"La capacidad de conversar es la capacidad de reconocerse
en el otro, de contarse y ser contado; pero, sobre todo, de reconocer al
otro. De otorgarles, a los demás la humanidad que uno reconoce en sí. Conversar
es el recuerdo, el descubrimiento constante de lo que fuímos y de lo que
seguimos siendo. También es la condición misma del pensamiento: pensamos
porque conversamos y conversamos porque pensamos.
En la conversación, el que habla tiene que contar con elq ue escucha. Tiene
que conversar, corresponder, compartir y eso hace que todo lo que piensa
y dice se mueva, cambie. Una conversación es siempre al menos entre dos,
incluso cuando uno 'habla consigo mismo' y eso hace que el pensamiento circule,
que las ideas caminen, que la palabra fluya y transcurra".
Nicolás Buenaventura
A contracuento
MENTIR
POR OMISIÓN
Él insistía tercamente en saberlo. Lo preguntaba a todos y sabía que ninguno
le decía la verdad. Él no los odiaba por eso, antes los amaba por su tierna
inocencia. Todos creían firmemente que él creía sus mentiras. Algunos incluso
le daban dos respuestas diferentes el mismo día. Él se sorprendía de su capacidad
de imaginación, de la creatividad de algunos y de la simpleza de otros. Amaba
mucho a Pablo porque le parecía el más sincero cuando le decía que no pensaba
responder esa pregunta. Él mismo fabricó teorías tratando de responderse.
Qué podría ser tan horrible, o tan espectacular, como para que todos quisieran
ocultárselo. Buscaba en su memoria indicios. Los buscaba en sus libros de
personajes agrestes, en sus desordenados amigos, hasta en la televisión. No
entendía. Suponía entonces que le estaban preparando una sorpresa. Él no entendía
de futuros lejanos ni de pasados remotos, su precario intelecto no alcanzaba
para ello. Se mataba pensando, pero sabía que ni las respuestas que él se
daba ni las que le daban su abuelo Ricardo, su abuela Rosa, su tía Julieta,
su tío Pablo ni su padre Ramiro eran ciertas. Él volvía y preguntaba: ¿dónde
está mamá?
Andrés Díaz