mi bolsa y me fui a los baños a dormir para que me dejara en paz. Tras un tiempo prudencial salí y cuando me vio, con ayuda de Pepín me persiguió para ver si me había cambiado los calzoncillos. Después de esto siempre que me veía de daba un abrazo, la verdad es que era una gran chica, excepto a la hora de despertarte.
Se despertó todo el mundo, incluido el borrachín Jorge, con gran cachondeo de la peña, se contaron las aventuras de la noche, de cómo Jorge ensució más de vomito de lo que limpió. Hicimos lo mismo que el día anterior y bajamos a la playa, incluido Jorgito, a petición mía para que currase. Dividimos el grupo en dos y Pepín también fue manos limpias (¡el más grande y fuerte a tocarse los huevos!¡así va el país!) Empezamos a limpiar y le dije a Jorge que me trajera un capacho para echar chapapote y todavía lo estoy esperando. Cuando alcé la vista y estaba en una sombra con un chungo que te cagas, Fabi y yo fuimos a molestarle, Fabi le pidió al manos limpias (Álvaro) que le liara un cigarro, Álvaro le dijo que no y tras mucho insistir se montó un pique de mucho cuidado, con voces y todo, la gente que estaba limpiando se quedó mirando alucinada porque el cabo Fabi iba a asesinar a nuestro Her Kommandant Álvaro. Después volvimos a la playa e hicimos cadenas humanas para bajar piedras a la playa.
Cuando terminamos, fuimos a comer, nos duchamos, paseamos por el pueblo y subimos a ver unas piedras celtas (si vais a Carnota no os las podéis perder). Pepín ya conocía a todas las chicas del grupo y todas me pedían que me lo llevase, que era un gorrón. Cenamos, esta vez corrió el Ribeiro (botella a dos euros en el bar de Pili) e hicimos un botellón como la noche anterior pero más tranquilo. Nos bajamos a los garitos y continuamos la fiesta, conocimos a extraños especimenes de por allí y vimos al famoso buitre galego de las voluntarias. Cada uno se subió a dormir cuando le pidió en cuerpo. Yo me quedé despidiendo de los valencianos y cuando iba a dormir vi a un tío que me miraba fijamente, le pregunté qué hacía y me dijo q buscaba a un colega, desperté a Jorge y le dije que si quería se lo llevase, se le quedó mirando como 5 segundos y me dijo: “no tío, es que ni se le parece” , ¡vamos que si se le da un aire se lo lleva!.
Al día siguiente Aurora nos despertó con la radio, a voces y con palmadas. Nos vestimos y nos fuimos a limpiar botas, trajes y recoger el pabellón. Hicimos pancartas de recuerdo, la de la URJC fue la más bonita (quizá la más bonita no, pero la que más se veía sí).
A las 15:10 partimos rumbo a Madrid después de recoger bocatas para comer y para el camino. El viaje fue mucho más tranquilo, se notaba el cansancio y no hubo mucho que reseñar.
A las 0 horas llegamos a Madrid, con gran tristeza por mi parte porque posiblemente nunca vayamos a coincidir los 46 otra vez juntos.
AGRADECIMIENTOS Y SALUDOS:
A Álvaro: por cuidarnos, llevarnos y soportarnos (aunque como manos limpias debería liar cigarrillos).
A la gente de Informática de Sistemas y ambientales de la URJC.
A la gente de psicología, ambientales y trabajo social de la UAM.
A Aurora y demás coordinadores por despertarnos.
Al conductor gallego cachondo que nos llevó a desayunar el último día.
A la gente que nos dio de comer.
Al grupo de valencia.
A los que se me olviden.
… en general a los 46 que estuvimos por el buen rollo y la experiencia inolvidable.
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