Formulación de una política exterior contraria a los Estados Unidos

Enero 2001

En cuanto concierne a su política exterior, Hugo Chávez ha dado un giro a la tradicional posición venezolana. Ya en los inicios de su mandato, dejó en claro que Venezuela sería aliada de Cuba, Iraq, Irán, Corea del Norte y China en asuntos relacionados con los derechos humanos, y por ello mismo, se opondría a la actitud norteamericana en ese tema. Desde entonces, diversos episodios han certificado la oposición del gobierno venezolano a las políticas internacionales de su principal socio comercial, los Estados Unidos. La negativa de Hugo Chávez a la persecución aérea de traficantes de drogas por parte de los Estados Unidos en espacio venezolano, su rechazo a la ayuda humanitaria norteamericana de diciembre de 1999, los insultos al Subsecretario de Estado para América Latina, sus numerosas referencias al "imperialismo" hechas a dúo con su proclamado ídolo Fidel Castro, son todos signos inequívocos de la nueva tendencia de la diplomacia venezolana.

Posiblemente estas actitudes sean sólo producto de una ideología que, aunque pasada de moda, aún puede sonar prometedora para algunos, Hugo Chávez entre ellos. Algunos analistas piensan que no hay mucho qué buscar; se trata, llanamente, de unas ideas comunistas algo primitivas que en su juventud le fueron sembradas a un oficial de pocas luces.

Pero esta explicación, que se nos antoja válida, no tiene por qué ser la única. Es probable que aún podamos encontrar algo si pensamos en que los mentores del Presidente son bastante más avezados que éste en lo político, y por lo que se ha afirmado públicamente, también en los negocios. Si José Vicente Rangel, por ejemplo, se hizo nombrar Ministro de Relaciones Exteriores, es para que la política internacional del país tuviera su impronta y no la de un militar de escaso juicio.

Nos preguntaremos, por tanto: ¿por qué el gobierno de Hugo Chávez ha decidido indisponerse con los Estados Unidos? Su cálculo político quizás sea el siguiente: el sentimiento antipartidos lo llevó al poder, pero habiendo ya menguado los partidos políticos tradicionales, haría falta explotar un sentimiento similar para mantenerlo allí, el sentimiento "antiyanqui". Es fácil descubrir que los caudillos del tercer mundo que han tomado ese camino, aún sometiendo a sus pueblos al hambre y la guerra, han afianzado su poder interno: Hussein, Castro, Gaddafi, Jomeini e incluso Milosevic. Pocas cosas unen tanto a los miembros de una sociedad en torno a su jefe como la presencia amenazante de un agente externo.

En Venezuela, el tal sentimiento "antiyanqui" no ha sido nunca mayoritario, concentrándose más bien en los tradicionales grupos de izquierda. Los venezolanos hemos visto en los Estados Unidos al comprador de petróleo, más que a un opresor. Sin embargo, en los países vecinos la disposición contra el norte es un tanto más extendida, de donde es probable que Hugo Chávez logre despertar allí solidaridades; ellas, a su vez, harían sentir a los venezolanos orgullo por su líder. Todo eso le daría al escaso antiamericanismo en Venezuela un efecto de crecimiento por retroalimentación.

¿Qué podemos esperar de todo esto? Es cuestión de tiempo: tarde o temprano los Estados Unidos relegarán a Venezuela al odioso grupo de naciones aisladas, y el jefe venezolano se atornillará en el poder. Ni siquiera la serena política norteamericana de esperar a ver qué pasa (wait and see) ayudará a evitarlo; ella sólo forzará a Hugo Chávez a extremar sus ataques para que tengan el efecto político deseado. Salvo, claro está, que el comandante retroceda a tiempo.



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