Asignación de militares activos a funciones civiles

Diciembre 2000

Otro de los cursos de acción que Hugo Chávez ha resuelto seguir en lo político, ha sido la incorporación de un alto número de militares activos en funciones civiles de gobierno. En una decisión sin precedentes en la historia de la democracia venezolana, numerosos cargos de la administración pública central y de empresas e institutos del Estado, han sido destinados a militares activos.

No es de extrañar que diversos sectores de la sociedad civil observen con desconfianza esta militarización del gobierno, característica de los regímenes de facto. Por nuestra parte, lo que haremos será dilucidar los objetivos perseguidos por Hugo Chávez al tomar esta decisión, y las consecuencias que cabría esperar para Chávez mismo y para el país.

a. Objetivos

No es difícil inferir las motivaciones de Hugo Chávez para militarizar la administración pública:

Nos parece que debe ser particularmente importante para Hugo Chávez contar con una milicia, aún al costo de destruir la profesionalidad de las actuales fuerzas armadas. Esto le daría la permanencia de un Fidel Castro, su reconocido tutor, quien ha prolongado su dominio en Cuba gracias a haber ocupado con sus milicianos el lugar dejado por el ejército. Respecto a este procedimiento decía Nicolás Maquiavelo:

"...todo príncipe nuevo en su soberanía nueva se formó siempre una tropa suya." (El Príncipe. Ediciones Teorema. Barcelona, 1983. p.162)

En muchas ocasiones, el Presidente ha advertido que aquellos militares que estén en desacuerdo con su ideología "revolucionaria", tendrán que dejar las fuerzas armadas. Los hechos, además, han confirmado las palabras: los oficiales que se han declarado públicamente "revolucionarios", han recibido ministerios y presidencias de compañías del estado; los que se han declarado opuestos a la "revolución" han sido dados de baja.

De esta manera, la militarización de las funciones públicas tiene un claro objetivo de proselitismo; es sólo uno de los aspectos de lo que parece ser un proceso de difusión ideológica que Hugo Chávez está llevando a cabo dentro de las fuerzas armadas, para convertirlas en una milicia al servicio de la "revolución" y de su líder.

b. Consecuencias

Si se piensa en la militarización de las funciones civiles como una decisión aislada, sólo cabría esperar consecuencias relacionadas con la eficiencia en el ejercicio de esas funciones. No se puede garantizar resultados si la alta gerencia de las compañías petroleras conoce de armas y no de petróleo. También podría temerse por la estabilidad política, ya que, como dice José Luis L. Aranguren,

"Los militares, atenidos a su moral estamental y simplificatoria, consideran frecuentemente la política como un 'juego sucio' y tienden a reemplazarla por la 'acción directa' ('pronunciamiento', putsch, golpe de Estado) y la dictadura." (Etica y Política. Ediciones Guadarrama. Madrid, 1968. p.87)

Pero los hechos parecen probar que dicha militarización es, en lo fundamental, una repartición de beneficios entre oficiales leales a la doctrina particular del Presidente. Este procedimiento obviamente divide al sector militar: los "revolucionarios" recibirán las prebendas, y los "no revolucionarios" nada recibirán, salvo una eventual expulsión. A lo más que pueden aspirar estos últimos es a pasar desapercibidos.

¿Qué se puede esperar de una división así en las fuerzas armadas? Sólo conjuras, evidentemente. Es de presumir que los oficiales "no revolucionarios" tendrán por legítima cualquier intriga destinada a sacar del poder a quien amenaza sus carreras. Por su lado, los militares "revolucionarios" no necesariamente defenderán al Presidente; más bien, evaluarán constantemente la situación, esperando una oportunidad de alcanzar aún mayor poder. En palabras de Maquiavelo:

"Un príncipe que quiera estar a salvo de las conjuras debe, pues, temer más aquellos a quienes ha complacido demasiado que a los que han recibido demasiadas injurias: porque a éstos les falta la facilidad, que a otros les sobra, y además su determinación no es tan firme, porque el deseo de mando es mayor que el de venganza." (Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio. Alianza Editorial. Madrid, 1987. p.307)

Así, las conspiraciones podrían provenir de ambos bandos: de los "no revolucionarios" por sus deseos de venganza y de los "revolucionarios" por sus deseos de mando. Si Hugo Chávez aspiraba a conformar una milicia personal que lo perpetuara en el poder, tendría que haberla creado de una vez, imponiéndola como una fuerza de élite, y no provocar una división en el sector militar con una lenta depuración ideológica.

Mientras la popularidad de Hugo Chávez sea alta, podrá continuar su proceso de difusión ideológica de las fuerzas armadas con relativa calma y aparente éxito; nada frena tanto a una conspiración como el temor a una reacción adversa del pueblo. Pero si el apoyo popular al Presidente llegara a declinar, las conjuras que hemos predicho se multiplicarán inevitablemente, y alguna de ellas podría tener éxito.

En conclusión, aunque personalmente aborrezcamos cualquier intento de reducir las libertades civiles, entendemos como natural la pretensión de crear una milicia particular, desde el punto de vista de un Presidente como Hugo Chávez, con vocación autoritaria y con deseos de perpetuarse. Lo que constituye un enorme error político es querer formar dicha milicia a partir de las fuerzas armadas actuales, depurándolas ideológicamente. La división que esto produce en el sector militar tendrá graves consecuencias, que se manifestarán ante cualquier merma que sufra Hugo Chávez en el afecto popular.



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