El pecado en el mundo está presente alli donde nosotros miremos El pecado es consustancial al hombre, y unido al pecado está el mal Aunque sabemos fehacientemente que para Jesús el mal físico (enfermedad, muerte) no pertenece al proyecto inicial del Creador, sino que es una adición debida a la maldad de las criaturas. En la Biblia el "pecado" no es solamente la culpa de un individuo consciente, sino es principalmente un estado de cosas, una estructura. Esta estructura no es, sin embargo, tiránica con respecto a los hombres. Estos pueden vencerla, pero para lograrlo no deben olvidar la casi identidad entre mal y pecado. En una palabra: no se puede combatir el pecado humano sin, al mismo tiempo, luchar eficazmente contra el mal que asedia al hombre.

Diríamos que por cada resquicio en que el hombre se deja vislumbrar esa realidad del mal. El mal nos inunda, y poco a poco nos engulle. Hasta convertirse en algo difícil de eliminar de nosotros. Si no fuera por la fuerza del amor de Dios, sentiríamos que poco a poco nos destruye.

Escuchemos al Señor en el Evangelio

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 2,1-12. Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos, que no quedaba sitio ni a la puerta. El les proponía la Palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico, y como no podían meterlo por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico:

-Hijo, tus pecados quedan perdonados. Unos letrados, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: ¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios? Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: -¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico «tus pecados quedan perdonados» o decirle «levántate, coge la camilla y echa a andar»? Pues, para que veáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados... entonces le dijo al paralítico: -Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa. Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios diciendo: -Nunca hemos visto una cosa igual.

El Evangelio nos habla de una realidad: el paralitico. signo de todos aquellos que son imposibilitados por si mismos para realizar cualquier accion por si mismos, necesitan de la ayuda de los demás

Los demás les ayudan con sus cargas, aunque ese trabajo no siempre está reconocido por la socidad.

Hagamos una pequeña oración

Todos tenemos alguna experiencia del día en que esa herida nos dolió más de lo normal y pusimos nuestra confianza en el Señor con más fuerza que de costumbre. Todos logramos, entonces, una mejoría. Vimos como nos íbamos liberando de tantas ataduras, notando en nosotros un cambio, aunque los acontecimientos imprevisibles de nuestra vida impidiesen aclarar tanta confusión. Por eso quiero que hoy veas todo esto con absoluta claridad. Quiero que el Señor te dé su gracia; para que tus ojos se abran y observes sin dudarlo que Él es el gran sanador, y que ha estado presente en cada acontecimiento doloroso de tu vida, aunque tú no te hayas dado cuenta. Y es que a veces, para que nuestra vida se transforme, es bueno descender hasta nuestra realidad más profunda para caer en la cuenta de: -Tantos recuerdos como nos lastiman. -Tantas susceptibilidades como nos oprimen. -Tantas heridas sin cicatrizar. -Tantas imágenes duras que quedaron impresas como dardos en nuestra memoria. -Tantos sentimientos y resentimientos como nos perturban. -Tantas realidades que nos quitan la paz. Aquí estás hoy delante de tus pobrezas: miedos, temores, complejos, ilusiones y decepciones; todo eso que día a día te golpea impidiéndote llegar a la felicidad. Ponlo todo, en las manos del Padre como ofrenda de amor para que Él lo transforme. No caigas en el error de seguir guardándolo. Abre tu interior, no tengas miedo, libérate de cada una de esas opresiones... y, en silencio y calma, deja que llegue a ti la paz.