Resp.·. Log.·. Nieves
del ruiz Nº 14
Q.·.H.·. LAM
A.·.M.·.
Para este trabajo me he basado en el artículo original
de Popper y, para ampliar algunos conceptos, he utilizado “el Universo
abierto”, y “Conjeturas y Refutaciones”, del mismo autor. Para la comparación
con la Cábala, esquema que se me hace curiosamente parecido al de Popper, he
utilizado un compendio que resume las traducciones al inglés tradicionales de
Mac Gregor Mathers y Aleister Crowley.
El artículo de Karl Popper titulado “sobre Nubes y
Relojes” trata, con cierta profundidad, los siguientes problemas: el indeterminismo, las implicaciones
humanas del indeterminismo físico, el problema Mente-Cuerpo, la teoría de la evolución y el
determinismo; también toca, de paso, algunos problemas de la filosofía como
son las teorías holísticas y las modas
científicas. Pero el objetivo central de esta conferencia (dictada en la
Universidad de Washington en 1966) es el de proponer una teoría alternativa al
determinismo, diferente, al mismo tiempo, del indeterminismo, que nos permita
dar razón de la vida, la libertad y el pensamiento, entre otros aspectos de la
realidad cotidiana de
los hombres. Esto quiere decir un sistema del mundo abierto, en
el que lo impredecible se pueda explicar por un camino diferente al del azar.
En este trabajo quiero hacer notar algo que me ha impresionado desde el momento en que empecé a estudiar la filosofía de Popper, relacionado con la evolución de los tres mundos. Se trata de que esta propuesta, basada en nubes y relojes enmarcando tres sistemas o, para usar las palabras del autor, tres mundos, tiene un impresionante parecido con otro sistema cuyo origen se remonta a la Judea del siglo primero, y cuyo mayor desarrollo se dio en la Europa mediterránea del siglo XIII. Ese sistema, hoy relegado al olvido y al atrevimiento de los locos, dio origen a ideas tan deterministas como el Tarot y a quimeras tan indeterministas como la transmutación alquímica de los metales. Ambos sistemas (la cábala y la metáfora poperiana) pueden explicar la libertad y la razón humanas desde un punto de vista dualista, sin tener en cuenta el concepto cartesiano de sustancia. Pero, como modelos, pueden dar cabida a conceptos tan incómodos para los filósofos como son las ideas sobre ángeles, horóscopos, divinidades y, quien lo creyera, pueden abrir la puerta a conceptos tan deterministas como, por ejemplo las adivinaciones. En el modelo cabalista, la historia ya ha mostrado esa posibilidad. Mientras tanto, el popperiano parece estar a salvo de esas ideas, toda vez que el mundo 3 no se abre necesariamente a un mundo 4, y éste a un 5; si se abriera, los dos estarían en igualdad de condiciones; pero el modelo de Popper no está totalmente libre de esas ideas: esa puerta no ha sido cerrada de manera definitiva.
Popper critica el que la ciencia, desde tiempos de
Newton, haya estado limitada a una visión determinista del mundo. Para hacerlo,
acude a la afirmación que hacemos cuando nos basamos en el sentido común para decir que hay
fenómenos naturales, como el clima y el comportamiento de las nubes, que son
difíciles de predecir.
Basándose en el ejemplo de una nube de mosquitos que se mueven, individualmente, de manera totalmente aleatoria, el autor muestra como es posible que los individuos de un conjunto se comporten de forma tal que siempre parezcan perfectamente unidos y que la nube se pueda considerar un “todo”; lo único que se necesita, según Popper, para que ocurra este fenómeno, es dotar a los individuos de un sistema de control (algo como una tendencia o, para usar un término que en el lenguaje de Popper nos permita compararlo con sistemas físicos, una “propensión”) que obligue a los individuos a tornar hacia el centro del grupo cuando sienten que se alejan de la muchedumbre.
Aunque en el artículo Popper no nos dice de donde
proviene el ejemplo de los relojes para describir los sistemas deterministas,
la referencia a la teoría de Newton nos da, por lo menos, un motivo para
asociar el ejemplo con el modelo del reloj perfecto de la teoría Newtoniana.
Aunque la mayoría de los científicos estaba de acuerdo con ese determinismo,
había algunos disidentes; de entre esos valientes, Popper rescata a Charles
Sanders Peirce, quien negaba la posibilidad de que llegáramos a conocer algo
que se pareciera a un reloj perfecto e, incluso, que existiera dicho
reloj. Popper, al mostrarse de acuerdo
con Peirce y también de manera abierta en este artículo, se declara
indeterminista.
Popper sustenta su indeterminismo, en parte, mediante
la buena aceptación que demostró Arthur Holly Compton sobre la nueva teoría
cuántica y el indeterminismo de Heisenberg. Sin embargo Popper no parece estar
del todo de acuerdo con este último por haber permitido la entrada del
subjetivismo a su teoría, al postular que, en ciertos experimentos de física, la presencia del
observador puede interferir sobre el objeto observado.
Podemos
encontrar las justificaciones de Popper para declararse indeterminista en “El
Universo Abierto”, obra que constituye el Volumen II del Post Scriptum a la Lógica de la
Investigación Científica. En primer lugar, es necesario aclarar que el interés
de Popper era atacar
el “determinismo científico”, que él define como “la doctrina de que la estructura
del mundo es tal que cualquier suceso puede ser racionalmente predicho, con
cualquier grado de precisión que se desee, si contamos con una descripción
suficientemente precisa de los sucesos pasados junto con todas las leyes de la
naturaleza[i].
1. A la primera de sus justificaciones Popper la denomina “el argumento intuitivo”, el cual sostiene que la creación de una obra nueva, como una sinfonía, no puede ser predicha en todos sus detalles por un físico o un fisiólogo que haya estudiado el cuerpo y el funcionamiento orgánico del compositor.
2. Otro argumento es la consideración que hace Popper de las teorías científicas como si
fueran redes que nos sirven para atrapar el mundo; el que podamos
atraparlo no quiere decir que la
correspondencia entre el mundo y la teoría
sea un hecho real.
3. Popper utiliza también el argumento de que el hecho de que un enunciado de sujeto- predicado sea universal no nos autoriza a decir que el mundo tendrá que tener dicha estructura o que está formado por sustancias con determinadas propiedades.
4. Para atacar al pensamiento determinista, Popper aprovecha el origen histórico de esa teoría, es decir, el pensamiento del mismo Newton. Dice que la teoría newtoniana, a pesar de cumplir con las características de una teoría determinista, y a pesar de que se acerca mucho a la verdad, no permite ver en ella misma un enunciado de determinismo. Pero digámoslo en términos del mismo Popper: “La teoría no afirma en ningún momento que el mundo esté determinado; antes bien, es la propia teoría la que tiene ese carácter que yo he llamado determinista prima facie”[ii]. Más adelante (en la página 5) puede verse la definición de teoría determinista prima facie.
5. Además, Popper explica que el hecho de que tengamos la tendencia a aferrarnos a ese tipo de teorías (deterministas prima facie) es una consecuencia de su simpleza y de la facilidad con que podemos contar para contrastarla. Al definir la ciencia como el arte de la simplificación, Popper dice que solo podemos describir el mundo con teorías universales y simples, y que esa universalidad y esa simpleza no nos dicen nada de la simpleza y la universalidad del mundo; además, continúa diciendo Popper, como las teorías pueden contrastar la universalidad, y no la simplicidad, cuando lleguemos a una teoría que describa la realidad del mundo no podremos saber que hemos llegado a ella.
6. Al comparar con redes a las teorías científicas, Popper dice que, a pesar de que esas redes nos permiten atrapar el mundo, siempre dejan escapar un pequeño pez, es decir, siempre habrá juego suficiente para el indeterminismo.
7. Popper, en favor del indeterminismo, también aprovecha la afirmación Kantiana de la libertad del hombre, la incapacidad de la física clásica para dar razón, la asimetría entre el pasado y el futuro, y muchos otros argumentos, entre los que figuran algunos de San Agustín y otros de Descartes que, si decidiéramos revisarlos todos, dejaríamos de cumplir con una de las exigencias de este trabajo: la de ser conciso.
Ya hemos dicho que Popper se declaró indeterminista, y hemos expuesto
las razones que lo indujeron a hacerlo. En esta sección trataré de exponer, de
manera sencilla, los argumentos en contra del determinismo.
En primer
lugar, Popper deja clara su posición frente al determinismo metafísico: dice
que es argüible y que su teoría en contra del mismo, aunque muestra que no deja
espacio para la racionalidad, tiene ciertos errores. Pero el que sea argüible
no es suficiente porque, según el autor, “los argumentos en pro o en contra de él no
pueden llegar a ser conclusivos: Los que lo apoyan tienen que ser
inconclusivos, porque es imposible demostrar la inexistencia de un suceso
indeterminado en el mundo. (Aquí, la situación lógica es similar a la de
cualquier teoría universal). Y los argumentos en su contra tampoco pueden ser
concluyentes, porque, por ejemplo, no podemos probar la inexistencia de un
espíritu que obtenga pleno conocimiento previo sobre el mundo desde fuera del
mundo”[iii].
Ante las limitaciones que encuentra para atacarlo, Popper considera que
al atacar el determinismo científico puede minar indirectamente el metafísico y
que, a pesar de que los argumentos en contra del determinismo metafísico no
sean concluyentes, el
impacto de ese ataque puede hacerse
sentir.
Las razones que Popper
expone como rechazo al determinismo metafísico presentan dos problemas. En primer lugar, son
anecdóticas: las remite a una crítica personal al determinismo metafísico de
Einstein, y al hecho de que este no las hubiera refutado. Y, segundo, fueron
las dificultades las que lo indujeron a concluir que el camino más simple era
“...aceptar una concepción indeterminista del mundo”[iv].
El
principal argumento en contra del determinismo científico se basa en que las
teorías deterministas prima facie no
dan respuesta a todas las cuestiones que pueden plantearse en física. (Debo
aclarar que según Popper “una teoría física es determinista prima
facie si, y solo si, nos permite deducir, a partir de una descripción matemáticamente
exacta del estado inicial de un sistema físico cerrado que se describe en
términos de la teoría, la descripción, con cualquiera que sea el grado
finito de precisión estipulado, del estado del sistema en cualquier
instante dado del futuro”)[v].
Es decir, lo que afirman las teorías deterministas prima facie es que las nubes son relojes. Considero importante hacer notar aquí
el parecido que tiene esta definición con la que se dio, más arriba (página 3),
de determinismo científico.
Una de las cuestiones que no pueden responder las teorías deterministas
Prima Facie, dice Popper, es el hecho de que una máquina de tirar monedas
arroje siempre resultados aleatorios, aunque las monedas se introduzcan, todas
las veces, de la misma manera. Un determinista, después de controlar todos los
eventos de la máquina, explicaría esto diciendo que quedan algunos eventos sin
controlar, que equivalen a ampliaciones de diminutas diferencias ocultas que
ocurren en la máquina. Para Popper, esto explicaría por qué el resultado no es
siempre cara o siempre sello, pero no explica la estabilidad estadística del
resultado;[vi]
esa estabilidad debería explicarse, no a partir de supuestos estadísticos sobre
las condiciones iniciales ocultas (como quieren mostrar los deterministas),
sino, más bien, por medio de una deducción a partir de un supuesto
probabilista.
Popper critica, además, el hecho de que los deterministas jueguen con la
idea de que las unidades que están fuera de control son aleatorias; esto, para
el filósofo, no resuelve el problema, sino que, simplemente, lo desplaza al
nivel de las condiciones iniciales[vii].
Esta demostración le sirve, además, para criticar la doctrina de que las
condiciones de probabilidad solo entran en la ciencia cuando nuestros
conocimientos son insuficientes para hacer predicciones.
Llama la atención el hecho de que los deterministas, que sostienen que se
pueden hacer predicciones de lo que ocurrirá en algún momento futuro, acepten
el azar como característica de las unidades que están fuera de control. Ese
azar es como una nube en un reloj, que los deterministas explican como
ignorancia de las condiciones iniciales.
Desde su crítica contra el determinismo, Popper ha argumentado en contra de
la posibilidad de explicar los resultados que los deterministas le atribuyen al
azar; utilizando el ejemplo de un sistema que se puede ajustar para manipular
los resultados (ejemplo de la cuchilla de Landé) concluye que estos resultados
son objetivos porque objetivas son también las condiciones físicas. Así, ha
preparado el camino para justificar su teoría de las propensiones.
Popper propone que interpretemos a las propensiones como probabilidades
objetivas, es decir, magnitudes físicas, como lo son las fuerzas, que nos
sirven para explicar lo conocido a partir de lo desconocido[viii];
en ese sentido, el modelo es indeterminista, porque no parte de condiciones
iniciales conocidas. Con esto, Popper cree haber creado un modelo físico de lo
que, en el mundo de los hombres, llamamos la creatividad. Y, si aceptamos y
entendemos la creatividad, podremos entender y aceptar, sin mucho esfuerzo, la
razón y la libertad; por lo menos, la libertad de crear obras de arte y de
evaluar argumentos o teorías científicas, objetivo primordial de Popper. El filósofo
ha abierto así el mundo físico (mundo 1) hacia el mundo mental (mundo2), en el
que habita nuestra capacidad de crear.
El sistema físico de Popper es un sistema cerrado, indeterminista[ix] o, como lo define el mismo autor, parcialmente determinista e incompleto. Por eso es que el indeterminismo no basta; al mundo físico (mundo 1) le falta la influencia del mundo mental (mundo 2). De otra forma, no sería posible conciliar el indeterminismo de la conducta humana con el universo cerrado de la física. En un universo cerrado y determinista, no hay lugar para influencias externas. Si en el mundo hay elementos de azar, no es determinista, pero al ser cerrado el mundo físico los fenómenos mentales no tendrían en él ninguna influencia (serían epifenómenos). Como, para Popper, el mundo mental sí influye sobre el mundo físico, es evidente que algo falta.
La explicación
por la vía de las propensiones conduce a un mundo indeterminista en el que la
propensión, que es física, actúa sobre el mundo físico, según propone el autor,
como sistema de control. Esto tampoco nos permite explicar la influencia que
ejerce lo mental sobre lo material. Es necesario, entonces, que el mundo físico
esté abierto. Y Popper encontró la forma de abrirlo: “Poca duda puede haber de que el
motivo filosófico fundamental a favor del determinismo lapalciano y de que la
teoría del mundo 1 está cerrado causalmente estriba en la comprensión de
que el hombre es
un animal y en el deseo de vernos a nosotros mismos como parte de la
naturaleza. Creo que el motivo es correcto; si la naturaleza fuese totalmente
determinista, entonces también lo sería el reino de las acciones humanas; de
hecho, no habría acciones, sino, como mucho, la apariencia de acciones... Pero
puede darse la vuelta al argumento. Si el hombre es libre, al menos en parte,
también lo es la naturaleza; y el mundo 1 físico es abierto. Y hay muchas razones para considerar al hombre
al menos parcialmente libre[x].
Einstein, a pesar de sus aportes científicos, trató de
sostener a toda costa el determinismo. Manifestaba no creer en la libertad humana porque
todos los hombres siempre actuamos bajo presiones, internas y externas. Esta
idea parece que preocupaba a Popper, quien afirmó que el determinismo es una
pesadilla precisamente porque destruye nuestra creatividad y nos convierte en
autómatas. Esta preocupación fue, seguramente, la que condujo a Popper a
incluir como subtítulo del artículo la frase “Aproximación al Problema de la
Racionalidad y Libertad del Hombre”; en este artículo es evidente la pregunta
sobre cómo las cosas no físicas (propósitos, planes, teorías, etc.) intervienen
en la introducción de cambios físicos en el mundo. Ya se ha dicho que nuestro
filósofo se declaró indeterminista. Pero, para dar respuesta a esta pregunta,
Popper, citando a Compton, concluye que el mero indeterminismo físico, así como
el determinismo, no basta; no basta, porque es necesario intentar comprender “de
qué modo los hombres y quizá los animales son susceptibles de verse “influidos”
o “controlados” por cosas tales como fines, propósitos, reglas o acuerdos”.[xi]
Para Popper, el determinismo es una pesadilla porque
no da cabida a la creatividad y a otras funciones del cerebro humano; además,
el indeterminismo tampoco es adecuado para explicar dichos fenómenos, pues el
azar no es mejor que el determinismo. Para resolver esta dificultad, Popper
ensaya otra posibilidad, aceptando de antemano que pueden existir otras
alternativas, contrarias al determinismo y, al mismo tiempo, diferentes del
indeterminismo, que permitan explicarlos. Así, se abre camino la idea de que
entre las nubes y los relojes, es decir, entre el azar del indeterminismo y la
rigidez de pesadilla del determinismo, están el comportamiento (humano y animal),
la libertad y la creatividad.
Popper acepta que existen reglas de comportamiento
social cuyos contenidos producen cambios en las personas y, a través de ellas,
en el mundo físico. La interacción de las mentes con los significados de esas
normas (reglas de comportamiento) y, al mismo tiempo, con el mundo físico,
conduce a Popper al tradicional problema “cuerpo – mente” discutido por muchos
otros filósofos, ya desde un punto de vista dualista (Descartes) ya desde uno
monista (fisicalismo, conductismo y otros). Frente a este problema, aunque se
declaró dualista, Popper rechaza la idea cartesiana de sustancia.
Popper está, entonces, frente a dos problemas. Por un
lado, la existencia de normas (algo abstracto) que, por medio de la conducta
humana, intervienen en el mundo físico –algo así como nubes que controlan
nubes-; y, por el otro, un complejo cuerpo-mente que, quiéralo o no, lo
enfrenta con el mismo problema cartesiano. Como una posible alternativa para
resolver el primer problema, Popper ensaya una nueva interpretación de la
teoría evolucionista, partiendo del lenguaje o, mejor, de un mismo lenguaje que le permita
describir al mismo tiempo las cosas del mundo físico y las del mundo mental,
estas últimas, exclusivamente humanas.
Ese lenguaje evolutivo de Popper, dicho sea de paso,
parte de una propuesta de su maestro Karl Bühler, publicada en 1918, denominada
la doctrina de las tres funciones del lenguaje. Con ella, como el nombre lo
indica, Bühler describe un lenguaje con tres funciones, una, expresiva; otra,
estimuladora; y, la última, descriptiva. A esta propuesta original Popper le
agregó, años antes de la publicación del artículo que nos ocupa, otra función,
la argumentadora, y, además, afirmó que entre estas funciones hay una jerarquía
evolutiva, es decir, que ninguna de las últimas está presente sin que estén las
primeras; y esto, debido a la adquisición tardía, en el proceso evolutivo, de
dicha propiedad por parte del cerebro humano.
Como solución al primer problema (la respuesta a como
las normas intervienen en nuestro comportamiento y, así, en el mundo físico),
Popper propone que se tenga en cuenta el proceso mediante el cual tomamos
nuestras decisiones deliberadamente, el cual funciona, según el autor, mediante
ensayo y error. Si aceptamos esto,
nos liberamos de las teorías que Popper denomina “de conmutador general”, entre
las que se cuentan el dualismo sustancial de Descartes y la teoría de que la
mente actúa sobre la materia cerebral mediante “saltos cuánticos”, como
sugieren algunos partidarios de la nueva teoría cuántica.
Al aceptar lo anterior, además de deshacerse de la,
para él, incómoda sustancia cartesiana y del patético azar, Popper se encuentra
con la evolución de los órganos y de las propiedades de los seres vivos, y con
la distinción que hace Samuel Butler (1872) entre esta evolución de órganos
y la evolución de los instrumentos (evolución exosomática) que construyen los
individuos que evolucionan, sean hombres o animales. Así, además de haber
aprendido a vivir en cuevas el hombre aprendió a construir casas, y en lugar de
haber inventado un método para mejorar la memoria, aprendió a utilizar el
papel, el lápiz, las bibliotecas y las computadoras; según esta teoría, podemos
pensar que tal vez fue culpa de la imprenta el que nunca hubiéramos aprendido a
utilizar la mnemotecnia de Bruno, tan útil en una época en la que era muy
difícil conseguir
libros.
En todo este sistema evolutivo, el lenguaje, para el
desarrollo del hombre, ha tenido un papel fundamental. Popper acepta que esta
función no ha sido solo consecuencia de la evolución sino que, además, juega un
rol preponderante a la hora de tomar esas decisiones deliberadas de las cuales
hablábamos tres párrafos más arriba; así, los argumentos críticos, producto de
una función del lenguaje que apareció durante nuestra evolución, sirven como
control de los errores que ensayamos cuando nos enfrentamos a los problemas de
la vida diaria.
Pero solo hemos expuesto algunos ejemplos que nos
acercan a la propuesta
de Popper para dar respuesta a la pregunta de cómo es que las normas pueden
ejercer alguna influencia en nuestras mentes y, así, en el mundo físico;
todavía no hemos dicho nada sobre el proceso mismo mendiante el cual esas
normas ejercen su influencia.
Según Popper, el mecanismo mediante el cual lo
abstracto puede actuar sobre lo físico es mediante un sistema de
retroalimentación que el autor denomina “control plástico”. En su sistema de
evolución, nuestro autor considera que los organismos son sistemas jerárquicos
de controles plásticos (como nubes controladas por nubes) y así es como los
contenidos de pensamiento, nubes de influencias abstractas, influyen en nuestra
conducta, nubes de reacciones que, a su vez, tienen su manifestación en el
mundo físico. Como ejemplo inorgánico (físico) de este tipo de control, Popper
propone el de una pompa de jabón que consiste en una nube de gas, controlada
por una película de agua jabonosa que, en últimas, es también una nube; ese
sistema, aparentemente cerrado, según el autor está abierto porque recibe
influencias térmicas desde el exterior, y estas pueden hacer que la estructura
se eleve o descienda.
Habíamos dicho que Popper se había enfrentado a dos problemas, y ya hemos visto la solución que le dio al primero. Ahora, brevemente, explicaré la solución al segundo, denominado por el autor el ”problema de Descartes”. Aunque en el artículo que nos ocupa Popper describe en doce tesis su interpretación de la teoría de la evolución, solo me referiré a una de ellas. En esa tesis Popper afirma que los problemas que diariamente acometen los organismos son problemas en sentido objetivo, que pueden ser reconstruidos retrospectivamente y no precisan de una contrapartida consciente. Según esta tesis, cuando estamos resolviendo un problema, es posible que no sepamos en qué consiste este y, solo retrospectivamente, después de haber encontrado la solución, podemos identificar su verdadera naturaleza.
Con esa inconsciencia de por medio, no hay mayor
problema en atribuirle a la mente un origen, también evolutivo, “a
partir de un pequeño punto de partida”[xii]
que se perfecciona por mecanismos de ensayo y error. Así, si se acepta que la
mente surge de un proceso irracional como puede ser el movimiento de una ameba (o
como pudo haber sido la adaptación en los hombres primitivos), que puede
conducir, en el caso de fallar, a la muerte del individuo, no debe costarnos ningún trabajo, según
Popper, el deshacernos de la idea cartesiana de sustancia, que ha constituido
el quebradero de cabeza de filósofos y de escuelas de pensamiento; y, al mismo tiempo, liberarnos del
subjetivismo y de la influencia de la mente al generar en el cerebro “saltos
cuánticos”, como proponían algunos seguidores de Heisenberg. Como se supone que la evolución
siguió su curso, Popper sugiere que el lenguaje progresó hasta producir la argumentación crítica, que
dotó al hombre de un mecanismo de control que le permite sobrevivir a costa
de sus teorías. Así, los contenidos de
pensamiento, producto de la razón, controlan a esta de la misma manera que la
razón, producto de estados cerebrales, controla nuestra conducta y nuestras
intervenciones en el mundo físico.
De esta manera, evitando decir de qué tipo de mente o
cuerpo se trata, Popper queda satisfecho de su solución al problema
cuerpo-mente, sin tener que acudir al concepto de sustancia y sin tener que
utilizar el concepto monista de dos tipos diferentes de lenguaje. Aunque
acepta, ya lo dijimos, un dualismo basado en estados físicoquímicos y estados
mentales, considera que ese sistema es estrecho y que debemos aceptar, más
bien, un sistema pluralista en el que nuestro mundo mental está compuesto por
ideas y reglas abstractas, es decir, por todos los elementos que en otros
escritos Popper acomoda en el Mundo 3.
De esta forma abre Popper el mundo 2 al mundo 3 y
aclara la posibilidad de interacción entre ellos. Los dos primeros, tienen
origen genético y se transmiten orgánicamente de generación en generación; el
tercero, por el contrario, es exosomático, y no se transmite en los cromosomas;
su crecimiento no depende de la selección natural sino, más bien, de la crítica
racional.
Los intentos de los individuos por adaptarse a un medio ambiente determinado mediante el ensayo y el error pueden ser vistos, en el modelo físico, como propensiones. Muchas veces, cuando tratamos de resolver un problema, no sabemos cuál es su verdadera naturaleza. Esto es lo mismo que tratar de predecir lo conocido a partir de lo desconocido o, dicho de otra forma, aceptar un sistema indeterminista. Pero, según Popper, para explicar la libertad, no es suficiente con hacerla inteligible; es decir, el indeterminismo no basta. No basta, porque para explicar la creatividad y la libertad de criticar teorías necesitamos la apertura del mundo 1 al mundo 2, y de este al mundo 3.
Aunque dice que se pueden proponer más mundos, a Popper no le interesa profundizar en ellos. En “El Universo abierto” explica por qué solo le interesa la libertad de crear y criticar; además, muestra cierto temor o, mejor, desagrado por temas como la libertad moral[xiii]. Por eso es que, para él, los tres mundos son suficientes. Pero, aunque Popper acepta que los mundos 2 y 3 surgieron por evolución, no dice nada de la posibilidad de que evolucionemos al mundo 4, al 5 y, por qué no, a muchos otros.
Definiré la Cábala como un método que durante dos mil años han utilizado los místicos occidentales para alcanzar estados especiales de conciencia. Es algo así como un mapa que le permite al devoto elevarse sobre su propio conocimiento sin perder de vista su relación con el mundo. El sistema no ofrece ninguna garantía a los curiosos que intentan utilizarla. Algunos, al encontrarse con las contradicciones que el método enfrenta, simplemente se desaniman y abandonan su monumental empresa. Otros, la mayoría, se obsesionan con las ilusiones que crean sus propias mentes al ver algunas analogías con el mundo material; entonces empiezan a querer transmutar en oro los metales vulgares y adivinar el futuro de los reyes.
La palabra Cábala quiere decir “tradición”. La Cábala es un método de meditación diseñado por algunos Rabinos de los siglos I y II, que tiene su base en libros del judaísmo tradicional como el Sepher Jezirah (libro de la creación) y el Zohar (libro del resplandor). Este método no tiene dogmas ni doctrina; es, más bién, un ejercicio para conocer el universo, incluído su creador, cuyo lenguaje son los simbolos: “Dícese que el pensamiento evolucionó del lenguaje, no el lenguaje del pensamiento. Lo que las palabras son para el pensamiento, los símbolos son para la intuición.” [xiv]
El sistema consiste en una serie de símbolos que se pueden aplicar al macrocosmos (el mundo) y al microcosmos (el hombre) que, según la Cábala, no es más que una réplica en miniatura de aquel. “El universo es realmente una forma de pensamiento proyectada desde la mente de Dios. El arbol Cabalístico podría semejar una imagen onírica que surge de la subconsciencia y que dramatiza el contenido subconsciente de la deidad”.[xv] Por eso ha sido posible que de la cábala surgiera el arte de la adivinación.
Esos símbolos se distribuyen en dos columnas laterales y un eje central. A esa estructura se le ha dado el nombre de “árbol de la cábala”, pues en algunas ilustraciones pictóricas de la edad media, tal vez para confundir a los curiosos, se la representaba en forma de árbol. Aunque existen diferentes formas de enfrentar el árbol, puede decirse, en términos generales, que la columna de la izquierda representa la rigidez (la severidad) y la de la derecha la volatilidad (la misericordia); en el centro, la columna que corresponde al tallo del árbol se denomina indulgencia (el equilibrio). Esta forma de representar el mundo ya empieza a parecerse bastante a la que utiliza Popper con las nubes en un extremo, los relojes en el otro y, en el centro, la libertad del hombre.
Entre las dos columnas laterales y siguiendo el eje
central, lo mismo que en la
propuesta de Popper, se sitúan los submundos de los sentidos, de la ética y del intelecto, cada uno con tres atributos que se fijan sobre las columnas. Debajo del submundo
de los sentidos está el reino, que equivale al mundo físico. Mas
arriba del intelectual hay otro mundo, el cual solo
puede ser intuído por el adepto después
de un proceso de purificación (que se puede entender como evolución), denominado el mundo superno, en el cual habitan las ideas sobre la divinidad, y
la divinidad misma. El mundo superno, externo al mundo de los hombres, es,
pues, indeterminista, pero puede determinar a los submundos de la materia, de
la ética y de las ideas; y esta idea ya es bastante parecida a la posibilidad
de que la divinidad determine nuestro mundo, como dejó planteado Popper cuando
quiso referirse al determinismo metafísico: “Al mostrar la imposibilidad de
predecir el aumento del conocimiento, no he mostrado más que la imposibilidad
de una predicción completa desde dentro del mundo. Esto deja abierta la
posibilidad de que el mundo, con todo lo que hay en él, esté completamente
determinado desde fuera, quizá por la divinidad”[xvi].
Aunque, según la Cábala, el mundo es como un pensamiento en la mente de Dios, “el conocimiento del cabalista no se funda en el absoluto, pues la mente es incapaz de definirlo. Tampoco lo niega diciendo que es incognoscible. El cabalista se contenta diciendo que el estado normal de conciencia de los seres humanos desconoce el absoluto ...el cabalista toma a Kether, la corona, como punto de partida, el primer sephirah, el número uno, la unidad. Esto es muy distinto de partir del absoluto y tratar de trabajar hacia adelante para ingresar en la evolución” [xvii].
.
Aquí encontramos otro punto interesante: la cábala es evolucionista: “El esoterismo no se limita a declaraar que lo desconocido es incognoscible, pues, sobre todas las cosas, es evolucionista, y sabe que lo que no podemos abarcar hoy podemos lograrlo en el mañana del tiempo cósmico”[xviii]. Por lo menos, parece más evolucionista que Popper, para quien la evolución solo llega hasta el mundo 3. Los cabalístas, que no tienen prejuicios contra la metafísica, aceptan la evolución a tres mundos superiores, cada uno compuesto por tres submundos.
“Kether es el malkuth de lo inmanifiesto”[xix] quiere decir que Kether, así como es el punto del que puede partir la mente, es también el punto final de la iluminación; y que Malkuth, así como es el punto en el que comienza la evolución, es también el punto en el que termina la creación. Es como si se propusiera un punto de contacto entre lo físico y lo humano por un lado, y lo divino por el otro; es el mundo físico abriéndose al mundo mental y este, a su vez, abriéndose al divino, mientras el mundo divino se abre al físico mediante el acto de creación. Esta afirmación la eludió Popper sin darse cuenta, al hacer que el mundo 3 fuera “intrínsecamente abierto”, es decir, abierto no hacia un mundo 4 sino hacia sí mismo y al mundo 2.
El mundo de la cábala es, pues, como el de Popper, un universo abierto. Pero es mucho más amplio y más abierto porque explica, también con modelos físicos, cómo lo manifestado puede surgir de lo inmanifiesto. Así como el interior de una pompa de jabón puede ser controlado por el ambiente exterior, el mundo de la materia puede, según la cábala, surgir y ser determinado desde el mundo divino de la misma manera que los cristales de azúcar, disueltos en el agua caliente, se solidifican a medida que el disolvente se enfría (una metáfora muy parecida al concepto poperiano de conocer lo conocido a partir de lo desconocido).[xx] Además, Popper hace suyas algunas afirmaciones clásicamente cabalistas como, por ejemplo, la idea de que un pensamiento, al ser formulado en el lenguaje, se convierte en objeto fuera de nosotros[xxi] y la de que el mundo de las ideas es imposible si falta el lenguaje; el hecho de que el sentido que le da Popper a esa afirmación sea un poco diferente no contradice mi idea de que se trata de dos sistemas sumamente parecidos.
No creo estar malinterpretando a Popper cuando digo que ha aceptado, por lo menos
parcialmente, este antiguo sistema; lo más seguro es que es que esa aceptación
haya sido involuntaria, es decir, “desprevenida”, como se propone en el título
de este trabajo. Además del parecido que hay entre los símbolos de la cábala y
las metáforas de Popper, hay otras razones que me inducen a
hacer tal afirmación. Con respecto a los tres mundos, Popper ha dicho
que no tienen que ser tres, y que las subdivisiones pueden ser arbitrarias. Con
respecto a lo que ofrece la Cábala sobre la divinidad, el mismo Popper dejó
abierta la puerta cuando aceptó la posibilidad de una determinación desde fuera. Y
esa determinación desde fuera es, precisamente, lo que alberga el arquetipo
cabalístico en el mundo superno.
Pero, a pesar de haber dejado abierta esa puerta hacia lo divino, Popper
tuvo la precaución de cerrar el mundo 3 como si fuera una intusucepción (algo
así como introducirse en sí mismo), al abrirlo solamente al mundo 2 y decir que es “intrínsecamente
abierto”[xxii].
De no haberlo hecho así, hubiera tenido que aceptar la posibilidad de que la
evolución nos pudiera conducir, gracias a la propensión que llamamos
curiosidad, a la comprensión completa del mundo, incluida la divinidad, y a la
sumisión humilde que nos impondría un sagrado determinismo.
[i] Popper, Karl R; El Universo Abierto; Segunda edición, Editorial Tecnos; Madrid, 1994, Pag 25).
[ii] El Universo Abierto; Segunda edición,
Editorial Tecnos; Madrid, 1994, Pag 66.
[iii] El Universo Abierto; Segunda edición, Editorial Tecnos; Madrid, 1994, Pag 110
[iv] ; El Universo Abierto; Segunda edición, Editorial Tecnos; Madrid, 1994, Pag 114
[v] ; El Universo Abierto; Segunda edición, Editorial Tecnos; Madrid, 1994, Pag 55
[vi] ; El Universo Abierto; Segunda edición, Editorial Tecnos; Madrid, 1994, Pag 120
[vii] ; El Universo Abierto; Segunda edición, Editorial Tecnos; Madrid, 1994, Pag 124
[viii] Ver la referencia 20 de este
trabajo
[ix] ver la nota al pie de página # 30, en la página 204 de Conocimiento Objetivo
[x] ; El Universo Abierto; Segunda edición, Editorial Tecnos; Madrid, 1994, Pag 149
[xi] Popper, Karl R.; Conocimiento Objetivo; Editorial Tecnos; Madrid; 1992 Pag 213
[xii] Popper Karl, “Conocimiento Objetivo, Editorial Tecnos pag 231
[xiii] ; El Universo Abierto; Segunda edición, Editorial Tecnos; Madrid, 1994, Pag 135
[xiv] Fortune D. “La cábala mística; editorial Kier; Buenos Aires; 1984 Pag 24
[xv] Fortune D. Op cit: pag 25
[xvi] ; El Universo Abierto; Segunda edición, Editorial Tecnos; Madrid, 1994, Pag 109
[xvii] Fortune D; Op cit, pág 38
[xviii] Fortune D; op cit p 41
[xix] Fortune D; Op cit; p 40
[xx] Fortune D; Op cit. P 46 (véase también la referencia 8)
[xxi] ; El Universo Abierto; Segunda edición, Editorial Tecnos; Madrid, 1994, Pag 140