"La capacidad de conversar es la capacidad de reconocerse en el otro, de contarse y ser contado; pero, sobre todo, de reconocer al otro. De otorgarles, a los demás la humanidad que uno reconoce en sí. Conversar es el recuerdo, el descubrimiento constante de lo que fuímos y de lo que seguimos siendo. También es la condición misma del pensamiento: pensamos porque conversamos y conversamos porque pensamos.

En la conversación, el que habla tiene que contar con elq ue escucha. Tiene que conversar, corresponder, compartir y eso hace que todo lo que piensa y dice se mueva, cambie. Una conversación es siempre al menos entre dos, incluso cuando uno 'habla consigo mismo' y eso hace que el pensamiento circule, que las ideas caminen, que la palabra fluya y transcurra".

Nicolás Buenaventura
A contracuento

 

La Palabra
-Fragmento-

"Un cuentero es alguien habitado, a fuerza de soledades. A lo largo de su vida se ha ido llenando de historias, de leyendas, de cuentos, mitos y epopeyas. Un grupo de valientes guerreros, que todavía no ha olvidado lo que es el honor, vive en su tobillo. Tres hombres que buscan su destino, cada uno de manera distinta y original, habitan su hombro. Una cantidad de mujeres astutas y hermosas se han instalado en sus rodillas. Otras, más curiosas, lo recorren de arriba abajo. Un ministro honesto, lleno de principios y con un solo fin, viven detrás de una oreja. Una pareja de hermosos enamorados se ama en la comisura de sus ojos... De un momento a otro, en una noche de bajas estrellas, estos personajes, con sus historias deciden subir por su garganta y, "a contracuento", llegar a su boca y acontecer en su palabra".
Nicolás Buenaventura

MENTIR POR OMISIÓN

Él insistía tercamente en saberlo. Lo preguntaba a todos y sabía que ninguno le decía la verdad. Él no los odiaba por eso, antes los amaba por su tierna inocencia. Todos creían firmemente que él creía sus mentiras. Algunos incluso le daban dos respuestas diferentes el mismo día. Él se sorprendía de su capacidad de imaginación, de la creatividad de algunos y de la simpleza de otros. Amaba mucho a Pablo porque le parecía el más sincero cuando le decía que no pensaba responder esa pregunta. Él mismo fabricó teorías tratando de responderse. Qué podría ser tan horrible, o tan espectacular, como para que todos quisieran ocultárselo. Buscaba en su memoria indicios. Los buscaba en sus libros de personajes agrestes, en sus desordenados amigos, hasta en la televisión. No entendía. Suponía entonces que le estaban preparando una sorpresa. Él no entendía de futuros lejanos ni de pasados remotos, su precario intelecto no alcanzaba para ello. Se mataba pensando, pero sabía que ni las respuestas que él se daba ni las que le daban su abuelo Ricardo, su abuela Rosa, su tía Julieta, su tío Pablo ni su padre Ramiro eran ciertas. Él volvía y preguntaba: ¿dónde está mamá?
Andrés Díaz

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