NADIE ES IMPRESCINDIBLE


Algún día, cuando sienta que es muy importante
Algún día, cuando su ego arriba haya ido a parar.
Algún día, cuando crea que lo más natural es que
sea usted el que merece la palma ganar.
Algún día, cuando sienta que su ausencia dejaría
un hueco que nadie más podría llenar,
siga entonces esta sencilla pauta,
y vea como podrá hacer que sea humilde su alma.
Busque un balde y llénelo de agua,
meta su mano allí, solo hasta la muñeca.
Sáquela con premura, y el hueco que allí queda
es la medida de cuánto le echarán de menos.
Puede salpicar todo cuanto quiera al entrar,
y remover el agua en cualquier cantidad,
pero deténgase y en un instante encontrará
que vuelve a estar allí, igual que al comenzar.

Usted no es indispensable; yo tampoco. Nadie es indispensable, excepto el
Señor Jesucristo. Él es la cabeza. Él es el sublime. Él es el fundador.
Él está en el primer lugar. Y cuando Él mueve a uno y trae a otro, o
rebaja a uno y promueve a otro, es Él quien lo decide. Ese es Su derecho
soberano. El problema surge cuando nos ponemos a pensar que los soberanos
somos nosotros. Recuerde, Él lo puso en donde quiso que estuviera. Él le
dio ese trabajo. Puede quitárselo tan rápido como se lo dio. Haga
fielmente su tarea, mantenga una actitud modesta y exalte a Cristo.

"Nada hagáis por contienda o por vanagloria. Antes bien con humildad,
estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada
uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros"
Fil. 2:3,4