ðHwww.oocities.org/espanol/pjvrcl/pag.3.htmwww.oocities.org/espanol/pjvrcl/pag.3.htmdelayedx̃ÔJÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÈ@?w$OKtext/htmlp±Ó+c$ÿÿÿÿb‰.HThu, 01 Feb 2001 01:26:52 GMTgMozilla/4.5 (compatible; HTTrack 3.0x; Windows 98)en, *˃ÔJ$ Fundamentación antropológica del ser redentorista

Preguntas cómo: ¿Qué es el hombre?, ¿Cuál es su puesto en le mundo? o, ¿Cuál es su fin en la tierra?, han sido parte de la gran problemática del hombre. Sociólogos, Historiadores, Matemáticos, Teólogos y Filósofos han intentado, sin frutos, este tipo de preguntas. Y sin dudas, es en nuestro tiempo en que dicha problematicidad se ha vuelto más radical: el hombre no sabe lo que es, pero sabe que no lo sabe.

Esto se debe a que se ha querido interpretar al hombre como objeto, es decir, situado fuera de un contexto histórico, fuera de un tiempo y un espacio determinado.

El hombre sólo puede ser comprendido a partir de la historia. Es en la historia en donde nos encontramos con Dios vivo y presente en cada tiempo y lugar. Este Dios de misericordia se aparece al hombre a lo largo de la historia: a los profetas, encarnándose como hijo del hombre, el la cruz, en su resurrección. Por lo tanto sería un esfuerzo vano tratar de interpretar al hombre fuera de su perspectiva o aspecto histórico. El hombre es un ser histórico (que vive durante un tiempo y una época determinada y, su existencia de pende de las manos de Dios. La vida es un don, no un derecho y sólo Dios es nuestro futuro en medio de este desierto).

Además, las vivencias existenciales propias de su tiempo son parte constitutiva, no menos importantes, de su ser. Aquellas experiencias determinan en definitiva su ser. Aquella experiencia personal de Dios y con Dios lo marcará por toda la vida.

Por lo tanto, teniendo en cuenta tanto la historicidad como estas vivencias existenciales personales del hombre, es que podemos formarnos (o hacernos) una idea completa y precisa, de acuerdo a lo que es verdaderamente.

Es así como el hombre, dependiendo del contexto histórico propio de su vida, es que ve al mundo de modo independiente al de otro hombre. Es decir, podemos tener a dos hombres situados en un mismo punto espacio-temporal, pero con diferentes perspectivas de mundo. Por esta razón es que la realidad toca de modos distintos el corazón de cada hombre.

Cada hombre es único e irrepetible, hijo predilecto del Dios infinito, esto es lo que en definitiva determina su experiencia personal.

Igualmente, aunque todos los hombres somos biológicamente similares, nos diferenciamos en el modo de ser afectados por el mundo.

Y ciertamente, aunque podamos ver de modos diferentes el mundo y, aunque la realidad nos afecte distintamente, Cristo nos congrega en su infinito amor compartiendo le carisma redentorista.

El hombre es hijo de su tiempo, pero lo es ante que todo de Dios. Esto hace posible que podamos experimentar y compartir cierto modo de ser afectado por la realidad.

El ser redentorista no ha pasado de moda, tanto así que nos reúne hoy, después de más de 300 años del nacimiento de San Alfonso María de Ligorio, nuestro fundador, a todos nosotros en este santo año jubilar.

Al igual que San Alfonso, fundados de la congregación del Santísimo Redentor, nos sentimos atraídos por aquellas vivencias personales, que son necesidad de nuestros corazones, y que tan profundamente afectaron a nuestro santo patrono.

Así es que el llamado a llevar la Copiosa redención a todos los hombres, especialmente a los más pobres y desamparados, como el profundo sentido mariano no tocan tan de cerca. Se trata de ideales, una misión, que la congregación del Santísimo redentor, junto con todas las personas que participan del carisma redentorista, viven a diario, siendo éstos muy anteriores a ellos.

Nos sentimos motivados y movidos por ideales de antaño que hoy hacemos nuestros, de manera que este ser redentorista se manifiesta con la fuerza de la tradición redentora que el mismo cristo nos dejó.

Por último y volviendo a las tres preguntas con las cuales iniciamos este recorrido en busca del fundamento antropológico del ser redentorista podríamos, con todo lo antes visto, contestarlas.

¿Qué es el hombre?. Podríamos formular esta pregunta de modo más personal: ¿Quién soy?. Es claro que somos jóvenes, que poseemos un nombre propio por el cual podemos diferenciarnos unos de otros. Pero además tenemos rasgos que nos identifican aun más, con mayor fuerza: somos cristianos, católicos, que participamos en una comunidad redentorista (ahora, ¿esto bastará para poder llamarnos en propiedad redentoristas?).

¿Cuál es su puesto en el mundo? o más bien: ¿Cuál es mi puesto en el mundo?. Como hombres y mujeres somos obra de Dios, como católicos somos hijos predilectos del padre, miembros de santa madre iglesia por nuestro bautismo.

Y como redentoristas estamos al servicio de los demás. Nuestra vocación es el servicio: " Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve " (Lc. 22, 27).

¿Cuál es su fin en el mundo? o ¿Qué debo hacer?. Debo hacer tan sólo una cosa: anunciar y construir el reino de Dios.

El ser redentorista contempla (de manera activa) todos esto tópicos: ser un católico comprometido, servicial, que en su alegre esperanza construye y proclama el reino de Dios llevando su copiosa redención a todos los hombres. Lo cual encontramos también encarnado en la persona de Jesús y en nuestro padre fundador.

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