Advertencia:
La Pl:. que se presenta a continuación fue escrita en el 2003, dos años antes de que
la Gran Logia Occidental de Colombia (con sede en Cali) aceptara por unanimidad la
propuesta de iniciar trámites tendientes a la Unión con la Gran Logia de Colombia
(con sede en Bogotá) y a la creaciónde la Gran Logia Unida de Colombia.
Desde niño he sentido una fuerte inclinación por las organizaciones fraternales.
Primero, los Jesuítas; después, los Franciscanos; un poco más tarde Subud, los
Rosacruces, los Masones. Y esa inclinación siempre estuvo acompañada de una
incontenible necesidad de libertad (por eso deseché las dos primeras), igualdad
y fraternidad.
Al primero que le oí hablar de una "fraternidad" fue a mi padre. Era la de él una
organización internacional de hombres y mujeres que se reunían con un objetivo
común: liberarse del yugo del alcohol. Para alcanzar su objetivo, los miembros
de esa organización utilizan, al igual que las escuelas tradicionales de los
misterios esotéricos, números mágicos y conceptos simbólicos: doce pasos; doce
tradiciones; entre ellos se dan el trato de “Compañero”; no hablan de religión
y, menos, de política; y las actividades de la organización se sufragan con los
aportes voluntarios que recogen, tras cada reunión, en un sombrero. Para ellos
nada importa el poder. Sólo buscan la paz espiritual que se obtiene con el
diario vivir en estado de sobriedad.
Como los Hijos de la Viuda, ya lo he dicho, los Alcohólicos Anónimos también aprenden
mdiante símbolos. Una de las ceremonias más bellas que conozco la presencié,
precisamente, en una convención nacional en la que se celebraba, además, el
aniversario de la llegada del mensaje de Alcohólicos Anónimos a Manizales.
Después de unas palabras introductorias de un anónimo “compañero” se apagaron
las luces, y todo quedó en tinieblas y en silencio; se oyó que alguien rastrilló
un fósforo y, segundos más tarde, la sala estaba iluminada con los fósforos que,
tomando el fuego del primero, encendieron como en una cadena mística todos los
asistentes. En ese momento fui consciente de la luz que se percibe cuando se ha luchado por ideales como
“libertad”, “igualdad” o “fraternidad”.
Aunque todas las fraternidades que conozco dicen despreciar el poder, la única que se
cuida de él es la de los alcohólicos. Se prohiben a ellos mismos recibir
donaciones diferentes a las que día a día, reunión tras reunión, llenan el
sombrero que les va enseñando el valor de la solidaridad. Y a pesar de esa
prohibición y de las consiguientes limitaciones económicas que caracterizan
todos sus eventos, en las convenciones mundiales los Alcohólicos Anónimos pueden
tomar fotografías de estadios enteros llenos de choferes, zapateros,
carpinteros, comerciantes, en fin, personas comunes y corrientes que dan
testimonio de los principios que se atribuye la fraternidad de los Hijos de la
Viuda.
¡Y es que la Masonería ya no es lo que fue tres siglos atrás! – dirán algunos -. ¡Y es
que la Masonería ya no puede seguir sembrando el culto por el poder que se
sembró en los hombres por la interpretación equivocada de los tres principios
tradicionales! –decimos nosotros-. Aunque la única libertad posible es la que
elimina el sentimiento de culpa que deriva de los errores humanos, la modernidad
la interpretó como el derecho de los poderosos a hacer lo que les da la gana; aunque la única igualdad posible
es la que cobije a los individuos que conforman la especie humana, la masonería
moderna confunde igualdad con uniformidad de pensamiento, vale decir, con
partidos configurados por ejércitos de ignorantes y dirigidos por camarillas en
las que abundan hipócritas y ambiciosos; y aunque el ideal masónico invita a
luchar por la fraternidad entre todos los hombres, la masonería colombiana
parece empeñada en perecer en el intento desesperado de muchos de sus miembros
por figurar como protagonistas de una Fraternidad en la que, por encima de los
bienes de la Orden en general y de los Hermanos en particular, prevalecen los
intereses personales.
Esta triste realidad, evidenciada en los
hechos que recientemente ha protagonizado la Gran Logia Occidental de Colombia,
no es más que el síntoma de lo que ocurre en nuestra Nación: nos matamos en los
extremos y en el centro vegetamos por nuestra morbosa esterilidad mental para
asumir valores como “Libertad”, “Igualdad” y “Fraternidad”.
En
este trabajo pretendo profundizar en la reflexión sobre los conceptos
“Libertad”, “Igualdad” y “Fraternidad”; desde mi reflexión trataré de mirar los
últimos acontecimientos ocurridos en la Gran Logia Occidental de Colombia y,
como conclusión, dejaré expreso lo que creo que debemos hacer con el fin de que
la masonería crezca definitivamente en nuestra ciudad para bien de los
manizaleños y para gloria del G.·.A.·.D.·.U.·.
Hablemos en primer lugar de la “Libertad”. ¿Cuál es el
escurridizo significado de esa palabra? Qué es un “hombre libre”? ¿No ha sido,
acaso, en nombre de la libertad que se ha derramado la sangre de los hombres en
los últimos siglos? Aunque la palabra permanece intacta a través de los tiempos,
parece que su significado se modifica continuamente.
Para
la Grecia pitagórica, la Roma Imperial y la Europa del medioevo, libertad era
sinonimo de privilegios de unos sobre sufrimiento de otros. Esa interpretación dió origen a
una sociedad exclusivista y excluyente en la que los ricos tenían derechos sobre
los pobres, los hombres eran dueños de las mujeres, los adultos podían someter a
los niños, los ambiciosos engañaban a los ignorantes y los curas aprendían a
aplastar a los feligreses.
Con el
renacimiento de las artes y las ciencias, un pequeño sector de la sociedad fue
capaz de usurpar los privilegios de una realeza decadente y ponerle límites al
crecimiento del poder eclesiástico; fue la época en que la masonería moderna
tuvo su auge y su gloria, antes de que los masones olvidaran sus promesas de
renunciar a la vanidad del mundo hechas, por cada uno, en la misteriosa Cámara
de Reflexiones.
En la
segunda mitad del Siglo XIX se gestó una nueva utopía que proponía que los
derechos de la mayoría estuvieran por encima de los derechos de los individuos.
Se teorizó sobre la dialéctica de la lucha de clases, y la teoría se materializó
empezando el XX en un experimento que fracasó, no por la falta de coherencia en
sus principios sino por la impureza de intenciones en sus dirigentes.
Y
empezando ya el Siglo XXI, consecuencia de los descubrimientos de la ciencias y
de las explicaciones de la filosofía, el concepto de libertad perdió todo
sustento lógico hasta el punto de persistir, como palabra vacía, sólo en el
lenguaje populista de los caudillos; y en la limitada dimensión de su verdadero
significado, como único medio de obtener la felicidad, en el corazón de unos
pocos que han comprendido que la única libertad posible se obtiene en la lucha
interior por eliminar del subconsciente los sentimientos de culpa sembrados en él, durante más de 2600 años, por
los privilegiados de siempre que no
han hecho otra cosa que parasitar al resto de lo que llamamos
“humanidad”.
Propuesto como ideal por un artesano de la Judea del Siglo
I, fue ocultado por los hipócritas que dirigieron la sociedad hasta los tiempos
en que, primero los burgueses y después los proletarios, en movimientos
diferentes se unieron para exigir que la igualdad dejara de ser entelequia y se
convirtiera en derecho; pero en nombre de la Igualdad se han desarraigado los
hombres y descuartizado sin misericordia familias y
naciones.
Como
el de “Libertad”, el concepto de “Igualdad” siempre ha sido utilizado por
hipócritas populacheros para acceder al poder. Es imposible encontrar un
político que en época de elecciones no haya echado mano de éste concepto para
persuadir a los incautos de la conveniencia de su posible mandato. Y, aunque en
el mundo civilizado el populacho parece haber comprendido ya que la igualdad es un derecho,
en Colombia este principio sigue siendo una necesidad que siempre se
podrá aplazar para mañana.
Y en
Masonería el concepto de Igualdad también es confuso. Igualdad no parece ser un
ideal por el que valga la pena que, como individuos, los Hijos de la Viuda estén
dispuestos a entregar su vida. Los síntomas de los últimos años dan la impresión
de que, para la mayoría de los masones, la “Igualdad” de pensamiento es la
condición sin la cual no se puede
ascender al ejercicio del poder. No se puede interpretar de otra forma el hecho
de que un intento por crear una Gran Logia Unida de Colombia termine con la
formación de una pequeña Gran Logia irregular; menos se puede interpretar de
manera diferente el hecho de que en una misma ciudad, en menos de quince años,
la soberanía de una Gran Logia haya sido usurpada dos veces por grupos
irregulares. Los síntomas, QQ.·.HH.·., hablan por sí
solos.
La
Fraternidad es la razón de ser de la Orden Masónica. Es el principio que
encarna la esencia que nos permite identificar su lugar en el mundo. Como
Institución Fraternal es como la
presentan diccionarios y enciclopedias.
Aunque
la libertad pueden obtenerla los individuos mediante el propio esfuerzo, y
aunque la igualdad pueden reclamarla las muchedumbres esgrimiendo, como única
arma, el petardo de la ignorancia, la fraternidad sólo es posible cuando es
aceptada y asumida voluntariamente por Hombres Libres que consideran que
Igualdad no es un derecho que nos da nuestra condición de humanos sino una
obligación que asumimos libremente para con nuestros
semejantes.
Ya
hemos dicho que el concepto “libertad”, aislado, ha favorecido la opulencia de
los poderosos a expensas del sufrimiento de los menos favorecidos. Y que la
“igualdad”, también sola, da pié a la instalación de regímenes totalitarios que
se atribuyen el derecho a decidir
qué es lo que a una sociedad le conviene. Sólo en el seno de una "Fraternidad" bien entendida es posible conjugar los
dos principios con el objeto de ir escribiendo, día a día, las utopías
masónicas.
Pero
fraternidad no es sinónimo de poder. Para hacer Masonería no son necesarias las
grandes organizaciones. La Masonería se hace en la Logia, independientemente de
las estructuras que nos gobiernan. Los últimos acontecimientos ocurridos en la
Muy Respetable Gran Logia Occidental de Colombia hacen pensar que la sicología
de los colombianos es incapaz de imaginar una Gran Logia Unida; y la historia de
la Masonería colombiana durante el Siglo XX debe hacernos pensar que el
principal impedimento para la unidad no ha sido, propiamente, la extensión del
territorio.
Tal
vez este sea el tiempo propicio para reflexionar en nuestros conceptos de
“Libertad”, “Igualdad” y “Fraternidad” independientemente de nuestras ansias de
poder. Tal vez los acontecimientos que ha protagonizado la Orden Masónica en
Colombia durante el último Siglo nos permitan ver que los masones, para ser
libres y considerar a los otros nuestros iguales, no necesitamos hacer reparticiones de
poder bajo criterios geográficos. Quiero creer en la oportunidad de organizarnos
según la afinidad de nuestros ideales y no por simples criterios de territorio. Eso estaría
más acorde con los vientos que hoy soplan en el Mundo.
Así,
si, como colombianos, por diferencias culturales no hemos sido capaces de hacer nación, por la
misma razón parece muy difícil que los masones de Colombia se unan en una Sola
Gran Logia. Pero, aunque difícil, todavía queda esa posibilidad por explorar; bien valdría
la pena imaginar una Masonería fuerte por la unión de sus individuos y no
débil por el poder que dejan de
concentrar sus inmanejables estructuras.
Si
vallunos y risaraldenses son culturalmente tan diferentes que no pueden estar
bajo el mismo techo, los masones, en virtud de sus juramentos, tienen la
obligación de convivir bajo la Bóveda Celeste, iluminados, todos, no por el
poder
sino por los ideales de la
tradición masónica.
Reunámonos, pues, QQ.·. HH.·. en el seno de nuestra Logia.
Nuestra obligación histórica es hacer crecer la Masonería manizaleña y, lo más
probable, es que, como van las cosas, en varias décadas ningun hermano de este Taller vaya a ser
Gran Maestro de ninguna Gran Logia. Como los Alcohólicos Anónimos, recojámonos
alrededor de nuestros ideales; y, como verdaderos masones, construyamos lo único que podrá hacer de nosotros
“Hombres Mejores”: dediquémonos, de una vez por todas, a practicar
Masonería.
Luis Alfonso Mejía Echeverri M.•. M.•. Resp.•. Log.•. Nieves del Ruiz Nº 14 Vall.•. de Manizales 6 de abril de 2003 |
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