La Educación Pág 95, 96, 99, 100. ED95
Sabían que los acompañaba aún su simpatía.
Sabían que tenían un Representante, un Abogado, ante el trono
de Dios. Presentaban sus peticiones en el nombre de Jesús, repitiendo
la promesa: "Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará".*
Levantaban cada vez más en alto la mano de la fe, con este poderoso
argumento: "Cristo es el que murió; más aún, el que
también resucitó, el que además está a la diestra
de Dios, el que también intercede por nosotros".*
Fiel a su promesa, el Ser divino, exaltado en las cortes celestiales,
impartió algo de su plenitud a sus seguidores de la tierra.
Su entronización a la diestra de Dios fue señalada por el
derramamiento del Espíritu sobre sus discípulos.
Gracias a la obra de Cristo, los discípulos sintieron su necesidad
del Espíritu; debido a la enseñanza del Espíritu,
recibieron su preparación final y salieron a hacer la obra de sus
vidas.
Dejaron de ser ignorantes e incultos. Dejaron de ser un conjunto
de unidades independientes o de elementos discordantes y antagónicos.
Dejaron de poner sus esperanzas en las grandezas mundanas. Eran "unánimes",
"de un mismo corazón y una misma alma". Cristo ocupaba sus
pensamientos. El progreso de su reino era la meta que tenían.
Tanto en mente como en carácter se habían asemejado a su
Maestro, y los hombres "reconocían que habían estado con
Jesús."*
Hubo entonces una revelación de la gloria de Cristo tal como
nunca antes había sido vista por el hombre. Multitudes que
habían denigrado su nombre y despreciado su poder, confesaron entonces
que eran discípulos del Crucificado. Gracias a la cooperación
del Espíritu divino, las labores de los hombres humildes 96 a quienes
Cristo había escogido conmovieron al mundo. En una generación
el Evangelio llegó a toda nación que existía bajo
el cielo.
Cristo ha encargado al mismo Espíritu que envió en su
lugar como Instructor de sus colaboradores, para que sea el Instructor
de sus colaboradores de la actualidad. "Y he aquí yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo"*, es su promesa.
La presencia del mismo Guía en la obra educativa de nuestros
días producirá los mismos resultados que en la antigüedad.
A este fin tiende la verdadera educación; ésta es la obra
que Dios quiere que se lleve a cabo. 97
Dios en la Naturaleza.
"Su gloria cubrió los cielos, y la tierra se llenó de
su alabanza".
EN TODAS las cosas creadas se ve el sello de la Deidad. La naturaleza
da testimonio de Dios. La mente sensible, puesta en contacto con
el milagro y el misterio del universo, no puede dejar de reconocer la obra
del poder infinito. La producción abundante de la tierra y
el movimiento que efectúa año tras año alrededor del
sol, no se deben a su energía inherente. Una mano invisible
guía a los planetas en el recorrido de sus órbitas celestes.
Una vida misteriosa satura toda la naturaleza: Una vida que sostiene los
innumerables mundos que pueblan la inmensidad; que alienta en el minúsculo
insecto que flota en el céfiro estival; que sostiene el vuelo de
la golondrina y alimenta a los pichones de cuervos que graznan; que hace
florecer el pimpollo y convierte en fruto la flor.
El mismo poder que sostiene la naturaleza, obra también en el
hombre. Las mismas grandes leyes que guían igualmente a la
estrella y al átomo, rigen la vida humana. Las leyes que gobiernan
la acción del corazón para regular la salida de la corriente
de vida al cuerpo, son las leyes de la poderosa Inteligencia que tiene
jurisdicción sobre el alma. De esa Inteligencia procede toda
la vida. Unicamente en la armonía con Dios se puede hallar
la verdadera esfera de acción de la vida. La condición
para todos los objetos de su creación es la misma: Una vida sostenida
por la vida que se recibe de Dios, una vida que esté en armonía
con la voluntad del Creador. Transgredir 100 su ley, física, mental
o moral, significa perder la armonía con el universo, introducir
discordia, anarquía y ruina.
Toda la naturaleza se ilumina para aquel que aprende así a interpretar
sus enseñanzas; el mundo es un libro de texto; la vida, una escuela.
La unidad del hombre con la naturaleza y con Dios, el dominio universal
de la ley, los resultados de la transgresión, no pueden dejar de
hacer impresión en la mente y modelar el carácter.
Estas son las lecciones que nuestros niños deben aprender.
Para el niñito que aún no es capaz de captar lo que se enseña
por medio de la página impresa o de ser iniciado en la rutina del
aula, la naturaleza presenta una fuente infalible de instrucción
y deleite. El corazón que aún no ha sido endurecido
por el contacto con el mal, es perspicaz para reconocer la Presencia que
penetra todas las cosas creadas. El oído que no ha sido entorpecido
por el vocerío del mundo, está atento a la Voz que habla
por medio de las expresiones de la naturaleza. Y para los de más
edad, que necesitan continuamente los silenciosos recordativos de lo espiritual
y lo eterno, la enseñanza de la naturaleza no dejará de ser
una fuente de placer e instrucción. Así como los moradores
del Edén aprendieron de las páginas de la naturaleza, así
como Moisés percibió lo que Dios había escrito en
los llanos y las montañas de Arabia, y el niño Jesús
en los cerros de Nazaret, los niños de hoy día también
pueden aprender del Creador. Lo visible ilustra lo invisible.
En todas las cosas que hay sobre la tierra, desde el árbol más
alto del bosque hasta el liquen que se adhiere a la roca, desde el océano
sin límites hasta la concha más diminuta de la playa, pueden
contemplar la imagen y la inscripción de Dios.
El Discurso Maestro de Jesucristo, págs. 85, 86 DMJ85
"Buscad primeramente el reino de Dios".
Los oyentes de las palabras de Cristo seguían aguardando ansiosamente
algún anuncio del reino terrenal. Mientras Jesús les
ofrecía los tesoros del cielo, la pregunta que preocupaba a muchos
era: ¿Cómo podrá mejorar nuestra perspectiva en el
mundo una relación con él? Jesús les mostró
que al hacer de las cosas mundanales su anhelo supremo, se parecían
a las naciones paganas que los rodeaban, pues vivían como si no
hubiera Dios que cuidase tiernamente a sus criaturas.
"Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo",* dice Jesús.
"Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas
cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas". He venido para
abriros el reino de amor, de justicia y de paz. Abrid el corazón
para recibir este reino, y dedicad a su servicio vuestro más alto
interés. Aunque es un reino espiritual, no temáis que
vuestras necesidades temporales sean desatendidas. Si os entregáis
al servicio de Dios, el que es todopoderoso en el cielo y en la tierra
proveerá todo cuanto necesitéis.
Cristo no nos exime de la necesidad de esforzarnos, pero nos enseña
que en todo le hemos de dar a él el primer lugar, el último
y el mejor. No debemos ocuparnos en ningún negocio ni
buscar placer alguno que pueda impedir el desarrollo de su justicia en
nuestro carácter y en nuestra vida. Cuanto hagamos debe hacerse
sinceramente, como para el Señor.
Mientras vivió en la tierra, Jesús dignificó la
vida en todos sus detalles al recordar a los hombres la gloria de Dios
y someterlo todo a la voluntad de su Padre. Si seguimos su ejemplo,
nos asegura que todas las cosas necesarias: nos "serán añadidas".
Pobreza o riqueza, enfermedad o salud, simpleza o sabiduría, todo
queda atendido en la promesa de su gracia.
El brazo eterno de Dios rodea al alma que, por débil que sea,
se vuelve a él buscando ayuda. Las cosas preciosas de los
collados perecerán; pero el alma que vive para Dios 85 permanecerá
con él. "El mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad
de Dios permanece para siempre". La ciudad de Dios abrirá
sus puertas de oro para recibir a aquel que durante su permanencia en la
tierra aprendió a confiar en Dios para obtener dirección
y sabiduría, consuelo y esperanza, en medio de las pérdidas
y las penas. Los cantos de los ángeles le darán la
bienvenida allá, y para él dará frutos el árbol
de la vida. "Los montes se moverán, y los collados temblarán,
pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz
se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de
ti".*
"No os afanéis por el día de mañana. . . Basta
a cada día su propio mal."
Si os habéis entregado a Dios, para hacer su obra -dice Jesús-,
no os preocupéis por el día de mañana. Aquel
a quien servís percibe el fin desde el principio. Lo que sucederá
mañana, aunque esté oculto a vuestros ojos, es claro para
el ojo del Omnipotente.
Cuando nosotros mismos nos encargamos de manejar las cosas que nos
conciernen, confiando en nuestra propia sabiduría para salir
airosos, asumimos una carga que él no nos ha dado, y tratamos de
llevarla en su ayuda. Nos imponemos la responsabilidad que pertenece
a Dios y así nos colocamos en su lugar. Con razón podemos
entonces sentir ansiedad y esperar peligros y pérdidas, que seguramente
nos sobrevendrán. Cuando creamos realmente que Dios nos ama
y quiere ayudarnos, dejaremos de acongojarnos por el futuro. Confiaremos
en Dios así como un niño confía en un padre amante.
Entonces desaparecerán todos nuestros tormentos y dificultades;
porque nuestra voluntad quedará absorbida por la voluntad de Dios.
Cristo no nos ha prometido ayuda para llevar hoy las cargas de mañana.
Ha dicho: "Bástate mi gracia";* pero su gracia se da diariamente,
así como el maná en el desierto, para la necesidad
cotidiana. Como los millares de Israel en su peregrinación,
podemos hallar el pan celestial para la necesidad del día. 86
El Ministerio de Curación, págs. 381-383. MC381
La paga
Son muchos los que, al idear planes para un brillante porvenir, fracasan
completamente. Dejad que Dios haga planes para vosotros. Como
niños, confiad en la dirección de Aquel que "guarda los pies
de sus santos." (1 Samuel 2:9.) Dios no guía jamás a sus
hijos de otro modo que el que ellos mismos escogerían, si pudieran
ver el fin desde el principio y discernir la gloria del designio que cumplen
como colaboradores con Dios.
Cuando Cristo llamó a sus discípulos para que le siguieran,
no les ofreció lisonjeras perspectivas para esta vida. No
les prometió ganancias ni honores mundanos, ni tampoco demandaron
ellos paga alguna por sus servicios. A Mateo, sentado 381 en la receptoría
de impuestos, le dijo: "Sígueme. Y dejadas todas las cosas,
levantándose, le siguió." (S. Lucas 5: 27, 28.) Mateo,
antes de prestar servicio alguno, no pensó en exigir paga igual
a la que cobrara en su profesión. Sin vacilar ni hacer una
sola pregunta, siguió a Jesús. Le bastaba saber que
estaría con el Salvador, oiría sus palabras y estaría
unido con él en su obra.
Otro tanto había sucedido con los discípulos llamados
anteriormente. Cuando Jesús invitó a Pedro y a sus
compañeros a que le siguieran, en el acto dejaron todos ellos sus
barcos y sus redes. Algunos de estos discípulos tenían
deudos a quienes mantener; pero cuando oyeron la invitación del
Salvador, sin vacilación ni reparo acerca de la vida material propia
y de sus familias, obedecieron al llamamiento. Cuando, en una ocasión
ulterior, Jesús les preguntó: "Cuando os envié sin
bolsa, y sin alforja, y sin zapatos, ¿os faltó algo?" contestaron:
"Nada."(S. Lucas 22:35.)
El Salvador nos llama hoy a su obra, como llamó a Mateo, a Juan
y a Pedro. Si su amor mueve nuestro corazón, el asunto de
la compensación no será el que predomine en nuestro ánimo.
Nos gozaremos en ser colaboradores con Cristo, y sin temor nos confiaremos
a su cuidado. Si hacernos de Dios nuestra fuerza, tendremos claras
percepciones de nuestro deber y aspiraciones altruistas; el móvil
de nuestra vida será un propósito noble que nos elevará
por encima de toda preocupación sórdida.
Dios proveerá
Muchos de los que profesan seguir a Cristo se sienten angustiados,
porque temen confiarse a Dios. No se han entregado por completo a
él, y retroceden ante las consecuencias que semejante entrega podría
implicar. Pero a menos que se entreguen así a Dios no podrán
hallar paz.
Muchos son aquellos cuyo corazón gime bajo el peso de los cuidados
porque procuran alcanzar la norma del mundo. 382 Escogieron servir a éste,
aceptaron sus perplejidades y adoptaron sus costumbres. Así
se corrompió su carácter, y la vida se les tornó en
cansancio. La congoja constante consume sus fuerzas vitales.
Nuestro Señor desea que depongan este yugo de servidumbre.
Los invita a aceptar su yugo y les dice: "Mi yugo es fácil, y ligera
mi carga."(S. Mateo 11:30.) La congoja es ciega y no puede discernir
lo porvenir; pero Jesús ve el fin desde el principio. En toda
dificultad ha dispuesto un medio de proporcionar alivio. "No quitará
el bien a los que en integridad andan." (Salmo 84:11.)
Para proveernos lo necesario, nuestro Padre celestial tiene mil maneras
de las cuales nada sabemos. Los que aceptan el principio sencillo
de hacer del servicio de Dios el asunto supremo, verán desvanecerse
sus perplejidades y extenderse ante sus pies un camino despejado.
El fiel cumplimiento de los deberes de hoy es la mejor preparación
para las pruebas de mañana. No amontonemos las eventualidades
y los cuidados de mañana para añadirlos a la carga de hoy.
"Basta al día su afán." (S. Mateo 6:34.)
El desaliento es pecaminoso
Tengamos confianza y seamos valientes. El desaliento en el servicio
de Dios es pecaminoso e irrazonable. Dios conoce todas nuestras necesidades.
A la omnipotencia del Rey de reyes, el Dios que guarda el pacto con nosotros
añade la dulzura y el solícito cuidado del tierno pastor.
Su poder es absoluto, y es garantía del seguro cumplimiento de sus
promesas para todos los que en él confían. Tiene medios
de apartar toda dificultad, para que sean confortados los que le sirven
y respetan los medios que él emplea. Su amor supera todo otro
amor, como el cielo excede en altura a la tierra. Vela por sus hijos
con un amor inconmensurable y eterno.
En los días aciagos, cuando todo parece conjurarse contra nosotros,
tengamos fe en Dios, quien lleva adelante sus designios 383 y hace bien
todas las cosas en favor de su pueblo. La fuerza de los que le aman
y le sirven será renovada día tras día.
Dios puede y quiere conceder a sus siervos toda la ayuda que necesiten.
Les dará la sabiduría que requieren sus varias necesidades.
El experimentado apóstol Pablo dijo: "Y me ha dicho: Bástate
mi gracia; porque mi potencia en la flaqueza se perfecciona. Por
tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis flaquezas,
porque habite en mí la potencia de Cristo. Por lo cual me
gozo en las flaquezas, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en
angustias por Cristo; porque cuando soy flaco, entonces soy poderoso."
(2 Corintios 12:9, 10.) 384
El Conflicto de los Siglos, págs. 560-563. CS560
Lo que enciende la enemistad de Satanás contra la raza humana,
es que ella, por intermedio de Cristo, es objeto del amor y de la misericordia
de Dios. Lo que él quiere entonces es oponerse al plan divino
de la redención del hombre, deshonrar a Dios mutilando y profanando
sus obras, causar dolor en el cielo y llenar la tierra de miseria y desolación.
Y luego señala todos estos males como resultado de la creación
del hombre por Dios.
La gracia que Cristo derrama en el alma es la que crea en el hombre
enemistad contra Satanás. Sin esta gracia transformadora y
este poder renovador, el hombre seguiría siendo esclavo de Satanás,
siempre listo para ejecutar sus órdenes. Pero el nuevo principio
introducido en el alma crea un conflicto allí donde hasta entonces
reinó la paz. El poder que Cristo comunica habilita al hombre
para resistir al tirano y usurpador. Cualquiera que aborrezca
el pecado en vez de amarlo, que resista y venza las pasiones que hayan
reinado en su corazón, prueba que en él obra un principio
que viene enteramente de lo alto.
El antagonismo que existe entre el espíritu de Cristo y el espíritu
de Satanás se hizo particularmente patente en la forma en que el
mundo recibió a Jesús. No fue tanto porque apareció
desprovisto de riquezas de este mundo, de pompa y de grandeza, por lo que
los judíos le rechazaron. Vieron que poseía un poder
más que capaz de compensar la falta de aquellas ventajas exteriores.
Pero la pureza y santidad de Cristo atrajeron sobre él el odio de
los impíos. Su vida de abnegación y de devoción
sin pecado era una continua reprensión para aquel pueblo orgulloso
y sensual. Eso fue lo que despertó enemistad contra el Hijo
de Dios. Satanás y sus ángeles malvados se unieron
con los hombres impíos. Todos los poderes de la apostasía
conspiraron contra el Defensor de la verdad.
La misma enemistad que se manifestó contra el Maestro, se manifiesta
contra los discípulos de Cristo. Cualquiera que se 561 dé
cuenta del carácter repulsivo del pecado y que con el poder de
lo alto resista a la tentación, despertará seguramente la
ira de Satanás y de sus súbditos. El odio a los principios
puros de la verdad, las acusaciones y persecuciones contra sus defensores,
existirán mientras existan el pecado y los pecadores. Los
discípulos de Cristo y los siervos de Satanás no pueden congeniar.
El oprobio de la cruz no ha desaparecido. "Todos los que quieren
vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución."
(2 Timoteo 3: 12.)
Los agentes de Satanás obran continuamente bajo su dirección
para establecer su autoridad y para fortalecer su reino en oposición
al gobierno de Dios. Con tal fin tratan de seducir a los discípulos
de Cristo y retraerlos de la obediencia. Como su jefe, tuercen y
pervierten las Escrituras para conseguir su objeto. Así como
Satanás trató de acusar a Dios, sus agentes tratan de vituperar
al pueblo de Dios. El espíritu que mató a Cristo mueve
a los malos a destruir a sus discípulos. Pero ya lo había
predicho la primera profecía: "Enemistad pondré entre ti
y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya." Y así acontecerá
hasta el fin de los tiempos.
Satanás reúne todas sus fuerzas y lanza todo su poder
al combate. ¿Cómo es que no encuentra mayor resistencia?
¿Por qué están tan adormecidos los soldados de Cristo?
¿por qué revelan tanta indiferencia? Sencillamente
porque tienen poca comunión verdadera con Cristo, porque están
destituidos de su Espíritu. No sienten por el pecado la repulsión
y el odio que sentía su Maestro. No lo rechazan como lo rechazó
Cristo con decisión y energía. No se dan cuenta del
inmenso mal y de la malignidad del pecado, y están ciegos en lo
que respecta al carácter y al poder del príncipe de las tinieblas.
Es poca la enemistad que se siente contra Satanás y sus obras, porque
hay mucha ignorancia acerca de su poder y de su malicia, y no se echa de
ver el inmenso alcance de su lucha contra Cristo y su iglesia. Multitudes
están en el error a este respecto. No saben que su enemigo
es un poderoso general que dirige las inteligencias 562 de los ángeles
malos y que, merced a planes bien combinados y a una sabia estrategia,
guerrea contra Cristo para impedir la salvación de las almas.
Entre los que profesan el cristianismo y hasta entre los ministros del
Evangelio, apenas si se oye hablar de Satanás, a no ser tal vez
de un modo incidental desde lo alto del púlpito. Nadie se
fija en las manifestaciones de su actividad y éxito continuos.
No se tienen en cuenta los muchos avisos que nos ponen en guardia contra
su astucia; hasta parece ignorarse su existencia.
Mientras los hombres desconocen los artificios de tan vigilante enemigo,
éste les sigue a cada momento las pisadas. Se introduce en
todos los hogares, en todas las calles de nuestras ciudades, en las iglesias,
en los consejos de la nación, en los tribunales, confundiendo, engañando,
seduciendo, arruinando por todas partes las almas y los cuerpos de hombres,
mujeres y niños, destruyendo la unión de las familias, sembrando
odios, rivalidades, sediciones y muertes. Y el mundo cristiano parece
mirar estas cosas como si Dios mismo las hubiese dispuesto y como si debiesen
existir.
Satanás está tratando continuamente de vencer al pueblo
de Dios, rompiendo las barreras que lo separan del mundo. Los antiguos
israelitas fueron arrastrados al pecado cuando se arriesgaron a formar
asociaciones ilícitas con los paganos. Del mismo modo se descarría
el Israel moderno. "El Dios de este siglo cegó los entendimientos
de los incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del evangelio
de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios." (2 Corintios 4:
4.) Todos los que no son fervientes discípulos de Cristo, son siervos
de Satanás. El corazón aún no regenerado ama
el pecado y tiende a conservarlo y paliarlo. El corazón renovado
aborrece el pecado y está resuelto a resistirle. Cuando los
cristianos escogen la sociedad de los impíos e incrédulos,
se exponen a la tentación. Satanás se oculta a la vista
y furtivamente les pone su venda engañosa sobre los ojos.
No pueden ver que semejante compañía es la más adecuada
para perjudicarles; y mientras 563 más se van asemejando al mundo
en carácter, palabras y obras, más y más se van cegando.
Al conformarse la iglesia con las costumbres del mundo, se vuelve mundana,
pero esa conformidad no convierte jamás al mundo a Cristo.
A medida que uno se familiariza con el pecado, éste aparece inevitablemente
menos repulsivo. El que prefiere asociarse con los siervos de Satanás
dejará pronto de temer al señor de ellos. Cuando somos
probados en el camino del deber, cual lo fue Daniel en la corte del rey,
podemos estar seguros de la protección de Dios; pero si nos colocamos
a merced de la tentación, caeremos tarde o temprano.
El tentador obra a menudo con el mayor éxito por intermedio
de los menos sospechosos de estar bajo su influencia. Se admira y
honra a las personas de talento y de educación, como si estas cualidades
pudiesen suplir la falta del temor de Dios o hacernos dignos de su favor.
Considerados en si mismos, el talento y la cultura son dones de Dios; pero
cuando se emplean para substituir la piedad, cuando en lugar de atraer
al alma a Dios la alejan de él, entonces se convierten en una maldición
y un lazo. Es opinión común que todo lo que aparece
amable y refinado debe ser, en cierto sentido, cristiano. No hubo
nunca error más grande. Cierto es que la amabilidad y el refinamiento
deberían adornar el carácter de todo cristiano, pues ambos
ejercerían poderosa influencia en favor de la verdadera religión;
pero deben ser consagrados a Dios, o de lo contrario son también
una fuerza para el mal. Muchas personas cultas y de modales afables
que no cederían a lo que suele llamarse actos inmorales, son brillantes
instrumentos de Satanás. Lo insidioso de su influencia y ejemplo
los convierte en enemigos de la causa de Dios más peligrosos que
los ignorantes.
Por medio de férvida oración y de entera confianza en
Dios, Salomón alcanzó un grado de sabiduría que despertó
la admiración del mundo. Pero cuando se alejó de la
Fuente de su fuerza y se apoyó en si mismo, cayó presa de
la tentación. Entonces las facultades maravillosas que hablan sido
concedidas 564 al más sabio de los reyes, sólo le convirtieron
en agente tanto más eficaz del adversario de las almas.
Los Hechos de los Apóstoles, cap.
27, segunda mitad.
Si los seguidores de Cristo buscaran con fervor la sabiduría,
serían guiados a terrenos ricos de verdad, que ahora desconocen
enteramente. El que se entregue plenamente a Dios, será guiado
por la mano divina. Puede ser humilde y sin talentos al parecer;
sin embargo, si con corazón amante y confiado obedece toda indicación
de la voluntad de Dios, sus facultades se purificarán, ennoblecerán
y vigorizarán, y sus capacidades aumentarán. A medida que
atesore las lecciones de la sabiduría divina, se le confiará
una comisión sagrada; y será capacitado para hacer de su
vida un honor para Dios y una bendición para el mundo. "El principio
de tus palabras alumbra; hace entender a los simples." (Sal. 119: 130.)
Hoy son demasiados los que ignoran tanto como los creyentes de Efeso
la obra del Espíritu Santo en el corazón. Sin embargo,
ninguna verdad se enseña más claramente en la Palabra de
Dios. Los profetas y apóstoles se han explayado en este tema.
Cristo mismo nos llama la atención al crecimiento del mundo vegetal
como una ilustración de la operación de su Espíritu
en el sostenimiento de la vida espiritual. La savia de la vid, ascendiendo
desde la raíz, se difunde por las ramas, y provee al crecimiento
y a la producción de flores y fruto. Así el poder vivificador
del Espíritu Santo, que procede del Salvador, llena el alma, renueva
los motivos y afectos, y pone hasta los pensamientos en obediencia a la
voluntad de Dios, capacitando al que lo recibe para llevar los preciosos
frutos de acciones santas.
El Autor de esta vida espiritual es invisible, y el método exacto
por el cual se imparte y sostiene esta vida está más allá
de la facultad explicativa de la filosofía humana. Sin embargo,
las operaciones del Espíritu están siempre en armonía
con la Palabra escrita. Lo que sucede en el mundo natural, pasa también
en el espiritual. La vida natural es conservada momento tras momento
por un poder divino; sin embargo, no es sostenida 231 por un milagro directo,
sino por el uso de las bendiciones puestas a nuestro alcance. Así
la vida espiritual es sostenida por el uso de los medios que la Providencia
ha provisto. Para que el seguidor de Cristo crezca hasta convertirse
en "un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de
Cristo" (Efe. 4: 13), debe comer del pan de vida y beber del agua de la
salvación. Debe velar, orar y trabajar, y prestar atención
en todas las cosas a las instrucciones de Dios consignadas en su Palabra.
La experiencia de esos conversos judíos tiene todavía
otra lección para nosotros. Cuando fueron bautizados por Juan,
no comprendieron bien la misión de Jesús como expiador de
los pecados. Seguían creyendo graves errores, pero cuando
recibieron mayor conocimiento, aceptaron alegremente a Cristo como su Redentor;
y al dar este paso hacia adelante, cambiaron sus obligaciones. Cuando
recibieron una fe más pura, hubo un cambio correspondiente en su
vida. Como señal de este cambio, y como reconocimiento de
su fe en Cristo, fueron bautizados de nuevo, en el nombre de Jesús.
Según su costumbre, Pablo había comenzado su trabajo
en Efeso predicando en la sinagoga de los judíos. Continuó
trabajando allí por tres meses, "disputando y persuadiendo del reino
de Dios." Al principio fue recibido favorablemente; pero como en otros
países, pronto fue combatido violentamente. "Algunos se endurecieron
y rehusaron creer, hablando mal del Camino delante de la multitud." (V.
M.) Como persistían en rechazar el Evangelio, el apóstol
dejó de predicar en la sinagoga.
El Espíritu de Dios había obrado con Pablo y por medio
de él en sus labores por sus compatriotas. Se había
presentado suficiente evidencia para convencer a todo aquel que deseara
sinceramente conocer la verdad. Pero muchos se dejaron dominar por
el prejuicio y la incredulidad, y rehusaron ceder a la evidencia más
concluyente. Temiendo que la fe de los creyentes peligrase por el trato
continuo de estos opositores de la verdad, Pablo se separó de ellos
y reunió a los discípulos en una 232 entidad distinta, continuando
sus instrucciones públicas en la escuela de Tirano, un maestro de
cierta distinción.
Pablo vio que se estaba abriendo delante de él una "puerta grande
y eficaz," aunque eran muchos "los adversarios." (1 Cor. 16: 9.) Efeso
era no solamente la más magnífica, sino la más corrupta
de las ciudades de Asia. La superstición y los placeres sensuales
dominaban en su abundante población. Bajo la sombra de sus
templos se amparaban criminales de todas las clases, y florecían
los vicios más degradantes.
Efeso era un centro popular del culto de Diana. La fama del magnífico
templo de "Diana de los Efesios" se extendía por toda Asia y el
mundo. Su sobresaliente esplendor era el orgullo, no solamente de
la ciudad, sino de la nación. El ídolo que estaba en
el templo había caído del cielo, según la tradición.
En él estaban escritos caracteres simbólicos, que se creía
poseían gran poder. Los efesios habían escrito libros para
explicar el significado y uso de estos símbolos.
Entre los que habían estudiado detenidamente estos costosos
libros, había muchos magos, que ejercían una influencia poderosa
sobre los supersticiosos adoradores de la imagen que estaba en el templo.
Al apóstol Pablo, en sus trabajos en Efeso, se le dieron señales
especiales del favor divino. El poder de Dios acompañaba sus
esfuerzos, y muchos eran sanados de enfermedades físicas. "Hacía
Dios singulares maravillas por manos de Pablo: de tal manera que aun se
llevaban sobre los enfermos los sudarios y los pañuelos de su cuerpo,
y las enfermedades se iban de ellos, y los malos espíritus salían
de ellos." Estas manifestaciones de poder sobrenatural eran mayores que
todas las que se habían visto alguna vez en Efeso, y eran de tal
carácter que no podían ser imitadas por la habilidad de los
prestidigitadores o los encantamientos de los hechiceros. Como estos milagros
eran hechos en el nombre de Jesús de Nazaret, el pueblo tenía
oportunidad de ver que el Dios del cielo era más poderoso que los
magos que adoraban a la diosa Diana. Así exaltaba el 233 Señor
a su siervo, aun delante de los idólatras mismos, inmensurablemente
por encima del más poderoso y favorecido de los magos.
Pero Aquel a quien están sujetos todos los espíritus
del mal; quien había dado a su siervo autoridad sobre ellos, había
de avergonzar y derrotar aun más a aquellos que despreciaban y profanaban
su santo nombre. La hechicería había sido prohibida
por la ley de Moisés, bajo pena de muerte; sin embargo, de tiempo
en tiempo había sido practicada secretamente por judíos apóstatas.
En el tiempo de la visita de Pablo a Efeso, había en la ciudad "algunos
de los Judíos, exorcistas vagabundos," quienes, al ver las maravillosas
obras hechas por él, "tentaron a invocar el nombre del Señor
Jesús sobre los que tenían espíritus malos."
Fue hecha una prueba por "siete hijos de un tal Sceva, Judío, príncipe
de los sacerdotes." Al hallar a un hombre poseído por un demonio,
le dijeron: "Os conjuro por Jesús, el que Pablo predica."
Pero "respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco,
y sé quién es Pablo: mas vosotros ¿quiénes
sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando en
ellos, y enseñoreándose de ellos, pudo más que ellos,
de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos."
De este modo se dio una prueba inequívoca de la santidad del
nombre de Cristo, y el peligro a que se expone el que lo invoque sin fe
en la divinidad de la misión del Salvador. "Y cayó
temor sobre todos ellos, y era ensalzado el nombre del Señor Jesús."
Ahora se revelaron hechos antes escondidos. Al aceptar el cristianismo,
algunos de los creyentes no habían renunciado completamente a sus
supersticiones. Hasta cierto punto continuaban practicando la magia.
Ahora, convencidos de su error, 'muchos de los que habían creído,
venían, confesando y dando cuenta de sus hechos." Aun algunos
de los mismos hechiceros fueron alcanzados por esta buena obra; y "muchos
de los que habían practicado vanas artes, trajeron los libros, y
234 los quemaron delante de todos; y echada la cuenta del precio de ellos,
hallaron ser cincuenta mil denarios. Así crecía poderosamente
la palabra del Señor, y prevalecía."
Al quemar estos libros de magia, los conversos efesios mostraron que
ahora aborrecían las cosas en las cuales se habían deleitado
una vez. Era por la magia cómo habían ofendido especialmente
a Dios y puesto en peligro sus almas; y contra la magia manifestaron tal
indignación. Así dieron evidencia de su verdadera conversión.
Estos tratados sobre adivinación contenían reglas y formas
de comunicarse con los malos espíritus. Eran los reglamentos
del culto de Satanás, instrucciones para solicitar su ayuda y obtener
de él información. Reteniendo estos libros, los discípulos
se hubieran expuesto a la tentación; vendiéndolos, hubieran
colocado la tentación en el camino de otros. Habían
renunciado al reino de las tinieblas; y para destruir su poder, no vacilaron
ante ningún sacrificio. Así la verdad triunfó sobre
los prejuicios de los hombres, y también sobre su amor al dinero.
Por esta manifestación del poder de Cristo, se ganó una
poderosa victoria en favor del cristianismo en la misma fortaleza de la
superstición. La influencia que tuvo fue más extensa
de lo que aun Pablo comprendía. Desde Efeso las nuevas se
extendieron ampliamente, y se dio un poderoso impulso a la causa de Cristo.
Mucho después que el apóstol mismo hubo terminado su carrera,
estas escenas vivían en la memoria de los hombres, y eran el medio
de ganar conversos para el Evangelio.
Algunas personas alientan la creencia de que las supersticiones paganas
han desaparecido ante la civilización del siglo veinte. Pero
la Palabra de Dios y el duro testimonio de los hechos declaran que se practica
la hechicería en nuestro tiempo tan seguramente como en los días
de los magos de la antigüedad. El antiguo sistema de la magia
es, en realidad, el mismo que ahora se conoce con el nombre de espiritismo
moderno. Satanás halla acceso a miles de mentes presentándose
bajo el 235 disfraz de amigos desaparecidos. Las Sagradas Escrituras
declaran que "los muertos nada saben." (Ecl. 9: 5.) Sus pensamientos, su
amor, su odio, han perecido. Los muertos no se comunican con los
vivos. Pero fiel a su antigua astucia, Satanás emplea este
recurso a fin de apoderarse de la dirección de la mente.
Por medio del espiritismo, muchos de los enfermos, los enlutados, los
curiosos, se están comunicando con los malos espíritus.
Todos los que se atreven a hacer esto están en terreno peligroso.
La palabra de verdad declara cómo los considera Dios. En los
tiempos antiguos pronunció él severo juicio contra un rey
que había enviado a pedir consejo a un oráculo pagano: "¿No
hay Dios en Israel, que vosotros vais a consultar a Baalzebub dios de Ecrón?
Por tanto así ha dicho Jehová: Del lecho en que subiste no
descenderás, antes morirás ciertamente." (2 Rey. 1: 3, 4.)
Los magos de los tiempos paganos tienen su contraparte en los médiums
espiritistas, los clarividentes y los adivinos de hoy día.
Las místicas voces que hablaban en Endor y en Efeso están
todavía extraviando a los hijos de los hombres con sus palabras
mentirosas. Si se descorriera el velo ante nuestros ojos, podríamos
ver a los ángeles malignos empleando todas sus artes para engañar
y destruir. Dondequiera se ejerce una influencia para inducir a los
hombres a olvidar a Dios, está Satanás ejerciendo su poder
hechicero. Cuando los hombres se entregan a su influencia, antes
que se den cuenta la mente se confunde y el alma se contamina. El pueblo
actual de Dios debería prestar atención a la amonestación
del apóstol a la iglesia de Efeso: "No comuniquéis con las
obras infructuosas de las tinieblas; sino antes bien redargüidlas."
(Efe. 5: 11.) 236
El Conflicto de los Siglos, págs. 565-571. CS565
CAPÍTULO 32. ¿Quiénes Son los Ángeles?
LA RELACIÓN entre el mundo visible y el invisible,
el ministerio de los ángeles de Dios y la influencia o intervención
de los espíritus malos, son asuntos claramente revelados en las
Sagradas Escrituras y como indisolublemente entretejidos con la historia
humana. Nótase en nuestros días una tendencia creciente
a no creer en la existencia de los malos espíritus, mientras que
por otro lado muchas personas ven espíritus de seres humanos difuntos
en los santos ángeles, que son "enviados para" servir a "los que
han de heredar la salvación." (Hebreos 1: 14, V.M.) Pero las Escrituras
no sólo enseñan la existencia de los ángeles, tanto
buenos como malos, sino que contienen pruebas terminantes de que éstos
no son espíritus desencarnados de hombres que hayan dejado de existir.
Antes de la creación del hombre, había
ya ángeles; pues cuando los cimientos de la tierra fueron echados,
a una "las estrellas todas del alba alababan, y se regocijaban todos los
hijos de Dios." (Job 38: 7.) Después de la caída del hombre,
fueron enviados ángeles para guardar el árbol de la vida,
y esto antes que ningún ser humano hubiese fallecido. Los
ángeles son por naturaleza superiores al hombre, pues el salmista
refiriéndose a éste, dice: "Algo menor lo hiciste que los
ángeles." (Salmo 8: 6, V.B.- Cantera, vers. 5 en V. Valera.)
Las Santas Escrituras nos dan información acerca
del número, del poder y de la gloria de los seres celestiales, de
su relación con el gobierno de Dios y también con la obra
de redención. "Jehová afirmó en los cielos su
trono; y su reino domina sobre todos." Y el profeta dice: "Oí voz
de muchos ángeles alrededor del trono." Ellos sirven en la sala
del trono del Rey de los reyes- "ángeles, poderosos en fortaleza,"
566 "ministros suyos," que hacen "su voluntad," "obedeciendo a la voz de
su precepto." (Salmo 103:19-21; Apocalipsis 5:11.) Millones de millones
y millares de millares era el número de los mensajeros, celestiales
vistos por el profeta Daniel. El apóstol Pablo habla de "las
huestes innumerables de ángeles." (Hebreos 12:22, V.M.) Como mensajeros
de Dios, iban y volvían "a semejanza de relámpagos" (Ezequiel
1: 14), tan deslumbradora es su gloria y tan veloz su vuelo. El ángel
que apareció en la tumba del Señor, y cuyo "aspecto era como
un relámpago y su vestido blanco como la nieve," hizo que los guardias
temblaran de miedo y quedaran "como muertos." (S. Mateo 28: 3, 4.)
Cuando Senaquerib, el insolente monarca asirio, blasfemó e insultó
a Dios y amenazó destruir a Israel, "aconteció que en aquella
misma noche salió un ángel de Jehová, e hirió
en el campamento de los Asirios ciento ochenta y cinco mil hombres." El
ángel "destruyó a todos los hombres fuertes y valerosos,
con los príncipes y los capitanes" del ejército de Senaquerib,
quien "volvió con rostro avergonzado a su propia tierra." (2 Reyes
19: 35; 2 Crónicas 32: 21 V.M.)
Los ángeles son enviados a los hijos de Dios con
misiones de misericordia. Visitaron a Abrahán con promesas
de bendición; al justo Lot, para rescatarle de las llamas de Sodoma;
a Elías, cuando estaba por morir de cansancio y hambre en el desierto;
a Eliseo, con carros y caballos de fuego que circundaban la pequeña
ciudad donde estaba encerrado por sus enemigos; a Daniel, cuando imploraba
la sabiduría divina en la corte de un rey pagano, o en momentos
en que iba a ser presa de los leones; a San Pedro, condenado a muerte en
la cárcel de Herodes; a los presos de Filipos; a San Pablo y a sus
compañeros, en la noche tempestuosa en el mar; a Cornelio, para
hacerle comprender el Evangelio, a San Pedro, para mandarlo con el mensaje
de salvación al extranjero gentil. Así fue como, en
todas las edades, los santos ángeles ejercieron su ministerio en
beneficio del pueblo de Dios.
Cada discípulo de Cristo tiene su ángel
guardián respectivo. 567 Estos centinelas celestiales protegen a
los justos del poder del maligno. Así lo reconoció el mismo
Satanás cuando dijo: "Teme Job a Dios de balde? ¿No le has
tu cercado a él y a su casa, y a todo lo que tiene en derredor"
(Job 1: 9, 10.) El medio de que Dios se vale para proteger a su pueblo
está indicado en las palabras del salmista: "El ángel de
Jehová acampa en derredor de los que le temen, y los defiende."
(Salmo 34: 7.) Hablando de los que creen en él, el Salvador dijo:
"Mirad no tengáis en poco a alguno de estos pequeños; porque
os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre."
(S. Mateo 18: 10.) Los ángeles encargados de atender a los
hijos de Dios tienen: a toda hora acceso cerca de él.
Así que, aunque expuesto al poder engañoso
y a la continua malicia del príncipe de las tinieblas y en conflicto
con todas las fuerzas del mal, el pueblo de Dios tiene siempre asegurada
la protección de los ángeles del cielo. Y esta protección
no es superflua. Si Dios concedió a sus hijos su gracia y
su amparo, es porque deben hacer frente a las temibles potestades del mal,
potestades múltiples, audaces e incansables, cuya malignidad y poder
nadie puede ignorar o despreciar impunemente.
Los espíritus malos, creados en un principio sin
pecado, eran iguales, por naturaleza, poder y gloria, a los seres santos
que son ahora mensajeros de Dios. Pero una vez caídos por
el pecado, se coligaron para deshonrar a Dios y acabar, con los hombres.
Unidos con Satanás en su rebeldía y arrojados del cielo con
él, han sido desde entonces, en el curso de los siglos, sus
cómplices en la guerra empezada contra la autoridad divina.
Las Sagradas Escrituras nos hablan de su unión y de su gobierno
de sus diversas órdenes, de su inteligencia y astucia, como
también de sus propósitos malévolos contra la paz
y la felicidad de los hombres.
La historia del Antiguo Testamento menciona a veces su
existencia y su actuación pero fue durante el tiempo que Cristo
estuvo en la tierra cuando los espíritus malos dieron las más
sorprendentes pruebas de su poder. Cristo había venido 568
para cumplir el plan ideado para la redención del hombre, y Satanás
resolvió afirmar su derecho para gobernar al mundo. Había
logrado implantar la idolatría en toda la tierra, menos en Palestina.
Cristo vino a derramar la luz del cielo sobre el único país
que no se había sometido al yugo del tentador. Dos poderes
rivales pretendían la supremacía. Jesús extendía
sus brazos de amor, invitando a todos los que querían encontrar
en él perdón y paz. Las huestes de las tinieblas vieron
que no poseían un poder ilimitado, y comprendieron, que si la misión
de Cristo tenía éxito , pronto terminaría su reinado.
Satanás se enfureció como león encadenado y desplegó
atrevidamente sus poderes tanto sobre los cuerpos como sobre las almas
de los hombres.
Que ciertos hombres hayan sido poseídos por demonios
está claramente expresado en el Nuevo Testamento. Las personas
afligidas de tal suerte no sufrían únicamente de enfermedades
cuyas causas eran naturales. Cristo tenía conocimiento perfecto
de aquello con que tenía que habérselas, y reconocía
la presencia y acción directas de los espíritus malos.
Ejemplo sorprendente de su número, poder y malignidad,
como también del poder misericordioso de Cristo, lo encontramos
en el relato de la curación de los endemoniados de Gádara.
Aquellos pobres desaforados, que burlaban toda restricción y se
retorcían, echando espumarajos por la boca, enfurecidos, llenaban
el aire con sus gritos, se maltrataban y ponían en peligro a cuantos
se acercaban a ellos. Sus cuerpos cubiertos de sangre y desfigurados,
sus mentes extraviadas, presentaban un espectáculo de los más
agradables para el príncipe de las tinieblas. Uno de los demonios
que dominaba a los enfermos, declaró: "Legión me llamo; porque
somos muchos." (S. Marcos 5: 9.) En el ejército romano una legión
se componía de tres a cinco mil hombres. Las huestes de Satanás
están también organizadas en compañías, y la
compañía a la cual pertenecían estos demonios correspondía
ella sola en número por lo menos a una legión. 569
Al mandato de Jesús, los espíritus malignos
abandonaron sus víctimas, dejándolas sentadas en calma a
los pies del Señor, sumisas, inteligentes y afables. Pero
a los demonios se les permitió despeñar una manada de cerdos
en el mar; y los habitantes de Gádara, estimando de más valor
sus puercos que las bendiciones que Dios había concedido, rogaron
al divino Médico que se alejara. Tal era el resultado que
Satanás deseaba conseguir. Echando la culpa de la pérdida
sobre Jesús, despertó los temores egoístas del pueblo,
y les impidió escuchar sus palabras. Satanás acusa
continuamente a los cristianos de ser causa de pérdidas, desgracias
y padecimientos, en lugar de dejar recaer el oprobio sobre quienes lo merecen,
es decir, sobre sí mismo y sus agentes.
Pero los propósitos de Cristo no quedaron frustrados.
Permitió a los espíritus malignos que destruyesen la manada
de cerdos, como censura contra aquellos judíos que, por amor al
lucro, criaban esos animales inmundos. Si Cristo no hubiese contenido
a los demonios, habrían precipitado al mar no sólo los cerdos
sino también a los dueños y porqueros. La inmunidad
de éstos fue tan sólo debida a la intervención misericordiosa
de Jesús. Por otra parte, el suceso fue permitido para que
los discípulos viesen el poder malévolo de Satanás
sobre hombres y animales, pues quería que sus discípulos
conociesen al enemigo al que iban a afrontar, para que no fuesen engañados
y vencidos por sus artificios. Quería, además, que
el pueblo de aquella región viese que él, Jesús, tenía
el poder de romper las ligaduras de Satanás y libertar a sus cautivos.
Y aunque Jesús se alejó, los hombres tan milagrosamente libertados
quedaron para proclamar la misericordia de su Bienhechor.
Las Escrituras encierran otros ejemplos semejantes.
La hija de la mujer sirofenicia estaba atormentada de un demonio al que
Jesús echó fuera por su palabra. (S. Marcos 7:26-30.)
"Un endemoniado, ciego y mudo" (S. Mateo 12: 22); un joven que tenía
un espíritu mudo, que a menudo le arrojaba "en 570 el fuego
y en aguas, para matarle" (S. Marcos 9: 17-27); el maníaco
que, atormentado por el "espíritu de un demonio inmundo" (S.
Lucas 4:33-36), perturbaba la tranquilidad del sábado en la sinagoga
de Capernaum todos ellos fueron curados por el compasivo Salvador.
En casi todos los casos Cristo se dirigía al demonio como a un ser
inteligente, ordenándole salir de su víctima y no atormentarla
más. Al ver su gran poder, los adoradores reunidos en Capernaum
se asombraron, "y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué
palabra es ésta? que con autoridad y potencia manda a los espíritus
inmundos, y salen." (S. Lucas 4: 36.)
Se representa uno generalmente aquellos endemoniados
como sometidos a grandes padecimientos; sin embargo había excepciones
a esta regla. Con el fin de obtener poder sobrenatural, algunas personas
se sometían voluntariamente a la influencia satánica.
Estas, por supuesto, no entraban en conflicto con los demonios. A
esta categoría pertenecen los que poseían el espíritu
de adivinación, como los magos Simón y Elimas y la joven
adivina que siguió a Pablo y a Silas en Filipos.
Nadie está en mayor peligro de caer bajo la influencia
de los espíritus malos que los que, a pesar del testimonio directo
y positivo de las Sagradas Escrituras, niegan la existencia e intervención
del diablo y de sus ángeles. Mientras ignoremos sus astucias,
ellos nos llevan notable ventaja; y muchos obedecen a sus sugestiones creyendo
seguir los dictados de su propia sabiduría. Esta es la razón
por la cual a medida que nos acercamos al fin del tiempo, cuando Satanás
obrará con la mayor energía para engañar y destruir,
él mismo propaga por todas partes la creencia de que no existe.
Su política consiste en esconderse y obrar solapadamente.
No hay nada que el gran seductor tema tanto como el que
nos demos cuenta de sus artimañas. Para mejor disfrazar su
carácter y encubrir sus verdaderos propósitos, se ha hecho
representar de modo que no despierte emociones más poderosas que
las del ridículo y del desprecio. Le gusta que lo 571 pinten
deforme o repugnante, mitad animal mitad hombre.
Le agrada oírse nombrar como objeto de diversión
y de burla por personas que se creen inteligentes e instruídas.
Precisamente por haberse enmascarado con habilidad consumada
es por lo que tan a menudo se oye preguntar: "¿Existe en realidad
ente semejante?" Prueba evidente de su éxito es la aceptación
general de que gozan entre el público religioso ciertas teorías
que niegan los, testimonios más positivos de las Sagradas Escrituras.
Y es porque Satanás puede dominar tan fácilmente los espíritus
de las personas inconscientes de su influencia, por lo que la Palabra de
Dios nos da tantos ejemplos de su obra maléfica, nos revela sus
fuerzas ocultas y nos pone así en guardia, contra sus ataques.
El poder y la malignidad de Satanás y de su hueste
podrían alarmarnos con razón, si no fuera por el apoyo y
salvación que podemos encontrar en el poder superior de nuestro
Redentor. Proveemos cuidadosamente nuestras casas con cerrojos y
candados para proteger nuestros bienes y nuestras vidas contra los malvados;
pero rara vez pensamos en los ángeles malos que tratan continuamente
de llegar hasta nosotros, y contra cuyos ataques no contamos en nuestras
propias fuerzas con ningún medio eficaz de defensa. Si se
les dejara, nos trastornarían la razón, nos desquiciarían
y torturarían el cuerpo, destruirán nuestras propiedades
y nuestras vidas. Sólo se deleitan en el mal y en la destrucción.
Terrible es la condición de los que resisten a las exigencias de
Dios y ceden a las tentaciones de Satanás hasta que Dios los abandona
al poder de los espíritus malignos. Pero los que siguen a
Cristo están siempre seguros bajo su protección. Ángeles
de gran poder son enviados el cielo para ampararlos. El maligno no
puede forzar la guardia con que Dios tiene rodeado a su pueblo.
Mensajes para los Jóvenes, págs.
273 - 276
89. EL EJEMPLO DE LOS EFESIOS
CUANDO los efesios se convirtieron, cambiaron sus hábitos y
prácticas. Bajo la convicción del Espíritu de
Dios, procedieron con presteza, y revelaron todos los misterios de su hechicería.
Se presentaron y confesaron y mostraron sus hechos, y sus corazones se
llenaron de santa indignación porque habían dedicado tal
devoción a la magia y habían apreciado tanto los libros llenos
de reglas ideadas por Satanás para establecer los métodos
de acuerdo con los cuales ellos podían practicar la hechicería.
Estaban decididos a abandonar el servicio del maligno, y entregaron sus
costosos libros y los quemaron públicamente. De ese modo manifestaron
claramente la sinceridad de su conversión a Dios. . .
Los efesios se habían deleitado en los libros que entregaron
a las llamas al convertirse al Evangelio, y por ellos habían gobernado
sus conciencias y guiado sus mentes. Podrían haberlos vendido,
pero al hacerlo se habría perpetuado el mal. Desde entonces
aborrecieron los misterios satánicos, las artes mágicas,
y consideraron con aversión el conocimiento que de ellos habían
obtenido. Quisiera preguntar a los jóvenes que han estado
en relación con la verdad: ¿Habéis quemado vuestros
libros de magia?
LOS LIBROS DE MAGIA DE HOY
No os acusamos del mal que había dominado a los efesios, ni
os demandamos por haber practicado la magia y tenido que ver con las artes
de la hechicería. No 274 decimos que habéis seguido
los misterios de la nigromancia ni tenido comunión con los malos
espíritus. Pero, ¿no estáis en comunión
con el autor de todo mal, con el inventor de todos estos misterios y artes
infernales? ¿No escucháis las sugestiones del que es dios
de este mundo, príncipe del poder del aire? ¿No os habéis
sometido a sus falsedades y entregándoos como agentes suyos para
hacer lo que estaba en armonía con vuestra vida antes de la conversión?
¿No os habéis entregado para ser agentes de Satanás
y en un sentido más amplio, no mantenéis relaciones con los
ángeles caídos y aprendéis lecciones de ellos en el
arte de engañar vuestra propia alma y las almas de otros?
¿Y los libros de magia? ¿Qué habéis estado
leyendo? ¿Cómo habéis empleado vuestro tiempo? ¿Habéis
estado estudiando los oráculos sagrados a fin de oír la voz
de Dios que os habla mediante su Palabra? El mundo está inundado
de libros que siembran semillas de escepticismo, incredulidad y ateísmo,
y en mayor o menor grado habéis estado aprendiendo vuestras lecciones
de estos libros, y éstos son libros de magia. Expulsan a Dios
de la mente, y separan al alma del verdadero Pastor.
LA MENTE SE INCAPACITA PARA PENSAR COSAS SOLEMNES
Los libros que habéis estado leyendo han sido ideados por los
agentes de Satanás, para embrujar la mente con teorías formadas
en la sinagoga de Satanás, para mostraros cómo podéis
servir al maligno con dignidad satánica. ¡Cuán numerosos
son los libros de tendencias incrédulas, producidos con la intención
de perturbar la mente mediante dudas espaciosas! Satanás los
ha envuelto en su aliento ponzoñoso, y una mortífera malaria
espiritual afecta al alma que los lee. 275
¡Qué montón de lectura ficticia hay en el mundo
para llenar la mente con fantasías y extravagancias, creando así
la aversión por las palabras de verdad y justicia! La mente
se incapacita así para pensar pensamientos solemnes, para investigar
paciente y perseverantemente las Escrituras, que son el libro guía
por el cual habéis de ser dirigidos al paraíso de Dios.
Mucho se escribe en cuanto a cómo ganar un tesoro terrenal,
como si la riqueza de este mundo pudiera comprarnos un pasaporte para el
cielo. ¡Cuántos volúmenes de historia han sido escritos,
llenos de hazañas temerarias y presuntuosas de hombres cuyas vidas
no arrojan una sola vislumbre sobre el camino que lleva a la tierra mejor!
LIBROS QUE DESCARRÍAN
¡Cuántos libros hay sobre la guerra y el derramamiento
de sangre, que descarrían a la juventud! Satanás se
coloca junto a los jóvenes mientras los leen, para inculcarles el
espíritu del guerrero acerca del cual leen. Se calienta así
la sangre de sus venas y se sienten impulsados a cometer actos crueles.
¡Cuán numerosos son los libros inmorales que conducen a deseos
impíos y encienden las pasiones del corazón y apartan de
todo lo que es puro y santo!
Vosotros habéis tenido vuestros libros de magia, en los cuales
las escenas y los cuadros fueron inspirados por aquel que una vez fue un
ángel exaltado en las cortes celestiales. . .
ROMPED EL HECHIZO DE LA BRUJERÍA SATÁNICA
Quisiera preguntar, ¿deben ser quemados los libros de magia?
En la sinagoga de Satanás hay lugares de atracción donde
se fomenta y permite el libertinaje, pero allí está el testigo,
y un visitante invisible testifica de los actos realizados en las tinieblas.
Satanás preside las reuniones de los vanos, orgullosos, alegres,
y es el 276 animador de las escenas de algazara. Allí está
disfrazado. A nuestro alrededor se desarrolla la hechicería,
y el mundo y la iglesia están bajo la influencia del que los inducirá
a hacer cosas que jamás soñaron hacer. Si se los enterase
de las cosas que van a hacer, estarían tan asombrados como Hazael
cuando el profeta le habló de su conducta futura. . .
Todo hombre, mujer y niño que no se halla bajo el dominio del
Espíritu de Dios; se halla bajo la influencia del hechizo de Satanás,
y mediante sus palabras y su ejemplo hará apartar a otros de la
senda de la verdad. Cuando la gracia transformadora de Cristo descansa
sobre el corazón, se apodera del alma una justa indignación
porque el pecador ha descuidado por tanto tiempo la gran salvación
que Dios ha provisto para él. Se entregará entonces
a Dios en cuerpo, alma y espíritu y se apartará del compañerismo
de Satanás, mediante la gracia que Dios le ha dado. Como los
efesios, denunciará la hechicería y cortará el último
hilo que lo liga a Satanás. Abandonará el estandarte
del príncipe de las tinieblas y se pondrá bajo el estandarte
ensangrentado del Príncipe Emanuel. Quemará los libros
de magia (Youth's Instructor, noviembre 16, 1883). 277