Capítulo
IX:
LA CAMPAÑA DE LA ACEITUNA: LAS PERDIDAS DE LOPERA Y PORCUNA
Con la pérdida de Montoro el
panorama se presenta sombrío para los jefes del Ejército del Sur. En palabras
de J.M Martínez Bande:
El desastre de Montoro-Villa del Río
provoca un desplome general de mandos y tropas. Solo la llegada a Andújar, el
26, de la 3ª Brigada Mixta (comandante José Mª Galán) Hace brotar algunas
esperanzas. En Valencia, entretanto, se proyecta para descongestionar el sector
atacado una serie de operaciones de distracción a lo largo de todo el frente
andaluz. Concretamente en Estepona, Málaga, Almería, Iznalloz, Alcaudete,
Pozoblanco y Don Benito. Pero esto no es sino un mero proyecto, pues por todas
partes falta organización, Estados Mayores, material de guerra y, sobre todo,
unidades eficientes. El día 26 las fuerzas nacionalistas limpian el terreno
ocupado, y el 27 se entra en Lopera, sin apenas resistencia.[i]
En
los diez últimos días del mes de diciembre la moral de las milicias va
decayendo, muchos abandonan sus puestos e incluso algunas columnas -
especialmente de la CNT- se dedican al saqueo y destrucción de la
retaguardia: La reacción de los
milicianos a estas derrotas se reflejó sangrientamente en la retaguardia. Ya el
día 21 de diciembre Saravia decía a Martínez Monje: “Hay algunos elementos,
que usted ya conoce, que se dedican al saqueo y a hacer toda clase de
atrocidades. Así ha ocurrido en Montoro y Villa del Río, y aquí en Andújar,
antes de llegar nosotros hubo hasta un encuentro a tiros”... En un telegrama
del jefe del Ejército del Sur al Estado Mayor Central se decía: ”Franca
desbandada centurias Milicias Andalucía Extremadura (CNT) que ocupaban frente
Montoro, el cual abandonaron casi sin ser atacados, dirigiéndose al pueblo,
donde cometieron toda clase de desmanes... Está en nuestro poder Villa del Río;
en este pueblo fuerzas de referencia cometieron también desmanes... Fracaso hoy
ha sido debido principalmente falta de moral (A.G.L.- Ejército de Andalucía-L.
840-C.1). La situación de las poblaciones civiles ante los citados desmanes de
las tropas derrotadas no debía de ser nada halagüeña. Son constantes las
referencias a este respecto. Ya el 23 se había pedido 100 ó 200 carabineros
armados para las poblaciones civiles, totalmente desamparadas.[ii]
Este
ambiente que había de desorden y anarquía a juicio de Martínez Bande, no fue
nunca del gusto de don Joaquín, allá donde se encontrase, y por supuesto,
nunca lo toleró. En estas fechas y hasta el 23 de enero de 1937 - fecha en que
se marchó a Pozoblanco -, impidió estos desmanes y protegió a la población civil en todas
las poblaciones donde se encontraba; dejando en todas ellas - Bujalance, Montoro
Torredonjimeno etc., un grato recuerdo de su paso, que aún se recuerda por
diversos testimonios en dichas poblaciones, como anteriormente había sucedido
en Espejo y Castro del Río.
El
coronel Hernández Sarabia, que a duras penas controlaba el frente, asignó la
defensa de la línea Lopera-Marmolejo a la XIV Brigada Internacional, salida el
día 23 de Albacete. Al mando de la Brigada se encontraba el “General Walter”, Polaco de
origen, se llamaba Karel Swierczewski. Llevaba como jefe de Estado Mayor al
italiano Aldo Morandi, antiguo oficial de la marina, y por comisario al
comunista francés André Heussler; Ralph Fox, escritor inglés, ostentaba al
parecer, el cargo de comisario adjunto. Todos ellos habían sido combatientes en
la Guerra Europea.[iii] Con Walter, llegaba a
Córdoba, Aldo Morandi, que pocos meses después pasaría a la comarca de los
Pedroches donde fijaría su cuartel general - Belalcázar y Villanueva de Córdoba
-, al mando de la 86 Brigada
Internacional y la 64 División, durante más de un año.
Cuando
Hernández Saravia considera que ya dispone de fuerzas suficientes para llevar a
cabo una fuerte reacción, dispone para el día 28 un ataque general con cuatro
columnas. Su estrategia consistió en que la 3ª Brigada Mixta atacara a Redondo
de flanco en dirección Lopera-Villa del Río, y los internacionales lo hicieran
en dirección Lopera-Bujalance. A su vez, el comandante Fernando Pérez quedaba
a la defensa de la línea del Guadalquivir, con su plana mayor en Marmolejo,
mientras el comandante José Castell Sena cubría Porcuna. Estos planes llegaron
tarde para evitar la pérdida de Lopera, ocurrida el día 27; pero lograron
entorpecer y retrasar la caída de Porcuna.[iv]
La tercera brigada debería de apoderarse de Villa del Río y la XIV de
Bujalance, y si la operación prosperase, ocupar ambas Montoro.[v]
En el resultado final sucedió, que ninguna de las tres ciudades fue recuperada.
El
plan de Queipo de Llano para tomar Porcuna, lo detalla
Martínez Bande:
En ese día 28, el general Queipo de Llano
dicta una orden para la ocupación de Porcuna, por la acción combinada de tres
columnas: la de Redondo, que tendrá a su cargo la acción principal y que desde
Lopera atacará al pueblo por el nordeste, desbordando todas las fortificaciones
y cortando las carreteras que desde el mismo conducen a Arjona y Torredonjimeno,
realizando la caballería por la izquierda, un gran movimiento envolvente; el
batallón situado en Cañete de las Torres, cuya misión será fijar al enemigo
en la dirección de la carretera que se dirige hacia el objetivo, y la columna Gómez
Cobián, que desde Valenzuela efectuara un movimiento ofensivo sobre Porcuna,
empujando al enemigo y esbozando un amago de envolvimiento por el flanco
derecho. Pero la presión ejercida por las fuerzas internacionales sobre Lopera
es muy fuerte, desbaratando de momento los planes de Queipo de Llano, el cual,
variando su idea de maniobra, concentra en Villa del Río una Columna a las órdenes
del teniente coronel Álvarez de Rementería, que debería atacar el flanco
derecho de las fuerzas contrarias que desde Andújar tratan de recuperar Lopera.[vi]
Los combates más importantes, los tuvieron
de nuevo los tres Batallones de la B.I, puesto que el 9º batallón había
quedado deshecho el día 24. Esta es la opinión de Andréu Castells, una vez
que las nacionalistas ocuparon Lopera:
Walter ordenó a la brigada desplegarse
delante de la población (Lopera). Las luchas empezaron durante la madrugada del
día 28 de diciembre y no terminaron hasta las once de la noche. La orden era
recuperar a toda costa Lopera pero Walter no poseía enlace telefónico con sus
unidades, ni observatorio, ni pudo contar con apoyo de tanques y aviación.
Desde luego, el terreno del ataque - escribe
Nick Guillain, combatiente y autor de la obra “El mercenario” -, había sido
mal escogido. Era un estrecho desfiladero entre dos alturas, frente a un cerro
desnudo, sobre el que se alzaba el antiguo castillo de Lopera, en el que se habían
instalado los nacionalistas. Cogida bajo el fuego de los cañones portugueses...
ametrallada de frente y desbordada por los flancos, asaltada por la aviación
que descargaba a placer sobre ella, fue milagroso que la brigada no quedase
totalmente aniquilada.
Durante todo el día los nacionalistas cómodamente
desde sus posiciones tuvieron a los internacionales bajo fuego cruzado de
ametralladoras, artillería y morteros. Los voluntarios buscaban los pequeños
relieves del terreno para refugiarse de los proyectiles y poder continuar
disparando. Avanzaban, retrocedían, volvían al ataque, se arrastraban sobre el
dorso pelado de las colinas hasta cerca de las trincheras nacionalistas. En los
repetidos ataques y contraataques las compañías se desorganizaron, se
dispersaron, se mezclaron unas con otras, perdiendo enlace con sus respectivos
comandantes. Los voluntarios supervivientes se encontraron al final del día sin
municiones, sin fuerzas por haber corrido tanto, por no haber comido durante
todo el día. El fracaso fue como el del Sans Nom, sangriento. Más de 800 cadáveres
quedaron bajo los olivares, más de 500 combatientes abandonaron su puesto de
combate. El frente se aguantó sólo gracias a un puñado de valientes que
combatían sin esperanza, con una resignación feroz.
Las unidades más castigadas fueron los
batallones 12 y 13... Pero por encima de todos los combatientes, los de la compañía
inglesa fueron los que dieron una mayor contribución de sangre. Los jóvenes
obreros y estudiantes de Londres y del Lancashire, a las órdenes del capitán
Nathan, se lanzaron por cinco veces al ataque, llegando hasta las primeras casa
de Lopera, pero una tempestad de hierro y fuego se abatía sobre ellos. Cinco
veces fueron rechazados hacia sus posiciones de partida, retirándose pero
combatiendo sin descanso, protegiéndose entre las grandes raíces y los troncos
enjutos de los olivares, sin perder acometividad, aunque al final del día habían
quedado reducidos a unos veinticinco hombres. La compañía inglesa quedó
materialmente deshecha. Sobre un efectivo de 145 hombres hubo 78 muertos, entre
ellos dos intelectuales ingleses, Ralph Fox, novelista, y John Cornford, poeta.
Ralph Fox fue el baluarte de la propaganda
interbrigadista como testimonio evidente de que la intelectualidad de izquierda
se encontraba del lado de la República Española. Se le comparó con el poeta
Byron, muerto por la libertad de los griegos. John Cornford, murió al día
siguiente de su veintiún aniversario, pero de él
la propaganda brigadista no se ocupó con tanto interés como lo hizo con
Fox.[vii]
Este
largo extracto de Andréu Castells nos da a conocer lo que se conoce como el
“desastre de Lopera”. Sin embargo, pese a ser también un interbrigadista,
exagera enormemente en cuanto al número de muertos, cuando cita la cifra de
800, mientras Martínez Bande, historiador nacionalista, cita como balance
terrible: 300 muertos, más de 600 heridos
y un número grande de desertores y huidos.[viii]
Tampoco es de la misma opinión, Moreno Gómez, que rebaja sensiblemente el
numero de muertos cuando dice:
Desde luego, las bajas fueron
cuantiosas en los olivares entre Villa del Río y Lopera. La prensa de Córdoba
afirmaba haberse recogido el día 29 setenta cadáveres republicanos muertos por
la caballería mora. Con fecha del 31 se habla de recogida de otros 70 muertos
republicanos, pero pudiera tratarse de la misma cifra del día 29. Pero no
menores fueron las bajas nacionalistas. Sus mismas fuentes reconocen 200 bajas
entre muertos y heridos en torno a Lopera y a la carretera de Villa del Río.[ix]
Curiosamente, Castells no defiende bien la actuación de sus propios
compañeros. Los interbrigadistas lucharon valientemente y con heroísmo aún,
teniendo en cuenta su inexperiencia y las dificultades con el idioma entre ellos
mismos. Esta es la opinión de Martínez Bande sobre su actuación:
La XIV Brigada no había podido evitar que
la catástrofe del sector andaluz mandado por el teniente coronel Hernández
Sarabia se consumara, y si no se llegó a más fue debido a dos causas: a que la
operación emprendida por el general Queipo de Llano se diese por concluida, y a
que llegaran dos Brigadas españolas relativamente disciplinadas, la III de José
María Galán y la XVI de Martínez Cartón.
Y sin embargo, muchos de los voluntarios
internacionales se portaron bien, y aun con heroísmo. Gentes venidas de todas
partes, ignoraban casi siempre el idioma en que se les hablaba. Siendo la mayoría,
pese a su etiqueta comunista y por su feroz individualismo, difíciles de
mandar. El resultado era una masa humana y no una unidad militar orgánica.[x]
También exagera algo Martínez Bande, al
menos, pese a las dificultades que tenían con el idioma, eran la mayoría de
las veces más disciplinados que los milicianos.
También
los nacionalistas se vieron en gran peligro durante el ataque a Lopera. El número
de bajas fue grande y su actuación fue desesperada. Lo relata Bernabé Copado
que estuvo presente en los hechos:
A media mañana, comenzó como era de temer,
el ataque enemigo con encarnecimiento de fiera salvaje. A la comandancia
llegaban constantemente avisos pidiendo refuerzos: ¿Y de dónde sacarlos?
Diciendo: que no podemos más; que se cuelan por tal parte; que avanzan por tal
otra; que la avalancha de aquel cerro es imponente: y los fusiles de nuestros
soldados puestos ya al rojo, y las ametralladoras funcionando sin descanso, y
los mulos haciendo continuos viajes para aprovisionar las avanzadillas de
municiones, y las calles todas del pueblo barridas por las balas de fusil y
ametralladora enemigo.
Nada nos decíamos, pero todos nos veíamos
en poder de la Columna Internacional de un momento a otro. ¡ Qué hora de
angustia y zozobra!.
Al hospital comenzaron a llegar muertos y
heridos. El espectáculo era tal, que no se borrará jamás de la memoria de los
que lo contemplamos. La sala de curas, atestada de heridos que esperaban su
turno: médicos, uno del requeté, Don Nicolás Saint Gerona, y Don Ramón ORT
que se ofreció a ayudar; los camilleros y sanitarios horrorizados, sin acertar
con lo que tenían que hacer; la habitación próxima llena de cadáveres; y los
proyectiles de la artillería enemiga explotando en los alrededores y dentro del
mismo edificio del hospital.
Entre tanto, la columna había avanzado
hasta tomar posiciones a dos kilómetros de Porcuna. Las comunicaciones que de
Opera recibió el Teniente Coronel Redondo eran apremiantes. Las fuerzas resistían
pero estaban agotadas.
Ya entrada la tarde, dio orden de que se
suspendiese el avance sobre Porcuna, y mandó al comandante Pérez de Guzmán,
que con los Requetés de Huelva, de Jerez y de Córdoba volviera a Opera.
Llegaron las avanzadas donde el batallón de Cádiz luchaba a la desesperada, y
el comandante Pérez de Guzmán dio la orden de calar la bayoneta y dar el
asalto a las filas enemigas que estaban a unos metros.
El empuje con que cargó el Requeté a la
bayoneta fue tal que las líneas extranjeras quedaron desalojadas, dejando en el
campo atravesados por el hierro de las bayonetas del requeté, numerosos cadáveres...
El cañón siguió tronando hasta entrada la noche; pero los fusiles y las
ametralladoras enemigas enmudecieron y nosotros respiramos. Nuestra artillería
estuvo disparando a cero, y momentos hubo que el enemigo estuvo a cincuenta
metros de nuestras piezas, y en los que los oficiales tuvieron que sacar las
pistolas, y con ellas defenderse ellos y defender la batería.[xi]
Efectivamente,
tal como relata Copado, el teniente coronel Redondo que ya se encontraba a
cuatro kilómetros de Porcuna con el factor sorpresa a su favor, se vio obligado
a paralizar la operación y volver en auxilio de Lopera. A su vez tuvo que
esperar hasta la llegada de la columna Rementería a Lopera, para poder proteger
la población y el seguir adelante de nuevo para tomar Porcuna.[xii]
La acción de esta nueva columna (Rementería)
y parte de la de Redondo, iniciada el 29, desarticula la presión de los
internacionales, que abandonan en el campo muchos muertos y abundante material,
si bien las bajas nacionales son también cuantiosas. El frente había quedado
totalmente roto entre Lopera y Porcuna, y todo preludia el final de la lucha.
El día 30, que no se opera, llega la XVI
Brigada Mixta de Martínez Cartón, que se sitúa entre Torredonjimeno y Arjona,
defendiendo el acceso a Jaén, a la vez que el teniente coronel Pérez Salas, al
norte del Guadalquivir, presiona sobre Alcolea.[xiii]
Esto
es lo poco que se conoce de don Joaquín en estas fechas: que desde el norte del
Guadalquivir, el día 30 de diciembre, presiona sobre Alcolea. También se
desconocen las tropas que tenía a su mando, sus actuaciones y la sede de su
cuartel general, posiblemente en Marmolejo o Adamuz.
Siguiendo
con el relato de Moreno Gómez, esto fue lo que siguió:
Terminaba el año y Queipo no había
alcanzado aún el último objetivo de su campaña, Porcuna. Su ocupación
interesaba enormemente para dar consistencia a la línea prevista y establecer
la comunicación directa Lopera-Porcuna-Valenzuela. La operación, prevista para
el día 28, iniciada e interrumpida el 29, se reanudó por fin, el día 31, tras
una jornada de descanso la fecha anterior para los requetés y regulares
exhaustos del coronel Redondo.
La
orden general de operaciones, que estaba firmada desde el 26 de diciembre,
establecía la ocupación de Porcuna en tres columnas convergentes; desde Lopera,
Cañete y Valenzuela. La brigada internacional aunque fue contenida, contribuyó
con su combatividad a que se acumularan refuerzos gubernamentales en el pueblo
de Porcuna. Por ello la columna Redondo se encontró con nueva y fuerte
resistencia, que hubo de vencer paso a paso y teniendo que rechazar un ataque a
su flanco izquierdo desde Arjona.[xiv]
La
necesidad de tomar Porcuna, por parte de los nacionales, la explica el mismo
coronel Redondo:
Después del encuentro con las brigadas
internacionales, los requetés siguieron ocupando pueblos y más pueblos, y el
27 de diciembre empezaron días de terribles ataques rojos contra el pueblo de
Opera, acabado de ocupar que está en una hondonada dominada por todas partes
por el enemigo, que no deja moverse a las fuerzas que lo guarnecen. Para librar
a Opera de este peligro sólo hay una solución, y es atacar y conquistar el
pueblo de Porcuna, que es la llave de todas las posiciones dominantes. Y el
requeté no encontró imposible aquello, pese a todas las dificultades que esto
representa. Más de 30 muertos han tenido sólo las distintas unidades de requetés
andaluces, que fueron propuestas para la medalla militar colectiva por esta
operación, las otras unidades tuvieron muchas bajas también.[xv]
El
día 31 a las cuatro y media de la tarde, consiguió Redondo cortar la carretera
de Arjona, a dos kilómetros de Porcuna, venciendo gran resistencia republicana.
En total, casi dos días de lucha, hasta el primero de enero, a las cinco de la
tarde, la columna franquista enfiló, por fin, las calles de Porcuna y las voces
de la “para el sol” y el tañer de las campanas anunciaban la ocupación y
ponían fin a una campaña que se había prolongado el doble del tiempo
previsto. En la batalla de Porcuna desempeñó papel decisivo la actuación de
una escuadrilla de trimotores “Junquera” que bombardeó duramente el
castillo de Porcuna, donde se había concentrado la resistencia republicana. Se
aprovechó la confusión creada para entrar en el pueblo los atacantes. Según
fuentes nacionalistas, más de 100 muertos republicanos se recogieron en las
calles (seguramente, consecuencia de los fusilamientos inmediatos, al menos
parte de ellos), además de otros cadáveres que se hallaron en el campo. Por
otra parte, cuando la columna Remetería tomó posiciones el día 3 frente al
“Cerro de San Cristóbal”, fuentes nacionalistas debían de haber recogido
200 cadáveres enemigos, extranjeros en su mayoría.[xvi]
El relato de la toma de Porcuna, lo escribe
también otro escritor nacido en Villanueva de Córdoba, el jesuita Bernabé
Copado, cuyo punto de vista es contrario al de Moreno Gómez:
Llegó
el alba del día 31, y la Columna Redondo hubo de seguir su avance, a base de un
amplio y doble movimiento envolvente. Hacia el cruce de la carretera con un
camino vecinal, la caballería desplegó, describiendo un arco de círculo,
desde dicho punto a la cota 380, y de aquí a la carretera de Arjona, que quedó
cortada.
El otro movimiento lo realizaban las fuerzas
de a pié, por dicho camino, con un arco menor, que tenía por eje las crestas
al nordeste de Porcuna, para cerrar el otro extremo en el punto de contacto con
los escuadrones sobre la carretera.
Unidas así ambas fuerzas, se tomó la
casilla de peones camineros, y seguidamente se dio el asalto de las primeras
casas de una serie que esmaltan una loma, por cuya base entre taludes va la
carretera. Así anocheció aquel día, después de rudo combate, maniobrando sin
cesar, con movimientos envolventes que obligaban al enemigo a perder terreno.
Al amanecer del nuevo día y el nuevo año
1937, se trató de adelantar las posiciones. A las 4 de la tarde, se presentaron
17 aviones nuestros, que bombardearon eficacisimamente las posiciones enemigas y
la población de Porcuna, y a las cuatro y media nuestras fuerzas dieron el
asalto al pueblo, después de un combate durísimo, en que la artillería nos
causó algunas bajas.
A las 6 horas bien anochecido, penetró la
vanguardia de la Columna en las primeras calles de Porcuna. Los militares y los
artilleros se defendieron en sus puestos hasta el último momento, en que,
temiendo ser rodeados, se lanzaron por la única brecha que quedaba, y que por
falta de elementos no se pudo cortar la carretera que va de Porcuna a Valenzuela
y tuerce hacía Santiago de Calatrava. Unos treinta, entre soldados de artillería
y sanitarios, se quedaron atrás, a
pesar de las amenazas de los oficiales: y al entrar nosotros se presentaron con
el armamento.
Las fuerzas con que hemos tenido que luchar
en Porcuna eran españolas. Por documentos de la propia brigada y el testimonio
de los soldados y personas de autoridad del pueblo, la brigada se componía de
375 milicianos de Porcuna; Regimiento nº 3 de Ametralladoras de Alicante;
Batallón de Dinamiteros de Jaén; Batallón de Milicianos “Los invencibles”
de Jaén; Regimiento de Milicianos, columna “Garcés”; Regimiento Tarifa nº11;
Batallón de Voluntarios de Córdoba nº 9; Milicias reunidas de Porcuna,
Valenzuela, Santiago, Higuera y Lopera; Sección motorizada de Jaén; Quinto
Ligero de Artillería; Sexto Ligero de Artillería; Parque móvil; en total más
de 3.000 hombres.
El conjunto quedó deshecho gran parte, por muertos que les
causaron nuestros disparos artilleros y por el choque en los encuentros con los
requetés, Policía Rural de Sevilla y Caballería de Regulares; muchos que
huyeron, y muchísimos heridos por nuestras balas... y por ellos mismos. Hasta
aquí lo escrito por Schneider.[xvii]
En
el largo relato de Copado, - recogido de un técnico militar extranjero que
luchaba con los nacionalistas - se cita la intervención del Batallón “Garcés”
de Villanueva de Córdoba, pero no, la de dos compañías de los Batallones
“Pedroches” y “Pozoblanco” que se desplazaron a Lopera después del
desastre de los internacionales, según el testimonio de Ángel Encinas Amor El
uña.[xviii]
Tras
la batalla, las exigencias de responsabilidades no se dejaron esperar. El
coronel Hernández Saravia, que nunca gozó de la simpatía de Largo Caballero,
fue destituido del mando del sector de Córdoba el mismo primero de año y
sustituido por el coronel José Villalba Rubio, continuando como jefe de EM el
teniente coronel Leopoldo Menéndez. Villalba tomó posesión del cargo el 4 de
enero.[xix]
También
los interbrigadistas buscaron responsables de su fracaso frente a Porcuna, el día
29. Durante la misma noche de la derrota, junto con la redada de los
combatientes dispersos, se procedió a buscar un culpable a quien cargar la
responsabilidad de la derrota. El testimonio de Nick Gillain, combatiente de la
XIV BI en su obra “El mercenario”, cita como presunto culpable a Gastón
Delesalle, comandante del Batallón “La Marsellaise”, a quien arrestaron en
su propio P.C, el 29 de diciembre de 1936:
El dos de enero ya se reunía el Tribunal
Militar en la escuela de Arjonilla. “Expresamente - continua Gillain - había
llegado de Albacete el espíritu maléfico de las Brigadas, el diputado por París,
Marty. Era portador de un voluminoso expediente que sometió al tribunal. Pero
si el expediente era voluminoso por su volumen, se hallaba completamente virgen,
pues en él no había una sola letra. Además, el abogado de oficio a quien se
encomendó la defensa del comandante Delesalle no fue autorizado consultarlo”.
Bajo la presidencia del teniente coronel
Putz promovido a ese grado debido a su conducta en el combate, asistido por el
jefe de Estado Mayor Aldo Morandi con André Eusler de fiscal y Piet Jansen, un
holandés políglota, como traductor simultáneo de ingles y alemán, el consejo
de guerra se reunió a las nueve y media de la mañana ante un jurado de quince
internacionales nombrados por batallones. Se le acusaba de haber negligido la
cobertura de la artillería que debía de apoyar el ataque de la compañía
inglesa, de ordenar que las ametralladoras de La Marsellaise disparasen contra
el Henri Barbusse, y de haber mandado a sus hombres el asalto con las armas
descargadas mientras el enemigo se “camuflaba” agitando bandera roja. Además
del fiscal, le acusó también André Marty “haciendo afirmaciones perentorias
y tajantes que nadie osó contradecir”. El jurado, exceptuando el voto en
contra de Uszer Abramoviez,
enlace de Delesalle, le declaró culpable. “Los guardias arrastraron fuera de
la sala al procesado - sigue Gillain -, que se obstinaba todavía en
justificarse. Sonaron dos o tres tiros. Después, un hombre volvió a la sala y
dejo sobre la mesa del Tribunal un reloj y unas monedas... La justicia
revolucionaria estaba hecha”.[xx]
El
relato de Andréu Castells, lo amplia el historiador nacionalista J.M Martínez
Bande:
No sería el único caso, porque dos
oficiales de la batería internacional sufrieron el mismo fin, acusados por
Marty, uno de espía y otro de provocador.
Nada le ocurrió en cambio a Stomatov, el
jefe del destrozado batallón 9º. Pero Stomatov era comunista y Delesalle nunca
había sido bien visto por sus ideas político liberales. En cuanto a los dos
oficiales artilleros, uno estaba fichado como “troztkista” y el otro había
sido expulsado del Partido Comunista Francés.[xxi]
Los
interbrigadistas, fuertemente desmoralizados, permanecieron en línea hasta el día
8 de enero de 1937.[xxii]
En la última fase de la batalla de Porcuna, un nuevo refuerzo republicano tomó
posiciones frente al pueblo: la 20ª Brigada Mixta al mando del capitán Justo López
Mejía. Un mes más tarde, el 9 de febrero, llegó al sector de Martos-Torredonjimeno
la 25ª Brigada al mando del comandante de ingenieros Julio Dueso Lanlaida.[xxiii]
Todas ellas se unirían a la 16ª Brigada Mixta del diputado Martínez Cartón
llegada el 30 de diciembre, y conjuntamente defendieron el sector. El ataque
nacionalista ya no avanzó hacia Andújar y el foco nacionalista aislado del
Santuario de Santa María de la Cabeza perdió la esperanza de verse asimilado a
sus fuerzas.[xxiv]
[i] MARTINEZ BANDE J.M. La
campaña de Andalucía. Pág. 128-129. Ed. San Martín.
[ii]
IDEM. Pág. 129 (n. 163).
[iii] MARTINEZ BANDE J.M.
Brigadas internacionales. Pág. 99. Ed. Luis de Caralt.
[iv] MORENO GÓMEZ F. La Guerra
Civil en Córdoba. Pág. 506. Ed. Alpuerto, S.A.
[v] MARTÍNEZ BANDE J.M. La
campaña de Andalucía. Pág. 129. Ed. San Martín.
[vii]
CASTELLS ANDRÉU. Las brigadas internacionales de la guerra de España.
Pág. 131.Ed. Ariel, S.A.
[viii] MARTINEZ BANDE J.M.
Brigadas internacionales. Pág. 102. Ed. Luis de Caralt.
[ix] MORENO GÓMEZ F. La Guerra
Civil en Córdoba. Pág. 507. Ed. Alpuerto, S.A.
[x] MARTINEZ BANDE J.M.
Brigadas internacionales. Pág. 102. Ed. Luis de Caralt.
[xi] COPADO Bernabé. Con la
columna Redondo. Pág. 203 a 205. Imp. de la Gavidia. 1937.
[xii] MORENO GÓMEZ F. La
Guerra Civil en Córdoba. Pág. 507. Ed. Alpuerto, S.A.
[xiii] MARTINEZ BANDE J.M. La
campaña de Andalucía. Pág. 130. Ed. San Martín.
[xiv] MORENO GÓMEZ F. La
Guerra Civil en Córdoba. Pág. 508. Ed. Alpuerto, S.A.
[xv] REDONDO L. Y ZABALA J: El
requete (la tradición nunca muere). Pág.
478. Ed. AHL.
[xvi] MORENO GÓMEZ F. La
Guerra Civil en Córdoba. Pág. 508-509. Ed. Alpuerto, S.A.
[xvii] COPADO Bernabé. Con la
columna Redondo. Pág. 209-210.
Imp. de la Gaviria. 1937.
[xviii] ARCHIVO HERMANOS LOPEZ
(AHL). Sec. Audio. Cinta nº 15. Entrevista con Ángel Encinas.
[xix] MORENO GÓMEZ F. La
Guerra Civil en Córdoba. Pág. 509. Ed. Alpuerto, S.A.
[xx] CASTELLS Andréu. Las
brigadas internacionales de la guerra de España. Pág.
133. Ed. Ariel, S.A.
[xxi] MARTINEZ BANDE J.M.
Brigadas internacionales. Pág. 104. Ed. Luis de Caralt.
[xxii] CASTELLS Andréu. Las
brigadas internacionales de la guerra de España. Pág.
134. Ed. Ariel, S.A.
[xxiii] MORENO GÓMEZ F. La
Guerra Civil en Córdoba. Pág. 509. Ed. Alpuerto, S.A.
[xxiv] CASTELLS Andréu. Las
brigadas internacionales de la guerra de España. Pág.
134. Ed. Ariel, S.A.
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