MATERIAL AUXILIAR PARA EL MAESTRO
Texto Clave: Juan 3:17.
Objetivos para el maestro:
Bosquejo de la lección:
II. El espíritu perdonador para con otros hace |
que se mantenga abierto el canal del perdón de Dios para nosotros.
III. Nuestras obras no nos ganan la salvación.
Resumen: |
Comentario:
Uno de los puntos sobresalientes de la lección de esta
semana es que Jesús mismo nos da la seguridad de nuestra salvación. Muchas de
sus parábolas y enseñanzas enfatizan que podemos confiar en su palabra y estar
seguros de que nuestros pecados son perdonados cuando los confesamos. Esta
certeza trae nueva vida al alma cargada.
Incluido en el concepto de perdón se encuentra el deseo del
pecador arrepentido de abandonar el pecado. Cuando David oró pidiendo un
corazón limpio y un espíritu recto, expresó una verdadera comprensión del
perdón (Sal. 51:10). Cuando contemplamos el inmenso sacrificio de Cristo en
favor de nosotros, nuestros corazones son transformados y renovados. El pecado
pierde su atractivo. Esta es la obra de la gracia de Dios en nosotros.
I. Seguridad del perdón divino.
Pablo utiliza el verbo "justificar" muchas veces en sus epístolas, pero Jesús no lo usó. En su lugar, usó el verbo "perdonar". En las Escrituras, perdón y justificación son conceptos interdependientes. El que es justificado también es perdonado (compara Rom. 3:21-26 con 1 Juan 1:8-2:2). "Perdón y justificación son una y la misma cosa... Es prerrogativa del Padre perdonar nuestras transgresiones y nuestros pecados, porque Cristo tomó sobre sí nuestra culpa y nos ha indultado dandonos su propia justicia".-- "Comentarios de Elena G. de White" (6 CBA 1070).
II. El perdón divino en parábolas.
La parábola del fariseo y el publicano es una buena ilustración de la interrelación entre el perdón y la justificación (Luc. 18:9-14). Por cuanto el fariseo pensaba que era mejor que cualquier otro, el Espíritu Santo no podía obrar en él, y Dios no podía perdonarlo. Por otro lado, el publicano sabía y admitía que era pecador. Esto abrió el camino para que Dios lo justificara cuando pidió la misericordia de Dios. La actitud de estos dos hombres hacia su propia condición pecaminosa determinó si eran o no perdonados. En esta parábola, el publicano es perdonado y justificado, mientras que el fariseo queda sólo con su satisfacción propia.
III. El perdón de Dios y el nuestro.
Pedro le preguntó a Jesús: "Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?" (Mat. 18:21). Pregunta a los miembros de tu clase si alguna vez se han preguntado lo mismo. Si somos honestos con nosotros mismos, probablemente muchos nos hayamos hecho esa pregunta. Aunque esta es una reacción humana ante el perdón, la forma de perdonar de Dios es
divina.
En respuesta a la pregunta de Pedro, Jesús relató la parábola del siervo que no perdonó. "Pero la gran lección de la parábola se halla en el contraste entre la compasión de Dios y la dureza del corazón del hombre; en el hecho de que la misericordia perdonadora de Dios ha de ser la medida de la nuestra" (PVGM 170,171; Ed. ACES, 1977; 196, Ed. ACES 1991).
¿Cuántas veces debiéramos perdonar a otros? Tantas veces como sea necesario, porque es así como Dios trata con
nosotros.
En su oración modelo, Jesús enseñó: "Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mat. 6:12). En la página siguiente a la recién citada de
Palabras de vida del gran Maestro, Elena de White enfatiza el criterio comparativo de esta declaración en la oración. "No somos perdonados
porque perdonamos, sino como perdonamos. La base de todo el perdón
se encuentra en el amor inmerecido de Dios; pero por nuestra actitud hacia otros
mostramos si hemos hecho nuestro ese amor". Pregunta a los miembros de la
clase qué significa ser perdonados como perdonamos a otros.
IV. La justificación por la gracia en el juicio final.
En la parábola del hombre sin el vestido de bodas (Mat.
22:1-14), Jesús enfatiza el hecho que nuestra justificación es el regalo que
él nos da, y que nuestra justificación es su manto de justicia. Somos salvos
solamente como resultado de la abundante gracia gratuita de Dios. Pero, ¿qué
debe hacer Dios si alguien no quiere aceptar este regalo? ¿Debe él salvar a
esa persona de todos modos? Rechazar el vestido de bodas es rechazar la
hospitalidad y la generosidad del Rey. Hiere profundamente a Dios que las
personas rechacen su salvación. Sin embargo Dios respeta las elecciones de cada
uno, y los que han aceptado su ofrecimiento tendrán acceso a su reino.
Pronto tendrá lugar otra boda y todas las personas de la
Tierra están invitadas a asistir a ella (Apoc. 19:9). ¿Qué es lo que nos
calificará para participar en ella? "El perdón, la reconciliación con
Dios, no nos llegan como recompensa de nuestras obras, ni se otorgan por
méritos de hombres pecaminosos, sino que son una dádiva que se nos concede a
causa de la justicia inmaculada de Cristo" (DMJ 98).