Corona y premio inefable de aquellos que se han distinguido con humilde y heroica fidelidad,
en la imitación de tus virtudes y,
en modo particular,
en la generosa participación a tus sufrimientos,
para ser apóstoles valiosos e infatigables en la salvación de las almas;
con firme confianza yo te suplico
por la intercesión de tu siervo el Padre Pio de Pietrelcina,
la gracia que ardientemente deseamos de todo corazón:
Proteger a Tu Santa y Única Iglesia,
concediendo a sus pastores,
recto entendimiento y discernimiento
para defender la Santa Doctrina,
por Tú Espíritu entregada a su resguardo y transmición.
Así sea por siempre.
Amén.