ISLA DEL TESORO
TESORO DE CÓMICS

CAPITULO 5

El siguiente fragmento está sacado del capítulo 5 de Treasure Island, Treasury of Comics, (La Isla del Tesoro - Tesoro de Cómics... Flint Editions, New York, 1984) con permiso del autor y los editores.

 

Como decíamos en nuestro último capítulo, a finales de los 5O la línea E.C. de series de piratas dominaba el mercado desde una posición casi inalcanzable. La breve ola anti-cómic de mediados de los 50, aunque pudo dañar a la E.C. como compañía, desapareció y al final les fortaleció.

Con el gobierno de la época poniéndose de lado de los cómics en un intento de proteger la imagen de cierros funcionarios que se inspiraban en ellos, era como si la industria del cómic hubiera recibido, de repente, la bendición del Tío Sam -o al menos de J. Edgar Hoover-. Como ya se suponía, al ser una de las pocas compañías que se anticipó al boom masivo de material dedicado a piratas, E.C. floreció y su control en este campo fue indiscutible.

Hasta mayo de 1960. En esa fecha apareció el primer número de una extraordinaria serie de National Cómics, ahora DC. Se titulaba «TALES OF THE BLACK FREIGHTER» (Historias del Galeón Negro), y aunque su venta nunca llegó al nivel de las de los gigantes de E.C., como PIRACY (Piratería) y BUCCANEERS (Bucaneros), por la acogida de la crítica y su influencia sobre los cómics posteriores del mismo estilo, TALES OF THE BLACK FREIGHTER causó una impresión en el panorama de los cómics que dura hasta nuestros días. Además, con la DC reeditando actualmente los primeros treinta números clásicos de la serie, y al parecer con gran éxito, es como si el impacto permaneciera indeleble a pesar del cuarto de siglo transcurrido desde su publicación original.

¿Qué fue exactamente lo que hizo que TALES OF THE BLACK FREIGHTER fuera tan especial? Aunque hoy en día la mayoría se siente atraída por la controversia que rodea los últimos números de la serie, debería recordarse que fue muy popular desde su salida. Así: ¿qué fue lo que fascinó en especial a todos esos miles de lectores?

Bueno, para empezar, seguramente fueron las ilustraciones de JOE ORLANDO, que dibujó todos los cuadernos desde el primer número hasta el nueve, con la excepción de GALÁPAGOS JONES, un personaje de relleno más bien insípido que duró hasta el número seis. Orlando, seducido por DC tras el éxito de su «SARGASSO SEA STORIES» (Historias del Mar de los Sargazos) en Piracy de la E. C., por el editor Julius Schwartz, fue considerado una estrella entre todos los dibujantes de piratas, un fichaje de primera. Adaptando rápidamente su estilo de la ciencia ficción y el horror al clima especial que requerían las historias de piratas mucho mejor que sus colegas de E.C., quizá era el artista más respetado en un campo con tanta competencia y los fans esperaban el primer número de TALES OF THE BLACK FREIGHTER con emoción.

 

Joe Orlando, en 1953

Y no les decepcionó. El primer número es un clásico de Orlando. El guión -del entonces principiante MAX SHEA-, aunque era lo suficientemente sólido, ya mostraba los clichés típicos que aparecerían en los posteriores trabajos de Shea, y en aquel primer número se veía superado por la irresistible y oscura majestad de las texturas, sombras y rostros de Orlando.

La historia servía de introducción al navío que daba nombre a la serie, y que a la vez había sido tomado prestado del barco que aparecía en la «ÓPERA DE TRES PENIQUES», de Brecht y Weill. En aquella primera historia, tres hombres con diferentes caminos en la vida llegaban a la misma taberna portuaria en busca de trabajo. El lugar está desierto, a excepción del posadero que les sirve una cerveza tibia en silencio y la enorme y oscura figura de un capitán de barco que se sienta en la mesa de al lado y escucha cómo se cuentan sus vidas los unos a los otros.

Las historias se relatan como pequeños cuentos independientes dentro de una narración más amplia que las enmarca y con efectivos, aunque predecibles, finales retorcidos que nos revelan que sus narradores son criaturas sin principios y carentes de moral, capaces casi de cualquier acto de traición. Oyendo estas historias, el capitán dice que está impresionado y les ofrece embarcar con él. Cuando los hombres están a bordo del barco y notan el terrible olor a muerte que parece exhalar la cubierta; es demasiado tarde. Los tres desventurados marineros descubren que el barco es un bajel del infierno que embarca las almas de los malditos para que sigan su camino sangriento durante toda la eternidad.

La identidad del capitán nunca se revela -¿se supone que es Satanás, o simplemente otra víctima del barco?-. Pero esto apenas importa si los comparamos con la impresionante presentación de Orlando. Desde la maravillosa escena en la historia del primer hombre en la que dos profanadores de tumbas luchan a muerte con sus palas en los túneles infestados de gusanos bajo el cementerio, hasta los diabólicos disparos finales del negro y horrible galeón perdiéndose a través de la blanca neblina, su arte es impresionante, transmitiendo un tangible sentido de la maldad y la muerte incluso en aquellos momentos en que el argumento decae.

En los números siguientes, el arte de Orlando continuó brillando mientras los guiones de Shea comenzaron también a mejorar de calidad gradualmente, a medida que el autor se fue acostumbrando al medio. Con mayor confianza cada vez, Shea empezó a tantear ideas para los guiones que parecían a la vez salvajemente radicales e innovadoras. La historia del tercer número, «Between breaths» (Entre suspiros) se cuenta desde el punto de vista de un hombre que se está ahogando, alternando los recuerdos de su vida tal y como se le aparecen ante sus ojos hinchados y la horrible descripción de lo que siente al ahogarse. Leído aún hoy, provoca una sensación casi tangible de asfixia, acabar la historia y dejarla a un lado es realmente un alivio. Las tenebrosas imágenes de una multitud de muertos y ahogados caminando por el océano hacia la cuerda del ancla del Galeón Negro, escalándola y situándose en sus posiciones de navegación en el barco, son de lo más impresionante de la obra de Orlando en la serie.

Ya en el cuaderno cinco, la reacción del lector estaba obviamente a favor de la serie, y los elogios se repartían por igual entre Orlando y Shea. Según los expertos, el recibir correo de los fans por primera vez en su vida tuvo un efecto adverso en el guionista, que empezó a verse como la fuerza conductora de la serie, menospreciando el importante papel de Orlando y agobiando al dibujante con paneles descriptivos imposibles y continuas críticas exigiendo la revisión de ilustraciones ya dibujadas.

A pesar de la creciente fricción dentro del equipo creativo, los dos duraron en TALES OF THE BLACK FREIGHTER hasta el noveno número, cuando Orlando pidió a Schwartz que lo sacara de la serie, siendo el «ego» del guionista el factor principal de su decisión. En esos nueve números crearon muchas historias memorables juntos, incluyendo la más famosa de todas «The Shanty of Edward Teach» (El refugio de Barbanegra), en el capítulo siete. En esta historia, narrada en verso por el pirata muerto Edward Teach (también conocido como Barbanegra), empezamos a ver la oscura y pesimista susceptibilidad moral que iba a caracterizar más tarde la mayor parte de la obra de Shea. Las imágenes fueron pefectamente plasmadas por Orlando, y habrán pocos lectores de aquel período que hayan olvidado el colapsante primer plano de Barbanegra, retratado como un diablo reencarnado violento y suspicaz, que parece observar al lector y recordarle que su propia postura quizá no es más noble que la del propio Teach:

«Camino en un tambaleante mundo de madera,
un apestoso infierno rodeado de sal,
quizá no mucho peor que el vuestro,
en el que los obispos caminan a través de osarios
con almohadillas perfumadas;
donde los hombres viles prosperan y aman
arrastrándose a cuatro patas».

(texto que está colocado en la imagen adjunta y que en el primer cuadro dice:

«Al niño demacrado
pasaré por mi filo
y con su piel me haré un pequeño tambor
para tocarlo mientras volamos
las cabezas del enemigo
e incendio los mares
con ardiente ron»)


Después de que Orlando se fuera, la ilustración de la serie pasó a manos de un dibujante relativamente desconocido, pero muy capaz, llamado Walt Feinberg, que había trabajado anteriormente en numerosos cómics del Oeste a los que proporcionaba excelentes ilustraciones que, sin embargo, pasaban desapercibidas, encajadas entre las obras de los mejores dibujantes de cómics del Oeste, tales como Gil Kane y Alex Toth. Aunque al principio tenía que seguir el estilo de Orlando en TALES OF THE BLACK FREIGHTER, Feinberg tuvo finalmente la oportunidad de brillar con luz propia.

Por alguna razón nos constan pocos incidentes sobre la fricción entre Feinberg y Shea, y los dos continuaron trabajando juntos hasta el número 31, cuando Shea lo dejó (quizá el voluble y temperamental guionista estaba haciendo un esfuerzo deliberado para controlar su comportamiento, habiendo aprendido una lección tras el abandono de Orlando).

De todas formas, los próximos veinte números más o menos se convirtieron al instante en unos clásicos como los de Orlando, gracias a la gradual habilidad desarrollada por Shea como guionista.

Las historias que surgían de su pluma en este período son uniformemente oscuras y siniestras, equilibrando los terrores metafísicos con un enervante sentido de la realidad, especialmente cuando lo aplicaba a temas como la muerte o la sexualidad. Los lectores que llegaban a la serie buscando un conmovedor cuento de espadachines se sentían o repelidos o fascinados por los a menudo perversos y oscuros comentarios sobre la condición humana. Cuentos como «The Figurehead» (El mascarón de proa), que trataba abiertamente la homosexualidad y el desgarrador «Marooned» (Abandonado), son los que me vienen rápidamente a la cabeza.

En «Marooned» (Abandonado), una historia de dos capítulos que ocupaba los números 23 y 24 de la serie, vemos a Feinberg y Shea en su apogeo. Original por contar la historia de un solo personaje narrada en su mayor parre en subtítulos, «Marooned» relata la historia de un joven marinero cuyo barco ha sido aracado por el Galeón Negro antes de que pudiera regresar a su ciudad de origen y avisarlos de la llegada del barco infernal. Llegado a una isla desierta con sus amigos muertos por toda compañía, experimentamos el frenético tormento del marinero, que sabe que mientras él sigue atrapado en esa isla, la diabólica tripulación del Galeón estará destruyendo su ciudad, su hogar, su mujer y sus hijos. Guiado por ese ardiente deseo de advertirles de esta calamidad, vemos al marinero escapar finalmente de la isla en lo que puede ser uno de los recursos más sorprendentes y horribles en un cómic de piratas: desenterrando los cadáveres hinchados de gas de sus camaradas, el marinero los ata juntos y los usa como flotadores en una balsa improvisada en la que espera alcanzar tierra firme (de ahí el título de esce capítulo). Al llegar a tierra firme sano y salvo sobre su horrible embarcación, vemos al marinero cada vez más desequilibrado tratando desesperadamente de llegar a su casa, incluso recurriendo al asesinato para conseguir un caballo. En las escenas finales, gracias a la habilidad conjunta de texto e imágenes, vemos que el marinero, aunque ha escapado de su isla, al final se ve aislado del resto de la humanidad de una forma terrible.

Los problemas llegaron alrededor del número 25, cuando Shea comenzó sus controvertidos números basados en los argumentos de los libros saqueados por el Galeón Negro, incluyendo los tomos excomulgados, supuestamente condenados a su supresión eterna dentro del índice inquisitorial del Vaticano, cuando fueron robados de su gruta por los piraras. Descritos como «evidentemente pornográficos», cuatro de las cinco historias en proyecto fueron rechazadas por DC, lo que trajo una discusión tras la que Shea dejó la serie y los cómics para escribir novelas clásicas como la dos veces filmada FOGDANCING (Entre tinieblas).

En el momento de escribir esto, se desconoce el paradero de Shea. En circunstancias tan extrañas como las de sus historias, parece ser que el guionista desapareció de su casa una mañana y no le han vuelto a ver desde entonces, aunque la policía continúa sus investigaciones. En su camino nos deja no sólo una larga serie de excelentes novelas y guiones, sino también una serie ejemplar de historias de piratas que hoy en día alcanza precios desorbitantes de casi mil dólares, según la Overstreet Guide. Sus historias han de ser todavía redescubiertas y reexaminadas, como tantos otros tesoros fascinantes hundidos bajo la superficie de este fabuloso e irresistible género.

 


 

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