La Educación Pág 95, 96, 99, 100. ED95
Sabían que los acompañaba aún su simpatía. Sabían que tenían un Representante, un Abogado, ante el trono de Dios. Presentaban sus peticiones en el nombre de Jesús, repitiendo la promesa: "Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará".*
Levantaban cada vez más en alto la mano de la fe, con este poderoso argumento: "Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros".*
Fiel a su promesa, el Ser divino, exaltado en las cortes celestiales, impartió algo de su plenitud a sus seguidores de la tierra.  Su entronización a la diestra de Dios fue señalada por el derramamiento del Espíritu sobre sus discípulos.
Gracias a la obra de Cristo, los discípulos sintieron su necesidad del Espíritu; debido a la enseñanza del Espíritu, recibieron su preparación final y salieron a hacer la obra de sus vidas.
Dejaron de ser ignorantes e incultos.  Dejaron de ser un conjunto de unidades independientes o de elementos discordantes y antagónicos.  Dejaron de poner sus esperanzas en las grandezas mundanas.  Eran "unánimes", "de un mismo corazón y una misma alma".  Cristo ocupaba sus pensamientos.  El progreso de su reino era la meta que tenían.  Tanto en mente como en carácter se habían asemejado a su Maestro, y los hombres "reconocían que habían estado con Jesús."*
Hubo entonces una revelación de la gloria de Cristo tal como nunca antes había sido vista por el hombre.  Multitudes que habían denigrado su nombre y despreciado su poder, confesaron entonces que eran discípulos del Crucificado.  Gracias a la cooperación del Espíritu divino, las labores de los hombres humildes 96 a quienes Cristo había escogido conmovieron al mundo.  En una generación el Evangelio llegó a toda nación que existía bajo el cielo.
Cristo ha encargado al mismo Espíritu que envió en su lugar como Instructor de sus colaboradores, para que sea el Instructor de sus colaboradores de la actualidad. "Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo"*, es su promesa.
La presencia del mismo Guía en la obra educativa de nuestros días producirá los mismos resultados que en la antigüedad.  A este fin tiende la verdadera educación; ésta es la obra que Dios quiere que se lleve a cabo. 97

Dios en la Naturaleza.
"Su gloria cubrió los cielos, y la tierra se llenó de su alabanza".
EN TODAS las cosas creadas se ve el sello de la Deidad.  La naturaleza da testimonio de Dios.  La mente sensible, puesta en contacto con el milagro y el misterio del universo, no puede dejar de reconocer la obra del poder infinito.  La producción abundante de la tierra y el movimiento que efectúa año tras año alrededor del sol, no se deben a su energía inherente.  Una mano invisible guía a los planetas en el recorrido de sus órbitas celestes.  Una vida misteriosa satura toda la naturaleza: Una vida que sostiene los innumerables mundos que pueblan la inmensidad; que alienta en el minúsculo insecto que flota en el céfiro estival; que sostiene el vuelo de la golondrina y alimenta a los pichones de cuervos que graznan; que hace florecer el pimpollo y convierte en fruto la flor.
El mismo poder que sostiene la naturaleza, obra también en el hombre.  Las mismas grandes leyes que guían igualmente a la estrella y al átomo, rigen la vida humana.  Las leyes que gobiernan la acción del corazón para regular la salida de la corriente de vida al cuerpo, son las leyes de la poderosa Inteligencia que tiene jurisdicción sobre el alma.  De esa Inteligencia procede toda la vida.  Unicamente en la armonía con Dios se puede hallar la verdadera esfera de acción de la vida.  La condición para todos los objetos de su creación es la misma: Una vida sostenida por la vida que se recibe de Dios, una vida que esté en armonía con la voluntad del Creador. Transgredir 100 su ley, física, mental o moral, significa perder la armonía con el universo, introducir discordia, anarquía y ruina.
Toda la naturaleza se ilumina para aquel que aprende así a interpretar sus enseñanzas; el mundo es un libro de texto; la vida, una escuela.  La unidad del hombre con la naturaleza y con Dios, el dominio universal de la ley, los resultados de la transgresión, no pueden dejar de hacer impresión en la mente y modelar el carácter.
Estas son las lecciones que nuestros niños deben aprender.  Para el niñito que aún no es capaz de captar lo que se enseña por medio de la página impresa o de ser iniciado en la rutina del aula, la naturaleza presenta una fuente infalible de instrucción y deleite.  El corazón que aún no ha sido endurecido por el contacto con el mal, es perspicaz para reconocer la Presencia que penetra todas las cosas creadas.  El oído que no ha sido entorpecido por el vocerío del mundo, está atento a la Voz que habla por medio de las expresiones de la naturaleza.  Y para los de más edad, que necesitan continuamente los silenciosos recordativos de lo espiritual y lo eterno, la enseñanza de la naturaleza no dejará de ser una fuente de placer e instrucción.  Así como los moradores del Edén aprendieron de las páginas de la naturaleza, así como Moisés percibió lo que Dios había escrito en los llanos y las montañas de Arabia, y el niño Jesús en los cerros de Nazaret, los niños de hoy día también pueden aprender del Creador.  Lo visible ilustra lo invisible.  En todas las cosas que hay sobre la tierra, desde el árbol más alto del bosque hasta el liquen que se adhiere a la roca, desde el océano sin límites hasta la concha más diminuta de la playa, pueden contemplar la imagen y la inscripción de Dios.



 El Discurso Maestro de Jesucristo, págs. 85, 86 DMJ85
"Buscad primeramente el reino de Dios".
Los oyentes de las palabras de Cristo seguían aguardando ansiosamente algún anuncio del reino terrenal.  Mientras Jesús les ofrecía los tesoros del cielo, la pregunta que preocupaba a muchos era: ¿Cómo podrá mejorar nuestra perspectiva en el mundo una relación con él? Jesús les mostró que al hacer de las cosas mundanales su anhelo supremo, se parecían a las naciones paganas que los rodeaban, pues vivían como si no hubiera Dios que cuidase tiernamente a sus criaturas.
"Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo",* dice Jesús.  "Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.  Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas".  He venido para abriros el reino de amor, de justicia y de paz.  Abrid el corazón para recibir este reino, y dedicad a su servicio vuestro más alto interés.  Aunque es un reino espiritual, no temáis que vuestras necesidades temporales sean desatendidas.  Si os entregáis al servicio de Dios, el que es todopoderoso en el cielo y en la tierra proveerá todo cuanto necesitéis.
Cristo no nos exime de la necesidad de esforzarnos, pero nos enseña que en todo le hemos de dar a él el primer lugar, el último y el mejor.  No debemos ocuparnos en  ningún negocio ni buscar placer alguno que pueda impedir el desarrollo de su justicia en nuestro carácter y en nuestra vida.  Cuanto hagamos debe hacerse sinceramente, como para el Señor.
Mientras vivió en la tierra, Jesús dignificó la vida en todos sus detalles al recordar a los hombres la gloria de Dios y someterlo todo a la voluntad de su Padre.  Si seguimos su ejemplo, nos asegura que todas las cosas necesarias: nos "serán añadidas".  Pobreza o riqueza, enfermedad o salud, simpleza o sabiduría, todo queda atendido en la promesa de su gracia.
El brazo eterno de Dios rodea al alma que, por débil que sea, se vuelve a él buscando ayuda.  Las cosas preciosas de los collados perecerán; pero el alma que vive para Dios 85 permanecerá con él. "El mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre".  La ciudad de Dios abrirá sus puertas de oro para recibir a aquel que durante su permanencia en la tierra aprendió a confiar en Dios para obtener dirección y sabiduría, consuelo y esperanza, en medio de las pérdidas y las penas.  Los cantos de los ángeles le darán la bienvenida allá, y para él dará frutos el árbol de la vida.  "Los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti".*
"No os afanéis por el día de mañana. . . Basta a cada día su propio mal."
Si os habéis entregado a Dios, para hacer su obra -dice Jesús-, no os preocupéis por el día de mañana.  Aquel a quien servís percibe el fin desde el principio.  Lo que sucederá mañana, aunque esté oculto a vuestros ojos, es claro para el ojo del Omnipotente.
Cuando nosotros mismos nos encargamos de manejar las cosas que nos conciernen, confiando en nuestra propia sabiduría  para salir airosos, asumimos una carga que él no nos ha dado, y tratamos de llevarla en su ayuda.  Nos imponemos la responsabilidad que pertenece a Dios y así nos colocamos en su lugar.  Con razón podemos entonces sentir ansiedad y esperar peligros y pérdidas, que seguramente nos sobrevendrán.  Cuando creamos realmente que Dios nos ama y quiere ayudarnos, dejaremos de acongojarnos por el futuro.  Confiaremos en Dios así como un niño confía en un padre amante.  Entonces desaparecerán todos nuestros tormentos y dificultades; porque nuestra voluntad quedará absorbida por la voluntad de Dios.
Cristo no nos ha prometido ayuda para llevar hoy las cargas de mañana.  Ha dicho: "Bástate mi gracia";* pero su gracia se da diariamente, así como el maná  en el desierto, para la necesidad cotidiana.  Como los millares de Israel en su peregrinación, podemos hallar el pan celestial para la necesidad del día. 86

 El Ministerio de Curación, págs. 381-383. MC381
La paga
Son muchos los que, al idear planes para un brillante porvenir, fracasan completamente.  Dejad que Dios haga planes para vosotros.  Como niños, confiad en la dirección de Aquel que "guarda los pies de sus santos." (1 Samuel 2:9.) Dios no guía jamás a sus hijos de otro modo que el que ellos mismos escogerían, si pudieran ver el fin desde el principio y discernir la gloria del designio que cumplen como colaboradores con Dios.
Cuando Cristo llamó a sus discípulos para que le siguieran, no les ofreció lisonjeras perspectivas para esta vida.  No les prometió ganancias ni honores mundanos, ni tampoco demandaron ellos paga alguna por sus servicios. A Mateo, sentado 381 en la receptoría de impuestos, le dijo: "Sígueme.  Y dejadas todas las cosas, levantándose, le siguió." (S. Lucas 5: 27, 28.)  Mateo, antes de prestar servicio alguno, no pensó en exigir paga igual a la que cobrara en su profesión.  Sin vacilar ni hacer una sola pregunta, siguió a Jesús.  Le bastaba saber que estaría con el Salvador, oiría sus palabras y estaría unido con él en su obra.
Otro tanto había sucedido con los discípulos llamados anteriormente.  Cuando Jesús invitó a Pedro y a sus compañeros a que le siguieran, en el acto dejaron todos ellos sus barcos y sus redes.  Algunos de estos discípulos tenían deudos a quienes mantener; pero cuando oyeron la invitación del Salvador, sin vacilación ni reparo acerca de la vida material propia y de sus familias, obedecieron al llamamiento.  Cuando, en una ocasión ulterior, Jesús les preguntó: "Cuando os envié sin bolsa, y sin alforja, y sin zapatos, ¿os faltó algo?" contestaron: "Nada."(S.  Lucas 22:35.)
El Salvador nos llama hoy a su obra, como llamó a Mateo, a Juan y a Pedro.  Si su amor mueve nuestro corazón, el asunto de la compensación no será el que predomine en nuestro ánimo.  Nos gozaremos en ser colaboradores con Cristo, y sin temor nos confiaremos a su cuidado.  Si hacernos de Dios nuestra fuerza, tendremos claras percepciones de nuestro deber y aspiraciones altruistas; el móvil de nuestra vida será un propósito noble que nos elevará por encima de toda preocupación sórdida.
Dios proveerá
Muchos de los que profesan seguir a Cristo se sienten angustiados, porque temen confiarse a Dios.  No se han entregado por completo a él, y retroceden ante las consecuencias que semejante entrega podría implicar.  Pero a menos que se entreguen así a Dios no podrán hallar paz.
Muchos son aquellos cuyo corazón gime bajo el peso de los cuidados porque procuran alcanzar la norma del mundo. 382 Escogieron servir a éste, aceptaron sus perplejidades y adoptaron sus costumbres.  Así se corrompió su carácter, y la vida se les tornó en cansancio.  La congoja constante consume sus fuerzas vitales.  Nuestro Señor desea que depongan este yugo de servidumbre.  Los invita a aceptar su yugo y les dice: "Mi yugo es fácil, y ligera mi carga."(S.  Mateo 11:30.) La congoja es ciega y no puede discernir lo porvenir; pero Jesús ve el fin desde el principio.  En toda dificultad ha dispuesto un medio de proporcionar alivio.  "No quitará el bien a los que en integridad andan." (Salmo 84:11.)
Para proveernos lo necesario, nuestro Padre celestial tiene mil maneras de las cuales nada sabemos.  Los que aceptan el principio sencillo de hacer del servicio de Dios el asunto supremo, verán desvanecerse sus perplejidades y extenderse ante sus pies un camino despejado.
El fiel cumplimiento de los deberes de hoy es la mejor preparación para las pruebas de mañana.  No amontonemos las eventualidades y los cuidados de mañana para añadirlos a la carga de hoy.  "Basta al día su afán." (S.  Mateo 6:34.)
El desaliento es pecaminoso
Tengamos confianza y seamos valientes.  El desaliento en el servicio de Dios es pecaminoso e irrazonable.  Dios conoce todas nuestras necesidades.  A la omnipotencia del Rey de reyes, el Dios que guarda el pacto con nosotros añade la dulzura y el solícito cuidado del tierno pastor.  Su poder es absoluto, y es garantía del seguro cumplimiento de sus promesas para todos los que en él confían.  Tiene medios de apartar toda dificultad, para que sean confortados los que le sirven y respetan los medios que él emplea.  Su amor supera todo otro amor, como el cielo excede en altura a la tierra.  Vela por sus hijos con un amor inconmensurable y eterno.
En los días aciagos, cuando todo parece conjurarse contra nosotros, tengamos fe en Dios, quien lleva adelante sus designios 383 y hace bien todas las cosas en favor de su pueblo.  La fuerza de los que le aman y le sirven será renovada día tras día.
Dios puede y quiere conceder a sus siervos toda la ayuda que necesiten.  Les dará la sabiduría que requieren sus varias necesidades.
El experimentado apóstol Pablo dijo: "Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi potencia en la flaqueza se perfecciona.  Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis flaquezas, porque habite en mí la potencia de Cristo.  Por lo cual me gozo en las flaquezas, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias por Cristo; porque cuando soy flaco, entonces soy poderoso." (2 Corintios 12:9, 10.) 384



El Conflicto de los Siglos, págs. 560-563. CS560
Lo que enciende la enemistad de Satanás contra la raza humana, es que ella, por intermedio de Cristo, es objeto del amor y de la misericordia de Dios.  Lo que él quiere entonces es oponerse al plan divino de la redención del hombre, deshonrar a Dios mutilando y profanando sus obras, causar dolor en el cielo y llenar la tierra de miseria y desolación.  Y luego señala todos estos males como resultado de la creación del hombre por Dios.
La gracia que Cristo derrama en el alma es la que crea en el hombre enemistad contra Satanás.  Sin esta gracia transformadora y este poder renovador, el hombre seguiría siendo esclavo de Satanás, siempre listo para ejecutar sus órdenes.  Pero el nuevo principio introducido en el alma crea un conflicto allí donde hasta entonces reinó la paz.  El poder que Cristo comunica habilita al hombre para resistir al tirano y  usurpador.  Cualquiera que aborrezca el pecado en vez de amarlo, que resista y venza las pasiones que hayan reinado en su corazón, prueba que en él obra un principio que viene enteramente de lo alto.
El antagonismo que existe entre el espíritu de Cristo y el espíritu de Satanás se hizo particularmente patente en la forma en que el mundo recibió a Jesús.  No fue tanto porque apareció desprovisto de riquezas de este mundo, de pompa y de grandeza, por lo que los judíos le rechazaron.  Vieron que poseía un poder más que capaz de compensar la falta de aquellas ventajas exteriores.  Pero la pureza y santidad de Cristo atrajeron sobre él el odio de los impíos.  Su vida de abnegación y de devoción sin pecado era una continua reprensión para aquel pueblo orgulloso y sensual.  Eso fue lo que despertó enemistad contra el Hijo de Dios.  Satanás y sus ángeles malvados se unieron con los hombres impíos.  Todos los poderes de la apostasía conspiraron contra el Defensor de la verdad.
La misma enemistad que se manifestó contra el Maestro, se manifiesta contra los discípulos de Cristo.  Cualquiera que se 561 dé cuenta del carácter repulsivo del pecado y que con el poder de  lo alto resista a la tentación, despertará seguramente la ira de Satanás y de sus súbditos.  El odio a los principios puros de la verdad, las acusaciones y persecuciones contra sus defensores, existirán mientras existan el pecado y los pecadores.  Los discípulos de Cristo y los siervos de Satanás no pueden congeniar.  El oprobio de la cruz no ha desaparecido.  "Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución." (2 Timoteo 3: 12.)
Los agentes de Satanás obran continuamente bajo su dirección para establecer su autoridad y para fortalecer su  reino en oposición al gobierno de Dios.  Con tal fin tratan de seducir a los discípulos de Cristo y retraerlos de la obediencia.  Como su jefe, tuercen y pervierten las Escrituras para conseguir su objeto.  Así como Satanás trató de acusar a Dios, sus agentes tratan de vituperar al pueblo de Dios.  El espíritu que mató a Cristo mueve a los malos a destruir a sus discípulos.  Pero ya lo había predicho la primera profecía: "Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya." Y así acontecerá hasta el fin de los tiempos.
Satanás reúne todas sus fuerzas y lanza todo su poder al combate. ¿Cómo es que no encuentra mayor resistencia? ¿Por qué están tan adormecidos los soldados de Cristo? ¿por qué revelan tanta indiferencia?  Sencillamente porque tienen poca comunión verdadera con Cristo, porque están destituidos de su Espíritu.  No sienten por el pecado la repulsión y el odio que sentía su Maestro.  No lo rechazan como lo rechazó Cristo con decisión y energía.  No se dan cuenta del inmenso mal y de la malignidad del pecado, y están ciegos en lo que respecta al carácter y al poder del príncipe de las tinieblas.  Es poca la enemistad que se siente contra Satanás y sus obras, porque hay mucha ignorancia acerca de su poder y de su malicia, y no se echa de ver el inmenso alcance de su lucha contra Cristo y su iglesia.  Multitudes están en el error a este respecto.  No saben que su enemigo es un poderoso general que dirige las inteligencias 562 de los ángeles malos y que, merced a planes bien combinados y a una sabia estrategia, guerrea contra Cristo para impedir la salvación de las almas.  Entre los que profesan el cristianismo y hasta entre los ministros del Evangelio, apenas si se oye hablar de Satanás, a no ser tal vez de un modo incidental desde lo alto del púlpito.  Nadie se fija en las manifestaciones de su actividad y éxito continuos.  No se tienen en cuenta los muchos avisos que nos ponen en guardia contra su astucia; hasta parece ignorarse su existencia.
Mientras los hombres desconocen los artificios de tan vigilante enemigo, éste les sigue a cada momento las pisadas.  Se introduce en todos los hogares, en todas las calles de nuestras ciudades, en las iglesias, en los consejos de la nación, en los tribunales, confundiendo, engañando, seduciendo, arruinando por todas partes las almas y los cuerpos de hombres, mujeres y niños, destruyendo la unión de las familias, sembrando odios, rivalidades, sediciones y muertes.  Y el mundo cristiano parece mirar estas cosas como si Dios mismo las hubiese dispuesto y como si debiesen existir.
Satanás está tratando continuamente de vencer al pueblo de Dios, rompiendo las barreras que lo separan del mundo.  Los antiguos israelitas fueron arrastrados al pecado cuando se arriesgaron a formar asociaciones ilícitas con los paganos.  Del mismo modo se descarría el Israel moderno.  "El Dios de este siglo cegó los entendimientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios." (2 Corintios 4: 4.) Todos los que no son fervientes discípulos de Cristo, son siervos de Satanás.  El corazón aún no regenerado ama el pecado y tiende a conservarlo y paliarlo.  El corazón renovado aborrece el pecado y está resuelto a resistirle.  Cuando los cristianos escogen la sociedad de los impíos e incrédulos, se exponen a la tentación.  Satanás se oculta a la vista y furtivamente les pone su venda engañosa sobre los ojos.  No pueden ver que semejante compañía es la más adecuada para perjudicarles; y mientras 563 más se van asemejando al mundo en carácter, palabras y obras, más y más se van cegando.
Al conformarse la iglesia con las costumbres del mundo, se vuelve mundana, pero esa conformidad no convierte jamás al mundo a Cristo.  A medida que uno se familiariza con el pecado, éste aparece inevitablemente menos repulsivo.  El que prefiere asociarse con los siervos de Satanás dejará pronto de temer al señor de ellos.  Cuando somos probados en el camino del deber, cual lo fue Daniel en la corte del rey, podemos estar seguros de la protección de Dios; pero si nos colocamos a merced de la tentación, caeremos tarde o temprano.
El tentador obra a menudo con el mayor éxito por intermedio de los menos sospechosos de estar bajo su influencia.  Se admira y honra a las personas de talento y de educación, como si estas cualidades pudiesen suplir la falta del temor de Dios o hacernos dignos de su favor.  Considerados en si mismos, el talento y la cultura son dones de Dios; pero cuando se emplean para substituir la piedad, cuando en lugar de atraer al alma a Dios la alejan de él, entonces se convierten en una maldición y un lazo.  Es opinión común que todo lo que aparece amable y refinado debe ser, en cierto sentido, cristiano.  No hubo nunca error más grande.  Cierto es que la amabilidad y el refinamiento deberían adornar el carácter de todo cristiano, pues ambos ejercerían poderosa influencia en favor de la verdadera religión; pero deben ser consagrados a Dios, o de lo contrario son también una fuerza para el mal.  Muchas personas cultas y de modales afables que no cederían a lo que suele llamarse actos inmorales, son brillantes instrumentos de Satanás.  Lo insidioso de su influencia y ejemplo los convierte en enemigos de la causa de Dios más peligrosos que los ignorantes.
Por medio de férvida oración y de entera confianza en Dios, Salomón alcanzó un grado de sabiduría que despertó la admiración del mundo.  Pero cuando se alejó de la Fuente de su fuerza y se apoyó en si mismo, cayó presa de la tentación. Entonces las facultades maravillosas que hablan sido concedidas 564 al más sabio de los reyes, sólo le convirtieron en agente tanto más eficaz del adversario de las almas.

Los Hechos de los Apóstoles, cap. 27, segunda mitad.

Si los seguidores de Cristo buscaran con fervor la sabiduría, serían guiados a terrenos ricos de verdad, que ahora desconocen enteramente.  El que se entregue plenamente a Dios, será guiado por la mano divina.  Puede ser humilde y sin talentos al parecer; sin embargo, si con corazón amante y confiado obedece toda indicación de la voluntad de Dios, sus facultades se purificarán, ennoblecerán y vigorizarán, y sus capacidades aumentarán. A medida que atesore las lecciones de la sabiduría divina, se le confiará una comisión sagrada; y será capacitado para hacer de su vida un honor para Dios y una bendición para el mundo. "El principio de tus palabras alumbra; hace entender a los simples." (Sal. 119: 130.)
Hoy son demasiados los que ignoran tanto como los creyentes de Efeso la obra del Espíritu Santo en el corazón.  Sin embargo, ninguna verdad se enseña más claramente en la Palabra de Dios. Los profetas y apóstoles se han explayado en este tema.  Cristo mismo nos llama la atención al crecimiento del mundo vegetal como una ilustración de la operación de su Espíritu en el sostenimiento de la vida espiritual.  La savia de la vid, ascendiendo desde la raíz, se difunde por las ramas, y provee al crecimiento y a la producción de flores y fruto.  Así el poder vivificador del Espíritu Santo, que procede del Salvador, llena el alma, renueva los motivos y afectos, y pone hasta los pensamientos en obediencia a la voluntad de Dios, capacitando al que lo recibe para llevar los preciosos frutos de acciones santas.
El Autor de esta vida espiritual es invisible, y el método exacto por el cual se imparte y sostiene esta vida está más allá de la facultad explicativa de la filosofía humana.  Sin embargo, las operaciones del Espíritu están siempre en armonía con la Palabra escrita.  Lo que sucede en el mundo natural, pasa también en el espiritual.  La vida natural es conservada momento tras momento por un poder divino; sin embargo, no es sostenida 231 por un milagro directo, sino por el uso de las bendiciones puestas a nuestro alcance.  Así la vida espiritual es sostenida por el uso de los medios que la Providencia ha provisto.  Para que el seguidor de Cristo crezca hasta convertirse en "un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo" (Efe. 4: 13), debe comer del pan de vida y beber del agua de la salvación.  Debe velar, orar y trabajar, y prestar atención en todas las cosas a las instrucciones de Dios consignadas en su Palabra.
La experiencia de esos conversos judíos tiene todavía otra lección para nosotros.  Cuando fueron bautizados por Juan, no comprendieron bien la misión de Jesús como expiador de los pecados.  Seguían creyendo graves errores, pero cuando recibieron mayor conocimiento, aceptaron alegremente a Cristo como su Redentor; y al dar este paso hacia adelante, cambiaron sus obligaciones.  Cuando recibieron una fe más pura, hubo un cambio correspondiente en su vida.  Como señal de este cambio, y como reconocimiento de su fe en Cristo, fueron bautizados de nuevo, en el nombre de Jesús.
Según su costumbre, Pablo había comenzado su trabajo en Efeso predicando en la sinagoga de los judíos.  Continuó trabajando allí por tres meses, "disputando y persuadiendo del reino de Dios." Al principio fue recibido favorablemente; pero como en otros países, pronto fue combatido violentamente.  "Algunos se endurecieron y rehusaron creer, hablando mal del Camino delante de la multitud." (V. M.) Como persistían en rechazar el Evangelio, el apóstol dejó de predicar en la sinagoga.
El Espíritu de Dios había obrado con Pablo y por medio de él en sus labores por sus compatriotas.  Se había presentado suficiente evidencia para convencer a todo aquel que deseara sinceramente conocer la verdad.  Pero muchos se dejaron dominar por el prejuicio y la incredulidad, y rehusaron ceder a la evidencia más concluyente. Temiendo que la fe de los creyentes peligrase por el trato continuo de estos opositores de la verdad, Pablo se separó de ellos y reunió a los discípulos en una 232 entidad distinta, continuando sus instrucciones públicas en la escuela de Tirano, un maestro de cierta distinción.
Pablo vio que se estaba abriendo delante de él una "puerta grande y eficaz," aunque eran muchos "los adversarios." (1 Cor. 16: 9.) Efeso era no solamente la más magnífica, sino la más corrupta de las ciudades de Asia.  La superstición y los placeres sensuales dominaban en su abundante población.  Bajo la sombra de sus templos se amparaban criminales de todas las clases, y florecían los vicios más degradantes.
Efeso era un centro popular del culto de Diana.  La fama del magnífico templo de "Diana de los Efesios" se extendía por toda Asia y el mundo.  Su sobresaliente esplendor era el orgullo, no solamente de la ciudad, sino de la nación.  El ídolo que estaba en el templo había caído del cielo, según la tradición.  En él estaban escritos caracteres simbólicos, que se creía poseían gran poder. Los efesios habían escrito libros para explicar el significado y uso de estos símbolos.
Entre los que habían estudiado detenidamente estos costosos libros, había muchos magos, que ejercían una influencia poderosa sobre los supersticiosos adoradores de la imagen que estaba en el templo.
Al apóstol Pablo, en sus trabajos en Efeso, se le dieron señales especiales del favor divino.  El poder de Dios acompañaba sus esfuerzos, y muchos eran sanados de enfermedades físicas. "Hacía Dios singulares maravillas por manos de Pablo: de tal manera que aun se llevaban sobre los enfermos los sudarios y los pañuelos de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los malos espíritus salían de ellos." Estas manifestaciones de poder sobrenatural eran mayores que todas las que se habían visto alguna vez en Efeso, y eran de tal carácter que no podían ser imitadas por la habilidad de los prestidigitadores o los encantamientos de los hechiceros. Como estos milagros eran hechos en el nombre de Jesús de Nazaret, el pueblo tenía oportunidad de ver que el Dios del cielo era más poderoso que los magos que adoraban a la diosa Diana.  Así exaltaba el 233 Señor a su siervo, aun delante de los idólatras mismos, inmensurablemente por encima del más poderoso y favorecido de los magos.
Pero Aquel a quien están sujetos todos los espíritus del mal; quien había dado a su siervo autoridad sobre ellos, había de avergonzar y derrotar aun más a aquellos que despreciaban y profanaban su santo nombre.  La hechicería había sido prohibida por la ley de Moisés, bajo pena de muerte; sin embargo, de tiempo en tiempo había sido practicada secretamente por judíos apóstatas.  En el tiempo de la visita de Pablo a Efeso, había en la ciudad "algunos de los Judíos, exorcistas vagabundos," quienes, al ver las maravillosas obras hechas por él, "tentaron a invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos."  Fue hecha una prueba por "siete hijos de un tal Sceva, Judío, príncipe de los sacerdotes."  Al hallar a un hombre poseído por un demonio, le dijeron: "Os conjuro por Jesús, el que Pablo predica."  Pero "respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo: mas vosotros ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando en ellos, y enseñoreándose de ellos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos."
De este modo se dio una prueba inequívoca de la santidad del nombre de Cristo, y el peligro a que se expone el que lo invoque sin fe en la divinidad de la misión del Salvador.  "Y cayó temor sobre todos ellos, y era ensalzado el nombre del Señor Jesús."
Ahora se revelaron hechos antes escondidos. Al aceptar el cristianismo, algunos de los creyentes no habían renunciado completamente a sus supersticiones.  Hasta cierto punto continuaban practicando la magia.  Ahora, convencidos de su error, 'muchos de los que habían creído, venían, confesando y dando cuenta de sus hechos."  Aun algunos de los mismos hechiceros fueron alcanzados por esta buena obra; y "muchos de los que habían practicado vanas artes, trajeron los libros, y 234 los quemaron delante de todos; y echada la cuenta del precio de ellos, hallaron ser cincuenta mil denarios.  Así crecía poderosamente la palabra del Señor, y prevalecía."
Al quemar estos libros de magia, los conversos efesios mostraron que ahora aborrecían las cosas en las cuales se habían deleitado una vez.  Era por la magia cómo habían ofendido especialmente a Dios y puesto en peligro sus almas; y contra la magia manifestaron tal indignación.  Así dieron evidencia de su verdadera conversión.
Estos tratados sobre adivinación contenían reglas y formas de comunicarse con los malos espíritus.  Eran los reglamentos del culto de Satanás, instrucciones para solicitar su ayuda y obtener de él información.  Reteniendo estos libros, los discípulos se hubieran expuesto a la tentación; vendiéndolos, hubieran colocado la tentación en el camino de otros.  Habían renunciado al reino de las tinieblas; y para destruir su poder, no vacilaron ante ningún sacrificio. Así la verdad triunfó sobre los prejuicios de los hombres, y también sobre su amor al dinero.
Por esta manifestación del poder de Cristo, se ganó una poderosa victoria en favor del cristianismo en la misma fortaleza de la superstición.  La influencia que tuvo fue más extensa de lo que aun Pablo comprendía.  Desde Efeso las nuevas se extendieron ampliamente, y se dio un poderoso impulso a la causa de Cristo. Mucho después que el apóstol mismo hubo terminado su carrera, estas escenas vivían en la memoria de los hombres, y eran el medio de ganar conversos para el Evangelio.
Algunas personas alientan la creencia de que las supersticiones paganas han desaparecido ante la civilización del siglo veinte.  Pero la Palabra de Dios y el duro testimonio de los hechos declaran que se practica la hechicería en nuestro tiempo tan seguramente como en los días de los magos de la antigüedad.  El antiguo sistema de la magia es, en realidad, el mismo que ahora se conoce con el nombre de espiritismo moderno.  Satanás halla acceso a miles de mentes presentándose bajo el 235 disfraz de amigos desaparecidos.  Las Sagradas Escrituras declaran que "los muertos nada saben." (Ecl. 9: 5.) Sus pensamientos, su amor, su odio, han perecido.  Los muertos no se comunican con los vivos.  Pero fiel a su antigua astucia, Satanás emplea este recurso a fin de apoderarse de la dirección de la mente.
Por medio del espiritismo, muchos de los enfermos, los enlutados, los curiosos, se están comunicando con los malos espíritus.  Todos los que se atreven a hacer esto están en terreno peligroso.  La palabra de verdad declara cómo los considera Dios.  En los tiempos antiguos pronunció él severo juicio contra un rey que había enviado a pedir consejo a un oráculo pagano: "¿No hay Dios en Israel, que vosotros vais a consultar a Baalzebub dios de Ecrón? Por tanto así ha dicho Jehová: Del lecho en que subiste no descenderás, antes morirás ciertamente." (2 Rey. 1: 3, 4.)
Los magos de los tiempos paganos tienen su contraparte en los médiums espiritistas, los clarividentes y los adivinos de hoy día.  Las místicas voces que hablaban en Endor y en Efeso están todavía extraviando a los hijos de los hombres con sus palabras mentirosas. Si se descorriera el velo ante nuestros ojos, podríamos ver a los ángeles malignos empleando todas sus artes para engañar y destruir.  Dondequiera se ejerce una influencia para inducir a los hombres a olvidar a Dios, está Satanás ejerciendo su poder hechicero.  Cuando los hombres se entregan a su influencia, antes que se den cuenta la mente se confunde y el alma se contamina. El pueblo actual de Dios debería prestar atención a la amonestación del apóstol a la iglesia de Efeso: "No comuniquéis con las obras infructuosas de las tinieblas; sino antes bien redargüidlas." (Efe. 5: 11.) 236



El Conflicto de los Siglos, págs. 565-571. CS565
CAPÍTULO 32. ¿Quiénes Son los Ángeles?
LA RELACIÓN entre el mundo visible y el invisible, el ministerio de los ángeles de Dios y la influencia o intervención de los espíritus malos, son asuntos claramente revelados en las Sagradas Escrituras y como indisolublemente entretejidos con la historia humana.  Nótase en nuestros días una tendencia creciente a no creer en la existencia de los malos espíritus, mientras que por otro lado muchas personas ven espíritus de seres humanos difuntos en los santos ángeles, que son "enviados para" servir a "los que han de heredar la salvación." (Hebreos 1: 14, V.M.) Pero las Escrituras no sólo enseñan la existencia de los ángeles, tanto buenos como malos, sino que contienen pruebas terminantes de que éstos no son espíritus desencarnados de hombres que hayan dejado de existir.
Antes de la creación del hombre, había ya ángeles; pues cuando los cimientos de la tierra fueron echados, a una "las estrellas todas del alba alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios." (Job 38: 7.) Después de la caída del hombre, fueron enviados ángeles para guardar el árbol de la vida, y esto antes que ningún ser humano hubiese fallecido.  Los ángeles son por naturaleza superiores al hombre, pues el salmista refiriéndose a éste, dice: "Algo menor lo hiciste que los ángeles." (Salmo 8: 6,  V.B.- Cantera, vers. 5 en V. Valera.)
Las Santas Escrituras nos dan información acerca del número, del poder y de la gloria de los seres celestiales, de su relación con el gobierno de Dios y también con la obra de redención.  "Jehová afirmó en los cielos su trono; y su reino domina sobre todos." Y el profeta dice: "Oí voz de muchos ángeles alrededor del trono." Ellos sirven en la sala del trono del Rey de los reyes- "ángeles, poderosos en fortaleza," 566 "ministros suyos," que hacen "su voluntad," "obedeciendo a la voz de su precepto." (Salmo 103:19-21; Apocalipsis 5:11.) Millones de millones y millares de millares era el número de los mensajeros, celestiales vistos por el profeta Daniel.  El apóstol Pablo habla de "las huestes innumerables de ángeles." (Hebreos 12:22, V.M.) Como mensajeros de Dios, iban y volvían "a semejanza de relámpagos" (Ezequiel 1: 14), tan deslumbradora es su gloria y tan veloz su vuelo.  El ángel que apareció en la tumba del Señor, y cuyo "aspecto era como un relámpago y su vestido blanco como la nieve," hizo que los guardias temblaran de miedo y quedaran "como muertos." (S.  Mateo 28: 3, 4.) Cuando Senaquerib, el insolente monarca asirio, blasfemó e insultó a Dios y amenazó destruir a Israel, "aconteció que en aquella misma noche salió un ángel de Jehová, e hirió en el campamento de los Asirios ciento ochenta y cinco mil hombres." El ángel "destruyó a todos los hombres fuertes y valerosos, con los príncipes y los capitanes" del ejército de Senaquerib, quien "volvió con rostro avergonzado a su propia tierra." (2 Reyes 19: 35; 2 Crónicas 32: 21 V.M.)
Los ángeles son enviados a los hijos de Dios con misiones de misericordia.  Visitaron a Abrahán con promesas de bendición; al justo Lot, para rescatarle de las llamas de Sodoma; a Elías, cuando estaba por morir de cansancio y hambre en el desierto; a Eliseo, con carros y caballos de fuego que circundaban la pequeña ciudad donde estaba encerrado por sus enemigos; a Daniel, cuando imploraba la sabiduría divina en la corte de un rey pagano, o en momentos en que iba a ser presa de los leones; a San Pedro, condenado a muerte en la cárcel de Herodes; a los presos de Filipos; a San Pablo y a sus compañeros, en la noche tempestuosa en el mar; a Cornelio, para hacerle comprender el Evangelio, a San Pedro, para mandarlo con el mensaje de salvación al extranjero gentil.  Así fue como, en todas las edades, los santos ángeles ejercieron su ministerio en beneficio del pueblo de Dios.
Cada discípulo de Cristo tiene su ángel guardián respectivo. 567 Estos centinelas celestiales protegen a los justos del poder del maligno. Así lo reconoció el mismo Satanás cuando dijo: "Teme Job a Dios de balde? ¿No le has tu cercado a él y a su casa, y a todo lo que tiene en derredor" (Job 1: 9, 10.) El medio de que Dios se vale para proteger a su pueblo está indicado en las palabras del salmista: "El ángel de Jehová acampa en derredor de los que le temen, y los defiende." (Salmo 34: 7.) Hablando de los que creen en él, el Salvador dijo: "Mirad no tengáis en poco a alguno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre." (S.  Mateo 18: 10.) Los ángeles encargados de atender a los hijos de Dios tienen: a toda hora acceso cerca de él.
Así que, aunque expuesto al poder engañoso y a la continua malicia del príncipe de las tinieblas y en conflicto con todas las fuerzas del mal, el pueblo de Dios tiene siempre asegurada la protección de los ángeles del cielo.  Y esta protección no es superflua.  Si Dios concedió a sus hijos su gracia y su amparo, es porque deben hacer frente a las temibles potestades del mal, potestades múltiples, audaces e incansables, cuya malignidad y poder nadie puede ignorar o despreciar impunemente.
Los espíritus malos, creados en un principio sin   pecado, eran iguales, por naturaleza, poder y gloria, a los seres santos que son ahora mensajeros de Dios.  Pero una vez caídos por el pecado, se coligaron para deshonrar a Dios y acabar, con los hombres.  Unidos con Satanás en su rebeldía y arrojados del cielo con él, han sido desde entonces, en el curso de los siglos, sus  cómplices en la guerra empezada contra la autoridad divina.  Las Sagradas Escrituras nos hablan de su unión y de su gobierno  de sus diversas órdenes, de su inteligencia y astucia, como  también de sus propósitos malévolos contra la paz y  la felicidad de los hombres.
La historia del Antiguo Testamento menciona a veces su existencia y su actuación pero fue durante el tiempo que Cristo estuvo en la tierra cuando los espíritus malos dieron las más sorprendentes pruebas de su poder.  Cristo había venido 568 para cumplir el plan ideado para la redención del hombre, y Satanás resolvió afirmar su derecho para gobernar al mundo.  Había logrado implantar la idolatría en toda la tierra, menos en Palestina.  Cristo vino a derramar la luz del cielo sobre el único país que no se había sometido al yugo del tentador.  Dos poderes rivales pretendían la supremacía.  Jesús extendía sus brazos de amor, invitando a todos los que querían encontrar en él perdón y paz.  Las huestes de las tinieblas vieron que no poseían un poder ilimitado, y comprendieron, que si la misión de Cristo tenía éxito , pronto terminaría su reinado. Satanás se enfureció como león encadenado y desplegó atrevidamente sus poderes tanto sobre los cuerpos como sobre las almas de los hombres.
Que ciertos hombres hayan sido poseídos por demonios está claramente expresado en el Nuevo Testamento.  Las personas afligidas de tal suerte no sufrían únicamente de enfermedades cuyas causas eran naturales.  Cristo tenía conocimiento perfecto de aquello con que tenía que habérselas, y reconocía la presencia y acción directas de los espíritus malos.
Ejemplo sorprendente de su número, poder y malignidad, como también del poder misericordioso de Cristo, lo encontramos en el relato de la curación de los endemoniados de Gádara.  Aquellos pobres desaforados, que burlaban toda restricción y se retorcían, echando espumarajos por la boca, enfurecidos, llenaban el aire con sus gritos, se maltrataban y ponían en peligro a cuantos se acercaban a ellos.  Sus  cuerpos cubiertos de sangre y desfigurados, sus mentes extraviadas, presentaban un espectáculo de los más agradables para el príncipe de las tinieblas.  Uno de los demonios que dominaba a los enfermos, declaró: "Legión me llamo; porque somos muchos." (S. Marcos 5: 9.) En el ejército romano una legión se componía de tres a cinco mil hombres.  Las huestes de Satanás están también organizadas en compañías, y la compañía a la cual pertenecían estos demonios correspondía ella sola en número por lo menos a una legión. 569
Al mandato de Jesús, los espíritus malignos abandonaron sus víctimas, dejándolas sentadas en calma a los pies del Señor, sumisas, inteligentes y afables.  Pero a los demonios se les permitió despeñar una manada de cerdos en el mar; y los habitantes de Gádara, estimando de más valor sus puercos que las bendiciones que Dios había concedido, rogaron al divino Médico que se alejara.  Tal era el resultado que Satanás deseaba conseguir.  Echando la culpa de la pérdida sobre Jesús, despertó los temores egoístas del pueblo, y les impidió escuchar sus palabras.  Satanás acusa continuamente a los cristianos de ser causa de pérdidas, desgracias y padecimientos, en lugar de dejar recaer el oprobio sobre quienes lo merecen, es decir, sobre sí mismo y sus agentes.
Pero los propósitos de Cristo no quedaron frustrados.  Permitió a los espíritus malignos que destruyesen la manada de cerdos, como censura contra aquellos judíos que, por amor al lucro, criaban esos animales inmundos.  Si Cristo no hubiese contenido a los demonios, habrían precipitado al mar no sólo los cerdos sino también a los dueños y porqueros.  La inmunidad de éstos fue tan sólo debida a la intervención misericordiosa de Jesús.  Por otra parte, el suceso fue permitido para que los discípulos viesen el poder malévolo de Satanás sobre hombres y animales, pues quería que sus discípulos conociesen al enemigo al que iban a afrontar, para que no fuesen engañados y vencidos por sus artificios.  Quería, además, que el pueblo de aquella región viese que él, Jesús, tenía el poder de romper las ligaduras de Satanás y libertar a sus cautivos.  Y aunque Jesús se alejó, los hombres tan milagrosamente libertados quedaron para proclamar la misericordia de su Bienhechor.
Las Escrituras encierran otros ejemplos semejantes.  La hija de la mujer sirofenicia estaba atormentada de un demonio al que Jesús echó fuera por su palabra. (S.  Marcos 7:26-30.) "Un endemoniado, ciego y mudo" (S.  Mateo 12: 22); un joven que tenía un espíritu mudo, que a menudo le arrojaba  "en 570 el fuego y en aguas, para matarle" (S.  Marcos 9: 17-27); el maníaco que, atormentado por el "espíritu de un demonio inmundo" (S.  Lucas 4:33-36), perturbaba la tranquilidad del sábado en la sinagoga de Capernaum todos ellos fueron curados por el compasivo Salvador.  En casi todos los casos Cristo se dirigía al demonio como a un ser inteligente, ordenándole salir de su víctima y no atormentarla más.  Al ver su gran poder, los adoradores reunidos en Capernaum se asombraron,  "y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es ésta? que con autoridad y potencia manda a los espíritus inmundos, y salen." (S.  Lucas 4: 36.)
Se representa uno generalmente aquellos endemoniados como sometidos a grandes padecimientos; sin embargo había excepciones a esta regla.  Con el fin de obtener poder sobrenatural, algunas personas se sometían voluntariamente a la influencia satánica.  Estas, por supuesto, no entraban en conflicto con los demonios.  A esta categoría pertenecen los que poseían el espíritu de adivinación, como los magos Simón y Elimas y la joven adivina que siguió a Pablo y a Silas en Filipos.
Nadie está en mayor peligro de caer bajo la influencia de los espíritus malos que los que, a pesar del testimonio directo y positivo de las Sagradas Escrituras, niegan la existencia e intervención del diablo y de sus ángeles.  Mientras ignoremos sus astucias, ellos nos llevan notable ventaja; y muchos obedecen a sus sugestiones creyendo seguir los dictados de su propia sabiduría.  Esta es la razón por la cual a medida que nos acercamos al fin del tiempo, cuando Satanás obrará con la mayor energía para engañar y destruir, él mismo propaga por todas partes la creencia de que no existe.  Su política consiste en esconderse y obrar solapadamente.
No hay nada que el gran seductor tema tanto como el que nos demos cuenta de sus artimañas.  Para mejor disfrazar su carácter y encubrir sus verdaderos propósitos, se ha hecho representar de modo que no despierte emociones más poderosas que las del ridículo y del desprecio.  Le gusta que lo 571 pinten deforme o repugnante, mitad animal mitad hombre.
Le agrada oírse nombrar como objeto de diversión y de burla por personas que se creen inteligentes e instruídas.
Precisamente por haberse enmascarado con habilidad consumada es por lo que tan a menudo se oye preguntar: "¿Existe en realidad ente semejante?" Prueba evidente de su éxito es la aceptación general de que gozan entre el público religioso ciertas teorías que niegan los, testimonios más positivos de las Sagradas Escrituras.  Y es porque Satanás puede dominar tan fácilmente los espíritus de las personas inconscientes de su influencia, por lo que la Palabra de Dios nos da tantos ejemplos de su obra maléfica, nos revela sus fuerzas ocultas y nos pone así en guardia, contra sus ataques.
El poder y la malignidad de Satanás y de su hueste podrían alarmarnos con razón, si no fuera por el apoyo y salvación que podemos encontrar en el poder superior de nuestro Redentor.  Proveemos cuidadosamente nuestras casas con cerrojos y candados para proteger nuestros bienes y nuestras vidas contra los malvados; pero rara vez pensamos en los ángeles malos que tratan continuamente de llegar hasta nosotros, y contra cuyos ataques no contamos en nuestras propias fuerzas con ningún medio eficaz de defensa.  Si se les dejara, nos trastornarían la razón, nos desquiciarían y torturarían el cuerpo, destruirán nuestras propiedades y nuestras vidas.  Sólo se deleitan en el mal y en la destrucción.  Terrible es la condición de los que resisten a las exigencias de Dios y ceden a las tentaciones de Satanás hasta que Dios los abandona al poder de los espíritus malignos.  Pero los que siguen a Cristo están siempre seguros bajo su protección.  Ángeles de gran poder son enviados el cielo para ampararlos.  El maligno no puede forzar la guardia con que Dios tiene rodeado a su pueblo.


Mensajes para los Jóvenes, págs. 273 - 276
89. EL EJEMPLO DE LOS EFESIOS
CUANDO los efesios se convirtieron, cambiaron sus hábitos y prácticas.  Bajo la convicción del Espíritu de Dios, procedieron con presteza, y revelaron todos los misterios de su hechicería.  Se presentaron y confesaron y mostraron sus hechos, y sus corazones se llenaron de santa indignación porque habían dedicado tal devoción a la magia y habían apreciado tanto los libros llenos de reglas ideadas por Satanás para establecer los métodos de acuerdo con los cuales ellos podían practicar la hechicería.  Estaban decididos a abandonar el servicio del maligno, y entregaron sus costosos libros y los quemaron públicamente.  De ese modo manifestaron claramente la sinceridad de su conversión a Dios. . .
Los efesios se habían deleitado en los libros que entregaron a las llamas al convertirse al Evangelio, y por ellos habían gobernado sus conciencias y guiado sus mentes.  Podrían haberlos vendido, pero al hacerlo se habría perpetuado el mal.  Desde entonces aborrecieron los misterios satánicos, las artes mágicas, y consideraron con aversión el conocimiento que de ellos habían obtenido.  Quisiera preguntar a los jóvenes que han estado en relación con la verdad: ¿Habéis quemado vuestros libros de magia?
LOS LIBROS DE MAGIA DE HOY
No os acusamos del mal que había dominado a los efesios, ni os demandamos por haber practicado la magia y tenido que ver con las artes de la hechicería.  No 274 decimos que habéis seguido los misterios de la nigromancia ni tenido comunión con los malos espíritus.  Pero, ¿no estáis en comunión con el autor de todo mal, con el inventor de todos estos misterios y artes infernales? ¿No escucháis las sugestiones del que es dios de este mundo, príncipe del poder del aire? ¿No os habéis sometido a sus falsedades y entregándoos como agentes suyos para hacer lo que estaba en armonía con vuestra vida antes de la conversión? ¿No os habéis entregado para ser agentes de Satanás y en un sentido más amplio, no mantenéis relaciones con los ángeles caídos y aprendéis lecciones de ellos en el arte de engañar vuestra propia alma y las almas de otros?
¿Y los libros de magia? ¿Qué habéis estado leyendo? ¿Cómo habéis empleado vuestro tiempo? ¿Habéis estado estudiando los oráculos sagrados a fin de oír la voz de Dios que os habla mediante su Palabra?  El mundo está inundado de libros que siembran semillas de escepticismo, incredulidad y ateísmo, y en mayor o menor grado habéis estado aprendiendo vuestras lecciones de estos libros, y éstos son libros de magia.  Expulsan a Dios de la mente, y separan al alma del verdadero Pastor.
LA MENTE SE INCAPACITA PARA PENSAR COSAS SOLEMNES
Los libros que habéis estado leyendo han sido ideados por los agentes de Satanás, para embrujar la mente con teorías formadas en la sinagoga de Satanás, para mostraros cómo podéis servir al maligno con dignidad satánica. ¡Cuán numerosos son los libros de tendencias incrédulas, producidos con la intención de perturbar la mente mediante dudas espaciosas!  Satanás los ha envuelto en su aliento ponzoñoso, y una mortífera malaria espiritual afecta al alma que los lee. 275
¡Qué montón de lectura ficticia hay en el mundo para llenar la mente con fantasías y extravagancias, creando así la aversión por las palabras de verdad y justicia!  La mente se incapacita así para pensar pensamientos solemnes, para investigar paciente y perseverantemente las Escrituras, que son el libro guía por el cual habéis de ser dirigidos al paraíso de Dios.
Mucho se escribe en cuanto a cómo ganar un tesoro terrenal, como si la riqueza de este mundo pudiera comprarnos un pasaporte para el cielo. ¡Cuántos volúmenes de historia han sido escritos, llenos de hazañas temerarias y presuntuosas de hombres cuyas vidas no arrojan una sola vislumbre sobre el camino que lleva a la tierra mejor!
LIBROS QUE DESCARRÍAN
¡Cuántos libros hay sobre la guerra y el derramamiento de sangre, que descarrían a la juventud!  Satanás se coloca junto a los jóvenes mientras los leen, para inculcarles el espíritu del guerrero acerca del cual leen.  Se calienta así la sangre de sus venas y se sienten impulsados a cometer actos crueles. ¡Cuán numerosos son los libros inmorales que conducen a deseos impíos y encienden las pasiones del corazón y apartan de todo lo que es puro y santo!
Vosotros habéis tenido vuestros libros de magia, en los cuales las escenas y los cuadros fueron inspirados por aquel que una vez fue un ángel exaltado en las cortes celestiales. . .
ROMPED EL HECHIZO DE LA BRUJERÍA SATÁNICA
Quisiera preguntar, ¿deben ser quemados los libros de magia?  En la sinagoga de Satanás hay lugares de atracción donde se fomenta y permite el libertinaje, pero allí está el testigo, y un visitante invisible testifica de los actos realizados en las tinieblas.  Satanás preside las reuniones de los vanos, orgullosos, alegres, y es el 276 animador de las escenas de algazara.  Allí está disfrazado.  A nuestro alrededor se desarrolla la hechicería, y el mundo y la iglesia están bajo la influencia del que los inducirá a hacer cosas que jamás soñaron hacer.  Si se los enterase de las cosas que van a hacer, estarían tan asombrados como Hazael cuando el profeta le habló de su conducta futura. . .
Todo hombre, mujer y niño que no se halla bajo el dominio del Espíritu de Dios; se halla bajo la influencia del hechizo de Satanás, y mediante sus palabras y su ejemplo hará apartar a otros de la senda de la verdad.  Cuando la gracia transformadora de Cristo descansa sobre el corazón, se apodera del alma una justa indignación porque el pecador ha descuidado por tanto tiempo la gran salvación que Dios ha provisto para él.  Se entregará entonces a Dios en cuerpo, alma y espíritu y se apartará del compañerismo de Satanás, mediante la gracia que Dios le ha dado.  Como los efesios, denunciará la hechicería y cortará el último hilo que lo liga a Satanás.  Abandonará el estandarte del príncipe de las tinieblas y se pondrá bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel.  Quemará los libros de magia (Youth's Instructor, noviembre 16, 1883). 277