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Ir a Serás Jefe
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Por Lord Robert Stephenson Smyth Baden-Powell
of Gilwell
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Como una palabra de aliento a aquellos que
pretenden ser Dirigentes, me complace contradecir la generalizada y mala
interpretación de que para tener éxito como Dirigente, el hombre
debe ser una especie de Admirable Crichton*,
esto es, un "sabelotodo".
ĄNada de eso!.
El que desee ser un buen Dirigente,
sencillamente debe ser, ante todo, un "hombre-nińo", es
decir:
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Debe sentir palpitar en su corazón el espíritu
del nińo y ser capaz de colocarse en el plano correcto con sus
muchachos.
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Debe comprender las necesidades, las
perspectivas y anhelos de las diferentes etapas de un nińo.
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Debe tratar a sus Scouts en forma
individual y no en masa; al Escultismo le interesa el muchacho como
individuo y no como rebańo.
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Debe promover y desarrollar un "espíritu
de cuerpo" entre sus individuos para lograr mejores resultados.
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Éstos son los principios fundamentales en
que se basa el entrenamiento y educación que imparte el movimiento
escultista.
Todo lo anterior significa que el Dirigente
y/o Scouter ni es catedrático, ni sargento, ni instructor. Lo
único que se necesita es la aptitud de disfrutar de las actividades
al aire libre, comprender las ambiciones de los muchachos y buscar la
colaboración de otras personas que puedan instruirlos en determinadas
actividades prácticas, ya sea en el estudio de la naturaleza,
primeros auxilios, levantamiento de planos, etc.
Así pues, el Dirigente o Scouter debe
desempeńar el papel de "hermano mayor", es decir, ver las
cosas desde el punto de vista del muchacho y conducirlo con entusiasmo
hacia el camino del bien. Como buen hermano mayor debe mantener
vivas las tradiciones de la familia, aún cuando para ello sea
necesaria una considerable firmeza.
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James Crichton
(1560-1582). Un caballero escocés que nació en Eliock y murió
en Mantua, Italia. Fue un prodigio de erudición por lo que se
le llamó el "Admirable Crichton" y el "Pico della
Mirandola escocés". Viajó por Europa y se cuenta que
apostó contestar a todas las preguntas que le hicieran, sobre los
temas más diversos, en doce lenguas, ganando la apuesta. En
Mantua fue tutor del hijo del duque. Atacado una noche por una
cuadrilla de gente armada y enmascarada reconoció en uno de ellos a
su alumno y le entregó su espada con la que el joven le mató.
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