Sólo la valentía y la caridad de un hombre de Dios podían escoger esta meta con todos los riesgos que conllevaba, En efecto, Pedro Chanel concluyó aquí su aventura de evangelizador, asesinado a golpes de garrote y hacha el 28 de abril de 1841 por el yerno del jefe de tribu, Musamusu, enfurecido porque entre los convertidos al cristianismo se encontraban algunos miembros de su familia.
Pedro Chanel había nacido en Cuet (Francia) el 12 de julio de 1803, A los doce años, por invitación del celoso párroco Trompier, comenzó los estudios seminarísticos, y en 1824 entró al seminario mayor de Bourg, en donde tres años después fue ordenado sacerdote. Hubiera querido ir inmediatamente a tierra de misión, pero el obispo tenía mucha necesidad de sacerdotes. Fue coadjutor en Amberieu y en Gex, en donde se unió a un grupo de sacerdotes diocesanos, los maristas, que en el mismo ámbito parroquial vivían el ideal misionero, bajo la guía del Padre Colin.
La Sociedad de María, aprobada por el Papa en 1836, contó entre sus primeros miembros al Padre Chanel, que ese mismo año se embarcó en Le Havre hacia Valparaíso, con destino a Oceanía, Cuando la nave llegó a Futuna, se invitó al Padre Chanel a bajar a tierra y a permanecer ahí con el compañero laico Nicezio, que tenía veinte años.
Fue lenta y paciente la tarea de penetración en el pequeño mundo de esa gente tan distinta por costumbres de vida y por mentalidad. Pero el anuncio del Evangelio fue calando en las jóvenes generaciones, Pero este éxito suscitó al mismo tiempo la hostilidad de las viejas generaciones. El tributo de sangre de Pedro Chanel fue el precio para abrir finalmente las puertas a la evangelización de toda la isla. El nuevo mártir cristiano, beatificado el 17 de noviembre de 1889, fue canonizado el 12 de junio de 1954 y declarado patrono de Oceanía.
El Megalomártir, el Gran Mártir, le llaman los griegos. El defensor de la Iglesia, el portaestandarte de la fe, el defensor de los perseguidos e inocentes, el Patrón de los Cruzados y de varias ciudades españolas... Todo esto es el glorioso mártir que hoy celebramos.
Poco es lo que los críticos historiadores nos narran de él. Bastante más ricas han sido las leyendas qué nos cuentan maravillas y milagros de su recia personalidad, desenmascarando al emperador y defendiendo a la joven inocente del terrible dragón que asolaba la ciudad.
Recorriendo los museos de Oriente y Países eslavos, queda el turista maravillado al contemplar cómo San Jorge ha sido uno de los temas, por no decir el tema, más llevado a los lienzos de aquellos países, lo que indica el fervor popular que siempre han sentido hacia él.
Parece que nació en Palestina, en la ciudad de Lidda o en Mitilene, allá por el año 280. Sus padres parece eran fervorosos cristianos y emparentados con la alta aristocracia del país. Era un joven bien plantado: alto, elegante, fuerte, simpático... Abrazó la carrera más noble de aquellos tiempos, la militar. El esperaba llegar a ser un ilustre militar bajo las órdenes de los emperadores romanos. Todo le sonreía. Hasta que un día... allá en los inicios del siglo IV llegó a Nicomedia el terriblemente duro emperador Diocleciano con la satánica idea de hacer desaparecer a la secta de los cristianos que se extendía de día en día por todo el vasto imperio. Dictó leyes terriblemente duras contra los seguidores de Jesús de Nazaret. El último edicto del emperador ordenaba que, porque habían llegado noticias de que hasta en los cargos más delicados del imperio se habían introducido seguidores de esta secta, había que acabar con ellos. Serían arrojados todos los militares, dignidades y cargos administrativos de cualquier clase que fueren si se podía probar que eran cristianos. Cuantos tuvieran conocimiento de alguno de estos cristianos tenía grave obligación de delatarlo. Este edicto se expuso en calles y plazas...
Los historiadores de la época nos refieren que un apuesto soldado en medio de la plaza de la ciudad de Nicomedia arrancó con furia el edicto y, delante de todos los presentes, lo hizo añicos despreciando así la orden del emperador.
Pronto llegó a los oídos de Diocleciano el hecho de este apuesto tribuno llamado Jorge. El emperador convocó a los grandes del reino y les expuso con severas palabras que había que llevar a la práctica y con la más rigurosa observancia lo establecido en este decreto. Cuando le tocó el orden de hablar a Jorge se dirigió con valentía al emperador, y le dijo: «Señor, ni he cumplido ni espero cumplir de ahora en adelante cuanto habéis ordenado por juzgarlo altamente injusto. ¿Por qué abusáis de los pobres y de las vírgenes? ¿Por qué, si hay libertad para adorar a dioses falsos, no debe haberla para adorar al único Dios verdadero?...».
El emperador quedó de piedra. No podía imaginarse cómo se atrevía a hablarle de modo tan enérgico y descarado a él que era el Emperador... Y le dijo: - «¿Te das cuenta, tribuno Jorge, lo que dices? ¿ Sabes que puedo darte la muerte o por lo menos privarte de cuanto tienes?» - «No me importa nada todo esto. Mi vida es de Cristo, mi Dios y Señor, y Él me ayudará... hasta que llegue a poseerle en el cielo a donde espero ir...» El emperador dictó que le atormentasen con toda clase de los más refinados instrumentos para hacerle claudicar de su fe. Pero por más que le hicieron sufrir, la fe crecía y el valor aumentaba en el tribuno Jorge, siendo la admiración de cuantos le contemplaban... Por fin viendo que ninguno de aquellos tormentos acababan con él, descargó el verdugo el golpe de gracia cortando su cabeza de un hachazo. Jorge será el Patrón de los militares valientes y de cuantos luchen por defender la fe. Era por el 303 cuando recibió la palma del martirio.