20 de Junio
SAN SILVERIO
Papa y mártir (+ 538)
Nació San Silverio en la provincia de Campania, y fue puesto en la Silla de
San Pedro por muerte de Agapito. Depuesto por éste Autimo, patriarca de Constantinopla,
deseaba a Teodora, mujer del emperador Justiniano, también hereje, que aquél
fuese restituído a su silla por Silverio, y al efecto escribió a Belisario,
a la sazón en Italia, para que le ayudara en su deseo.
Belisario procuró convencer a Silverio, mas sin conseguirlo, y entonces dio
el encargo a su mujer Antonina, por si ella era más feliz. Esta fingió una carta
en que Silverio escribía a los godos que les entregaría la ciudad si fuesen
a Italia, y con este falso pretexto le desnudaron del hábito pontificial y le
vistieron de monje, y con buena guarda le enviaron desterrado a la isla de Poncia,
donde, consumido de calamidades, miserias y mal tratamiento, vino a morir.
La Iglesia le celebra como mártir, porque murió en defensa de la justicia.
Fui su dichoso tránsito el día 20 de Junio año de la redención del mundo de
540.
SAN JUAN FISCHER
Cardenal y mártir Año 1535
Este
santo mártir nació en Beverley, Inglaterra, en el año 1469, su padre murió cuando
Juan era todavía muy niño. A los 14 años ya era el más sobresaliente entre sus
compañeros estudiantes y a los 20 fue nombrado profesor del colegio San Miguel.
Se doctoró con gran brillo en la famosa Universidad de Cambridge, y a los 22
años, obtuvo ser dispensado de la falta de edad, y fue ordenado sacerdote. Poco
después recibió el nombramiento de vicecanciller o vicerrector de la gran universidad.
Margarita, la madre del rey, al quedar viuda por tercera vez,
y desilusionada de la vida de intrigas del mundo, dispuso dedicarse a la vida
espiritual, e impresionada por la santidad y la sabiduría de Juan, lo eligió
como su director espiritual. Guiada por el santo distribuyó su fortuna en ayudar
a instituciones benéficas, y a la que más ayudas concedió fue a la Universidad
de Cambridge.
San Juan Fisher recordaba después con emoción que cuando él empezó
a ser director espiritual de la madre del rey, la universidad tenía pocas cátedras
o ramas de enseñanza y que luego se pusieron nuevas y muy modernas facultades
de estudio. Que la Biblioteca de la universidad sólo tenía 300 libros y que
luego se consiguieron millares de ejemplares para el estudio de los universitarios.
Juan fue elegido Canciller de la Universidad y este cargo lo
tuvo hasta su muerte. Era un verdadero sabio y un gran benefactor. En 1504 fue
elegido nuestro santo como obispo de Rochester, cuando sólo tenía 35 años. Y
él, como hacía con todos los cargos que le confiaban, se dedicó a este oficio
con todas las fuerzas de su recia personalidad. Con un entusiasmo no muy frecuente
en su época, se dedicó a visitar todas y cada una de las parroquias para observar
si cada uno estaba cumpliendo con su deber, y animar a los no muy entusiastas.
A los sacerdotes les insistía en la grave responsabilidad de cumplir muy exactamente
sus deberes sacerdotales.
Iba personalmente a visitar las chozas de los más pobres. Distribuía
limosnas con enorme generosidad, y en su casa siempre las puertas estaban abiertas
para recibir a visitantes, peregrinos y necesitados. Y aunque parezca imposible,
además de todos sus demás trabajos, dedicaba horas y horas al estudio y a escribir
libros. Se hicieron famosos sus discursos fúnebres a la muerte del rey Enrique
VII y en el funeral de la reina Margarita. Aunque era obispo y además canciller
de la universidad, llevaba una vida tan austera como la de un monje.
No dormía más de seis horas. Hacía fuertes penitencias. En su
mesa tenía frente a sí una calavera, para recordar que también a él le llegaría
la muerte y la hora de tener que darle cuentas a Dios de todos sus comportamientos.
Decía que su deporte favorito era leer. Sus ahorros eran para comprar nuevos
libros, que después de leídos los obsequiaba a la Biblioteca de la Universidad.
Cuando le ofrecían otras diócesis que producían más en dinero, respondía: "No
cambio a esta esposa pobre pero amable y muy fiel, por la viuda más rica que
exista". Cuando Lutero empezó a difundir los errores de los protestantes, el
obispo Fisher fue elegido para atacar tan fatales errores, y escribió cuatro
voluminosos libros para combatir los errores de los luteranos. Esto lo hizo
famoso.
El embajador de España llegó a afirmar que el obispo Juan era
el prelado más santo del país en ese tiempo. Y el rey de Inglaterra exclamó:
"ningún otro reino tiene actualmente un obispo tan sabio y tan santo como Juan
Fisher". En un Sínodo o reunión de todo el clero de Inglaterra, el obispo Fisher
protestó fuertemente contra la mundanalidad de algunos eclesiásticos, y la vanidad
de aquellos que lo buscaban eran altos puestos y no la verdadera santidad.
Criticaba fuertemente los defectos que era necesario corregir,
pero él personalmente daba muy buenos ejemplos de vida santa. Cuando el rey
Enrique VIII dispuso divorciarse de su legítima esposa y casarse con su concubina
Ana Bolena, el obispo Juan Fisher fue el primero en oponerse a semejante escándalo.
Y aunque muchos altos personajes, por conservar la amistad del rey, declararon
que ese divorcio sí se podía hacer, en cambio Juan, aun con peligro de perder
sus cargos y ser condenado a muerte, declaró públicamente que el matrimonio
católico es indisoluble y que el divorcio no es posible para un matrimonio católico
que no sea nulo.
Muchos le decían que la mayoría de los altos empleados oficiales
aprobaban el divorcio del rey, y él les respondía: "Ellos tienen que cumplir
lo que les diga su propia conciencia. Yo para salvarme estoy obligado a obedecer
lo que mi conciencia me dice, y ella me afirma que este divorcio no lo puedo
aprobar". El terrible rey Enrique VIII se declaró jefe supremo de la Iglesia
en Inglaterra en reemplazo del Sumo Pontífice, y todos los que deseaban conservar
sus altos puestos en el gobierno y en la Iglesia, lo apoyaron. Pero Juan Fisher
declaró que esto era absolutamente equivocado y en pleno Parlamento exclamó:
"Querer reemplazar al Papa de Roma por el rey de Inglaterra, como jefe de nuestra
religión es como gritarle un ‘muera’ a la Iglesia Católica".
Las amenazas de los enemigos empezaron a llegar sobre él. Dos
veces lo llevaron a la cárcel. Otra vez trataron de envenenarlo. Una bala pasó
sobre sus hombros mientras leía en su escritorio. Le inventaron toda clase de
calumnias, y como no lograron que dejara de proclamar sus creencias católicas
lo encerraron en la terribilísima Torre de Londres. Tenía 66 años, pero los
muchos sufrimientos, y sus ayunos y el excesivo trabajo lo hacían aparecer como
de ochenta. Un testigo decía: "su cuerpo está tan débil que casi no es capaz
de soportar el peso de su vestido". Pero su espíritu seguía fuerte e invencible.
Las gentes se admiraban de que hubiera podido resistir diez meses de prisión
en tan horrorosa Torre. Estando en prisión, recibió del sumo Pontífice el nombramiento
de Cardenal. El impío rey exclamó: "Le mandaron el sombrero de Cardenal, pero
no podrá ponérselo, porque yo le mandaré cortar la cabeza". Y así fue. El 17
de junio de 1535 le leyeron la sentencia de muerte.
El rey Enrique VIII mandaba matarlo por no aceptar el divorcio
y por no aceptar que el rey reemplazara al Papa en el gobierno de la Iglesia
Católica. Unos días después al amanecer llegan los guardias a llevarlo al sitio
donde debe morir. Lleva en sus manos el Nuevo Testamento. Abre donde primero
salga y lee esta frase: "La Vida Eterna consiste en conocerte a Ti Padre Dios
y a tu Enviado Jesucristo. Padre yo te he glorificado en la tierra y he cumplido
la tarea que tú lleno de ánimo y de consuelo me habías confiado". Esta lectura
lo llenó de ánimo y de consuelo. Al llegar al sitio donde le van a cortar la
cabeza, el venerable anciano se dirige a la multitud y les dice a todos que
muere por defender a la Santa Iglesia Católica fundada por Jesucristo. Pide
a los verdugos que le concedan unos minutos para recitar el Himno Tedeum, en
acción de gracias. Al decir la última frase: "En Ti Señor espero, no sea yo
confundido eternamente", inclina su cabeza, la cual es cortada por un hachazo
de los verdugos de un rey impuro. Dios nos conceda por medio del mártir San
Juan Fisher, un gran valor por defender y practicar nuestra santa religión hasta
el último momento de nuestra vida.
(Misal - Propio de España)
SANTA FLORENTINA
Virgen (s. VII)
Hermana de los santos Leandro, Fulgencio e Isidoro, Florentina pasó su vida
en un monasterio de Sevilla, bajo la Regla que para ella había escrito su hermano
Leandro. San Isidoro le dedicó también dos tratados sobre la virginidad.
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