MATERIAL AUXILIAR PARA EL MAESTRO

Texto Clave: Romanos 8:1.

Objetivos para el maestro:

  1. Mostrar cómo la seguridad de la salvación y la confianza en el juicio final son compatibles.
  2. Ayudar a tus alumnos a comprender claramente cómo armonizan la fe y las obras.

Bosquejo de la lección:
I. Para comprender la justificación y el juicio, debemos estudiarlos juntos (Efe. 2:8-10).

  1. La seguridad de la salvación viene por medio de la fe en Cristo.
  2. Somos salvados por la fe para que podamos vivir una vida que esté "llena de buenas obras".
  3. Seremos juzgados de acuerdo a nuestras obras (Rom. 2:6-11).
  4. Hay una diferencia entre "las obras de fe" y "las obras de la ley" (Rom. 2:6-11; Gál. 3:5-14).
  5. No hay nada que temer del juicio final (2 Cor. 5:21, 10; Rom. 13:10, 12; Heb. 11:6).
  6. El juicio y la seguridad son compatibles (Rom. 8:1, 38).
  1. La norma del juicio es la ley de Dios (Rom. 2:13) Su ley está basada en su carácter, que es amor (Mat. 22:34-40).
  2. Romanos 3:21 al 31 explica cómo podemos tener seguridad en el juicio a la luz de esta elevada norma.
  3. Santiago enfatiza las obras de la fe (Sant. 2:14-17, 21-24).
II. La seguridad en el juicio investigador es nuestra.
  1. Una relación personal con Cristo es la base de nuestra seguridad (Mat. 7:21-23; 25:12).
  2. La cruz de Cristo demuestra su amor por nosotros (1 Juan 4:7-11).

Resumen:

La cruz y el juicio de Dios están entrelazados y no pueden ser separados. A la luz de la cruz, aprendemos que el juicio de Dios realmente reconoce nuestra fe en el sacrificio de Cristo, y sostiene nuestra justificación y nos recompensa por creer en él. Si caminamos con él como lo hizo Enoc, no tendremos nada que temer del juicio.

Comentario:

    El versículo de memoria de esta semana afirma las buenas noticias de que en Jesús no debemos tener miedo al juicio (Rom. 8:1). En griego, la palabra condenación que utilizó Pablo se refiere al castigo o condenación suministrado en un entorno de juicio. Pablo asegura aquí, a todos los creyentes, que cuando confían en Jesús como su Salvador no existe tal condenación en el juicio. Como aprendimos en la lección No. 5. el motivo o tema "en Cristo" es una enseñanza importante en las cartas de Pablo. Estar en Cristo implica una relación diaria y viviente con él. La fe salvadora del creyente trae reconciliación, justificación y transformación mediante el poder del Espíritu Santo.

I. Un juicio de acuerdo con las obras.

    Pareciera existir una paradoja cuando leemos que mientras la justificación es mediante la fe en Jesús (Rom. 3:22-24), se nos otorga nuestra recompensa de acuerdo con nuestras obras (Mat. 16:27; 25:31-40; Rom. 2:6-8). Sin embargo, esta paradoja desaparece cuando nos damos cuenta de que el propósito del juicio no es revelarle a Dios algo que estaba oculto de él. Dios conoce todo. En lugar de esto, el juicio le permite a Dios revelarle al universo la realidad de nuestra fe. De acuerdo con Efesios 2:8 al 10, esta realidad se manifiesta mediante buenas obras.
    Santiago escribió su epístola para enfatizar que la fe genuina produce buenas obras, y que sin esa fe una persona no puede ser salvada (2:14). Citando el ejemplo de Abraham, "Santiago no dice que las 'obras' solas justificarán a un pecador. Está destacando que las obras de Abraham demostraban la autenticidad de aquella fe que Dios había declarado como correcta. Santiago, al igual que el apóstol Pablo (ver com. sobre Rom. 4:1-25; Heb. 11:4-39), coloca a la fe en el corazón mismo de la justificación e ilustra la vitalidad de esa fe citando las acciones dignas de los que fueron justificados" (7 CBA 539)
    La tendencia general de nuestra conducta personal revela la sinceridad de nuestra fe en Jesús. "No ganamos la salvación por nuestra obediencia; porque la salvación es el don gratuito de Dios, que se recibe por la fe. Pero la obediencia es el fruto de la fe... He aquí la verdadera prueba. Si moramos en Cristo, si el amor de Dios mora en nosotros, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones, tienen que estar en armonía con la voluntad de Dios como se expresa en los preceptos de su santa ley" (CC 60, 61).

II. El juicio y la seguridad.

    La norma para el juicio de Dios ha sido siempre la misma: la ley de Dios (Rom. 2:6-13; Sant. 2:12). De hecho, Dios todavía requiere la misma obediencia perfecta a su ley como lo requirió de Adán y Eva. Pero siendo que la Biblia expresa que ninguno es justo (Rom. 3:23), ¿cómo puede cualquiera de nosotros satisfacer este requerimiento? ¿Cómo puede alguno de nosotros tener seguridad en el juicio? "No tenemos por nosotros mismos justicia con qué cumplir lo que la ley de Dios demanda. Mas Cristo nos ha preparado una vía de escape. Vivió sobre la tierra en medio de pruebas y tentaciones tales como las que nosotros tenemos que arrostrar. Su vida fue sin pecado Murió por nosotros y ahora ofrece quitarnos nuestros pecados y vestirnos de su justicia. Si te entregas a él y lo aceptas como tu Salvador, por pecaminosa que haya sido tu vida, serás contado entre los justos, por consideración a él. El carácter de Cristo toma el lugar del tuyo, y eres aceptado por Dios como si no hubieras pecado" (CC 62). Por lo tanto, nuestra justificación en Cristo es nuestra seguridad de salvación en el juicio. 

III. La seguridad y el juicio investigador.

    Muchos han llegado a la conclusión de que el juicio investigador previo al advenimiento desalienta a tener la seguridad de la salvación antes de la segunda venida de Cristo. Pero una mirada más de cerca a todas las enseñanzas de las Escrituras sobre el tema del juicio revela que la seguridad puede ser una realidad en la vida del creyente arrepentido.
    La profecía de Daniel 7 dirige nuestra atención al juicio investigador. La visión del versículo 22 indica claramente que en el juicio investigador Dios hace "justicia a los santos del Altísimo".
    ¿Cómo puede este juicio dar esperanza y seguridad a la vida de los creyentes?
    La seguridad de la salvación en el juicio investigador viene por el conocimiento de que por medio de la fe en Jesús ahora podemos conocer cuál será el veredicto del juicio cuando nuestro nombre sea presentado. Para quienes están en Cristo, el veredicto es "Redimido".