LOS ORIGENES SUMARIO:
Sylvia Kovacs llegó a New York procedente de Ohio en la primavera
de 1935 con su marido, Peter Joseph Kovacs, del que se divorció
en 1937 tras mutuas acusaciones de adulterio y crueldad mental. Después
del divorcio ni tuvo más contacto con su antiguo marido, y durante
los tres años siguientes vivió en un apartamento de alquiler
barato, sola, pero con un montón de «amistades» masculinas.
No se sabe con exactitud cuándo recurrió a la prostitución
para hacer frente a las deudas que se le amontonaban, pero parece ser
que su última relación semipermanente fue con el verdadero
padre de Walter Kovacs, que la dejó dos meses antes de nacer
el bebé. La Sra. Kovacs no quería o no podía dar
más detalles sobre él sólo que se llamaba «Charlie».
Poco después del nacimiento de su hijo, vemos el primer arrestro
de la Sra. Kovacs, acusada de prostitución. Consideramos que
quizá la carga adicional de mantener a un bebé pudo ser
lo que la impulsó a esa nueva ocupación, y quizá
también fueran los factores anteriores, la causa del resentimiento
y crueldad que Sylvia Kovacs mostró hacia su hijo a medida que
iba creciendo.
En Julio de 1951, el niño ingresó en un reformatorio
tras atacar violentamente a dos chicos mayores en la calle, dejando
prácticamente ciego a uno de ellos. Cuando le interrogaron, Kovacs
se negó a hablar sobre lo que le había llevado a atacar
a los chicos, lo que parece indicar que fue un ataque no provocado.
Sin embargo, al investigar las circunstancias en las que el niño
vivía se descubrió que era regularmente golpeado y se
veía expuesto a los peores excesos de la vida de las prostitutas,
así que se resolvió tenerlo bajo custodia. Fue admitido
en el hogar Lillian Charlton para Niños con Problemas de New
Jersey, donde permaneció hasta 1956, cuando determinaron que
era lo suficientemente inteligente y estable como para vivir normalmente
en sociedad. Durante su estancia en la residencia, apartado de la influencia
negativa de su madre, Kovacs destacó en clase, particularmente
en el campo de la literatura y la educación religiosa y también
dio muestras de poseer gran habilidad en gimnasia y boxeo amateur. A
pesar de ser callado y tímido, especialmente con las mujeres,
Kovacs podía mantener largas y bien argumentadas conversaciones
con sus compañeros e instructores, y sorprendió a la mayoría
al resultar ser un niño serio, pero agradable, aunque un poco
retraído.
Dejando
esto a un lado, se hace patente que el odio hacia su madre no disminuyó.
Poco antes de que Kovacs dejara la residencia Charlton en 1956, recibió
noticias de que su madre, que no había intentado nunca contactar
con su hijo y que había continuado en el mundillo del vicio,
había sido asesinada. Su cuerpo fue encontrado en un callejón
sin salida al sur del Bronx, la causa de su muerte fue la forzada ingestión
de lejía Drano. Un hombre llamado George Paterson, el chulo de
Mrs. Kovacs, fue más tarde acusado de su muerte. Cuando le dieron
al noticia a Walter Kovacs, de entonces dieciséis años,
su único comentario fue «Bien». Poco después
de esto, Kovacs dejó la residencia para irse a vivir al primero
de una larg lista de pequeños apartamentos y también consiguió
trabajo en la industria del vestir, una ocupación en la que aparentemente
permaneció hasta mediados de los setenta, manteniendo una doble
vida entre su trabajo de días y sus actividades nocturnas disfrazado
de «Rorschach».
Hay pocas evidencias físicas que puedan aclararnos algo sobre
la psicología de este perturbado. Algunos oficiales de policía
le han identificado como el hombre anuncio, profeta del juicio final,
visto en la localidad duranto los últimos siete años,
pero como Kovacs se niega a revelar su actual dirección, si tiene
alguna, esto no puede comprobarse por el momento. Del mismo modo, los
informes sobre sus primeros años son escasos, aunque he podido
obtener fotocopias de dos escritos de Kovacs durante su estancia en
la residencia Charlton, uno es un ensayo escrito sobre el típico
tema de «Mis Padres», cuando Kovacs tenía once años,
y el otro es una transcripción de una pesadilla que sufrió
cuando tenía trece años.